Llamé al timbre de la casa donde había sido citada. Era un lugar desconocido para mi pero estaba tranquila; estaba protegida. Vestía sólo unas botas y un abrigo largo, tal y como me habían ordenado, y pensaba en qué sería lo que me encontraría detrás de la puerta mientras esperaba que abriesen.
Escuché el pestillo abrirse y la puerta giró hacia dentro descubriéndome una persona conocida.
-Hola nena. Veo que llegas puntual, como siempre. Eso me gusta. Pasa y te explicaré cómo vamos a hacerlo.
Asentí con la cabeza y atravesé el umbral de la puerta. "A", que así se llamaba, besó mis labios y cerró la puerta detrás de mi. A simple vista no estaba más que en un hall de una casa corriente, con un perchero para colgar los abrigos, un pequeño mueble con cartas, papeles y un par de adornos y un espejo. A me ayudó a quitarme el abrigo y lo colgó en el perchero. La visión de mi cuerpo desnudo frente al espejo de la entrada me provocó una leve excitación, acentuada al descubrir que A me miraba a través del reflejo.
Me cogió suavemente por la cintura y me invitó a pasar hacia el interior de la casa. El pasillo era largo y mis pesadas botas resonaban a cada paso. Al pasar junto a una habitación vi que era una sala de estar, con un sofá, un estante con libros y una televisión encendida. Viendo la televisión estaba una chica con el cabello largo y oscuro, con las puntas blancas. Parecía una chica atractiva; con los rasgos faciales un poco marcados, pero hermosa. Seguimos hacia delante y entramos en una habitación con una gran cama de matrimonio con cabecero y pie metálicos de aspecto robusto. Las numerosas velas que había inundaban la habitación con su aroma y ofrecían un ambiente cálido con una luz tenue muy apropiados.
-Vamos a empezar dentro de poco. Ya sabes lo que toca.
-Sí, amo.
Frente a la cama se abría un armario de doble puerta. No había ropa dentro. En su lugar, con baldas y a modo de expositor tenía numerosos artilugios de metal y plástico. La mayoría habrían salido con toda probabilidad de una tienda erótica especializada, aunque algunas podrían verse fácilmente en armerías. También había artículos que, si bien servían para ponerse sobre el cuerpo, no sería capaz de llamarlo "ropa", por el tamaño y las formas de algunos. Sin duda, no podrían abrigar mucho. Vi una argolla enorme en el techo y me fijé en que había un saco de boxeo junto al armario abierto, medio tapado por una de las puertas.
Mi amo iba muy guapo. Llevaba una camisa negra satinada que marcaba su fornido torso y unos pantalones con una línea muy elegante. Su cabello estaba recién cortado y su barba, sin ser demasiado larga pero muy poblada, lo hacía mayor de lo que realmente era. Me senté en el borde más próximo de la cama y A sacó el pañuelo granate que adornaba el bolsillo de su camisa.
-Ahora te vas a quitar las botas y vas a esperar a que N y yo nos preparemos. No vamos a tardar- dijo mientras ataba el pañuelo alrededor de mi cabeza, tapando mis ojos.
Escuché los pasos alejarse mientras tocaba la venda de mis ojos. Estaba muy apretada para que no se cayese. Muchas veces ocurre que se desliza hacia arriba debido al pelo largo. Comencé a desabrochar mis botas a ciegas, quitando primero los broches laterales y, después, los cordones frontales que tenía más abajo. Me costó un poco sacar los pies porque son botas muy pesadas y gruesas, difíciles de doblar. Mientras esperaba sentada, pensé en aquella persona a quien había mencionado, N. Seguramente sería la chica que estaba viendo la televisión en la otra habitación. Televisión que, por cierto, hacía un par de minutos que no se escuchaba. ¿Cómo sería ella? Me intrigaba, pero al mismo tiempo me excitaba que A hubiese buscado una compañera de juegos.
Se acercaron unos pasos que dejaron de sonar muy cerca.
-Esta es mi perra. Es muy obediente. ¿Qué te parece?- dijo A.
-Me gusta. Me gusta mucho, sí señor. Se nota que tienes buen gusto. Tiene muy buen cuerpo y es guapa. Me gusta su pelo también- contestó la voz femenina de N mientras acariciaba mi cabello.
-Es una insaciable y siempre tiene ganas de más.
Escuché cómo se movían por la habitación y hacían cosas que sólo podía imaginar por los sonidos que percibía: el correr de una cadena, algo contundente que golpeó la madera, objetos metálicos que sonaban desde el armario. Sentí cómo unas manos pasaron por mi cuello y me sobresalté un poco, pero A me tranquilizó con su voz. Una pieza de cuero ancho corrió por mi cuello y se cerró con un broche mientras una cadena metálica y fría caía sobre mis pechos hasta llegar a las piernas desnudas.
-Perrita, échate hacia atrás y ponte con la cabeza en el otro borde de la cama- dijo la voz de A.
Obedecí y estiré mi cuerpo por todo el ancho de la cama, en el centro del colchón. Noté más correas de piel alrededor de las muñecas y sentí cómo mis brazos quedaban suspendidos en el aire, atados seguramente a los hierros de la cama. Mis piernas fueron también atadas a los hierros, por las rodillas y por los tobillos, quedándome con las piernas flexionadas y con mi sexo indefenso. Inmovilizada y ciega, estaba a merced de la voluntad de las perversas mentes de mis amos.
Seguía escuchando sonidos que no sabía cómo interpretar exactamente. No sabía qué tenían preparado para mi y muchos pensamientos placenteros invadieron mi mente por la situación en la que estaba de total sumisión. Entonces, sin aviso previo, noté cómo un cuerpo flexible y pequeño comenzaba a rozar los labios de mi sexo afeitado para la ocasión. Me estremecí de placer y sentí un escalofrío. Quise retorcerme, pero las ataduras me lo impedían. Tampoco podía ver quién recorría mis labios internos y externos con su lengua. El tacto era suave y pude sentir sus labios en mi coño cuando quiso chupar mi clítoris más intensamente; entonces me di cuenta de que no podía ser A, porque no sentí los pelos de su barba rozándome. Debía ser aquella chica de cabello bicolor y, sin duda, era una maestra.
Imaginé su rostro llenándose de mis fluídos, pues estaba ya muy cachonda con la manera que tenía de practicarme el sexo oral. También noté sus dedos finos y uñas largas frotando la membrana mojada de mi vagina y, buscando un poco más abajo, el estrecho agujero que mis nalgas abiertas dejaban visible. Sus dedos penetraban mi ano y se movían en su interior, con intención de abrirlo seguramente. Al poco de eso, dejé de sentir los dedos y noté bolas de goma entrando en mi por ese estrecho hueco, siendo cada vez un poco más grandes y llenando mi recto.
Estaba muy excitada y me retorcía como podía en mi prisión al mismo tiempo que jadeaba. Mi corazón estaba acelerado y comenzaba a necesitar algo más. Sin advertencia ninguna, un líquido ardiente cayó sobre mis pechos. Mis pezones estaban muy sensibles por mi excitación y sentí el ardor una barbaridad. Me encantó. Mi amo estaba echando cera derretida sobre mis pechos y la restregaba sobre ellos después de verterla mientras su amiga hacía delicias entre mis piernas.
-Mira perra, tengo aquí lo que más te gusta- dijo A.
Escuché la voz por la derecha y hacia allí me giré. Sentí como mi cara era golpeada por un objeto. Era su polla, sin duda, que estaba bien dura y preparada para que la chupase como más le gustaba. Abrí mi boca y dejé que metiese su polla en ella. Al principio fue brusco, como queriendo follarme la boca, sujetando mi cabeza con una mano al mismo tiempo que seguía restregándome los pechos con la otra, pero paró al notar mi lengua complaciente alrededor de su carne y mis labios presionando su miembro. Fue más suave conmigo y penetró mi boca con cuidado.
No recuerdo cuántos orgasmos tuve en esa posición. N había utilizado un dildo muy grande para introducirlo en mi vagina y follarme con él sin piedad. Debía ser un enorme pollón de goma con numerosas protuberancias flexibles, me estaba derritiendo sabiendo que al mismo tiempo tenía el culo y la boca también llenos. Me estremecía cada vez más, involuntariamente. Teniendo varios orgasmos seguidos tuve que gritar y dejé de chupársela a mi amo, que me corrigió con un guantazo. "Puta, chupa", dijo molesto y volvió a follarme la boca.
Después de estar un rato así, mis adiestradores se alejaron de mi y volví a estar vacía. Mi coño, mi culo y la cama estaban empapados. Mis tetas estaban sucias y enrojecidas de la cera seca y mis ataduras debían estar marcándome muñecas, rodillas y tobillos, por el dolor que sentía. Realmente me había movido poco; sin embargo, estaba bastante cansada de luchar con las cuerdas.
Mis brazos fueron descolgados, pero no liberados de los grilletes. Mis piernas también las sentí libres y las estiré para salir del agarrotamiento de la postura. A me ordenó que me pusiera a cuatro patas y le obedecí porque soy una perra obediente. Acarició mi cabello y se aseguró de que el pañuelo no se caía.
-Como eres una perra, te voy a poner un bozal especial para ti. Abre la boca- dijo.
Sentí un aro metálico introduciéndose entre mi dentadura. La mordaza no me permitía cerrar la boca ni pronunciar palabras, sólo podría emitir sonidos directamente desde mi garganta. Sin embargo, podía respirar tranquilamente puesto que era un aro abierto.
-Has sido mala, así que voy a darte un pequeño escarmiento- dijo A con voz dulce.
Acto seguido un sonido agudo y un fuerte picor me sacudió. La fusta había acertado de pleno en la nalga derecha y emití un ligero y agudo quejido que satisfizo a mi amo. Me acarició la cabeza de nuevo y me tranquilizó acercándose.
-No te preocupes, ya está. Ahora lame como una perra buena y disfruta.
Moví la lengua dentro de mi boca, alrededor de la anilla metálica que me impedía cerrarla, buscando el rabo de mi amo para satisfacerlo. Lamí su glande húmedo y recorrí su polla venosa buscando también sus huevos. Mientras tanto, su amiga N estaba haciendo de las suyas entre mis nalgas. Sentí algo que abría mi culo progresivamente al mismo tiempo que me echaba hacia delante con el riesgo que había de caerme, así que hice fuerza hacia atrás provocando que entrase aquel cuerpo extraño en mi trasero: El tacón de aguja de su bota de cuero. Me lo metió varias veces para después follarme con un arnés. La polla del arnés era muy grande y la chica se movía con mucha fuerza también. No era la primera vez que hacía esto, desde luego, y me estaba encantando cómo abría mi vagina con ese plástico. Seguro que sus pechos botaban igual que los míos hacían ahora mismo por culpa de sus embestidas.
-Deja de lamer. Voy a prepararte la recompensa por portarte bien- habló de nuevo A.
Se separó y dejé de tener su olor cerca. Su polla y su sabor a semen dulce se acabaron y me quedé siendo follada como una perra por aquella zorra del infierno desconocida que me estaba encantando. Paró un momento para abrir mi culo de nuevo con algún juguete anal. Había ido aumentando el tamaño cada vez más. Después cogió la cadena de mi collar y tiró de él. El placer y las embestidas hacían que mi cuerpo se bajase para sentir más, pero tuve que levantar la cabeza porque tiraba de mi cuello y sentía que me ahogaba. Nuevamente perdí la cuenta de los orgasmos que tuve, pero estaba segura de que nunca había tenido tantos.
N dejó de follarme y sacó su juguete anal de mi culo. Estaba mojada y saciada como nunca y me dejé caer en la cama por el cansancio de llevar otro buen rato la misma postura. A se acercó y me ayudó a levantarme. Me guió hacia otro lugar de la habitación fuera de la cama. Unió los grilletes que aún tenía en mis manos y escuché el correr de la cadena alrededor de algo metálico. Mis brazos se levantaron y me dejaron semi suspendida. Seguía sin ver nada y lo único que sentía ahora era el sudor y el calor de mi piel, los fluídos que bajaban por el interior de mi pierna y el cansancio.
Alguien me abrazó por detrás y me acarició los pechos. Mordió mi espalda y mi cuello y nuevamente no sentí el vello facial, así que supe quién era por ello. Una protuberancia de goma me golpeaba al mismo tiempo en el trasero, con movimientos torpes e irregulares. Otro arnés probablemente. Disfruté del tacto de la experta chica que magreaba mi piel a su antojo y procuraba que mi ano no se cerrase. Sentí el olor de mi amo delante, así que estaba muy cerca. Sin previo aviso, me cogió por las rodillas y me levantó, abriéndome las piernas y dejándome colgada sobre mis muñecas. N estaba por detrás buscándome para penetrarme de nuevo. Entró en mi vagina, salió después y entró en mi culo, con más dificultad. Después sentí la polla de A entrando en mi mojado coño y me sentí mucho mejor.
Entre los dos me follaron mientras colgaba del techo. A me sujetaba por las piernas y procuraba que no se me cerrasen mientras N se movía al ritmo de A, sujetándome por el torso, arañándome con sus largas uñas y mordiéndome. La polla de A no era tan grande como los consoladores que tuve dentro antes, pero era la polla de carne de mi amo y él sabía cómo follarme. Sus labios lamían mis pezones y sus dientes mordían mis pechos mientras ambos entraban y salían de mi. Así estuvieron hasta que sentí el cálido esperma de mi amo llenar mi vagina en 4 ó 5 últimas embestidas que me hicieron estremecer.
Salieron los dos de mi interior, pero A no cerraba aún mis piernas.
-Saca un poco de semen para N- ordenó mi amo y yo le obedecí.
Contraje las paredes de mi vagina y noté cómo parte del semen bajaba y caía. N estaba debajo, lamiendo y recibiendo también su parte del premio.
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5 comentarios:
1 relato por mes. Nos vamos superando yupiiiii....que decir ..me has puesto toa mojada putilla no sabes como excita leer tus cositas y tu que lo tienes tan abandonado..A ver cuando nos sorprendes con cositas como estas. La proxima que haya una Maya de por medio xD
El Sr. N y el Sr. A han conseguido que desee más que nunca ponerme mi collar de perrita y menear la colita para ellos...mmmmmmmm
Fantastico niñooo :-p
Perita por aquí ......... mmmmmmmmh ese avatar lo conozco jejeje ....... Un honor que me incluyas en tu mundo .. .saludos y ojalá yo supiera escribir relatos eróticos como tú.
Lo acabo de leer!
Está muy weno... continua escribiendo!
Quiero leer más!
Escribes genial :)
Tus palabras son realmente excitantes, la verdad.
Un beso.
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