27 septiembre, 2022

La vena

Las venas y arterias forman la parte central de nuestro sistema circulatorio. Mientras que las arterias llevan la sangre limpia y oxigenada directa a los órganos y tejidos de nuestro cuerpo; las venas tienen la labor de recoger la sangre utilizada y desoxigenada, y distribuirla hacia los órganos encargados de depurarla. Para ello, la potencia del músculo cardíaco es fundamental, puesto que esta sangre filtrada será de nuevo bombeada y llevada a aquellos lugares clave donde su uso es fundamental.

Las arterias están en el interior del cuerpo, escondidas, protegidas de posibles daños, mientras que las venas tienen una localización más exterior, superficial y visible. En algunos casos, las características y el uso necesario hacen que sean muy visibles. En un cuerpo deportista el flujo de sangre de entrada es tan importante como el de salida. El corazón es una máquina de bombeo y las tuberías deben tener el tamaño adecuado al esfuerzo. Unas venas bien definidas y visibles, pero no en exceso, puede ser algo muy excitante, ya que denota que el cuerpo está preparado para esfuerzos exigentes. Y la vena que tengo delante ahora mismo, perteneciente a la polla desnuda y erguida que estoy saboreando, es realmente estimulante.

Además de una vena principal, había otras venas menores, ramificadas, que no sobresalían apenas sobre la tersa piel. Eran visibles, violáceas sobre la piel morena e hinchada. Hacía unos pocos segundos que la piel estaba gomosa y el miembro, flácido. Sin embargo, retraje la gruesa piel del prepucio con mis dedos y comencé a lamer tímidamente la punta de aquel capullo rosado. Besé la piel sensible. Comencé a salivar y compartí mi exceso de saliva, untándola toda alrededor del redondeado cuerpo tibio que empezaba a endurecerse. Sabía que pronto el capullo florecería ofreciéndome la vista espléndida de un tallo recto y vertical, una creación de la que podría sentirme orgullosa.

Sentir el glande en mi boca me excitaba, me daba más hambre. Notar cómo el juego con mi lengua lo llevaba a hincharse en el interior de mi boca me producía una vibrante sensación de calor interior. Sentir cómo el cuerpo, flácido en un pasado reciente, empezaba a erguirse y a tomar una firmeza definida, erizaba mis pezones y me hacían sentir una incomodidad entre las piernas, y un pálpito en el pecho.

Levanté la vista y miré al hombre a quien pertenecía aquel trozo de carne creciente y vi un gozoso rostro que se debatía entre mirarme y cerrar los ojos, entre sonreír y jadear. Me gustó, no pude evitar la sonrisa mientras la punta de mi lengua vibraba en su frenillo. Escuché un grave y corto quejido. Eran míos tanto él como su juguete, que había tenido a bien compartir conmigo. Introduje su polla en mi boca y mi lengua se movió melosa sobre su glande grueso. El rabo tenía ya un volumen considerable; había alcanzado su tamaño en erección y un tótem ritual preparado para ser adorado. Pero esta adoratriz no había venido a endiosar a nadie más que a sí misma, pues las habilidades que estaba a punto de desplegar eran las de una verdadera diosa de la mamada; así, el tótem era más bien una herramienta de placer que haría las delicias de la chupadora.

La rugosa piel del escroto estaba estirada por la erección, y suave por el afeitado reciente. Mis labios y la lengua deslizaban suaves. Los huevos tenían el tamaño perfecto para ser aprisionados por la boca y estirados mientras el palpitante peso del falo erecto golpeteaba y se levantaba erráticamente sobre el rostro. Esa situación cesó en cuanto las delicadas manos sujetaron con firmeza el cuerpo enhiesto y lo aplastaron contra el vientre masculino. La lengua ancha relamía los cojones de lado a lado haciendo que éstos pendularan como un badajo. Subieron los labios por el fornido miembro viril y, una vez en el cénit, bajó la cabeza enterrando la polla, venas incluidas, en la hambrienta boca. Sonó un gruñido de hombre sobre mi cabeza mientras yo no pude contener un gemido de excitación. Por las sensaciones que estaba sintiendo en ese preciso instante en el interior de mi caliente y palpitante vagina, estaba bastante segura de que mis bragas acababan de ser mojadas por una copiosa cantidad de flujo viscoso. Los labios de mi coño también babeaban.

El acto se repetía, compaginando el masaje de huevos con la masturbación. La bella manicura subía y bajaba, acompañando al sensual rostro, que se volvía obsceno a medida que subía y bajaba con más velocidad mientras torsionaba la mano, que deslizaba perfectamente sobre la polla llena de una mezcla de babas y preseminal. Varias gotas había notado y saboreado ya al ser desprendidas por el agujerito. 

Por mi culpa. Todo aquello era por mi culpa: La respiración acelerada y, en ocasiones arrítmica de aquel macho empalmado; las convulsiones breves de sus piernas a ambos lados de mi cuerpo; la polla dura, con sus venas hinchadas, con el flujo intermitente y copioso de preseminal; las tetas empitonadas y las bragas empapadas que había tenido que apartar para poder masturbarme el coño hinchado; las ganas de ahogarme en polla para comprobar mis límites; los jadeos, los gruñidos, los bufidos, los cloqueos de mi garganta... Mi rostro inocente exudaba vicio.

Hice la prueba. Dejé de tocarla. Miré de nuevo arriba. Su cara desencajada solo deseaba que continuara. Saqué mis tetas de su prisión y masturbé aquella polla empapada en babas mientras tiraba y retorcía mis pezones. Aplastada entre las tetas mantenía su firmeza desde abajo hasta mi boca. Estaba tan rica, tan llena de sabor... Empecé a notar que el flujo pasaba de transparente brillante a blanquecino, por lo que el dulzor era más intenso. Volví a mirarle con mi cara de viciosa y parecía cansado, encantado de estar ahí, deseando continuar el ritual.

-¿Quieres correrte?

-Sí - dijo jadeante.

-¿Ahora mismo?

-Sí - emitió un quejido.

-Si te corres ahora mismo, no me follarás.

-¡Dios!

Noté su esfuerzo por contenerse. Me levanté y me quité las bragas, que estaban mojadísimas, así como el suelo. Eché su fuerte torso hacia atrás y me subí a horcajadas sobre él. Mi coño recorrió su virilidad arriba y abajo antes de devorar aquel rabo excitado y cargado de venas y esperma. Comencé a removerlo, como si estuviera en una clase de zumba, como si mi vida dependiera de ello. Aplasté sus muslos con mis nalgas y él respondió como me merecía, martilleando mi coño como si fuera un yunque, como un taladro percutor. En mi interior noté cómo su glande se había hecho más voluminoso y me rellenaba por dentro. Me hizo vibrar entera al explotar en un orgasmo que casi hace que me caiga. Me sujetó antes. Me levantó y la polla empezó a eyacular chorros de esperma sobre su vientre al mismo tiempo que mi coño rezumaba flujo mezclado. Tuvo que dejarme a un lado mientras se corría, ya que las convulsiones no le permitían más sobreesfuerzo.

Ver aquella polla escupiendo semen por y para mí era maravilloso. Volví a correrme antes de que terminara de sacar la última gota de blanca leche de su cuerpo, la cual tuvo la deferencia de ofrecérmela en los labios estando yo tumbada, mirándolo de rodillas, allí arriba. Magnífico ejemplar, magnífica vena varonil.

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