29 octubre, 2011

Cabrón (3 - Desenlace)

Mi polla estaba durísima. La punta rezumaba líquido preseminal y brillaba ante las velas de la habitación. Manché el muslo de M con ella y pinté su piel recorriendola por el lateral.

-Mira lo dura y mojada que has puesto mi polla- dije.

Pegué mi cuerpo, mi pelvis a ella lo más que pude para restregar mi rabo duro sobre ella, para que sintiera mi erección en su piel. Me movía de un lado a otro haciendo que mi polla subiera y bajara. Después me puse de rodillas un poco más arriba, pasados los cojines, y froté sus tetas con mi polla. Cogí fuerte sus tetas y las restregué contra mi polla.

-Mira como me tienes, joder- volví a comentar.

Me puse en pie sobre la cama, un poco más arriba, pasados los hombros, y tiré del pelo de la chica para liberar su cara de entre sus brazos. Mi pene, duro y cargado, se elevaba sobre su rostro amenazante. El antifaz evitaba que pudiera verlo, pero mi mano empujó la polla contra sus labios y ésta no dudó en saborear, como si fuera una nueva fresa cremosa. Se relamió después de sacar mi glande de su boca. Tenía la cara manchada de chocolate, algo de mis fluidos y algo de saliva. Le di un beso muy intenso provocando un torbellino de lengua en su boca, asegurándome de que salivara.

Volví a salir de la cama y a dirigirme a los cajones. Tenía un portátil guardado en hibernación. Lo encendí y busqué un vídeo pornográfico específico, uno que sabía que le gustaba mucho. En él, un pedazo de tio de 1,90 metros metía su pollón dentro de una chica del tamaño de M y no paraba de follarla como un salvaje hasta 25 minutos después. M conocía ese vídeo, le gustaba verlo cuando yo no estaba en casa. Hoy no lo podría ver, pero lo iba a escuchar. Escucharía los gemidos de verdadero placer que emitía la dominada y taladrada mujer que aparecía. Escucharía los jadeos y bufidos que ese hombre enorme soltaba en cada clavada. En el porno hay chicas que fingen y chicas que disfrutan. Ésta disfrutaba, mucho.

-Escucha como goza la zorra esa cuando le clavan tu pollón favorito- le dije al oido y, seguidamente, inicié el reproductor.

De nuevo palmeé su coño caliente con la mano y agarré sus tetas, las apretaba haciéndolas mias. Azoté sus pezones con mi polla, su culo con mis manos, mordí su espalda con suavidad, mordí sus nalgas, froté su rajita.

Me coloqué detrás de ella, en línea con su espalda. Pasé mi rabo duro por una nalga, por la otra, por entre ambas, apretando fuerte para notar su ano, para que sintiera los labios de su coño abrirse y cerrarse al paso del glande. Flagelé su clítoris con mi polla.

-¡Métela!- me dijo.

Volví a azotarle el coño con ella, más rápido, más veces. Después coloqué el tronco de mi polla en línea con la hendidura que forman su coño y sus nalgas, me sujeté fuerte a sus caderas y comencé a frotar hacia arriba y hacia abajo. Masturbaba mi polla con su coño y con su culo pero sin clavarme, sin llenar su vacío.

-¡Métela jodeeeeeeeeeerr!- gritó mientras empujaba hacia atrás.

Empecé a frotarme más fuerte, más intensamente, a pasarle mis pelotas por el coño afeitado y volver a pasarle el tronco de mi rabo posteriormente. Mi polla estaba llena de sus flujos, empapada. Movía mi cadera fuerte hacia delante con ella, manteniendo la unión pero sin meterme en su vagina.

-¡Jodeeeeeeeeeeerrrrr cabrón, FO-LLA-ME!- sonó desesperada.
-Qué buena estás, pedazo de zorra- fue mi respuesta, manteniendo la paja que estaba haciéndome con ella, con su culo, con su coño.

La guarra del vídeo gemía y disfrutaba como si no hubiera un mañana. M, tenía sensaciones contradictorias. Todo el placer que recibía chocaba con la necesidad imperativa de ser follada, de ser rellenada. Se había corrido varias veces pero no tenía lo que necesitaba, tiraba del cabecero, me llamaba hijo de puta y se corría cuando volvía a comerle el coño.

Dispuse mi polla en su estrecha y empapada puerta. Mi glande apuntaba turgente. Comencé a masturbarme con ganas, pensando en ella, en la situación y en la guarra del vídeo. Mi mano recorría mi polla y golpeteaba el coño de M cuando llegaba a la punta, haciendo que ese golpeteo fuese continuo. Ella intentó tirar del cabecero y clavarse en mi estaca de carne, pero no pudo. Fue entonces cuando pudo escuchar un "Me corro, joder" proveniente de mi voz. Un intenso placer recorrió mi cabeza y 2, 3, 4 fuertes chorros de esperma salieron escupidos de mi interior e impactaron en la vulva de M. Tan fuertes fueron que ellos sí llegaron a entrar en la vagina hambrienta. De nuevo froté con firmeza los labios de aquel coño aún nervioso y, ésta vez sí, hundí mis dedos mojados en esperma dentro de él al mismo tiempo que mi pulgar empujaba en su ano. Vibré la mano dentro hasta que un nuevo orgasmo sobrevino en M.

Estaba extasiada, reventada de la postura tan difícil que tenía, de los movimientos que hacía sin poder, de tantas endorfinas en su cerebro. Cerré el portátil y comencé a desatarla, empezando por las esposas, sin quitarle el antifaz. Retiré también los cojines y se quedó tumbada sobre el colchón sin decir nada, esperando a caer en los brazos de Morfeo. Creo que fue ese sueño lo que evitó que me llevara un merecido guantazo en la cara.

Mañana le daré polla de verdad. Se la merece.


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19 octubre, 2011

Cabrón (2)

- Me encantas, M. Tu cuerpo me tiene hechizado. Cada vez que te veo, te deseo de una manera imparable y me tengo que contener para mantener la compostura.

Me coloqué a un lado, de rodillas sobre la cama. Comencé a hablarle mientras pasaba mis manos sobre su piel. Presionaba firme, pero no fuerte, acariciando la base de su espalda, subiendo por su costado, llegando a sus hombros y sus brazos. El ambiente era cálido gracias al calor de las velas encendidas. Acaricié su cabello.

- Cuando te follo, eres la mejor, la única. Cuando me follas haces que me sienta el mejor, que nadie más importa.

Abracé su torso con cuidado, acariciando su espalda con mi pecho y mi cara. La besaba y pasaba mi cara sobre ella con calidez. Pasé mi mano bajo su cuerpo, abrazando sus tetas y acariciando su cuello mientras que la otra mano se recreaba en su muslo. Mis palabras en su espalda sonaban cercanas.

- Quiero tu olor cerca. Quiero empaparme de él, que me invada y perder el sentido. Quiero entrar en trance unido a ti, M.

Pasé la mano completarmente abierta entre sus piernas y cubrí su recortado vello. La mano se iba cerrando a medida que, lentamente, subía. Los dedos se recrearon en la vulva húmeda ligeramente, pasaron firmes sobre el ano y las nalgas y terminaron en la espalda para volver hacia las nalgas. Apreté una de ellas y maltraté a la otra. Volví a maltratarla. Apreté uno de sus pechos.

- Mmmmmmmm- emití.
- Joder- dijo ella.

Cogí el látigo corto que había comprado en la tienda. Tenía muchas tiras de cuero y un mango duro, también de piel. Pasé las tiras sobre sus brazos estirados, recorriendo su espalda hacia el trasero. Azoté suavemente con él la nalga que antes se había librado de mis palmas. Volví a hacerlo. Ella emitió un quejido. Fustigué sus pechos con suavidad con el objeto. Después simplemente pasé las tiras de cuerpo sobre uno de sus pezones con precisión. Por el otro. De nuevo pasé al anterior y comencé a frotar un poco más fuerte los cueros enredados en mis manos contra las tetas de mi víctima.

- Me estoy excitando por tenerte así, por hacer lo que estoy haciendo. Me pongo duro al verte vulnerable y sentirte tan ardiente. Crees que lo que había sobre la cama es lo único nuevo de esta noche, pero no es así.

M pudo escuchar el abrir de dos cajones. Mi voz la invitó a saborear algo. "Te gustará", le dije. Ella confió en mi y el sabor de una fresa cubierta de chocolate inundó su paladar. Aún estaba disfrutando del obsequio cuando metí mi cara en su culo y empecé a lamer el líquido que manaba directamente de su vagina. Me agachaba para acceder bien a todo el sensible exterior. Quería recorrer todo su sexo, todo su yoni con mi lengua. Quería acariciar con habilidad y humedad los filetes, la suave y mojada carne exterior abriendo un poco la puerta con ella, disfrutando de ese sabor. Presionaba con las manos firmes sus preciosas y curvas piernas al tiempo que mis labios y mi lengua jugaban con la vulva de mi amante. Por el cuello y la barbilla me chorreaba M.

- A mi también me gusta saborear delicias. La tuya es la mejor que he probado. El olor y el sabor de tu coño me inspiran a ser un cerdo contigo.

Otra vez me puse a un lado. Mi mano, ardientemente lubricada, comenzó a masajear el exterior de su coño. Utilicé un gel de efecto calor y se hizo notar de inmediato. M se sentía nerviosa y agitada. Mi boca sucia besaba y mordía suavemente su espalda, sus hombros y la base de su cuello. Con la mano que tenía libre, también manchada por el gel, ayudaba a sus brazos un rato; amasaba sus tetas otro rato.

Me encantaba jugar en la puerta de ese coño hambriento. Di algunas palmadas sobre la vulva y el clítoris. Acaricié fuerte el ano con el pulgar, separaba y unía las cachas a mi antojo. Las yemas de mis dedos hacían las delicias de los labios inferiores de aquella mujer. Lubriqué más la zona. Efecto calor. Una mezcla de lubricante natural y artificial recorría, brillosa, el interior de los muslos directo hacia las sábanas. M se retorcía completamente. No podría mantenerse en aquella postura de no ser por los cojines. Torcía los pies tanto como le permitían los tacones y descansaba sobre un brazo más que sobre el otro. Volví a palmearle el coño.

- Tengo la polla durísima de verte así de guarra- informé.
- Jodeeeeeerr- dijo contenida.

Le di otra fresa cubierta de chocolate cremoso y emitió gemidos al morder. Azoté sus tetas con mis manos abiertas. Sus pezones duros fueron presionados por mis yemas, apretados con cuidado, como si quisieran extraer leche. Al mismo tiempo volví a pasar mi mano, aún aceitosa, sobre su espalda buscando su culo, buscando el agujero. Lo acaricié con fuerza y lo penetré con suavidad. Entró más de la mitad del dedo corazón. Lo saqué y volví a hundirlo en ella. Podía imaginar cómo de caliente tendría el coño. Seguro que tenía un horno en su vientre, un hambriento y jugoso horno esperando un buen trozo de carne que lo dilatara.

-¡Joooodeeeeeeeeerrrr follameeeee yaaa!- dijo, tirando del cabecero al retorcerse y presionar los cojines bajo su abdomen.

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16 octubre, 2011

Cabrón (1)

Las mujeres con las que he compartido juegos de cama me conocen. Yo procuro conocerlas a ellas. Me intereso por saber qué les gusta hacer; qué no les gusta hacer; qué las ponen a cien; qué las vuelven animales, instintivas, concentradas en el placer y ajenas a lo demás. Ellas no tardan en saber que, entre otras cosas, me gusta que me insulten, que me digan cosas fuertes, cosas que sólo dirían con odio en otro contexto. En cierta forma me gusta que me odien, que me odien por desearme tanto. Me gusta que me llamen cabrón, sin embargo, no siempre me comporto como tal. Hoy quería ser un cabrón de verdad, hoy me lo dirá de corazón.

El dormitorio estaba ambientado con una luz tenue roja anaranjada. Tras media hora de haber encendido las velas aromáticas, el aire ya tenía ese olor dulzón afrodisíaco que prometía la etiqueta. Durante esa media hora, M y yo habíamos estado disfrutando de una botella de vino en la sala de estar, frente a la televisión, desatendiéndola. Calentábamos el ambiente contándonos historias, situaciones morbosas que habíamos tenido en el pasado con antiguas parejas o amantes. Nos besábamos, pero no nos magreábamos. Le había puesto esa condición, no habría tocamientos hasta llegar a la cama.

Estábamos muy calientes cuando pasamos a la habitación. M no sabía lo que iba a encontrarse, pues le dije que sería una sorpresa. Había comprado algunas cosas, juguetes adultos, pensando en aquella situación, pero no le había dicho nada. Cuando vio las nuevas adquisiciones me miró ilusionada, estaba deseando probarlas.

-¿Qué te parece si hoy me porto mal contigo?- le propuse, pícaro.
-¿Qué me quieres hacer?- preguntó.
-Es una sorpresa- respondí guiñando un ojo y sonriendo.

Sumisa, M se dejó hacer mientras la preparaba. Sería algo sencillo. Sobre la cama había unos almohadones grandes donde apoyaría su vientre dispuesta en la postura de perra, perra en celo. Sus manos estarían esposadas entre sí, cómodas gracias a unas cubiertas suaves sobre el metal de los grilletes. Éstos irían atados a la parte alta del cabecero de la cama y ella podría cogerse a los barrotes del mismo, sintiéndose atrapada. Una vez esposada la besé ardientemente, la acaricié en la espalda y la besé en el cuello. No quería que se enfriase el ambiente mientras preparaba el juego.

-¿Estás mojada?- pregunté.
-Sí, estoy caliente, uff, sigue- respondió.

Le pedí que se apoyara en los cojines mientras estiraba una de sus piernas. Até un trozo de seda en su pierna, justo bajo la rodilla evitando apretarlo mucho. Repetí la operación en la otra pierna y después até ambos trozos de tela bajo la cama, a las patas. M estaba en una postura muy morbosa. Sus piernas estaban abiertas, podría abrirse más, pero no cerrarlas. Sus tetas colgaban por estar atada a mayor altura. Tenía el culo a mi disposición, en pompa. Lo azoté fuerte y seguidamente lo apreté.

-Mmm, qué culo.

Pasé la mano entre las nalgas, fuerte sobre la hendidura, bajando hacia la vulva acariciándola por fuera hundiendo un poco más el dedo corazón, para notar el roce de los labios internos.

-Efectivamente estás poniéndote guarrilla.

Recogí su pelo en una coleta y me senté a su lado.

-¿Te gusta estar así para mi?
-Mucho- dijo sonriendo- ¿Qué me vas a hacer?
-Te voy a tapar los ojos. Será mucho mejor que mirar la cama o el cabecero. Además, quiero que te centres en los demás sentidos, hoy vas a sentir muchas cosas.

Coloqué un antifaz de los que se utilizan para dormir sobre su rostro. Estaba completamente vulnerable, a merced de cualquiera, a merced de cualquier cosa que se le hiciera. A merced de mi voluntad. Lo último que hice antes de comenzar fue colocarle unos zapatos de tacón. Eran unos zapatos preciosos, negros, agresivos. Hasta en esa postura forzada estilizaban sus piernas.

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03 octubre, 2011

Dulces sueños

No recuerda cuánto tiempo llevaba mirando ropa en la tienda. Vestidos, pantalones, ropa interior, zapatos... no dejaba de mirar y compraba lo que más le gustaba. M y sus amigas estaban encantadas simplemente por estar allí sin impedimentos ni remordimientos.
En un momento dado, mientras M miraba vestidos de noche, ceñidos, pensando si le gustaría a R, su chico, le pareció oir su voz. Miró hacia atrás pero no vio a nadie, todo estaba ajetreado en la tienda pero no estaba su chico.

No tardó mucho en volver a sentirlo. El aroma intenso de R se le clavó en la nariz, lo sintió tan cerca que parecía tenerlo delante, abrazándolo. Se mordió el labio acordándose de él. Notó un ligero calor y cierto nervio pensando en que quería comprarse algo para estar estupenda, para agradar a su chico y verle la cara de sorpresa y felicidad cuando se lo pusiera.

El calor empezó a aumentar y se lo comentó a sus amigas, que se rieron tapándose la boca, vergonzosas por la situación.

- Tia, ¡estás siempre igual!

Entonces M se dio cuenta de que la cosa era peor de lo que pensaba. Llevaba un vestido ligero porque aún hacía calor, pero advirtió que no llevaba nada bajo el vestido. Se le había olvidado ponerse el tanga y ahora tenía el muslo manchado, ¡en mitad de la tienda! Pidió a una de sus amigas que la acompañara al baño sin decirle nada respecto a su ropa interior. De camino al baño recibió un SMS en su móvil. Era R.

"Mmm, sty muy calint pnsand n ti. Stoy dseand q vngas, tng l poya durisim mirndo ls fots dl otr dia. Se ls stoy nseñand a uns amigs, n trdes"

El calor aumentó y M se ruborizó. Sin haber llegado aún al baño empezó a notar una agitación familiar entre sus piernas, una agitación que la volvía loca. Cerró los ojos y sintió su cuerpo acariciado, sus labios mojados y su postura era extraña y algo forzada. Rápidamente comprendió que estaba dormida y había estado soñando cuando R decidió despertarla de una manera cariñosa.

Intentó moverse, aún con los párpados pegados, pero algo se lo impedía. Tenía los brazos extendidos y las muñecas sujetas por algo suave. Vio a R acercarse desnudo y muy duro; sin embargo, al mismo tiempo, seguía notando su cuerpo manoseado y un gran placer proveniente de su entrepierna, por lo que era imposible que R estuviera haciendo aquello.

-Hola cariño- la besó- he traido a unos amigos.
-Mmmm, cabrón.
-Espero que te guste.

R se agachó para devorar los duros pezones de M mientras acariciaba su piel. Además de R, en la habitación había otra pareja, un chico y una chica jugando con el cuerpo de M a su antojo. Mientras el chico se masturbaba viendo la escena, acercando su miembro erecto a la boca de M; la chica lamía los sabores intensos de la vulva abierta de M mientras masturbaba y empapaba la suya propia.

M se relamió los labios y sintió el sabor de líquido preseminal antes de que aquel chico, que le resultaba familiar de algún otro encuentro previo, llegara a mojarla. Señal inequívoca de que ya estando dormida se habían aprovechado de ella. No dudó en meterse en la boca todo lo que pudo de aquel rabo grueso cuando lo tuvo suficientemente cerca, devorando con hambre, desayunando, intentando no morder, pues los espasmos debidos al buen trabajo de aquella otra dama no se hicieron esperar. El chico era guapo, atractivo y tenía una polla deliciosa.

-¿Te gusta? Dentro de un momento te la voy a clavar y te va a gustar más.

M sonrió ante tal afirmación. O ante la boca y los dedos de la otra mujer. O, lo más probable, ante todo lo que en esa situación se daba. R paró a la chica, también muy guapa y atractiva, y le dijo que tenía ganas de follarsela. Ella se puso en la posición de perrita delante de M, a un lado, e inmediatamente comenzaron a liarse, a morrearse y devorarse en un espectáculo lésbico indescriptible. Los chicos no tardaron en abrir y llenar de polla los sexos femeninos, los sexos de la chica del otro.

En cuanto empezaron a deslizarse dentro de ellas, a golpear las vulvas empapadas y dilatar sus interiores, las chicas tuvieron que dejar de besarse porque no eran capaces de concentrarse en todo. La chica que estaba a cuatro patas se dejó caer ligeramente sobre M, que esposada a la cama no dejaba de retorcerse de placer. Se acariciaban como gatas entre ellas y se frotaban y comían los pechos como podían, pues rebotaban de los pollazos que recibían y las movían enteras.

Las chicas no tardaron en disfrutar de intensos orgasmos, primero M y después su nueva amiga, ayudada seguro por ver y escuchar a la chica tumbada delante de ella. Los chicos no se sentían capaces de aguantar mucho más después de presenciar todo aquello y acordaron en ofrecer sus batidos tampién a la chica del otro. Finalmente no fue exactamente así, pues tal fue la intensidad de las dos corridas y la falta de puntería que ambos mancharon un poco a la otra también. Cara, pechos, cabello... el blanco había duchado con mucha fuerza y en buena cantidad. Para poner el broche final al morbo de la situación, las ninfas compartieron el semen de sus cuerpos y sus bocas entre ellas; saborearon la leche de sus respectivos chicos en el cuerpo de la otra, besándose con pasión, agotadas pero aún excitadas, deseando que aquello no tuviera fin.


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