29 diciembre, 2011

La stripper

Hoy te he preparado una sorpresa para cuando llegues a casa.




Estaba intrigado. Recibí ese mensaje en el móvil a media tarde. La llamé un par de veces, pero no me cogió el teléfono. ¿Quizás fue a propósito? También se lo pregunté por WhatsApp y SMS, pero de nuevo recibí el vacío como respuesta. Estaba desconcertado, intrigado y curioso. Quería llegar y ver qué había preparado. Los viernes por la tarde suelen ser poco provechosos en el trabajo porque todos tenemos la cabeza en el fin de semana, en salir a despejar la mente. Más difícil todavía me estaba resultando concentrarme ahora que tenía este mensaje sin más información.
 
No tardé en llegar a casa, aunque sí tardé en encontrar aparcamiento. Los peldaños de la escalera se hacían demasiado numerosos mientras cavilaba con diversas ideas y posibilidades. El maletín chocaba con la barandilla por mi distracción. Saludé a mi vecino brevemente y continué mi camino ascendente. En otros momentos podría estar más interesado en sus historias, pero le dejé con la palabra en la boca. 

-Hasta luego, que he quedado y me tengo que preparar

Al fin alcancé la puerta de nuestro piso. 3º C, aquí es. Introduje la llave en la cerradura y giré. Sólo media vuelta, A estaba en casa. La puerta se abrió suave. Todo parecía normal.

-Hola cariño, ya he vuelto- dije mientras soltaba el maletín y colgaba el abrigo en el perchero.
-Hola- respondió ella, lejana- ve y siéntate en el sofá, ahora voy.

Acepté la invitación y me senté en el sofá. Había movido los muebles de forma que un gran espacio se abría delante de mi. Me despojé de la chaqueta y aflojé la corbata, el grillete que mantenía mi enlace con el trabajo. Ahora podía ser yo mismo.

A apareció con una vestimenta extraña, diferente, sexy. Normalmente ella es rompedora, pero aquella ropa parecía estar hecha para ensalzar ciertas partes de la anatomía femenina en la que los hombres nos fijamos un poco más.

-Si no intentas nada, lo pasaremos muy bien. Si intentas tocar o hacer algo, o me dices algo antes de que termine, esta noche no jugamos, ¿qué me dices?

Me sorprendió la entrada. Primero la vestimenta de oficinista atractiva, después las palabras y por último la actitud chulesca. Normalmente no es así; por contra, suele ser más tímida. Esa actitud de zorra mandona me acababa de excitar y prometía una noche memorable. Llevaba toda la tarde deseando llegar para ver lo que me había preparado y aquí estaba, puesto en bandeja de plata a mi alcance. No podía negarme. No quería negarme.

-Vale, me portaré bien- dije esbozando una sonrisa en mi rostro.


A, satisfecha, se dio la vuelta y se aproximó al equipo de música. Observé el ambiente que había preparado mientras: Cortinas echadas, ventanas cerradas y las mesas no estorbaban. Pulsó el botón de reproducción. La música tardó unos segundos en comenzar. Segundos que ella empleó en apagar las luces del techo. Sólo quedó encendida una pequeña lámpara de luz cálida en la esquina opuesta a donde yo me situaba, por lo que vería su cuerpo en ligeras sombras anaranjadas, algo más rojizas de lo habitual. Me percaté de que había colocado un filtro para ello.

Se colocó dandome la espalda y comenzó a contonear sus caderas a ambos lados, suave y sexy, acompasada con la música. Giró su cabeza y pude ver su perfil. Se mordió el labio. Tenía recogido el cabello con un palo delgado. La chaqueta era corta. La falda lo era aún más. Los tacones no eran tan cortos, más bien al contrario.

Se abrió el cuello de la chaqueta y lo dejó a medio quitar, para que pudiera ver sus hombros moviendose, también al ritmo de la música. Esto acababa de empezar y yo ya estaba nervioso.

Se dio la vuelta. Terminó de quitarse la chaqueta y la tiró sobre la mesa vacía sin mirar. Sólo me miraba a mi. Me miraba fijamente. Me sonreía. Apretó sus pechos bajo la camisa y comenzó a quitarse los botones empezando por arriba. Humedecí mis labios y repasé su cuerpo varias veces con la vista.

3 botones y ya podía ver que no se había puesto el sujetador. Se quitó el 4º y había llegado a la línea de la falda. Volvió a bailar. Habré visto su cuerpo desnudo miles de veces. Habré disfrutado de su tacto incontables ocasiones y ahora mismo sólo deseaba que terminase lo que había comenzado.

Se movía delante de mi, caminaba con autoridad de un lado hacia otro. Se acercaba y me hacía gestos. Sonreía viendome sufrir. Yo estaba encendido. Un poco más cerca. Tócame- pensaba. Se alejó.




Desabrochó su falda con facilidad sin dejar de moverse. Se centraba en disfrutar de la música mientras yo, simplemente, miraba. Bajó la corta falda recorriendo sus piernas alargadas por los tacones. Lo hizo sin flexionar las piernas lo más mínimo. Intenté vislumbrar algo a través del hueco que los botones hacían en la blusa, infructuosamente.

La falda terminó en el suelo y ella se levantó de nuevo. Se quitó el 5º botón, el 6º y ya no había más. Continuó moviéndo su cadera al ritmo de la música mientras levantaba sus brazos disfrutando de las notas. Las dos solapas de la camisa se separaron y pude ver la alargada línea que su cuerpo formaba en el hueco que dejaban. No llevaba sujetador, ni tampoco llevaba braguitas, o tanga, o culotte. No llevaba ropa interior en absoluto. Bajó su mano derecha por el mencionado hueco entre telas mientras con la izquierda se cogía la nuca. 

La mano derecha viajó hasta la vulva y se entretuvo unos instantes para, posteriormente, dirigirse a la boca viciosa de A. No dudó en mirarme mientras introducía su dedo corazón entre sus labios y lo sacaba. Posteriormente lo llevó sobre su piel, por su cuello y su pecho, bajo la camisa todavía, donde pude apreciar sólamente que movía la mano. Volvió a sonreir y a morderse el labio. Su mano izquierda sacó la varilla que sujetaba el cabello y éste quedó libre, leonado.

Salió del círculo de tela que formaba la falda en el suelo y se agachó flexionando las piernas juntas, de lado, como una señorita formal. Recogió la prenda y la lanzó hacia la mesa también. Giró una de las piernas, abriendose completamente, quedando en cuclillas frente a mi, mostrando todo lo que la camisa no tapara, como una mujer pagada por ello. De nuevo juntó las piernas, esta vez ambas rodillas apuntaban a mi. Echó su cuerpo hacia atrás y apoyó sus manos. Levantó una de las piernas completamente, recta, larga, perfecta. Tacón, talón, gemelo, muslo, nalga, vulva apretada y brillosa. Se veía todo. Mantuvo el equilibrio unos instantes y volvió a recuperar la postura en cuclillas, para después levantarse otra vez.


Sus manos al fin separaron la camisa de su cuerpo. Igual que hizo con la chaqueta, primero descubrió sus hombros y bailó con ellos a su ritmo. Me di cuenta de que mi cadera también se movía ligeramente al ritmo de la música. No sabía qué hacer con mis manos desde hacía un par de canciones. Aparecieron sus tetas en mi vista. Preciosas, bamboleantes e hipnotizantes. Me dio la espalda y terminó de quitarse la prenda, descubriendo su espalda y su trasero, esos que ahora mismo deseaba coger, besar, morder, abrazar y apretar sobre mi torso y, completamente erecto golpetear a base de embestidas, violando  lo que había prometido.

Me calmé un poco y continué observando el maravilloso espectáculo. Come and try dice la canción, encima. Ven e intenta, es lo que A lleva diciéndome con sus gestos todo este rato. Abría los brazos y los cerraba. Movía su cabeza con fuerza para que su melena hiciera grandes arcos y su pelo no se enredara. Parecía loca, en trance. Pisaba con una de las piernas más fuerte que con la otra. Frotaba la camisa sobre su espalda hacia los lados haciendo eterna esta espera.

La camisa tuvo el mismo destino que el resto de prendas quitadas. Verla bailar completamente desnuda y desatada era excitante en extremo. Movía sus caderas hacia los lados, hacia delante y hacia atrás. Movía los hombros. Se agachaba, volvía a levantarse y yo no dejaba de mirar cada una de las curvas que la luz enrojecida ensombrecía.


Cogió una de las sillas de la habitación y se colocó de perfil. Se agachó, con las piernas en una vertical perfecta y la espalda horizontal. Sus pechos caían y sus brazos se apoyaban en el respaldo de la silla. Movía las piernas como si andara, sólo apoyando la punta del zapato. Apoyó esta vez las manos en el respaldo y levantó su cuerpo, arqueando la espalda hacia atrás hasta estar completamente extendida y vertical. Levantó los brazos y curvó un poco más su espalda. Su melena caía hacia atrás mientras seguía el movimiento de la música con la cadera.

Me dio la espalda nuevamente. Se agachó, nuevamente bien estirada, esta vez nada me tapaba la visión. Sus piernas rectas iban desde los talones hasta las nalgas. Entre ellas estaba la vulva que esta noche devoraría y follaría como un semental. Tras las piernas podía ver cómo A desabrochaba las cintas que cerraban los tacones que llevaba. Recuperó la postura erguida y se colocó de cara a mi. Me sonrió otra vez y, pícara, se colocó el dedo entre los labios mientras bajaba de esos tacones que parecían los pedestales de un monumento.

Se echó al suelo y como una gata empezó a moverse lentamente hacia el sofá. Llegó a mi pierna y restregó su cabeza por el pantalón subiendo sobre mi muslo. Subió poco a poco sobre el sofá, girando sobre sí misma, frotando su espalda sobre el asiento, dejando su rostro, sus brazos y sus tetas a mi alcance. Volvió a girarse y escaló un poco más, subiendo sus rodillas a mi lado. Mi corazón estaba a mil, pero estaba dispuesto a que fuera ella quien diese fin a la actuación a pesar de que yo la hubiese violado cien veces antes de llegar hasta ese punto.

Acercó su rostro al mio y la miré. Pero ella no buscaba mi rostro, buscaba mi oreja, mi cuello, y siguió ese camino hasta que noté sus labios sobre mi lóbulo. Colocó sus piernas a horcajadas sobre mi y no dudé ni un instante en  apretar con puro deseo su culo y comerme sus tetas. Sin lugar a dudas, el striptease había terminado.


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13 noviembre, 2011

En las islas

-¡Buuuuuffff! ¡Joder L, impresionante, eres mejor de lo que pensaba!

Al fin pude abrir la boca para decir algo. Todo ese tiempo callado, inhibido para expresarme, me estaba pareciendo una eternidad. No quería levantar sospechas, quería mantener el morbo de la situación intacto y, para ello, la situación debía continuar y llegar a un buen final.

El pestillo de la puerta resultó indispensable. Las chicas de la limpieza habían pasado hacía poco tiempo y se habían afanado, por lo que tanto el pequeño habitáculo como su retrete correspondiente estaban impecables. También la chica con la que estaba se afanaba en su "labor de limpieza", me estaba dejando como nuevo de una manera impresionante. En cuanto eché el pestillo se lanzó a mirar si era verdad eso de que me tenía cachondísimo. Y es que hace unos minutos la conversación fue algo así:

[...]
- ¿Has visto? Al final vine a verte. Un océano no iba a evitar que viniera a las islas a conocerte.
- Ya veo- sonrió.
- No sé si estás liada o puedes tomarte un descanso. Podríamos ir a la cafetería a tomar algo.
- Voy a hacer un descanso dentro de poco, llamaré a una compañera para que esté atenta.
- Tienes un cuerpo difícil de esconder, me encanta como se marcan tus curvas en el uniforme.
- Calla...
- Me estoy acordando de tus fotos y me tienes cachondísimo.
- Buff, calla. Esperate ahí fuera, no tardaré en salir.
[...]

Así lo hice. Había ido a visitar a L al hospital donde trabajaba, porque por temas de horarios no podíamos vernos en una situación más cómoda. La conocí por internet y tenía ganas de verla, conocerla en persona y tomar algo. Bueno, tenía ganas de muchas cosas con ella. Cuando todo parecía que no íbamos a hacer nada más que tomarnos un café, se nos cruzaron los cables, los recuerdos y los pensamientos. Evidentemente no llegamos a la cafetería.

No sé en qué planta nos paramos. Entramos al ascensor vacío y comenzamos a resolver esa tensión sexual no resuelta acumulada durante meses. Ella pulsó el botón mientras yo buscaba cosas bajo su ropa y saboreaba su cuello. Al llegar, salimos del ascensor casi como dos desconocidos, disimulando mientras nuestros corazones pegaban fuerte en nuestros pechos. L me llevó a una de las zonas de cuarto de baño de aquella planta. Entramos en el de chicas.

Nuestra tensión arterial estaba alta, por las nubes; por meternos mano, porque durante mucho tiempo nos habíamos visto pero nunca hasta entonces nos habíamos tocado, porque estábamos en su lugar de trabajo, porque era un hospital, porque quería clavarsela toda y ver cómo evitaba los gemidos. Justo cuando entramos en uno de los cuartitos y cerramos el pestillo, Escuchamos cómo se abría de nuevo la puerta principal del servicio: alguien había entrado.

Intentó abrir nuestra puerta, pero al no poder, entró en el habitáculo adyacente. Por lo que pudimos escuchar, andaba apurada la chica. L y yo respiramos más tranquilos al ver que no nos habían llegado a pillar. Volvíamos a meternos mano y la preciosa joven no dudó en lo comentado antes: ¿sería verdad? Vaya si lo era. No me había dejado ni sentarme en el retrete, estaba con la cisterna clavada en el trasero mientras L abordaba mi polla, chupándola como si le fuera la vida en ello. Yo estaba excitadísimo con el fuego que desprendía. Me sonreía, me besaba el glande, lo devoraba mirándome y volvía a hundirse mi carne hasta alcanzar mi abdomen.

Era indescriptible. Lo único que yo quería era poder expresarme de alguna manera. Cuando escuché que nuestra "vecina" terminaba y se iba por donde había venido, vi las puertas abiertas. Necesitaba emitir algún sonido o alguna palabra, y no solo estar con la boca abierta y cara de guarro satisfecho. Me gusta dejar claro cuándo lo estoy pasando bien y ese momento lo estaba disfrutando.

-Para un momento, buff, para, por favor.


Nunca pensé que le diría eso a alguien que parecía querer dejarme seco. Pero sabía que la situación era especial, no había mucho tiempo para los dos. Volví a meterle mano, a meterle boca, a saborear esos labios dulces mientras abría la chaqueta blanca para comerme esas tetas con las que antes sólo podía soñar. Llenaba sus tetas de saliva, sus pezones de besos, mientras bajaba sus pantalones y palpaba sus braguitas. Estaban empapadas.

Me terminé de bajar el pantalón y me senté sobre la tapa del retrete. Estaba notablemente empalmado y, gracias a L y su maravillosa boca, bien lubricado. Se subió a horcajadas sobre mi y sentimos el intenso placer del sexo, de la penetración caliente y tierna de nuestros sexos. Nos devoramos mientras nuestras caderas bailaban sobre el inodoro.

Mientras ella se agarraba a mi cuello, subía y bajaba como podía. Yo me agarré a sus nalgas con fuerza. Mis dedos las cogían y las apretaban con ganas de poseerlas. Busqué su culo, su estrechez, para ensancharla y juguetear mientras taladraba su vagina. L no era una chica alta, por lo que tenía todo al alcance de las manos y me encantaba alternar su culo con sus tetas mientras jadeábamos y nos respirábamos de una forma tan íntima.

-Te quiero embestir fuerte, como te mereces- le dije- deja que me levante un momento.

Le ofrecí ponerse de rodillas sobre la tapa del retrete, apoyada en la cisterna. Eso le obligaba a tener las piernas cerradas. Me coloqué detrás de ella con las piernas abiertas y urgué con mi polla entre sus piernas buscando la jugosa vulva. Su coño ahora estaba más presionado y ambos sentimos el placer aumentado. Azoté su trasero. Me encantaba verlo tan perfecto y redondo, en pompa, esperando mi violencia y mi deseo.

Hundí mi carne dentro del coño ardiente y lo embestí fuerte, con cuidado para que no se diera un golpe contra la pared. Me sujetaba a sus caderas y la follaba con ganas, recreandome unas veces, acelerando otras. Buscaba con mis dedos en su culo, agrandaba su ano, escupía sobre él para poder meter dos dedos esta vez. Le dije lo guapa que era, lo buena que estaba, lo guarra que estaba en ese momento y lo cerdo que me tenía por todo eso.

Saqué mi polla llena de sus fluidos y le dije que bajase un poco, que iba a metersela por detrás. Tenía el glande muy gordo en ese momento, porque L me tenía muy excitado. Le costó un poco terminar de abrir su ojete y entrar, pero lo hizo, ensanchándolo notablemente y presionando mi polla. L emitió un quejido largo.

- ¿Paro?
 - No no, sigue, mmmm.

Continué hasta que mis huevos llegaron a su vulva y se mojaron sobre ella. Al cabo de varias folladas se notaba el esfínter más cedido y era más fácil entrar y salir. Agarraba sus tetas mientras la embestía, jugando con sus pezones y disfrutando de aquella sensación, intentando evitar la eyaculación todo lo que podía, todo lo que la situación me dejaba. Sin embargo no iba a poder hacerlo mucho más rato. Noté cómo el orgasmo llegó imparable, comencé a correrme dentro de su culo y saqué la polla, con el glande turgente y el semen borboteando desde su interior. Me apresuré a meterla en su vulva de nuevo para que sintiera toda la dilatación y la inundación en lo más profundo y caliente de su cuerpo.

No pude evitar gemir con fuerza mientras descargaba dentro de ella. Me quedé algunos segundos clavado, sujeto fuerte, con la cabeza ida. Sin embargo, no tardé en reponerme y volver a la realidad, a la situación que nos rodeaba, al baño de chicas en el hospital. Me separé y me apoye en la pared cansado. L se puso de pie con las rodillas doloridas. Parecía que aún quería más. Se agachó y lamió mientras escurría las últimas gotas para saborearlas. Nos dimos un morreo de película abrazados y me recordó que tenía que volver ya a su puesto.

-¿Te ha gustado el café?- pregunté.
-Mira que eres tonto- dijo sonriendo.



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04 noviembre, 2011

Me apetece decirte lo que pienso,
pero hoy no me apetece decirlo con palabras...







29 octubre, 2011

Cabrón (3 - Desenlace)

Mi polla estaba durísima. La punta rezumaba líquido preseminal y brillaba ante las velas de la habitación. Manché el muslo de M con ella y pinté su piel recorriendola por el lateral.

-Mira lo dura y mojada que has puesto mi polla- dije.

Pegué mi cuerpo, mi pelvis a ella lo más que pude para restregar mi rabo duro sobre ella, para que sintiera mi erección en su piel. Me movía de un lado a otro haciendo que mi polla subiera y bajara. Después me puse de rodillas un poco más arriba, pasados los cojines, y froté sus tetas con mi polla. Cogí fuerte sus tetas y las restregué contra mi polla.

-Mira como me tienes, joder- volví a comentar.

Me puse en pie sobre la cama, un poco más arriba, pasados los hombros, y tiré del pelo de la chica para liberar su cara de entre sus brazos. Mi pene, duro y cargado, se elevaba sobre su rostro amenazante. El antifaz evitaba que pudiera verlo, pero mi mano empujó la polla contra sus labios y ésta no dudó en saborear, como si fuera una nueva fresa cremosa. Se relamió después de sacar mi glande de su boca. Tenía la cara manchada de chocolate, algo de mis fluidos y algo de saliva. Le di un beso muy intenso provocando un torbellino de lengua en su boca, asegurándome de que salivara.

Volví a salir de la cama y a dirigirme a los cajones. Tenía un portátil guardado en hibernación. Lo encendí y busqué un vídeo pornográfico específico, uno que sabía que le gustaba mucho. En él, un pedazo de tio de 1,90 metros metía su pollón dentro de una chica del tamaño de M y no paraba de follarla como un salvaje hasta 25 minutos después. M conocía ese vídeo, le gustaba verlo cuando yo no estaba en casa. Hoy no lo podría ver, pero lo iba a escuchar. Escucharía los gemidos de verdadero placer que emitía la dominada y taladrada mujer que aparecía. Escucharía los jadeos y bufidos que ese hombre enorme soltaba en cada clavada. En el porno hay chicas que fingen y chicas que disfrutan. Ésta disfrutaba, mucho.

-Escucha como goza la zorra esa cuando le clavan tu pollón favorito- le dije al oido y, seguidamente, inicié el reproductor.

De nuevo palmeé su coño caliente con la mano y agarré sus tetas, las apretaba haciéndolas mias. Azoté sus pezones con mi polla, su culo con mis manos, mordí su espalda con suavidad, mordí sus nalgas, froté su rajita.

Me coloqué detrás de ella, en línea con su espalda. Pasé mi rabo duro por una nalga, por la otra, por entre ambas, apretando fuerte para notar su ano, para que sintiera los labios de su coño abrirse y cerrarse al paso del glande. Flagelé su clítoris con mi polla.

-¡Métela!- me dijo.

Volví a azotarle el coño con ella, más rápido, más veces. Después coloqué el tronco de mi polla en línea con la hendidura que forman su coño y sus nalgas, me sujeté fuerte a sus caderas y comencé a frotar hacia arriba y hacia abajo. Masturbaba mi polla con su coño y con su culo pero sin clavarme, sin llenar su vacío.

-¡Métela jodeeeeeeeeeerr!- gritó mientras empujaba hacia atrás.

Empecé a frotarme más fuerte, más intensamente, a pasarle mis pelotas por el coño afeitado y volver a pasarle el tronco de mi rabo posteriormente. Mi polla estaba llena de sus flujos, empapada. Movía mi cadera fuerte hacia delante con ella, manteniendo la unión pero sin meterme en su vagina.

-¡Jodeeeeeeeeeeerrrrr cabrón, FO-LLA-ME!- sonó desesperada.
-Qué buena estás, pedazo de zorra- fue mi respuesta, manteniendo la paja que estaba haciéndome con ella, con su culo, con su coño.

La guarra del vídeo gemía y disfrutaba como si no hubiera un mañana. M, tenía sensaciones contradictorias. Todo el placer que recibía chocaba con la necesidad imperativa de ser follada, de ser rellenada. Se había corrido varias veces pero no tenía lo que necesitaba, tiraba del cabecero, me llamaba hijo de puta y se corría cuando volvía a comerle el coño.

Dispuse mi polla en su estrecha y empapada puerta. Mi glande apuntaba turgente. Comencé a masturbarme con ganas, pensando en ella, en la situación y en la guarra del vídeo. Mi mano recorría mi polla y golpeteaba el coño de M cuando llegaba a la punta, haciendo que ese golpeteo fuese continuo. Ella intentó tirar del cabecero y clavarse en mi estaca de carne, pero no pudo. Fue entonces cuando pudo escuchar un "Me corro, joder" proveniente de mi voz. Un intenso placer recorrió mi cabeza y 2, 3, 4 fuertes chorros de esperma salieron escupidos de mi interior e impactaron en la vulva de M. Tan fuertes fueron que ellos sí llegaron a entrar en la vagina hambrienta. De nuevo froté con firmeza los labios de aquel coño aún nervioso y, ésta vez sí, hundí mis dedos mojados en esperma dentro de él al mismo tiempo que mi pulgar empujaba en su ano. Vibré la mano dentro hasta que un nuevo orgasmo sobrevino en M.

Estaba extasiada, reventada de la postura tan difícil que tenía, de los movimientos que hacía sin poder, de tantas endorfinas en su cerebro. Cerré el portátil y comencé a desatarla, empezando por las esposas, sin quitarle el antifaz. Retiré también los cojines y se quedó tumbada sobre el colchón sin decir nada, esperando a caer en los brazos de Morfeo. Creo que fue ese sueño lo que evitó que me llevara un merecido guantazo en la cara.

Mañana le daré polla de verdad. Se la merece.


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19 octubre, 2011

Cabrón (2)

- Me encantas, M. Tu cuerpo me tiene hechizado. Cada vez que te veo, te deseo de una manera imparable y me tengo que contener para mantener la compostura.

Me coloqué a un lado, de rodillas sobre la cama. Comencé a hablarle mientras pasaba mis manos sobre su piel. Presionaba firme, pero no fuerte, acariciando la base de su espalda, subiendo por su costado, llegando a sus hombros y sus brazos. El ambiente era cálido gracias al calor de las velas encendidas. Acaricié su cabello.

- Cuando te follo, eres la mejor, la única. Cuando me follas haces que me sienta el mejor, que nadie más importa.

Abracé su torso con cuidado, acariciando su espalda con mi pecho y mi cara. La besaba y pasaba mi cara sobre ella con calidez. Pasé mi mano bajo su cuerpo, abrazando sus tetas y acariciando su cuello mientras que la otra mano se recreaba en su muslo. Mis palabras en su espalda sonaban cercanas.

- Quiero tu olor cerca. Quiero empaparme de él, que me invada y perder el sentido. Quiero entrar en trance unido a ti, M.

Pasé la mano completarmente abierta entre sus piernas y cubrí su recortado vello. La mano se iba cerrando a medida que, lentamente, subía. Los dedos se recrearon en la vulva húmeda ligeramente, pasaron firmes sobre el ano y las nalgas y terminaron en la espalda para volver hacia las nalgas. Apreté una de ellas y maltraté a la otra. Volví a maltratarla. Apreté uno de sus pechos.

- Mmmmmmmm- emití.
- Joder- dijo ella.

Cogí el látigo corto que había comprado en la tienda. Tenía muchas tiras de cuero y un mango duro, también de piel. Pasé las tiras sobre sus brazos estirados, recorriendo su espalda hacia el trasero. Azoté suavemente con él la nalga que antes se había librado de mis palmas. Volví a hacerlo. Ella emitió un quejido. Fustigué sus pechos con suavidad con el objeto. Después simplemente pasé las tiras de cuerpo sobre uno de sus pezones con precisión. Por el otro. De nuevo pasé al anterior y comencé a frotar un poco más fuerte los cueros enredados en mis manos contra las tetas de mi víctima.

- Me estoy excitando por tenerte así, por hacer lo que estoy haciendo. Me pongo duro al verte vulnerable y sentirte tan ardiente. Crees que lo que había sobre la cama es lo único nuevo de esta noche, pero no es así.

M pudo escuchar el abrir de dos cajones. Mi voz la invitó a saborear algo. "Te gustará", le dije. Ella confió en mi y el sabor de una fresa cubierta de chocolate inundó su paladar. Aún estaba disfrutando del obsequio cuando metí mi cara en su culo y empecé a lamer el líquido que manaba directamente de su vagina. Me agachaba para acceder bien a todo el sensible exterior. Quería recorrer todo su sexo, todo su yoni con mi lengua. Quería acariciar con habilidad y humedad los filetes, la suave y mojada carne exterior abriendo un poco la puerta con ella, disfrutando de ese sabor. Presionaba con las manos firmes sus preciosas y curvas piernas al tiempo que mis labios y mi lengua jugaban con la vulva de mi amante. Por el cuello y la barbilla me chorreaba M.

- A mi también me gusta saborear delicias. La tuya es la mejor que he probado. El olor y el sabor de tu coño me inspiran a ser un cerdo contigo.

Otra vez me puse a un lado. Mi mano, ardientemente lubricada, comenzó a masajear el exterior de su coño. Utilicé un gel de efecto calor y se hizo notar de inmediato. M se sentía nerviosa y agitada. Mi boca sucia besaba y mordía suavemente su espalda, sus hombros y la base de su cuello. Con la mano que tenía libre, también manchada por el gel, ayudaba a sus brazos un rato; amasaba sus tetas otro rato.

Me encantaba jugar en la puerta de ese coño hambriento. Di algunas palmadas sobre la vulva y el clítoris. Acaricié fuerte el ano con el pulgar, separaba y unía las cachas a mi antojo. Las yemas de mis dedos hacían las delicias de los labios inferiores de aquella mujer. Lubriqué más la zona. Efecto calor. Una mezcla de lubricante natural y artificial recorría, brillosa, el interior de los muslos directo hacia las sábanas. M se retorcía completamente. No podría mantenerse en aquella postura de no ser por los cojines. Torcía los pies tanto como le permitían los tacones y descansaba sobre un brazo más que sobre el otro. Volví a palmearle el coño.

- Tengo la polla durísima de verte así de guarra- informé.
- Jodeeeeeerr- dijo contenida.

Le di otra fresa cubierta de chocolate cremoso y emitió gemidos al morder. Azoté sus tetas con mis manos abiertas. Sus pezones duros fueron presionados por mis yemas, apretados con cuidado, como si quisieran extraer leche. Al mismo tiempo volví a pasar mi mano, aún aceitosa, sobre su espalda buscando su culo, buscando el agujero. Lo acaricié con fuerza y lo penetré con suavidad. Entró más de la mitad del dedo corazón. Lo saqué y volví a hundirlo en ella. Podía imaginar cómo de caliente tendría el coño. Seguro que tenía un horno en su vientre, un hambriento y jugoso horno esperando un buen trozo de carne que lo dilatara.

-¡Joooodeeeeeeeeerrrr follameeeee yaaa!- dijo, tirando del cabecero al retorcerse y presionar los cojines bajo su abdomen.

....


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16 octubre, 2011

Cabrón (1)

Las mujeres con las que he compartido juegos de cama me conocen. Yo procuro conocerlas a ellas. Me intereso por saber qué les gusta hacer; qué no les gusta hacer; qué las ponen a cien; qué las vuelven animales, instintivas, concentradas en el placer y ajenas a lo demás. Ellas no tardan en saber que, entre otras cosas, me gusta que me insulten, que me digan cosas fuertes, cosas que sólo dirían con odio en otro contexto. En cierta forma me gusta que me odien, que me odien por desearme tanto. Me gusta que me llamen cabrón, sin embargo, no siempre me comporto como tal. Hoy quería ser un cabrón de verdad, hoy me lo dirá de corazón.

El dormitorio estaba ambientado con una luz tenue roja anaranjada. Tras media hora de haber encendido las velas aromáticas, el aire ya tenía ese olor dulzón afrodisíaco que prometía la etiqueta. Durante esa media hora, M y yo habíamos estado disfrutando de una botella de vino en la sala de estar, frente a la televisión, desatendiéndola. Calentábamos el ambiente contándonos historias, situaciones morbosas que habíamos tenido en el pasado con antiguas parejas o amantes. Nos besábamos, pero no nos magreábamos. Le había puesto esa condición, no habría tocamientos hasta llegar a la cama.

Estábamos muy calientes cuando pasamos a la habitación. M no sabía lo que iba a encontrarse, pues le dije que sería una sorpresa. Había comprado algunas cosas, juguetes adultos, pensando en aquella situación, pero no le había dicho nada. Cuando vio las nuevas adquisiciones me miró ilusionada, estaba deseando probarlas.

-¿Qué te parece si hoy me porto mal contigo?- le propuse, pícaro.
-¿Qué me quieres hacer?- preguntó.
-Es una sorpresa- respondí guiñando un ojo y sonriendo.

Sumisa, M se dejó hacer mientras la preparaba. Sería algo sencillo. Sobre la cama había unos almohadones grandes donde apoyaría su vientre dispuesta en la postura de perra, perra en celo. Sus manos estarían esposadas entre sí, cómodas gracias a unas cubiertas suaves sobre el metal de los grilletes. Éstos irían atados a la parte alta del cabecero de la cama y ella podría cogerse a los barrotes del mismo, sintiéndose atrapada. Una vez esposada la besé ardientemente, la acaricié en la espalda y la besé en el cuello. No quería que se enfriase el ambiente mientras preparaba el juego.

-¿Estás mojada?- pregunté.
-Sí, estoy caliente, uff, sigue- respondió.

Le pedí que se apoyara en los cojines mientras estiraba una de sus piernas. Até un trozo de seda en su pierna, justo bajo la rodilla evitando apretarlo mucho. Repetí la operación en la otra pierna y después até ambos trozos de tela bajo la cama, a las patas. M estaba en una postura muy morbosa. Sus piernas estaban abiertas, podría abrirse más, pero no cerrarlas. Sus tetas colgaban por estar atada a mayor altura. Tenía el culo a mi disposición, en pompa. Lo azoté fuerte y seguidamente lo apreté.

-Mmm, qué culo.

Pasé la mano entre las nalgas, fuerte sobre la hendidura, bajando hacia la vulva acariciándola por fuera hundiendo un poco más el dedo corazón, para notar el roce de los labios internos.

-Efectivamente estás poniéndote guarrilla.

Recogí su pelo en una coleta y me senté a su lado.

-¿Te gusta estar así para mi?
-Mucho- dijo sonriendo- ¿Qué me vas a hacer?
-Te voy a tapar los ojos. Será mucho mejor que mirar la cama o el cabecero. Además, quiero que te centres en los demás sentidos, hoy vas a sentir muchas cosas.

Coloqué un antifaz de los que se utilizan para dormir sobre su rostro. Estaba completamente vulnerable, a merced de cualquiera, a merced de cualquier cosa que se le hiciera. A merced de mi voluntad. Lo último que hice antes de comenzar fue colocarle unos zapatos de tacón. Eran unos zapatos preciosos, negros, agresivos. Hasta en esa postura forzada estilizaban sus piernas.

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03 octubre, 2011

Dulces sueños

No recuerda cuánto tiempo llevaba mirando ropa en la tienda. Vestidos, pantalones, ropa interior, zapatos... no dejaba de mirar y compraba lo que más le gustaba. M y sus amigas estaban encantadas simplemente por estar allí sin impedimentos ni remordimientos.
En un momento dado, mientras M miraba vestidos de noche, ceñidos, pensando si le gustaría a R, su chico, le pareció oir su voz. Miró hacia atrás pero no vio a nadie, todo estaba ajetreado en la tienda pero no estaba su chico.

No tardó mucho en volver a sentirlo. El aroma intenso de R se le clavó en la nariz, lo sintió tan cerca que parecía tenerlo delante, abrazándolo. Se mordió el labio acordándose de él. Notó un ligero calor y cierto nervio pensando en que quería comprarse algo para estar estupenda, para agradar a su chico y verle la cara de sorpresa y felicidad cuando se lo pusiera.

El calor empezó a aumentar y se lo comentó a sus amigas, que se rieron tapándose la boca, vergonzosas por la situación.

- Tia, ¡estás siempre igual!

Entonces M se dio cuenta de que la cosa era peor de lo que pensaba. Llevaba un vestido ligero porque aún hacía calor, pero advirtió que no llevaba nada bajo el vestido. Se le había olvidado ponerse el tanga y ahora tenía el muslo manchado, ¡en mitad de la tienda! Pidió a una de sus amigas que la acompañara al baño sin decirle nada respecto a su ropa interior. De camino al baño recibió un SMS en su móvil. Era R.

"Mmm, sty muy calint pnsand n ti. Stoy dseand q vngas, tng l poya durisim mirndo ls fots dl otr dia. Se ls stoy nseñand a uns amigs, n trdes"

El calor aumentó y M se ruborizó. Sin haber llegado aún al baño empezó a notar una agitación familiar entre sus piernas, una agitación que la volvía loca. Cerró los ojos y sintió su cuerpo acariciado, sus labios mojados y su postura era extraña y algo forzada. Rápidamente comprendió que estaba dormida y había estado soñando cuando R decidió despertarla de una manera cariñosa.

Intentó moverse, aún con los párpados pegados, pero algo se lo impedía. Tenía los brazos extendidos y las muñecas sujetas por algo suave. Vio a R acercarse desnudo y muy duro; sin embargo, al mismo tiempo, seguía notando su cuerpo manoseado y un gran placer proveniente de su entrepierna, por lo que era imposible que R estuviera haciendo aquello.

-Hola cariño- la besó- he traido a unos amigos.
-Mmmm, cabrón.
-Espero que te guste.

R se agachó para devorar los duros pezones de M mientras acariciaba su piel. Además de R, en la habitación había otra pareja, un chico y una chica jugando con el cuerpo de M a su antojo. Mientras el chico se masturbaba viendo la escena, acercando su miembro erecto a la boca de M; la chica lamía los sabores intensos de la vulva abierta de M mientras masturbaba y empapaba la suya propia.

M se relamió los labios y sintió el sabor de líquido preseminal antes de que aquel chico, que le resultaba familiar de algún otro encuentro previo, llegara a mojarla. Señal inequívoca de que ya estando dormida se habían aprovechado de ella. No dudó en meterse en la boca todo lo que pudo de aquel rabo grueso cuando lo tuvo suficientemente cerca, devorando con hambre, desayunando, intentando no morder, pues los espasmos debidos al buen trabajo de aquella otra dama no se hicieron esperar. El chico era guapo, atractivo y tenía una polla deliciosa.

-¿Te gusta? Dentro de un momento te la voy a clavar y te va a gustar más.

M sonrió ante tal afirmación. O ante la boca y los dedos de la otra mujer. O, lo más probable, ante todo lo que en esa situación se daba. R paró a la chica, también muy guapa y atractiva, y le dijo que tenía ganas de follarsela. Ella se puso en la posición de perrita delante de M, a un lado, e inmediatamente comenzaron a liarse, a morrearse y devorarse en un espectáculo lésbico indescriptible. Los chicos no tardaron en abrir y llenar de polla los sexos femeninos, los sexos de la chica del otro.

En cuanto empezaron a deslizarse dentro de ellas, a golpear las vulvas empapadas y dilatar sus interiores, las chicas tuvieron que dejar de besarse porque no eran capaces de concentrarse en todo. La chica que estaba a cuatro patas se dejó caer ligeramente sobre M, que esposada a la cama no dejaba de retorcerse de placer. Se acariciaban como gatas entre ellas y se frotaban y comían los pechos como podían, pues rebotaban de los pollazos que recibían y las movían enteras.

Las chicas no tardaron en disfrutar de intensos orgasmos, primero M y después su nueva amiga, ayudada seguro por ver y escuchar a la chica tumbada delante de ella. Los chicos no se sentían capaces de aguantar mucho más después de presenciar todo aquello y acordaron en ofrecer sus batidos tampién a la chica del otro. Finalmente no fue exactamente así, pues tal fue la intensidad de las dos corridas y la falta de puntería que ambos mancharon un poco a la otra también. Cara, pechos, cabello... el blanco había duchado con mucha fuerza y en buena cantidad. Para poner el broche final al morbo de la situación, las ninfas compartieron el semen de sus cuerpos y sus bocas entre ellas; saborearon la leche de sus respectivos chicos en el cuerpo de la otra, besándose con pasión, agotadas pero aún excitadas, deseando que aquello no tuviera fin.


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06 agosto, 2011

Estos maravillosos años

Llevábamos tiempo hablando, pero nunca nada concreto. Cada uno tenía su vida, pero ninguno estaba contento. Siempre las mismas palabras, siempre el mismo hastío. Quizás ambos sabíamos cómo podría terminar esto. O quizás no. Quizás ninguno de los dos se lo imaginaba, pero era seguro que ambos lo deseaban.

-Mañana te recojo y nada de pasar por casa-le dije.

Era viernes por la tarde y había salido del trabajo hacía 20 minutos. El motor del coche aún estaba encendido, con su suave ronroneo esperando. Disfrutaba de la brisa con el techo descapotado mientras le escribía un SMS: "Estoy abajo esperandote". Recibí un mensaje de texto casi de inmediato: "Me quedan 10 minutos"

Ya no teníamos 20 años, pero seguía estando estupenda. Hacía años que no compartíamos momentos físicos, pero no pocas veces nos confesamos que esos recuerdos vuelven a veces y los utilizamos en la intimidad de nuestras habitaciones. En ocasiones, con conocimiento mutuo en el momento preciso, pues siempre da más morbo. 10 minutos eran eternos cuando tenías ese tipo de pensamientos durante la espera.

R. apareció por la puerta exterior del complejo empresarial donde trabajaba. Vestía un traje estilo ejecutiva y el cabello ondulado y suelto, de su color natural. Precioso. Se acercó al coche con garbo y se sentó en el asiento del copiloto. Se puso las gafas de sol y preguntó por nuestro destino.

-Había pensado en comprar unos helados e ir a tomarlos a algún sitio bonito.
-¡Vale!

Compramos un par de helados en una heladería cercana, famosa por sus helados artesanos. Chocolate para los dos. Volví a poner el descapotable en marcha en busca de un camino que nos llevase a un lugar conocido y olvidado, solitario e íntimo, donde pudiéramos abstraernos del mundo completamente. Ella reconoció el camino cuando íbamos por la mitad. Aquella vieja carretera rodeada de árboles era muy peculiar. La última vez que pasamos por allí llevaba un coche de 7ª u 8ª mano completamente destartalado, es decir, el coche que un estudiante se puede permitir, bastante más incómodo pero que hizo bien su labor.

Aparqué mirando al mar. El sol estaba cayendo y los helados empezaban a derretirse. Nos sentamos sobre el capó mirando hacia el sol mientras saboreábamos la crema de chocolate fría del helado. Las cucharillas que dan en las heladerías son igual de malas que hace años.

-Estás estupenda.
-Eso es que me ves con buenos ojos.
-No, eso es que estás estupenda y si...
-¿Y si...?
-Ya lo sabes-sonreí.

Fruto de la distracción del momento, unas oportunas gotas de helado frío cayeron sobre el abierto escote de R. Sin vergüenza ninguna, acerqué mis dedos para limpiar el chocolate de sus pechos y lo saboreé mirándola a través de las gafas de sol. Pude notar cómo se ruborizaba, cómo me miraba detrás de sus cristales oscuros, cómo sonreía con esa mueca que significaba "te estoy leyendo la mente".

-Toma, que parece que estás un poco torpe- le dije mientras le ofrecía helado de mi cuchara.
-Qué tonto eres.

Con todo ello, volvió a echarse helado en el escote, con la mala suerte de mancharse la ropa.

-Pfffff, mira lo que ha pasado al final.
-Te has puesto nerviosa.
-No es eso, es que estás con la tontería.
-Es verdad, mejor me dejo de tonterías.

Quedaba poco helado, lo coloqué sobre el capó y la rodeé, aprisionándola contra el coche. La besé en los labios. No se apartó. Su aliento entraba en mi con la misma intensidad que yo aplicaba en su espalda para abrazarla. Acaricié su cabello, sujetó mi cintura, apreté su lengua con la mia, buscó mi pecho, besé su cuello, cogió mi trasero.

Aparté el helado violentamente para que no molestara más. Con ella tendida sobre la chapa, manoseé su cintura a la vez que me recreaba en su cuello como si fuera un vampiro hambriento. Bajé mis besos hacia el escote cuando noté que mi paquete estaba siendo apretado y deseado. Deseé sus tetas con mis manos, apretándolas, pidiéndolas en mi boca por encima de la ropa.

Ella intentaba quitarme el cinturón mientras yo luchaba contra sus botones. Tantas prisas teníamos de deshacernos de las prendas que sólo conseguíamos retrasar ese momento. Mi polla estaba ya luchando por salir y estaba seguro de que ella tendría el coño como un horno, a juzgar de cómo sobresalían sus pezones por la camisa. Me separé de ella y abrí mi camisa todo lo rápido que pude. Ella hizo lo mismo, dejando su sostén a descubierto. Desabrochó su pantalón, del mismo modo que hice yo. Bajé mi pantalón y ropa interior hasta los tobillos e hice lo mismo con sus prendas.

Entré con mi boca entre sus piernas. Devoré, lamí con la lengua toda aquella humedad mientras preparaba mi polla. Escuché sus gemidos, vi cómo se cogía las tetas como yo lo hubiera hecho, sentí su incomodidad. Esa incomodidad que se tiene cuando necesitas algo y no lo posees. Seguí devorando aquella raja carnosa con el vello recortado disfrutando del tacto, del sabor, del placer que le hacía sentir mientras ella apoyaba sus atados tobillos sobre mi espalda.

-N. ven, ven aquí, hazlo.

No hicieron falta más palabras. Me colé entre sus piernas y froté mi miembro contra su empapada entrepierna. Tenía la polla durísima, palpitante y cargada. Los dos podíamos ver nuestros torsos semidesnudos, podíamos desearnos mientras atravesaba lentamente, recreándome, su vulva ardiente con toda mi ancha longitud.

-Cómo me pones.
-Qué bueno estás.
-Mírame, zorra.

Saqué mi polla de su cálido ambiente y golpeé el excitado clítoris algunas veces.

-Me encantas.

Me apoyé sobre ella, sujetando sus muñecas, besando sus tetas mientras golpeteaba su cuerpo a medida que clavaba mi asta en ella. Ella se masturbaba mientras tanto, boquiabierta mantenía sus piernas en alto todo lo que la posición y mi pelvis le permitía. Quería abrirse más, pero el pantalón en los tobillos no le dejaba y yo no iba a dejar de percutirla. Gesticulábamos de puro placer. Me encantaba rellenarla de nuevo y a ella le encantaba sentirme dentro dilatado, apretándola y frotándola.

-Ahora te voy a follar desde atrás. Apoyarás tus tetas en el coche y te daré polla hasta que te corras y me llenes los huevos de flujo, cariño.

Salí de entre sus piernas y la ayudé a levantase. La besé apasionadamente y no desaprovechó el momento de agarrarme el rabo, gordo y empapado. Le di la vuelta y me obedeció, ofreciendo su culo a mi abdomen. Volví a atravesarla con mi carne, a rellenarla y bombearla mientras la sujetaba por las caderas fuertemente. No paré hasta que noté un cambio en el tono de su voz, en su gemido. De repente noté mi polla bañada completamente en los flujos de R., recibiendo su orgasmo. Eso provocó que me llegase a mi de forma casi instantánea.

-Me corro.
-Dámelo en la boca.

Me aparté de ella y se puso en cuclillas delante de mi, afanada en comerme la polla empapada que inyectaba varios chorros cargados y espesos dentro de ella mientras me daba vueltas la mente. Exprimió y limpió mi polla como si llevara meses sin saborear semen.

-¿Cómo estás?
-Mucho mejor ahora, ¿y tú?
-Eres un cabrón- sonrió.
-Te llevo a casa.

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