01 marzo, 2023

Juegos para mayores

Silvia es una experimentada comercial que lleva cerca de una década en el sector del juguete adulto. Atrás quedaron los inicios en el túper-sex, donde tuvo la oportunidad de conocer de cerca a numerosos clientes de toda índole, aunque su público mayoritario era femenino. Eso le permitió aprender, de primera mano, diferentes gustos, costumbres y filias. Aunque entonces no se hablaba tan abiertamente como ahora de las diferentes identidades sexuales, en aquellas reuniones podían encontrarse personas de toda índole, con algunas cosas en común. Principalmente se caracterizaban por ser gente que tenía interés en pasarlo bien y experimentar. También eran personas más abiertas de mente de lo habitual, cosa que hacía sentir a Silvia cómoda, era su gente.

Ahora, más madura y ambiciosa, jugaba en otra liga y era distribuidora al por mayor. Se mantenía en el mismo sector, pero cerraba contratos con fábricas para que los productos eróticos (desde el típico dildo, con y sin vibración, hasta lencería, disfraces, juegos de mesa, aceites, artículos sadomasoquistas soft y hard, etc.) llegasen al gran público por medio de comercios locales y digitales minoristas.

Ese era el motivo que le había llevado hasta aquella nave industrial, en una zona no muy concurrida. Raúl representaba a un fabricante que tenía un producto curioso, aunque no del todo novedoso. Era, de hecho, un producto que no estaban seguros en qué sector encajar, por lo que buscaban un asesoramiento experto y el nombre de Silvia sonó por boca de varios colaboradores satisfechos. Contactó con Silvia por teléfono e intercambiaron varios e-mails con información. Sin embargo, Raúl insistió en que sería necesaria una visita presencial, ya que había cualidades del producto como el tamaño, el ajuste o el tacto, que difícilmente podrían ser explicados.

Él fue quien salió a recibirla, con una sonrisa y buena presencia. Su aspecto era un punto superior al casual, pero sin ser excesivamente elegante ni llevar marcas excesivamente visibles. El aspecto marcado de su torso y brazos daba a entender que el deporte y él se llevaban bien. Aparentaba una edad que no le correspondía, pero que a Silvia le resultó atractiva, como el resto de la primera impresión.

Por su parte, Raúl no pudo evitar fijarse en el entalle ajustado que escondía la ropa de Silvia bajo su chaqueta. La blusa ofrecía una visión parcial y escondida del profundo escote del sujetador, gracias a tener el primer botón desabrochado, a la vez que tenía cierto vuelo y se estrechaba hacia la cintura, donde se unía con el pantalón en un casamiento perfecto para abrazar de cerca y sacarla a bailar. Aun así, el cuerpo diez de la chica quedaba eclipsado por su rostro, que también tenía una sonrisa un poco más que cordial, claramente visible gracias a su pelo recogido. Se dieron la mano y se adularon profesionalmente.

- Ven, sígueme, te presento a mis compañeros y te mostramos el artilugio.

- Venga.

Entraron en una sala amplia, con una pantalla y varias mesas y asientos dispuestos en forma de U. En el centro de la U había una silueta masculina, de espaldas, manipulando un ordenador portátil, mientras se proyectaban las típicas imágenes de inicio del sistema operativo. A su lado, de pie y ligeramente inclinado hacia él, había otro chico. Se giraron al escuchar la puerta.

-Bueno, te presento. Estos son Pedro y Luis. Chicos, esta es Silvia, la chica de la que os hablé.

Los chicos saludaron dando la mano y con sonrisas encantadoras (y encantadas) y se presentaron. Algo más jóvenes que Raúl, y de una edad más cercana a la de Silvia, parecían compartir gustos y deportivas aficiones con éste. Quizás Luis aparentaba un mayor vigor físico, a pesar de su inferior altura. Invitaron a Silvia a sentarse y justificaron un poco el encuentro. Raúl era el gerente y estaba implicado en la gestión comercial de sus productos. Pedro, “Peter” para los amigos, era el director del proyecto y gestionaba todo el desarrollo, desde los proveedores hasta los trabajos principales sobre el prototipo y las prestaciones, así como la previsión de la fabricación en serie, en la que ya estaba trabajando con proveedores nacionales e internacionales. Por su parte, Luis era el diseñador principal, mano derecha de Pedro y responsable de que el prototipo sea funcional, seguro y atractivo.

El ordenador de Luis estaba teniendo algunos problemas aparentemente y no conectaba bien con el servidor donde estaba la información confidencial, así que Raúl invitó a Silvia a visitar las instalaciones. Así Pedro tendría tiempo también para traer el prototipo a la sala de reuniones. Silvia pudo ver los despachos de los técnicos a través de los pasillos acristalados. Parecía gente muy seria y concentrada en lo que no dejaban de ser juguetes eróticos.

- Aquí nos tomamos el placer muy en serio- le contaba Raúl en tono jocoso mientras guiaba a Silvia por las diferentes salas y le mostraba algunos de sus productos, hasta llegar a la “sala de las ideas”.

La sala de las ideas era donde se reunían periódicamente a hablar sobre ideas nuevas que se les había ocurrido, tanto de nuevos artículos como de mejoras productivas o de gestión. Tenía las paredes cubiertas de vitrinas con productos de muestra organizados por tipo. La mirada de Silvia no pudo evitar posarse sobre la vitrina donde estaban los dildos realistas, junto a los plugs anales. Los había sin venas y con venas, de más o menos tamaños, con las venas más o menos marcadas, con ventosas, que permitían fijarlos a una superficie sólida para follarse al juguete; o con mango, que permitían un mejor agarre en caso de preferir apuñalarse el agujero deseado de manera activa. Algunos de los tamaños eran obscenos, tan grandes que no parecía posible que entrasen en un cuerpo humano de manera natural.

- Se venden más de lo que imaginas. El público de este producto es poco común, pero piden estos tamaños. – Explicaba Raúl sacando alguno de los artículos – Usamos la mejor silicona del mercado, la que ofrece mejores garantías para todo tipo de pieles, no agresiva, y con el mejor tacto, mira. – Dijo, ofreciendo a Silvia un pene de tamaño y forma antinaturales, que pesaba bastante, y que devolvió rápidamente.

- ¡Anda, ese lo tengo yo! – Exclamó casi sin pensar, refiriéndose a uno de los realistas, esbeltos con ventosa que se apreciaban en la vitrina.

- ¿Sí? Pues ya sabes de dónde salió. ¿Qué te parece? – Dijo Raúl sacándolo de su descanso.

- La verdad es que me gusta mucho, es de los que más uso. – Respondió Silvia mientras sentía de nuevo el suave tacto de la silicona, recordando que la noche anterior había estado reventando su coño con él, piernas bien abiertas, mientras un amigo, con el que llevaba intimando cierto tiempo llenaba su culo con su caliente y firme miembro viril.

- Me alegro de tener otra clienta satisfecha. – Dijo él con una sonrisa sincera, orgullosa pero no chulesca.

- Si sigo mirando, creo que puedo tener más de uno, entre los masajeadores y los plugs, jaja. – Dijo la chica.

- Así que no fue suficiente con uno, algo haremos bien. – Asentó Raúl.

- Nunca es suficiente con uno. – Contestó Silvia con una sonrisa pícara.

- No puedo estar más de acuerdo. – Respondió Raúl de la misma manera.

De vuelta a la sala de reuniones, la pantalla ya mostraba la presentación y el prototipo estaba sobre la mesa. Tomaron asiento y Pedro, sin titubeos, inició la exposición.

- Como puedes ver, esto es un juguete masculino, un masturbador para penes. A diferencia del archiconocido fleshlight, o vaginas en lata como también conocerás, este aparato tiene internamente un mecanismo que provoca el movimiento de la membrana de silicona, y otro que provoca la vibración simultánea…

La charla fue más o menos técnica, centrada principalmente en las ventajas de este producto sobre el de sus competidores, incluyendo algunos de sus propios productos, por lo que consideran a este nuevo artículo como una gama superior y que tendrá, necesariamente, un precio superior. También mostraron un vídeo que mostraba el funcionamiento visto desde el exterior y una animación sobre el funcionamiento del interior. Por otro lado, pusieron en valor la facilidad de limpieza, de reemplazo de la membrana, etc. Pedro y Luis se alternaban en las explicaciones y Silvia iba entendiendo y buscando la manera en la que podría irrumpir en el mercado.

Abiertamente utilizaban términos neutros, como pene o vagina, y términos más informales.

- Además – continuó Pedro – con este producto también queremos acceder a las clínicas de fertilidad. Para eso estamos trabajando en la capacidad de esterilización de los materiales. Queríamos saber si también accederías a esto.

- ¿A qué te refieres? – Preguntó Silvia.

- Habíamos pensado que este aparato podría ser una ayuda para aquellas personas que van a las clínicas, pero, por vergüenza o distracción, no consiguen eyacular en un cierto tiempo, aun con ayuda de material audiovisual, y ocupan las habitaciones un rato largo. A las clínicas les podría interesar tener este aparato como extractor de esperma.

- Entiendo.

- Hemos comprobado que la eficacia es muy alta. Hablando mal y pronto, este cacharro te hace la mejor mamada que te hayan hecho nunca, ¡jaja! – Dijo Luis.

- Jaja, eso no me lo creo.

- En nuestro afán de alcanzar la máxima calidad, evidentemente, hemos probado el producto, y estamos de acuerdo en que este masajeador masculino nos excita tanto en los puntos sensibles del glande que hace que nos corramos enseguida, incluso sin apoyo visual. – Explicó Pedro con una forma de hablar casi pedante.

- Vamos a ver, ¿me estáis diciendo que ese aparato os la chupa mejor que las chicas con las que os habéis juntado?

- Así es. Luis ha conseguido que me corra más rápido que ninguna otra chica, jaja. – Dijo Pedro, mientras Luis se mostraba orgulloso de su trabajo.

Silvia, escéptica y como si de una broma se tratara, no asimilaba bien el significado de las palabras que escuchaba.

- Pero recibir la mejor mamada y correrse antes no es necesariamente lo mismo. – Defendió, mientras se inclinaba sobre la mesa ofreciendo el profundo cañón que sus voluminosos senos marcaban. Los chicos no se habían dado cuenta, pero ella se había desabrochado el segundo botón de la blusa y ahora se apreciaba el encaje de la ropa interior.

- Hemos notado que el efecto es parecido al de un succionador de clítoris para las chicas, según sus testimonios. Es extraintenso y hace que estalles en un orgasmo rápido y explosivo. – Explicó Luis.

- No uso el succionador de clítoris por eso precisamente. No es mejor. Para mi es mejor sentir la succión de una persona habilidosa, combinada con un buen trabajo de lengua y dedos. El orgasmo es más intenso y la cantidad de flujo es mayor. A los chicos os debe ocurrir parecido. Si os corréis muy rápido, la cantidad de semen que sale es menor y luego queréis más. No quedáis satisfecho y no eyaculáis tanto. Así que no sé si eso les interesa a las clínicas. Un ciclo más largo y menos intenso debería ser mejor porque ofrece una eyaculación más copiosa. Al menos, así es como yo consigo las mejores corridas de mis amantes.

Los chicos se miraron entre ellos intentando asimilar lo que acababan de escuchar.

-Chicos, no pretendo decir que vuestro trabajo esté mal. Solo digo que si queréis hacer una máquina que haga la mejor mamada del mundo, tendréis que simular la mejor mamada del mundo real.

Los chicos empezaron a hablar entre ellos.

-A ver… ¿con cuántas chicas has estado, Luis?

-Dos.

- ¿Y tú, Peter?

-Con cuatro, y con la última estuve mucho tiempo.

-Pues a ver si le voy a tener que dar la razón a Silvia y nos falta calle, amigos. ¿Qué estamos haciendo aquí? – Dijo Raúl. – A ver si necesitamos más mamadas… ¡jaja!

- ¿Y si me hacéis una demostración aquí y vemos cuánta leche saca esto? – Dijo Silvia.

Tragaron saliva.

-Quizás no es tan bueno como decís y no se va a poder vender tan bien como pensáis…

-A ver, es que así, aquí, de esta manera…

- ¿Necesitas ayuda, Luis? – Dijo Silvia desabrochando, visiblemente, el tercer botón de la blusa, y el cuarto, ofreciendo su convexa lencería al público allí presente.

Los chicos se quedaron impactados. Silvia tenía la habilidad de vestirse de una manera elegante y relativamente discreta por fuera porque, de lo contrario, sería víctima permanente de su propia artillería. Los hombres a su alrededor demostrarían demasiado fácil y frecuentemente lo simples que son, y eso le ofrecería un cansancio constante. Sin embargo, aquella situación le estaba tocando el bolsillo y el orgullo. Si lo iba a vender como el aparato que hacía “las mejores mamadas”, eso tendría que comprobarlo primero.

Al ver que ninguno se movía todavía, Silvia decidió sacar a sus buenas amigas de la jaula de encaje. Así, los grandes pechos morenos, con areolas rugosas y de pezones gruesos, emergieron sobre el sujetador por encima de la mesa. La chica los apretó con los brazos desde los laterales, levantando su carne con los antebrazos y apoyándose sobre la mesa.

- ¿Quién me demuestra esa eficacia? – Dijo seria.

La hebilla de un cinturón comenzó a sonar. Botón y cremallera dieron paso a un voluminoso miembro viril que no había resistido la tentación que aquella seductora ponía sobre la mesa. La polla de Pedro estaba firme y el glande goteaba ligeramente un líquido brillante y transparente que hizo a Silvia salivar. Pedro se sentó en la silla con el rabo bien duro mirando hacia el techo, asió el masajeador e introdujo su polla en el interior, hasta el fondo, abriendo las piernas para que no hubiera dudas de que la penetración era completa. Encendió el masturbador y éste empezó a hacer ruidos, debidos a la mecánica y la vibración. Empezó a entrar en trance rápidamente, frente a su jefe Raúl, su compañero Luis y su espectadora invitada Silvia. Cerró los ojos y dirigió el rostro hacia arriba. No tardó en convulsionar, en gemir y, finalmente, en explotar con varios espasmos, eyaculando en el interior.

-Sí que es rápido… pero eso no es mejor. -Silvia se levantó y se acercó a los chicos. – Os voy a sugerir algunos cambios para que este juguete haga las mejores mamadas. Raúl y Luis, enseñadme vuestras pollas. ¿Cómo las tenéis?

Sin una voz de queja, solo con el tintineo de los pantalones cayendo, Silvia vio respondida su consulta. Como era de esperar, aquellos falos estaban erguidos, firmes, salientes sobre sus musculosas bases abdominales, dispuestos para pasar revista. Silvia realizó una sentadilla perfecta antes de disponerse sobre sus rodillas. Se agarró a las dos palancas de carne que asumieron la labor de soportes y hundió cada una de ellas en la boca, bien salivada, una primero y otra después. Sintió el calor de los miembros siendo trasvasado desde sus cuerpos fuertes hasta su boca hambrienta. Chupaba el glande acompañando la succión con un masaje habilidoso de lengua y labios. Posteriormente recorría los 20 centímetros que separaban la punta hasta los huevos, y se amorraba a éstos también mientras no dejaba de masturbar la polla que no se estaba comiendo en ese momento.

Los bufidos masculinos se sucedían. Silvia alternaba una polla con otra mientras Pedro, sentado y reponiéndose todavía, miraba con lascivo gozo la escena que se sucedía frente a él. En ese momento se estaba arrepintiendo de haber sido tan bravucón y lanzado. Había disfrutado con la maquinita, pero ahora mismo quería sentir lo que sentían sus compañeros, quería una mamada, que no solo era real, sino que también estaba demostrando ser de alta categoría. Silvia rellenaba sus carrillos y su garganta con glande hinchado y miraba a los rostros de sus futuros colaboradores con una mezcla de sucia lujuria y satisfacción. Se le estaba llenando el coño de flujo inevitablemente, pero no iba a parar hasta sacar todo el esperma de esos machos.

Como ella bien había previsto, al poco rato de eyacular, Pedro estaba otra vez activo y disponible. Se plantó delante de ella para ser partícipe del festín, como delicatessen de la gourmet. Silvia escupió en su mano y masturbó la polla de Pedro hasta ponerla en el punto de firmeza que exigía su selecto gusto. Se la metió en la boca y, a diferencia de las otras pollas que tenían el ligero sabor del fluido preseminal, la de Pedro tenía todo el sabor de una corrida propiamente dicha. Extrajo todo ese sabor y le dijo que se tumbase entre sus piernas, sonando casi como una orden. Durante este movimiento, ella retiró su pantalón y sus braguitas de fina lencería. Se sentó sobre Pedro, cuyo rabo penetró en el interior del coño de Silvia y sirvió para entender la intensa temperatura que esta mujer guardaba en su interior. El calor era tan intenso y los movimientos de ella, tan amplios y continuos, que entendió que debía aguantar su firmeza y contener la eyaculación de manera formidable si no quería correrse de nuevo tan rápido. Y le estaba costando trabajo.

En el momento en que tenía la polla de Luis llenándole la boca notó cómo un grueso chorro de esperma le cruzó la cara y cayó sobre su piel y ropa en diferentes puntos. El gemido jadeante de Raúl fue sonoro y ahogado a la vez, recordando este dónde se encontraban. Con una sonrisa de socarrona satisfacción, Silvia cambió de polla y extrajo de Raúl hasta la última gota de blanco y grueso esperma. Las caderas de Silvia bailaban y botaban sobre Pedro mientras sus tetazas se bamboleaban en contra de la gravedad. Luis no pudo aguantar más y, en un apagado jadeo, llenó de semen la boca de Silvia, que en un momento se había preparado para esta situación. El sabor era dulzón, intenso y masculino.

Raúl y Luis se apartaron y se sentaron exhaustos, rendidos, con los cojones secos. Mientras tanto, Silvia cabalgaba y se corría sobre Pedro emitiendo sonoros gemidos sin importarle el qué dirán.

- ¡Vamos Peter! – Exclamó, como si estuviera cabalgando hacia el oeste a toda velocidad.

Éste la avisó que estaba a punto de correrse de nuevo. En ese momento Silvia se puso de pie sobre Pedro y quedó paralizado, un poco sin saber por qué hacía eso. Silvia se cambió de posición, giró sobre sí misma y sentó su coño empapado y follado sobre la cara de Pedro. Los cansados espectadores podían ver el culo de Silvia aplastando el rostro de su compañero mientras ésta no dudaba en meterse su polla de nuevo en la boca, practicando el conocido sesenta y nueve. El hombre se retorció en el suelo mientras se corría por segunda vez, con la polla escupiendo la blanca lefa en la boca, cara y barbilla de Silvia, y cayendo sobre su propia ropa, en una gran corrida que la chica se encargó de maximizar estrujando con sus manos desde la base de los huevos hasta la extracción de las últimas gotas de semen, que se salían agolpándose y cayendo brillantes una tras otra.

Silvia, que parecía la única que todavía tenía energías, se levantó y exploró el juguete que había sido utilizado apenas un rato antes. Extrajo la membrana de silicona como le habían explicado en la exposición y comprobó la pequeña cantidad de semen que se había extraído Pedro.

- ¿Veis, chicos, a lo que me refería? La mejor mamada no puede ser una que extraiga estas dos gotitas, sino una que os deje completamente secos. Ahora que sabéis lo que es una buena mamada, espero que arregléis este cacharro y me llaméis cuando de verdad haga lo que decís.

Los chicos la miraron y asintieron.

- De todas formas, Raúl, mándame el catálogo de artículos. – Dijo mientras volvía a ponerse el pantalón y se arreglaba el sujetador, la blusa y el pelo - Seguro que podemos empezar con otros productos. Pero eso sí, asegúrate de que cumplen con lo que dices. Si yo no estoy satisfecha, mis clientes tampoco lo estarán.

- Completamente de acuerdo – Dijo Raúl, levantándose de la silla y arreglándose el pantalón. – Te acompaño al baño y, después, a la salida, mientras ellos arreglan todo esto. Mañana te mando un e-mail con el catálogo y vamos viendo los detalles.

- Bien, me alegro de que estemos en la misma onda. Así da gusto hacer negocios – Concluyó Silvia.

-FIN-

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