30 noviembre, 2009

Dobles Parejas

M y N aparentaban ser una pareja corriente de mediana edad. Vivían en una urbanización acomodada, tenían dos buenos coches, potentes y cómodos, y una casa no demasiado grande, pero sobrada de espacio. De cara a la galería, N parecía ser un ejecutivo hábil y guapo, mientras que M aparentaba ser una guapa modelo que a veces había trabajado para la televisión, aunque no se le conocían más labores. Sin embargo, la realidad era un poco diferente. La morena y despampanante M no sólo era famosa por salir en la pequeña pantalla; sino que también tenía fama, entre ciertos círculos de gente importante, por ser de las mejores folladoras del territorio.

Alcaldes, altos funcionarios y algunos hombres de negocios habían probado sus habilidades amatorias y la mayoría terminaban repitiendo. Por supuesto, su tarifa no era barata. De esos asuntos se encargaba N, que además de ser su esposo, era su chulo. Como la prostitución no era una actividad legal, aun disfrutada por algunos de los que hacían esas leyes, camuflaba los alegales trabajos en legales "servicios de limpieza" con facturas incluidas.

A la pareja les gustaba su vida. N disfrutaba sabiendo lo puta que era M. Después de los servicios, le invitaba a contarle todo con pelos y señales, se ponía cachondo y se masturbaba escuchando las historias que su mujer le contaba, terminando muchas veces en una copiosa corrida en la boca de ésta. Por otra parte, M llevaba pasados por su coño una gran cantidad de pollas, algunas con más poder que otras, maduras y jóvenes, grandes y pequeñas, hábiles y torpes, adineradas y caprichosas todas. Sin embargo, aunque follaban, pocas veces podían tener otro tipo de relaciones con otras personas o entre ellos mismos.

Un día, ojeando páginas webs, encontraron una página que les llamó la atención. Era una página erótica de una pareja amateur. A y L, ambos jóvenes y atractivos, de fácil palabra e ideas claras. Buscaban gente para conocer, con la que compartir vivencias y experiencias, con la que pudiesen congeniar... Justo lo que M y N necesitaban, gente que no les atara a unas órdenes y unas obligaciones de clientes, que fuesen capaces de comprender su situación y con la que poder compartir palabras que no se atreverían a compartir con otras personas.

Se enviaron e-mails y ambas consiguieron rápidamente buena confianza, así que varios e-mails más tarde, las dos parejas concertaron una cita un sábado por la noche. Se encontraron en un lugar público y la respuesta de todos fue extremadamente satisfactoria. Los chicos iban con ropa elegante pero sencilla, las chicas estaban un poco más arregladas, preciosas las dos y explosivas aunque discretamente "tapadas". Se podía decir que sabían insinuar muy bien. La joven pareja se percató de quién era la chica que tenían delante, pero tuvieron que preguntarle si era realmente ella, pues no lo creían. Con agrado y una gran sonrisa recibieron la respuesta positiva: era esa chica de la tele.

Fueron a una discoteca que M y N conocían, amigos de los dueños. Era un sitio bastante frecuentado. Tenía una sala de fiesta bastante grande, con música variada a alto volumen, fundamentalmente comercial, y un público mayoritariamente en la treintena. Poco a poco y con ayuda del ron fueron arrancándose las primeras palabras y las primeras impresiones, todas buenas. Sin haberlo planeado , parecía que chicas y chicos de las distintas parejas se ligaban entre sí. Más bien, eran las chicas quienes ligaban a los chicos, mientras los chicos disfrutaban de ser ligados y de que su chica estuviera haciendo de loba con el otro. Al mismo tiempo, M y L, las dos chicas, se lanzaban miradas y risas cómplices. No parecía que se acabaran de conocer.

Pollas duras y coños húmedos. Noches de pasión y sexo en casas propias y ajenas, en portales de edificios, baños públicos, probadores de ropa, entreplantas, coches parados y en marcha, noches de fiesta, piscinas, playas, hoteles y sus terrazas; fantasías probadas y por probar, parejas ajenas, ropas, cueros y cadenas, agujeros estrenados, bocas llenas, manos ocupadas, piernas abiertas; qué te haría, qué me harías, qué le haría... Hablaban de muchas cosas, pero todas ellas con algo en común.

En un momento dado, M preguntó a L si le dejaba probar a su chico. L aceptó y M saboreó los labios de A como si fuese un dulce. Por supuesto, A respondió ofreciendo su lengua al paladar de M. L y N disfrutaron de la escena mirándolos y mirándose. M separó sus labios de A y se acercó a su oído para preguntar qué le parecería si le dejase probar a L. Él, encantado, se la ofreció. M acercó sus atractivas curvas a L y juntó los labios con la chica, que se mostró extraordinariamente receptiva. Unieron sus cuerpos, sus pechos se comprimían mientras sus lenguas jugaban y sus labios se succionaban. N y A estaban muy excitados, sus pollas así lo mostraban. Tras el largo beso de las chicas, cachondas perdidas tras ello, M volvió a saborear los labios de A, que no pudo reprimir esta vez las ganas de pasar su mano por todo el vestido de la prostituta, palpando todo el cuerpo, centrándose en la baja espalda y el trasero. La chica no llevaba ropa interior. Al mismo tiempo, N se acercó al oído de L y, magreando su cuerpo discretamente, de forma cómplice, le propuso llevarles a su casa antes de que se hiciese más tarde, para continuar allí la fiesta. La chica interrumpió a la pareja de amantes y les comentó el plan, que aceptaron rápidamente.

A y L habían acudido a pie a la cita, así que N fue a por el coche. Esta vez fue L quien se lanzó a por M a besarla, tocarla y magrearla. Las chicas se revolvían entre los brazos y A aprovechaba para meter mano allá donde quería, pues ambas se dejaban, por encima de la ropa y por debajo, el trasero, los pechos, el vientre... Si N tarda un poco más, quizás se los encuentra montando la orgía en mitad de la calle... pero era mejor llegar a casa para tal menester.

M se sentó en el asiento del copiloto. A y L entraron detrás, sorprendidos por el cochazo en el que estaban. No deberíamos enfriarnos por el camino-comentó N, que notó cómo la buena de M llevaba su mano a la palanca de carne de su esposo mientras con la otra se autocomplacía. A y L comenzaron a enrollarse en el asiento de atrás, a la vista de N, quien pensó que iban a llegar desnudos antes de entrar por la puerta de casa por cómo estaban. Casi fue así.

Una vez en la casa, N los invitó a pasar a una estancia cómoda, extraña y exótica. No encendió las luces, sino que con una rueda en la pared reguló la luz, de color rojo anaranjado. La habitación tenía el suelo suave y cálido, ligeramente acolchado. Las paredes tenían asientos de piel a todo lo largo con un respaldo corto y, sobre ellos, espejos. Más espejos cubrían el techo. M se adelantó, entrando en la sala mientras desnudaba su cuerpo rápidamente, debido a lo fácil de quitar de su vestuario. L y A la siguieron, quitándose la ropa un poco más lentos, distraídos por la situación que estaban viviendo. N entró el último, cerró la puerta y se dirigió a uno de los asientos.

A se lanzó a por los labios de M, la famosa de la tele, puta de profesión y zorra de afición. No sabía dónde besarla. Quería lamerle todo el cuerpo. Labios, cuello, tetas... ella respondió cogiendo su polla, apretándola con sus dedos y frotando la carne mientras se manchaba de la humedad primeriza de ésta. L quería también su parte del pastel, así que se situó tras M y abrazó su cuerpo. Su piel era tersa, suave, su cuerpo firme. Sintió sus pechos bajo sus manos primero, para después bajar hasta el vientre. Con una mano por delante, acariciando los vellos recortados, y otra por detrás, cogiendo su trasero, L se excitaba. Buscó la vulva de M y la descubrió empapada. M respondió haciendo lo mismo con ella. A todos les faltaban manos para todo lo que querían hacer en ese momento. A todos salvo a N, que estaba tranquilamente sentado, desnudo sobre el asiento, disfrutando del trío que estaba presenciando, masturbando tus centímetros de carne dura con tranquilidad.

Estás mucho más buena en persona- dijo N, refiriéndose a L. Ninguno de los tres se había percatado del hombre. En ese momento, la chica mentada se mordió el labio y, como una gata, se arrodilló frente a N. Él dejó de masturbar el falo, que se mantenía firme por sí mismo. Ella dio una larga lamida desde los huevos hasta la punta, tragando des pués la carne venosa y caliente, saboreándola excitada, sacándola de su boca con un beso y volviéndola a tragar. Veo que tú también eres una buena chupapollas- dijo N con cara de satisfacción.

Mientras tanto, M, complaciente preguntó a A lo que quería hacerle. A señaló a su chica y M supo interpretarlo, así que comenzó a bajar lentamente, besando el torso del chico poco a poco, el vientre, el abdomen... Masturbando su miembro hasta que la boca de aquella zorrita sustituyó a la mano. Mucho mejor ahora. A se estremeció de placer y sintió cómo su polla se ponía turgente. Quería follarle la boca y demostrarle lo que esa polla era capaz de hacer en una mujer.

Quiero follarte como a una perra-dijo A a su putita. No se podía negar a una invitación como esa. La chica se puso a cuatro patas mirando hacia L. Notó cómo el pollón de A entraba sin piedad y sacudía su interior. M gemía, intentando contenerse mientras sus pechos rebotaban de las embestidas. N pidió a L que se pusiera a cuatro patas para comérsela. L lo hizo y, mientras chupaba como una buena zorrita disfrutando del placer del macho, comenzó a sentir una lengua en su mojada rajita rasurada, un poco a trompicones, pues M le intentaba comer el coño mientras A no dejaba de darle caña.

M pidió a A que parase un momento. Se acercó a N, que abrió más las piernas, y comenzó a besar a L con la polla de N entre ambas. Fóllanos cabrón- dijo M refiriéndose a A. Éste obedeció y empezó a follar a M mientras masturbaba el coñito mojado de L, separando sus nalgas y metiendo algún dedo también en el agujero de atrás. Después cambió, empezó a taladrar a L y a masturbar a M de la misma manera, hundiendo su carne en las dos chicas una y otra vez, mientras ellas hacían las delicias de N con sus besos, sus caras de zorras y sus bocas de chupadoras. Me voy a terminar corriendo si seguís así- comentó el chulo adinerado, que notaba su polla palpitante entre aquellas bocas insaciables.

-M, ¿y si te traes el juguetito?- dijo N.
-Claro, cariño- respondió entrecortada por el placer manual que le ofrecía A en ese momento.

La chica se separó del grupo y cogió algo que había en una nevera. Volvió y enseñó el objeto a A, que sonrió complacido. A sacó el rabo de su chica y M puso aquel frío objeto sobre la vulva abierta de L. Ésta se sobresaltó un poco por la diferencia de temperatura, pero N sujetó la cabeza de la chupapollas y le dijo con voz tranquilizadora que estaba frío, pero le iba a gustar. M penetró poco a poco el caliente coño de la chica con aquel objeto largo y frío. Era tan largo que consiguió llegar hasta el fondo de L.

-Es una polla de silicona doble. ¿Sabes para qué es?- dijo N.
-Creo que me lo puedo imaginar- respondió L.

L se giró y sentó como pudo con aquello tan grande metido en su rajita. M se empezó a introducir el otro extremo, frío también, y se fue acercando a L, con las piernas entrecruzadas. M repartió un poco mejor la polla de silicona y se acercó más a L , justo hasta que sus rajitas empapadas y excitadas llegaron a rozarse. M empezó a bailar, moviendo su cadera, rozando su coño con el de L y sintiendo la polla en su interior, caliente ya. L empezó a disfrutar enormemente de aquello y la imitó para no quedarse atrás. El espectáculo era espectacular, excitante y morboso. Los chicos no dejaban de masturbarse delante de ellas, mirándolas, escuchando sus gemidos de placer puro, desinhibidos y desvergonzados.

-¿Te gusta?- preguntó N a A.
-Buff, mucho- respondió éste.
-¿Sabes? Yo creo que les falta algo- dijo N- les falta polla de carne y semen. Mucha leche caliente por haberse portado tan bien.

Los chicos se dirigieron a las chicas, pollas en mano, cargadas, llenas. Se arrodillaron y metieron la polla en las boca de la chica del otro. Aquellas bocas no podían cerrarse por el intenso placer que disfrutaban en ese momento. Tan intenso era todo que al mismo tiempo que las chicas quedaron sin respiración, una buena cantidad de líquido caliente y espeso les cayó, llenándoles la cara, las tetas, la boca... N empapó su mano con fluídos de ambas entre los coños aún cercanos y calientes. Con esa mano, untó el semen sobre el cuerpo exhausto de L, haciéndole lamer los dedos y tragarlo; mientras M succionaba la recién corrida polla de A, intentando sacarle todo lo que pudiese quedar aún dentro.

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28 noviembre, 2009

Juegos en la distancia

Monotonía. La televisión no decía más que tonterías. La música hoy no me despertaba e internet parecía calmado como el mar plácido. Esta noche no saldría porque debía "ser responsable". Un trabajo debía ocupar mi tiempo; sin embargo, mi mente distraída vagaba sin rumbo, a la deriva por la red de redes en busca de algo que me animase. La compañía en soledad ayuda a pasar las tardes y noches de rutina inevitable.


Nos conocimos en aquel chat. Después de escribir algunas líneas en el general, nos dimos cuenta de que necesitábamos estar en privado. Quién sabe si fue casualidad o destino, que parecía que ambos buscáramos lo mismo. Gustos y aficiones dispares, pero una forma en común de afrontar la vida, que es quizás lo más importante. Juegos de palabras y dobles sentidos, muchos jijis y jajas y empezaba a desear estar frente a ti y no frente a una pantalla. Estaba disfrutando y quería más.

-¿Tienes foto?
-Por supuesto.
-¿Me la pasas?
-No sé...
-¿Por qué no sabes?
-Es que hace mucho tiempo que no me hago fotos con la ropa puesta.
-Bueno, entonces es que sí tienes foto :)

Guapo me dice. Preciosa era ella, atractiva parecía. Kilómetros nos separaban, una lástima, pues no podíamos ser irresponsables aunque quisiéramos. Palabras después le dejé claras mis intenciones: Hoy estaba lujurioso y sería capaz de quemarla con la mirada, con los susurros tras su oreja y mi respiración sobre su cuello. Me dijo que se ruborizaba.

-¿Te gusta lo que te digo?
-Sí.
-¿Quieres que siga?
-Sigue.

Piercings en el ombligo y labio. Más de un pendiente por oreja y una sonrisa capaz de parar corazones. Su mirada era natural y su morbo, innato. Ella no disimulaba y eso me encantaba. Le dije que estaba excitado, que ella me excitaba y que, en situaciones normales, en un cara a cara, de mis tentáculos no escapaba.


Le gustaron mis fotos, me decía que también quería más. Pero no debíamos pensar en lo que no podíamos hacer. Debíamos pensar en lo que sí podíamos. Dame tu número, yo te llamo.

La voz era dulce y agradable, pero se la notaba nerviosa. Me dijo que hablara más alto. Que le gustaba mi voz.

-¿Qué estás haciendo?
-Miro tus fotos
-¿Te gustan?
-Me gustas tú.
-...
-Me gustaría llevarte a la cama y hacer que te gustase ser mujer.
-Y yo que lo hicieras.

Le dije que me había quitado la camiseta porque tenía calor. Estaba un poco nervioso, excitado de escucharla y de ser escuchado.

-Me gustaría besarte.
-Hazlo.
-Besarte los labios, acariciar tu cara con la mia, besar tu cuello. Tócame mientras lo hago, quiero sentirte.

Su cuerpo respondía a mis palabras y mi cuerpo se dejaba llevar por la imaginación. Le dije que escuchara atentamente. Acerqué el micrófono del teléfono a la cremallera de mi pantalón y la bajé. Supo identificar el característico sonido.

-¿Cómo la tienes?
-Hoy está muy elegante y recién afeitada. Por encima tiene el vello recortado, pero alrededor está muy muy suave, igual que por debajo. La tengo mucho más grande que hace un rato y juego con ella entre mis manos. Bajé el pantalón y el boxer para no impedirle el movimiento y ahora la tengo erecta y gruesa.
-Mmmmm. Me gustaría probar su sabor.
-A mi me gustaría también probar el tuyo, el sabor de tu entrepierna, tu tacto en mi lengua.

Froté mi polla lentamente hasta llegar a la base. Mi glande estaba fuerte imaginando la preciosa chica saboreándolo, lamiéndolo y besándolo. Mi cuerpo estaba caliente y en tensión, sintiendo el cuerpo ajeno muy cerca, queriendo su calor conmigo. La mano subía y bajaba a lo largo de todo el miembro, tapando el glande y volviendo a desnudarlo en cada pasada. Notaba cómo la polla estaba muy suave gracias al reciente afeitado. Escuchaba a la chica jadear al otro lado de la línea y mi carne mostraba un aspecto firme, turgente y enrojecido.

-Me gustaría penetrarte. Mi polla está enorme. Me gustaría cogerte los talones y separar bien tus piernas para después abrir tu carne con la mía. Me gustaría sacudirte el coño con mi duro rabo, azotarte porque no has sido buena. Me gustaría ponerte a cuatro patas, que follases mi polla mientras me miras con esa cara de zorra satisfecha que se te pone cuando te relleno con mi falo, te pego en el trasero y muerdo tu espalda. Me gustaría ponerte de lado, entrar en tu vagina y abrazar tu cuerpo mientras te digo al oído que eres la mejor, que me encantas y que te lo quiero dar todo. Quiero masturbar tu vulva mientras te follo y quiero que no te cortes, que gimas y grites, quiero oirte.

Escuché su voz entrecortándose a la vez que mis jadeos aumentaban su frecuencia. Le pregunté si había terminado y la respuesta fue afirmativa. Yo quería correrme en sus pechos, bañar sus pezones excitados con mi polla mojada de sus fluídos, metérsela en la boca de chupapollas y terminar con una inyección de semen sobre sus tetas para después besarla mientras extendía mi semen sobre su piel.
Pero eso no podía ser, ella no estaba allí. Le dije que me correría sobre mi barriga y extendería el blanco semen por ella, por mi polla y mis huevos. Y faltaría sólo que ella lamiese la leche como una gata buena.

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Besando tus labios

Esto es algo corto que escribí hace mucho tiempo y no había publicado aquí. Sé que no es lo mismo que escribo ahora, pero he preferido mantenerlo intacto.

Me gusta comenzar arriba, besando tus labios (de la cara) e ir bajando poco a poco, pasando por tu cuello, tus pechos, barriguita y abdomen, hasta llegar al pequeño bosquecillo (y si no hay pelos... ¡pues muy mal! ) Una vez mis labios húmedos han llegado a este punto, me acomodo y beso poco a poco tu vulva, lamiendo los labios superiores con la lengua de arriba hacia abajo y en círculos. Después voy buscando la pequeña rajita con la puntita de mi lengua.
Si con la lengua me resulta incómodo, humedezco uno de mis deditos y busco el agujero sagrado, hasta tener los labios superiores abiertos, que es cuando siento toda tu humedad y calor en mi boca...

Posteriormente juego con mis labios y los tuyos. Muevo mi lengua en círulos alrededor del clítoris, alrededor de un labio inferior, del otro labio inferior... Si los labios superiores se cierran fácilmente, me ayudo con las manos húmedas para mantenerlos abiertos, a la vez que los froto y presiono suavemente. Me gusta, especialmente en esta parte, demostrar toda la movilidad de mi lengua sobre los labios inferiores y el clítoris: en círculos hacia un sentido y hacia el otro, de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha, saltando de uno a otro. También me gusta coger el clítoris con mis labios húmedos y apretar suavemente a la vez que lo lamo con la puntita de mi lengua.

Cuando ya voy notando cómo comienzas a volar ( ) humedezco mis dedos y los introduzco en tu vaginita, buscando y presionando en las paredes de la vagina y metiendo y sacando los dedos, intentando alcanzar el punto G, mientras por fuera mi lengua sigue trabajando sobre el clítoris. Aquí lo hago mucho más fuerte y veloz que antes, pues estás tan cerca, tan cerca...

Espero que os haya gustado.

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02 noviembre, 2009

La entrepierna pública (II)

No estaba para trabajar después de haberse evadido de esa manera. No se podía concentrar en la pantalla teniendo tanto calor ahí abajo. Quería concentrarse, atender de nuevo a su tarea y terminar lo antes posible para irse a casa. Sin embargo, sus braguitas estaban empapadas y su mente pedía sexo de tal manera que de las teclas sólo salían palabras lascivas y libertinas. Si no se tomaba un descanso, iba a estar delante del ordenador perdiendo el tiempo para nada.

-Me voy a ir a la terraza de abajo a tomarme algo que me refresque y me vuelvo con la cabeza despejada. A ver si me quito esto de encima ya- se dijo.

Se levantó y recogió lo indispensable para salir de la oficina. Llaves, cartera, teléfono móvil. Dio algunos pasos hacia la puerta y se dio cuenta de que tenía las braguitas tan mojadas que le era incómodo andar. El vello que cubría sus labios genitales estaba empapado de flujo vaginal, como una esponja, así que pasó por el cuarto de baño antes de salir. Una vez dentro se bajó la falda y desabrochó las medias. Sus braguitas parecían tener pegamento húmedo cuando se separaron de la vulva y bajaron hasta el suelo. Olían a excitación y aún estaban calientes. A decidió que las dejaría en el baño y luego vería la forma de llevárselas a casa sin llamar mucho la atención.

-En alguna salida nocturna ni siquiera pude encontrarlas- se dijo- con la borrachera.

Abrió el grifo y mojó bajo el agua cierta cantidad de papel higiénico que, posteriormente, pasó por su excitado miembro limpiando los restos de su golfería. Con otro papel seco, retiró todo resto de humedad exterior. Volvió a poner en su sitio las medias y la falda y se dirigió hacia la puerta de salida de la oficina. Así no se puede trabajar.

Bajó las escaleras con normalidad y salió del portal. La brisa agradable acarició su cara y sus pies la llevaron hacia un bar cercano. Aunque estaba muy cerca de la oficina, pocas veces se pasaba por allí, pues pocas veces se permitía descansos del trabajo. Eligió una mesa bajo la sombra y un joven camarero vino raudo a atenderla sin que le hubiese dado tiempo a calentar el asiento. A pidió un tinto de verano y el chico se tomó su tiempo en apuntarlo en la nota, mientras aprovechaba su posición privilegiada para recrear su vista en el busto de la mujer.

Mientras se alejaba el camarero, A se liberó de los elementos que llevaba consigo, colocándolos sobre la mesa. Cruzó las piernas recordando que no llevaba ropa interior, pero sí llevaba una falda que daba cierta libertad de visión a cualquier persona que pasase por delante. Se preguntaba si no debería haberse "tocado" en la oficina sencillamente para aliviar su necesidad y seguir con el trabajo.

-Esto es mejor, tardo menos y no me dan tentaciones de repetir- pensó.

Llegó el tinto de verano e intentó que durara un poco de tiempo el líquido dentro del vaso. Se relajó observando los pájaros, las señoras paseando carritos de la compra, los mayores con sus pasos lentos y torpes, los hombres trajeados que iban de un lado a otro, siempre con prisas y con el teléfono móvil al borde del colapso. "Otros que necesitan un descansito"- se dijo tomando otro sorbo del tinto barato aguado.

Ring, ring.

Se sobresaltó. El móvil vibraba nervioso sobre la mesa. "Tendré boca de cabra". Era un número conocido que debía contestar, así que no dudó en echar el auricular sobre la oreja.

-...sí sí, ya estoy con su informe, mañana lo tendrá listo.
[...]
-...no se preocupe.
-...sí, jaja, es que he abierto las ventanas y entra el ruido de la calle.
[...]
-...mañana a primera hora, no se preocupe.
-Hasta luego.
(cuelga)
-Malditos... No la dejan a una en paz.

Aún quedaba un tercio del vaso cuando se percató de un hombre que la miraba con cierto... interés. Era corpulento y llevaba una camisa elegante. Tomaba una cerveza con otra persona que daba la espalda y al cual escuchaba más que hablaba. De cara era guapo, con los rasgos marcados y la piel con los primeros días de playa encima. La chica apartó la mirada cuando se sintió clavada por sus ojos. Le había gustado y quería evitar ruborizarse.

Volvió a mirarlo y se fijó en que el hombre se ajustaba el pantalón volviendo a la conversación con su amigo. "¿Estaría bien armado además de ser guapo? Ahora mismo no me vendría nada mal tener un buen arma para mi" A comenzó a desvariar un poco cuando se percató...
El hombre volvió a mirarla. Ojos, labios, escote...mesa. Estaba mirando bajo la mesa, porque las piernas de A no estaba cruzadas.

-Debí separarlas con la llamada de los cojones. Mierda. ¿Dónde me meto yo ahora?- se dijo.

Se ruborizó irremediablemente y se le aceleró el pulso. Volvió a cruzar las piernas e intentó disimular mientras pedía la cuenta al joven camarero y terminaba su vaso. Volvió a mirar a aquel hombre. Con ritmo lento, estaba acariciando su pantalón bajo la mesa mientras continuaba su conversación. Un grueso bulto sobresalía bajo la tela, claramente visible y señalado por la mano. Volvió a mirarla, mordiéndose un labio disimuladamente esta vez.

A pagó la cuenta y se levantó de la silla. Recogió sus cosas de la mesa con torpeza y nerviosismo. Tanto es así que las llaves cayeron al suelo. Se agachó a recogerlas con la poca elegancia de hacerlo poniéndose en cuclillas, con una ropa que no le dejaba mucho margen de movimiento ni mucha intimidad en esa posición, justo frente a su voyeur particular. Éste disfrutó de una imagen más que explícita del tesoro que guardan las mujeres para su intimidad; mientras A, aún más nerviosa, se levantaba velozmente llaves en mano y partía de nuevo hacia la oficina, despreocupándose de la vuelta de la consumición.

Se había sentido observada, usada y violada por aquellos ojos. Sin embargo, se preguntaba por qué se sentía incómoda y, al mismo tiempo, estaba deseando repetir. Desde la terraza hasta la oficina se había vuelto a mojar sexualmente. La visión del guapo y corpulento hombre acariciando su miembro por ella no salía de su mente. Ella le había puesto cachonda y él no había tenido reparo en demostrarlo.

Imaginó aquel hombre atractivo sacando un carnoso miembro de la cremallera, en mitad del bar y a la luz del día, y masturbándolo delante de ella para su disfrute. Al menos en su imaginación, la polla era grande y hermosa y comenzaba a manchar la camisa con las primeras gotas de líquido. Entonces ella abrió las piernas sin miedo y se tapó el sexo. La figura de las piernas suaves, entaconados los pies y las medias sin ropa interior era irresistible y lo pondría como un toro salvaje.
Llegó a la oficina y fue al cuarto de baño. Estaba cachondísima y se subió la falda hasta la cintura. Comenzó a frotar sus labios, que volvían a estar empapados y continuó imaginando la situación. Él se masturbaba delante de ella en medio del bar, a plena luz y ella correspondía igual con las piernas bien abiertas. De repente, el atractivo hombre se levantó de su silla y recorrió la distancia que los separaba bien empalmado.

-Esto es para ti, preciosa- dijo su voz.

A miró la esbelta forma de la polla que comenzaba a mojarse y la aceptó en su boca. Con una de sus manos masturbaba la polla mientras chupaba como si fuese un helado caliente. Él se desabrochaba la camisa mientras su cara expresaba placer. Sacó la polla de la boca y golpeó dos veces los labios con ella antes de volver a meterla entre los dientes. Volvió a sacarla y cogió a la chica por los hombros para levantarla. Levantó su falda y la tumbó sobre la mesa de propaganda del bar frente a la estupefacta mirada de todos. Cogió sus piernas y las abrió para, posteriormente, clavar su carne dentro de la mujer sin piedad ninguna.

La mesa no paraba de moverse mientras la chica estaba sin palabras. Sólo podía gemir y sentir la carne que la llenaba y se adaptaba a su interior en cada movimiento de vaivén. Los pechos no paraban de botar y se sujetó a la mesa para no caerse. Sintió cómo la polla salía de su interior, daba muchos golpes seguidos en su clítoris y volvía a entrar con el mismo ímpetu y volumen que antes. El hombre no paraba de jadear. Sujetó a la chica por detrás de la cintura y la levantó para sentarla sobre la mesa. Siguió follándola mientras en su oído susurraba "Córrete, córrete ya, vamos, mira cómo te lleno yo, mmm, me corro..."

A sintió cómo su coño se inundaba literalmente. Estaba en el cuarto de baño de la oficina, sentada en el retrete y con las piernas extrañamente abiertas. Una estaba apoyada en el lavabo, mientras la otra se sujetaba sobre la papelera. Su mano estaba empapada, al igual que la taza y la falda. Los pelos alborotados y los papeles esperando. Aún necesitaba un buen polvo, pero ahora, al menos, podría pensar en otra cosa.

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