La tarde estaba siendo agradable
en aquella playa. La brisa era suave y el sol resplandecía, pero el calor no
era asfixiante. Un día de fin de semana, esa playa estaría a rebosar de vida,
con niños jugando en la orilla y clamando la atención de sus padres. Sin
embargo, era un día normal de semana, de vacaciones, así que todo era más
apacible. Las pequeñas olas sonaban de fondo y se podían escuchar desde el
paseo marítimo, donde se encontraba Miguel caminando tranquilo, pero constante,
hacia su destino.
Miguel estaba en los treinta
largos, pero aparentaba algunos años menos, incluso con la barba. Quizás era el
pelado descuidado, su actitud natural ante la vida, o una genética envidiable.
La genética también le había favorecido en cuanto a forma física, puesto que no
necesitaba esforzarse demasiado en el gimnasio para ofrecer una bien formada
musculatura que, sin ser excesiva, se podía apreciar bajo la camisa de corte
casual y desenfadada.
Revisó el reloj. Llegaba bien de
tiempo. Apenas le quedaban unos pasos para llegar al portal de Mara, quien
vivía en una zona privilegiada con vistas al mar. Apretó el botón del ático y
una voz femenina conocida contestó tras pocos segundos. Con un chasquido, el
cierre se liberó y Miguel solo tuvo que empujar ligeramente la pesada puerta.
Cuando llegó arriba, la chica estaba en la puerta sonriente.
-Hola guapa.
-Hola, ¿qué tal?
-Estupendamente, hoy hace un día
espléndido.
-Y encima de vacaciones también,
¿no?
-Sí, nada como estar fuera de la
oficina y poder olvidarme de las historias.
-Manu ha llegado ya, pasa.
- ¿Ah, sí? Genial – dijo mientras
se adentraba en el recibidor, camino hacia la estancia principal.
Miguel dejó su maleta a los pies
de uno de los sofás y saludó a Manu.
- ¿Qué tal, cómo estás?
-Muy bien, aquí ya tomando algo.
-Ya te veo jaja, eso es bueno.
¿Es un vino?
-Si, que ahora me ha dado por
ahí.
- ¿Tú quieres algo? – Interrumpió
Mara dirigiéndose al recién llegado.
-Pues mira, otro vino me tomo
también.
-Genial, pues entonces vino para
mí también, y traigo algo para picar – contestó Mara.
Los tres se sentaron alrededor de
la mesa baja que presidía la estancia y charlaron un breve rato, hasta que Mara
introdujo la idea principal. Mara se había citado con sus dos amantes favoritos
y estaba entre ilusionada y asustada. Ellos entre sí se conocían, se caían bien
y sabían que Mara alternaba con ellos según apetencia, pero era la primera vez
que quedaba con ambos al mismo tiempo. Ellos solo sabían que Mara tenía interés
en hacer un trío. Cuando escucharon la propuesta de Mara, aceptaron sin dudar.
- ¿Qué os parece si jugamos a un
juego para ir calentando? – dijo la chica.
- ¿Qué juego tienes? – consultó Manu.
- Uno de cartas, mirad, este es –
dijo ella mientras les mostraba la caja menuda.
- Ah sí, lo conozco, es muy
rápido y entretenido. – dijo Miguel.
- Eso es. Como es muy rápido,
había pensado hacer rollo strip-póker. – propuso Mara.
- Entonces, el que pierda, ¿se
quita una prenda?
- Así es. – contestó ella.
A los chicos les gustó la idea.
Serviría para relajar el ambiente y, como aún hacía calor, no tardaría en
llegar el primer desnudo integral, ya que no traían mucha ropa. Jugaron una
primera ronda y la ganó Miguel, por lo que Manu y Mara perdieron una prenda.
Mara se decidió por los zapatos, pero Manu prefirió deshacerse de la camisa
dándole un poco de teatro a la situación. Se levantó y se fue quitando los
botones de arriba hacia abajo. Descubrió su torso fornido y se giró para ir
llevando la camisa hacia abajo por la espalda poco a poco.
Venga Manu, que te estamos
esperando, jaja – dijo Mara.
Vale, vale, solo pretendía ser
sexy – contestó.
Pero si ya lo eres – dijo Miguel.
Bueno, pero un poco más –
contestó Manu.
¿Aún más? – dijo Mara con una
sonrisa, visiblemente contenta por lo que estaba viendo.
Todo lo que se pueda – sentenció
Manu con una sonrisa magnética que casi la derrite.
Se sucedieron las rondas de
juego. El vino fue desapareciendo de las copas y la ropa fue acumulándose en
los brazos, respaldos y asientos de los sofás. El juego comenzó a ser un
elemento secundario, mientras que las miradas y las insinuaciones ganaban
terreno. Los chicos tenían sus miembros curvados, no tersos ni firmes, pero
tampoco relajados y flácidos. Por tanto, probablemente también tendrían ya
preseminal con ganas de salir. Mara tenía los pezones notablemente excitados, y
ella misma se notaba húmeda por dentro. Tenía unas ganas horribles de agarrarse
a esas curvas de carne masculina y ponerlas firmes.
Por un lado, le daba un poco de
corte empezar la situación; pero por otro lado pensaba que ella los había
traído allí para eso. En un momento dado se imaginó a ella misma de rodillas
frente a sus hombres. En su mente estaban sentados en el mismo sofá, bien erectos
y firmes como soldados pasando revista. Masturbaba y chupaba cada tramo de
aquellas pollas henchidas llenándose la boca de volumen y sabor mientras el
coño, empapado en su interior, le chorreaba inevitablemente.
-Mara, te toca. – dijo Miguel,
sacando a Mara de sus ensoñaciones.
Poco a poco se reían menos, a
medida que la sangre bombeaba cálida por sus cuerpos y preparaba los puntos
erógenos.
¿Nos vamos a la cama? – propuso Mara
al fin.
Los chicos respondieron
afirmativamente y se levantaron, deseando meter mano hasta el último rincón del
femenino cuerpo de Mara, lleno de excitantes curvas desde los pies hasta la
cabeza, pasando por los glúteos y las caderas ligeramente anchas, que se
estrechaban justo al subir por el vientre y volvían a ensanchar al subir por el
pecho. Mara ya estaba completamente desnuda cuando comenzó a subir por las
escaleras, seguida por aquellos perros falderos que iban detrás del aroma
excitante de sus intensas feromonas y el húmedo coño. Podían ver, entre escalón
y escalón, cómo la rajita brillaba con la luz tenue. Llegaron arriba más
excitados que cuando empezaron a subir, buscando alcanzar el néctar de aquella
dama a cada paso.
Una vez arriba encontraron la
escenografía bastante preparada. Junto a la amplia cama, la mesita de noche
disponía de lubricantes de diversos tipos y algunos juguetes. El ambiente olía
ligeramente dulce, con un regusto a canela, pero de una manera muy tenue.
- ¿Qué os parece? – dijo Mara.
-Muy bonito, la verdad. – contestó
Miguel.
-Casi tanto como tú. – respondió
Manu, que rodeó a la chica con su brazo por la cadera y empezó a besarla en el
cuello.
Miguel se unió al momento y
comenzó a amasar el turgente y excitado pecho. La excitación de Mara pasó de
ser alta a dispararse. Las manos fuertes se desplazaban por su piel
aterciopelada sin pedir permiso, chocándose entre sí en ocasiones. Ambos lados
de su cuello estaban siendo asediados por hambrientas dentaduras que rozaban,
pero no dañaban, con labios que besaban y lamían el erizado cuello. Llegaron a
la cama y Mara se sentó.
-Buf, ¿cómo lo hacemos? –
Preguntó Mara, un poco traspuesta.
-No te preocupes, déjanos hacer –
Contestó uno de los chicos.
-Túmbate bocabajo y nosotros nos
encargamos – Dijo el otro.
Mientras la chica se tumbaba,
ellos se pusieron a sendos lados de la cama y cogieron el bote de aceite para
masaje. Vertieron una copiosa cantidad sobre sus manos y empezaron a extender
el aceite sobre la piel de Mara. Miguel pidió a la chica que se apartara el
cabello, y así hizo ésta. Las manos aficionadas, pero habilidosas, presionaban
sobre su musculatura. Manu empezó por los pies, incluyendo dedos, planta y
empeine; mientras que el otro se encargaba de los hombros y la base del cuello.
Las dos parejas de manos paseaban
incesantes sobre el cuerpo femenino. La piel formaba olas ante la presión de
los dedos, que se desplazaban y deslizaban suaves sobre el lubricante con aroma
de almendras dulces. Miguel bajaba por uno de los brazos mientras Manu subía
por la pierna contraria. Las manos abarcaban tanta piel como podían, activando
la circulación y ofreciendo una sensación de relax y, a la vez, excitación a la
chica. Ella no lo sabía, pero ya había preseminal cayendo a cámara lenta desde
los miembros semiexcitados de sus compañeros, ensuciando ligeramente las
sábanas.
Habiendo terminado ya con ambos
lados tuvieron que preguntar a la chica si seguía despierta. Ésta confirmó su
estado de consciencia a duras penas. Desde luego, no pensaba quejarse. Miguel
siguió por la espalda mientras que Manu se centró en ambas nalgas, y el espacio
entre ellas. Para ello, Miguel se colocó frente a la chica, con el miembro
cerca de ésta. Según se moviera, Mara podía ver el péndulo del macho moverse,
por lo que empezó a salivar. A su vez, las manos de Manu movían y abrían las
amplias y perfectas nalgas.
De repente, Mara notó que las
manos de Manu estaban mucho más mojadas que antes. Éste había cogido el
lubricante específico para juegos anales y empezó a centrarse en masajear el
exterior del ojete, el perineo y la vulva. La presión de los dedos era más
localizada, pero aún no penetraban en la chica. Ésta comenzó a sentir un calor
intenso por su cuerpo y su esfínter palpitaba involuntariamente. Gimió de manera
audible, pero los chicos no pararon de sus labores, siguieron por donde
estaban. Miguel bajaba por la espalda y pronto se encontraría con Manu en las
nalgas.
Aunque lo disimularon bien, ese
gemido disparó la excitación de los chicos, cuya erección era más notable cada
vez. Manu no dejaba de excitar el ano y el coño de Mara, pero siempre de manera
superficial. Superficialmente cruel. La cadera de la chica se movió melosa, lo
que era indicio de que tenía interés en ser penetrada, brutalmente empotrada y follada
hasta la saciedad. Sin embargo, el juego continuaba a su ritmo. Los chicos
pidieron a Mara que se diera la vuelta y ésta lo hizo. Su rostro parecía estar
en trance, sus pezones duros caían junto a los pechos y las manos de los
hombres volvieron a buscar el aceite y, posteriormente, el cuerpo de Mara.
Manu empezó a alternar una mano
exterior, mientras la otra empezó a jugar tímidamente por el interior. Mara
estaba empapada. Miguel sintió cómo los dedos femeninos, con sus uñas
decoradas, amasaban y sujetaban la polla que, hasta ese momento, medio colgaba.
La mano de Mara empezó a masturbar a Miguel mientras éste embadurnaba los
pechos sin dejar ningún rincón por masajear. Manu levantó las rodillas de la
chica y separó las piernas, lo justo para que pudiese entrar su cuerpo vigoroso.
El miembro viril entró dentro de ella y profirió lentas, melosas y profundas penetraciones.
Mara empezó a gemir sin control sobre sus cuerdas vocales.
Miguel sujetó la mano de Mara,
separándola de su rabo. Se acercó a su cara y la acarició con el miembro, y con
su recién afeitada y aún perfumada piel. El glande de Miguel llenó la boca de
Mara. La chica giraba la cabeza para chupar más o menos polla. Manu salió de su
interior. “Indebidamente”, pensó la chica. La polla de Manu, notablemente
excitada y con aroma mezclado se presentó por el otro lado y Mara no dudó en
llenarse la boca también con él.
Ambos acariciaban su pelo, su
pecho, su cuello, sus brazos y, por supuesto, el interior de su coño, mientras
la boca de la chica saboreaba los primeros deliciosos jugos fruto de la
excitación. Eso la hizo excitarse más y abrió sus piernas todo lo que pudo para
facilitar la masturbación por parte de los chicos mientras ella se agarraba a
sus fuertes muslos. Mientras tanto, ese par de gruesos y granates glandes se
peleaban por sus labios carnosos.
Los chicos, excitadísimos, se
hicieron unos gestos y volvieron a sacar a Mara de aquel estado. Mara no sabía
qué estaba pasando ni por qué habían parado, pero ellos sabían que había un buen
motivo y la recompensa lo merecía. Volvieron a pedir a Mara que se diera la
vuelta. Manu cogió una silla próxima y se sentó, como un rey en su casa.
Empalmado y excitado frente a Mara, se masturbaba mirando la situación. Miguel
se subió a la cama y cogió el lubricante anal. No escatimó en cantidad y la
mano bajó cargada hasta el perineo de ella, untando bien la zona. La vulva, y
la vagina fueron cubiertas, pero la mayor parte se quedó arriba, sobre el
arrugado esfínter, que poco a poco fue masajeado en círculos concéntricos.
El dedo corazón entraba, tímido
al principio, valiente después. Los mismos pálpitos de la chica invitaban a
entrar. El dedo entraba y salía y, cada vez que lo hacía, procuraba que el
lubricante llegase a todas partes en su interior, abriendo cada vez más el
hueco. Cuando éste salía, el esfínter volvía a cerrar, como si no hubiera
pasado nada; sin embargo, en la siguiente introducción, la resistencia era
menor. Cuando la sensación fue la adecuada, dos dedos empezaron a trabajar
donde antes sólo entraba uno. Entraban en vertical y en horizontal, ovalando el
estrecho círculo y permitiendo vislumbrar parte de la oscuridad. El ano se
apreciaba ya ligeramente hinchado. Seguramente el masaje había activado la
circulación en la zona.
Manu se levantó e introdujo de
nuevo su rabo duro en la boca de Mara, que apenas podía besar el glande
ampliamente por culpa de la postura. Notó el preseminal saliendo del chico y no
dudó en recogerlo con la lengua. En ese momento notó cómo algo frío la llenó
por detrás momentáneamente. Miguel había cogido el plug anal de la mesilla y, bien
cubierto de lubricante, lo introdujo en el culo de Mara. Entró con poca
dificultad, gracias al arduo trabajo en equipo que estaban realizando. “Como
anillo al dedo”, se dijo.
Aunque parecía que iba a dar más
vueltas que un trompo, volvieron a girar a Mara para colocarla boca arriba.
Miguel se colocó entre sus piernas y penetró su coño. Estaba mojadísimo y
abierto. Mara lo cerraba a su paso para sentir cada una de las venas y pliegues
de su polla mientras, ahora sí, se llenaba la boca con la polla de Manu, quien
estaba encantado de poder apagar sus quejidos, aún mayores debidos al efecto
del plug. El grueso falo de Miguel notaba el plug anal con cada entrada y
salida. Los huevos chocaban con el aún tibio brillante que remataba el exterior
del juguete. Miguel gemía mientras veía a su compañera tragar polla, abrazada a
las piernas de Manu, con el pelo enredado y los pechos botando por cada
embestida. Los jugos se mezclaban en su interior y brotaban por el coño,
mojando los cojones del chico, la joya, las nalgas y las sábanas.
- ¿Sabes Manu? Yo creo que ya la
tenemos a punto de caramelo - dijo Miguel, excitadísimo.
-Pues vamos – contestó éste.
Sin sacar la polla, Miguel pasó uno
de sus brazos por la base de la espalda de Mara y con la otra, sobre la cama,
realizó una potente flexión levantando a la chica. Utilizó toda su potencia
física para llevarla sobre sus piernas y, después, se tumbó él bajo ella. La
manipuló como quiso. Mara acabó en una postura intermedia entre cuadrupedia y
horcajadas sobre Miguel. Apenas le dio tiempo a pensar de la excitación. Sintió
cómo el plug salía de su cuerpo con apenas dificultad para ser sustituido por
un ariete de carne, firme, tersa y lubricada. El ano se abrió para invitar a la
entrada y la polla penetró. Entró y salió con recorridos cada vez más largos
entre las nalgas. Miguel sujetaba a Mara mientras follaba su coño excitadísimo,
a la vez que sentía los movimientos de la polla de Manu al otro lado, por el
interior de la chica. Mara gemía libre, completamente audible y despreocupada.
Ambos bombeaban carne sin cesar y
Mara empezaba a temblar, sintiendo los respectivos grosores. Uno y otro
remaban, acompasados disciplinadamente.
¡Me corro! – dijo ella.
¡Hazlo! - contestó Miguel, con
voz esforzada.
¡Me corro, me corro, me…!
Mara empezó a temblar y derramó
fluido que cayó por la polla de Miguel. Tuvo un potente orgasmo, pero ellos no
cesaron. Siguieron, y siguieron sin parar.
- ¡Jodeeeeer! – dijo ella,
mientras volvía a correrse. Estaba completamente sujeta por cuatro brazos
fuertes que la cuidaban a la vez que sus correspondientes dueños la trataban
como se merecía.
Las tetas de Mara no dejaban de
rebotar y moverse sobre Miguel. A veces libres, a veces tapadas por las manos
de Manu, otras veces sujetas por sus propias manos. A la vez, Manu estaba
excitadísimo de escuchar sus gemidos, de ver su forma perfecta desde la vista
reversa, y aprovechando para, cuando el movimiento se lo permitía, mirar un
espejo del que no se había percatado antes y desde el que se podía contemplar
toda la escena lateral. La mente de Mara estalló en un último y completo
orgasmo que la hizo perder el control. No pudo ni gemir, solo temblaba. Los
chicos pararon y la sujetaron.
¡Dios! – dijo Manu, mientras la
depositaba gentilmente sobre la cama.
Las convulsiones pararon
paulatinamente. La chica tardó un par de minutos en reponerse. Volvió en sí y
sonrió mientras se estiraba sobre la sucia y desarmada cama.
¿Qué tal estás? – preguntó
Miguel.
La sonrisa de Mara se amplió.
Muy bien – dijo.
Ya se te ve que estás muy bien,
jaja. – contestó Manu.
¿Y vosotros? – preguntó la chica.
Pues nosotros aún tenemos que
terminar. – dijo Miguel sonriendo.
¿Y a qué esperáis? – dijo Mara
ofreciendo sus pechos para esa labor y mirándolos deseosa.
Ambas pollas se colocaron a
sendos lados. Estaban cerca, duras y jugosas. Las manos recorrían desde la
punta hasta los colgantes huevos haciendo un característico sonido húmedo. Los
chicos gemían y gruñían. Ella deseaba tanto ver esos chorros de semen que
volvió a excitarse y llevó una de sus manos al clítoris. El primer chorro le
pilló de sorpresa. Manu tembló y se apoyó en la pared con la mano libre mientras
seguía exprimiendo su polla. El esperma manchó cara, cuello, pecho y brazo.
Mara chilló sorprendida y excitada, para después reírse. Miguel siguió la
estela y derramó su leche a varias decenas de centímetros, cayendo
principalmente sobre los pechos de la chica mientras bufaba como un buey.
Cubierta por el semen de ambos
machos, Mara volvió a disfrutar de un fuerte orgasmo propiciado por su hábil
mano. Los chicos se tumbaron a descansar bocarriba, extenuados mientras veían
como Mara terminaba de convulsionar y gemir suavemente. La chica se acomodó en
su posición y empezó a restregar el esperma derramado, ahora de su propiedad,
sobre su propio pecho. Sabía que no podía tardar mucho en quitárselo, pues a
veces la piel se le irritaba, pero por nada del mundo quería perderse esa
sensación de bañarse en la leche tibia recién exprimida.
Miguel le facilitó un rollo de
papel para que pudiera limpiarse. También trajo botellas de agua y todos bebieron.
Se sentían deshidratados tras la intensa cabalgada.
- ¿Qué te ha parecido? – preguntó
Manu.
-Uhm, mejor de lo que esperaba. –
contestó ella.
-Así que tenías expectativas… -
aseveró Miguel.
-Pues claro, ¿acaso no las tenías
tú? – dijo Mara.
-Yo solo sabía que me pondrías
tan cachondo que harías correrme de nuevo, jaja. – dijo el chico.
- ¡Y vaya corrida!, casi me llevo
chorrazo yo también – añadió el otro chico.
-En ese caso, estaría lamiéndote.
– indicó la chica sonriendo, ya algo más repuesta.
-Calla, que me voy a poner
cachondo de nuevo. – dijo Manu.
-Ah, ¿pero es que no pensabas
hacerlo? – preguntó Mara.
- ¿Qué quieres decir? – dijo Miguel.
-Obviamente, tendré que esperar
un poco, pero después de la primera ronda querré una segunda, ya me conocéis...
– contestó la chica.
-Sí, sí, como lo que decía el
anuncio… “A mi me daban dos”, ¿no? – dijo Miguel, y todos rieron.
-Claro, dos polvazos, uno tras
otro – dijo Mara, y volvieron a reír.
- FIN -
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