05 octubre, 2008

Las botas de fútbol

Alex llevaba un día duro de trabajo en la tienda de deportes en la que trabajaba. Los viernes suele haber bastante afluencia de público, muchas madres acompañando a sus hijos y muchos jóvenes y no tan jóvenes se acercaban en busca de ropa deportiva, ya fuese por deporte o por moda. Por suerte, se contaban por minutos el tiempo que la tienda seguiría abierta y ya apenas quedaban clientes en el local. Cuando estos se fueran, sólo la recogida de la tienda quedaría entre la chica y su descanso. Tendría que cerrar la tienda ella sola, pues su compañera se fue un rato antes porque tenía que preparar una fiesta que tenía en casa y le pidió el favor.

Estaba nuestra chica dando el cambio y el ticket de compra a los últimos clientes de la tienda cuando justo entraba otro chico por la puerta. Alex tenía verdaderas ganas de recoger ya y a punto estuvo de invitar amablemente al nuevo cliente a volver mañana. Sin embargo, cuando éste la miró y le preguntó por las botas de fútbol, no pudo más que ejercer de amable dependienta. Era un chaval guapo, alto y corpulento, con los ojos claros y el cabello largo. Clavó su mirada en los ojos de la tendera y a ésta le temblaron ligeramente las piernas.

Le indicó el lugar donde estaban expuestas las botas de fútbol en la tienda, al fondo del pasillo a la derecha, intentando que no se notara en su voz la impresión. Allí se dirigió el desconocido, tras lo cual, Alex aprovechó para poner el cartel de "Cerrado" hacia el exterior y echar la cerradura para evitar que entrara más gente. Así se aseguraba de que este era el último cliente de hoy y podría recoger tranquilamente después de despacharlo.
Al cliente le sorprendió el sonido de la cerradura y se dió la vuelta.

-¿Has cerrado ya?
-Voy a cerrar dentro de poco, pero mira tranquilo, no te preocupes.

Aquel desconocido comenzó a ojear el estante de las botas, indeciso entre varios modelos. Alex se acomodó tras uno de los mostradores internos esperando a que la necesitara, observándolo de arriba hacia abajo, fijándose en su espalda, su pelo y su trasero, algo que le atraía especialmente en los hombres: un buen culo. Le gustaba lo que veía.

Eligió un par de modelos y se dio la vuelta para pedir a Alex que se los enseñara para probárselos. En ese momento fue el chico quien se puso un poco nervioso y titubeó. Alex no se había dado cuenta de que, apoyada en el mostrador frente al chico y con la ropa que llevaba, dejaba ver bastante bien el generoso escote que la naturaleza le había dado. Se percató de ello cuando vio que el chico hablaba a sus tetas y no pudo evitar reirse por dentro de la situación. Alex fue al almacén a buscar los modelos que le había pedido el chico mientras se sentaba. Le vendría bien para probarse las botas y, sobre todo, para evitar que se notara la erección que había experimentado al ver a aquella mujer tan atractiva observándolo y mostrándole ese profundo escote.


Alex comenzó a buscar las cajas con cierta torpeza, pues empezó a pensar cuánto morbo le estaba provocando ese chico. Imaginó que entraba al almacén buscándola, sin permiso la abrazaba mientras se daba la vuelta y notaba su duro y firme cuerpo rodeándola mientras sus labios se lamían mutuamente. Despertó para centrarse en buscar las botas que el chico esperaba, pero notó que, sin darse cuenta, había humedecido las bragas.

Salió del almacén y cuando se acercó para darle las botas, se percató de lo que sucedía bajo la cremallera de su pantalón. Él no lo había escondido mal, pero ella era más lista. En ese momento le entraron unos calores por el cuerpo muy intensos, porque la situación era tremendamente excitante. Ambos se atraían, estaban solos, con la tienda cerrada y excitados. El chico cogió las botas y se dispuso a probárselas. Intentaba evitar mirar a Alex pues una vez se había fijado en ella, no podía evitar repasar el resto de su cuerpo con la mirada. Vergüenza poca tenía, pero no pretendía incomodar a la chica, que quería cerrar la tienda.

Estuvo dudando ligeramente antes de decidir el modelo de botas que iba a llevarse. Cuando tuvo la elección hecha, recordó que también quería comprar una camiseta que había visto. Podría irse con las botas y volver otro día, pero ya que estaba allí, habría que aprovechar el momento.

-¿Te importa si miro también las camisetas? No tardaré mucho.
-No te preocupes, no hay problema.

Sin duda no lo había. Alex ya no pensaba en el cansancio que arrastraba. Eso se había disipado y en su mente ocupaba cada vez más espacio el cuerpo de aquel desconocido atractivo y quizás aún, empalmado. Desde luego, no había problema.

Encontró la camiseta y entró al probador. Por desgracia, éste sólo tenía un espejo en una de las paredes, así que no podía verse bien la espalda. Abrió la puerta del probador y preguntó a Alex si "podía echarle una mano". Ella, al ver al muchacho con la camiseta ceñida al musculoso cuerpo, pensó que eso era lo mínimo que le echaría.

-¿Me queda bien por detrás?
-Espera un momento- se acercó y le estiró la camiseta por las mangas y por la zona baja- Te queda genial- terminó.

El chico se dio la vuelta y se encontró frente a ese monumental cuerpo a menos de un palmo de distancia. Los corazones latían con fuerza, casí podían oírselos; las miradas penetraban más allá de los ojos y los nervios se acrecentaban. No se podía decir que uno u otro hubiese tomado la iniciativa, pues ambos se avalanzaron y se pegaron como lapas. Sus labios se pegaron viscosos, abriéndose para dejar pasar unas lenguas sedientas, cerrándose para recuperar algo de aliento, volviéndose a abrir para morder y ser mordidos. Sus manos no dejaban tranquilas las ropas que los cubrían: las movían, las estiraban y deseaban romperlas, que desaparecieran de la vista y del tacto.

El desconocido llevó a Alex a entrar en el probador y la apoyó contra la pared. Sujetó sus manos contra la misma impidiendo su movimiento, poniéndola a su merced. Como en las películas de drácula, fue a morder el cuello a la indefensa doncella que, lejos de evitarlo, dispuso el espacio suficiente para notar los dientes bien clavados. Al sentir cómo los dientes cerraban, un escalofrío recorrió el cuerpo de la chica y no pudo evitar estremecerse de placer. El deseo se convirtió en el único pensamiento válido en ese momento.

Ella mojada y él notablemente empalmado comenzaron a quitarse los molestos trapos que los cubrían frente al espejo del probador. Camisetas, zapatos, pantalones y ropa interior iban desapareciendo mientras salían del probador; saliva y manos sustituían a los anteriores, realizando una labor más placentera y cálida. Volvieron a besarse apasionadamente. Sus labios parecían no querer despegarse nunca. Las hábiles manos de aquel hombre cogieron y apretaron con suavidad y firmeza los senos de aquella mujer de oscuro cabello que se afanaba en satisfacer a su amante improvisado, presionando su miembro por el bajo vientre, frotando y deseando exprimirle hasta la última gota de su contenido.

La morena ninfa se dejó llevar hasta el banco de la zona interior de la tienda, donde se sentó, acabando su mirada a la altura del duro miembro viril. Estaba excitado y venoso y no dudó en saborearlo como si fuera un polo. Masturbaba el rabo con una mano mientras acariciaba los huevos con la otra y, con su lengua y sus labios, hacía gozar a un hombre que estaba redescubriendo el cielo. Poco a poco, más carne se iba introduciendo en su boca hasta llegar a un punto en que no había más polla que tragar para su profunda garganta. Al sacarla, estaba llena de saliva mezclada con líquido preseminal, viscoso, que se quedaba colgando entre los labios y el glande húmedo.

El amante la miró entonces y encontró la expresión de una buena trabajadora que quería su merecido premio. La tumbó a lo largo del banco y abrió sus piernas, cogió su pesada arma y golpeó con suavidad su turgente glande contra el excitado clítoris de la chica. Después lo frotó un par de veces con todo el largo del miembro y bajó por la rajita extremadamente húmeda hasta llegar a una abertura cálida que le dió la bienvenida con soberano gozo, como si llevaba esperándolo toda su vida. La polla se introdujo completamente y la pelvis masculina se puso en acción, bombeando y golpeando el abierto coño, que no dejaba de llenarse de carne.

La chica abría sus piernas todo lo que podía. Casi de inmediato, la voz de Alex empezó a gemir de placer. Quería sentir todo completamente. Él bajó su torso y mordió el labio inferior de su víctima mientras daba entre sus piernas todo lo que podía. Quería cubrirla completamente, rodearla mientras destrozaba su rajita húmeda, poseerla entre sus manos y no dejar que pudiera escapar. Se levantó un poco y pudieron ver sus caras de satisfacción. Ella aprovechó para atacar y mordió el labio de él mientras arañaba su atlética espalda. No quería que se separara, lo deseaba completamente, todo para ella, todo dentro de ella.

Levantó su cuerpo para poder empujar más fuerte, poniendo su torso perfectamente visible, abriendo las femeninas piernas con los brazos y dándolo todo con la pelvis. Su polla en esta situación era más sensible y también la vagina tragaba más y mejor. El gozo era absoluto, pero tendrían que cambiar de postura si no querían que fuese también demasiado corto. Él le pidió que se pusiera a cuatro patas. Ella obedeció como una buena perrita y curvó su espalda para favorecer que el miembro duro y fornido entrase de nuevo. En cada penetración, ella notaba como el glande inflamado se abría hueco a lo largo de su interior y él sentía cómo la vagina comprimía su polla hinchada. Era más notable al comienzo, cuando aún las embestidas eran lentas; sin embargo, después pasaban a ser auténticos empujones pélvicos, choques del masculino abdomen sobre las nalgas de una diabla (y viceversa).

Él volvió a bajar su torso, pegándolo a su espalda, mordiéndola en la parte trasera de su hombro, acariciando su cabello, abrazándola por los pechos que caían por efecto de la gravedad y se balanceaban por acción percutora de su trasero. Sus manos apretaban y frotaban los pezones al mismo tiempo que la voz jadeante del chico invitaban a Alex a llegar al final. El coño de Alex chorreaba tanto que el fluído empezaba a bajar por la pierna y formar un charco junto a la rodilla. Sus gemidos pasaron a gritos inevitables de placer. El bombeo empezó a ser más potente y las palabras del chico "córrete, mmmm córreteee" terminaron por hacerse realidad. Los temblores y el grito inusual se hicieron notar y Alex entró en ese trance enormemente placentero. El chico lo advirtió y deseó correrse también en ese momento.

Sin embargo, aguantó un poco más. Siguió bombeando, follándola completamente, golpeando su coño con los huevos y arañando su espalda. Sin esperarlo, consiguió extremadamente rápido que Alex volviera a correrse. Ver tanto placer delante de él fue algo que no era capaz de soportar y necesitó correrse ya. Avisó a Alex que iba a hacerlo y le pidió que se diera la vuelta. Ella se sentó en el suelo y sintió cómo la caliente y viscosa descarga caía en sus pechos, aunque algo salpicó en su cara. Quiso abrazar aquel líquido resbalabadizo que caía por sus tetas y tanto placer le había ofrecido.

-Vamos a tener que repetirlo- dijo él, cansado y aún traspuesto por la satisfacción.




Ya sabes que esto va dedicado a ti ;-*

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24 agosto, 2008

Motos y fotos

El asfalto pasaba veloz bajo las ruedas de la moto, deportiva sin carenado. Naked, desnudas se llaman, pues tienen el motor sin cubrir a la vez que mantienen una línea dura y deportiva. Las gruesas gomas pegaban a la carretera a Estefi y Nacho, que observaban pasar el hermoso paisaje a su alrededor. Ya fueran grandes explanadas con campos en plena colecta, ya fueran densos bosques inimaginables en las cercanías de cualquier ciudad, ya fueran conjuntos de colinas que rodeaban pequeños pueblos. Era un paisaje idílico, envidiado por cualquier ciudad, rápida y estresada en su movimiento diario.

De vez en cuando paraban en la ruta para hacer fotografías. Un bosque profundo y verde intenso, un castillo en lo alto de una colina, una antigua y pequeña granja abandonada y ruinosa o alguna montaña, capricho de la naturaleza, eran buenos objetivos de la cámara. También las imágenes hechas desde la motocicleta en movimiento tenían cierto interés, pues así podían tener imágenes del propio viaje.

El mapa dirigía a los viajeros hacia un lugar remoto, poco conocido y menos frecuentado, dentro de un pequeño bosque ajeno a la manipulación humana del medio ambiente. Dejaron la carretera secundaria para entrar en un camino de tierra que hermosamente iba siendo rodeado de árboles, siendo sustituido el cielo azul por uno cielo verde luminoso. El aire era más fresco y el viento no molestaba. Algunos centenares de metros más lejos encontraron un lugar donde podían dejar la moto. Apenas a unos metros de ese lugar estaba la orilla de una pequeña laguna. El paraje parecía sacado de alguna novela de fantasía. Una pequeña caída de agua alimentaba la laguna, que se perdía entre árboles y una pared de piedra natural unos metros más lejos.

Les habían contado que el lugar era precioso, pero no esperaban lo que estaban viendo. También les dijeron que en esa época del año probablemente encontrarían poca gente, porque comenzaba la vuelta de vacaciones y el buen tiempo expiraba. Efectivamente no había ni un alma por allí, lo que mejoraba la vista. Y el buen tiempo se terminaba, pero aún quedaban retazos que permitían disfrutar de un buen baño a media tarde en una laguna escondida.

Estefi y Nacho se quitaron los cascos y se bajaron de la moto. Se sorprendieron (y alegraron) de no encontrar a nadie más por allí. Parecían Eva y Adán en el paraíso. Cogieron las mochilas y se acercaron a la orilla, donde extendieron las toallas que guardaban. Bajaron las cremalleras de sus ropas protectoras y se quedaron en bikini y bañador, respectivamente. El ambiente era muy tranquilo y relajado tumbados bajo aquellos árboles, pero la intimidad que los rodeaba les hizo plantearse una manera más intensa de pasar la tarde.

Bajaron por la orilla para entrar en el agua hasta que llegara a cubrir un poco por encima de la cintura. El agua estaba fresca, pero no fría. Sin embargo, fue lo suficiente como para provocar en el cuerpo de Estefi un escalofrío. Sin darse cuenta, sus pezones se habían erizado por efecto de la temperatura, agradando la vista de Nacho, que no podía evitar observar el efecto en los hermosos y curvos pechos de Estefi. Así mismo, esa imagen provocó en Nacho que bajo su bañador se notara su miembro algo más abultado de lo normal, pues el fresco del agua no era suficiente para apagar el calor que se le había encendido.

Ambos se dieron cuenta de lo que sucedía y se rieron al mismo tiempo que se miraban pícaros. Terminaron de sumergir sus cuerpos bajo el agua para refrescarse y salieron a tumbarse sobre las toallas. Nacho alcanzó la cámara de fotos y animó a Estefi a que posara. Estefi sonreía, ponía muecas y daba besos a la cámara. También se hicieron autofotos entre los dos, mirando a la cámara o besándose. Nacho, que ya se había puesto jueguetón con el momento del agua, cogió uno de los pechos de Estefi con la mano y disparó la cámara a esa escena.

-Oye, ¿y si... nos desnudamos ahora que estamos completamente solos?- preguntó Nacho.
-No sé. ¿Y si viene alguien?
-Si viene alguien, seguramente venga en coche o moto y lo escucharemos. Podemos vestirnos rápido.

Realmente a Estefi le gustaba la idea, pero desconfiaba de que pudiera haber alguien espiando. Por otra parte, lo que decía Nacho tenía sentido, así que accedió. Aunque Nacho ya se le había adelantado y estaba metiendo el bañador en la mochila. Estefi lo copió. Ambos estaban desnudos sobre las toallas, mostrando sus imperfecciones al mundo y sus bellezas a los ojos del compañero.

-Se me ha ocurrido una cosa que no sé si te gustaría- dijo Nacho.
-A ver qué se te habrá ocurrido ahora.
-Me gustaría hacerte fotos desnuda con la moto.
-...
-Como si fueras una modelo de la Playboy (guiñando un ojo).
-Pfff, anda que... ya te vale.
(Nacho le pone ojitos a Estefi)
-Qué tonto eres (ríe). Venga, vamos a la moto.

Estefi se apoyó en la moto primero y la montó después. Nacho iba pidiéndole que se pusiera en una postura u otra, con la cara cubierta o descubierta. Mirando a la cámara, provocativa, es como más le gustaba. Y ella disfrutaba provocándole, pues era lo que pretendía en ese momento. Nacho intentaba siempre que la imagen fuese lo más erótica posible, llena de lascivia sin ser necesariamente grosera, aunque, con algunas, rebasaba ese límite voluntariamente. Eso terminaba exteriorizando su calentura de una manera característica en los hombres.

Estefi se percató de la situación y le hizo gracia. Nacho no podía más que asumir la situación, le estaba gustando lo que hacían. Echó una de sus manos al miembro y comenzó a acariciarlo mientras seguía haciendo fotos a su modelo favorita. Estefi observó que el falo estaba ya con una forma y tamaño ideales. Se acercó a Nacho y se arrodilló frente a él. Cogió el miembro viril entre sus manos y lamió el glande húmedo para, posteriormente, introducirlo entre sus labios.

Nacho sintió un estremecedor placer al contacto de su polla con la boca de Estefi. Observaba cómo lo hacía ella y no pudo evitar disparar la cámara un par de veces mientras la cara de Estefi se acercaba y alejaba. Nacho acarició el hermoso pelo de la chica disfrutando de la situación mientras la animaba a continuar y a masturbarse ella también. Estefi sacó el pene erecto de su boca y lo levantó; lo masturbó mientras jugaba con los testículos de Nacho entre sus labios; notó cómo la polla de Nacho se endurecía un poco más en su mano, inflamando sus venas un poco más. Aprovechó para mirar su cara de disfrute y sonrió al ver que su trabajo estaba complaciéndolo.

Nacho paró a Estefi y la invitó a volver a las toallas a dejar la cámara, pues se había convertido en un estorbo para la actividad que estaban practicando.

-Túmbate un momento en la toalla- pidió él.
Estefi se tumbó mirando hacia arriba. Su sexo se apreciaba húmedo y su mirada, impaciente.
-No, túmbate hacia abajo (sonrió).
Ella sonrió y le hizo caso. Nacho se posó suavemente sobre el trasero de Estefi y mordió su espalda, cerca del cuello. Abrió las piernas de la chica y buscó el agujero con el glande grande y sensible, guiándose por la humedad de la zona. Al fin lo encontró y no dudó en introducir la polla, levantando su pecho para curvarse más y meterla mejor. Estefi levantó su trasero, pasando de estar tumbada a estar como una gatita ardiente. Nacho pudo así terminar de introducir el miembro y comenzar a empujar sus carnes, suavemente primero y violentamente más tarde.

Estefi notaba cómo entraba toda mientras Nacho la abrazaba por la cintura y buscaba sus pezones para acariciarlos. Comenzó ella también a empujar su trasero contra la pelvis de Nacho, que en ese momento se mantuvo quieto y propinó dos tortas al trasero de la chica. Volvió a embestir con su polla, siendo ahora ambos, acompasados, quienes empujaban al otro. Comenzaron a gemir después de jadear unos momentos.

Nacho la animó a masturbarse mientras follaban. "Mientras te la meto", decía él. La chica, que apoyaba su cabeza sobre sus brazos cruzados, llevó uno de ellos hacia su vulva mientras ponía la cabeza sobre la toalla, bajo la que había un cómodo y blando suelo. Acarició sus labios superiores y notó el rabo entrar y salir con toda potencia. Notó los testículos, que iban y venían con la inercia del movimiento. Sintió su clítoris excitado y húmedo por los fluídos que salían de su vagina y chorreaban por su raja abierta. Con sus dedos, empezó a frotarlo en círculos, grandes unas veces y más pequeños otras, aprovechando siempre la humedad propia para no hacerse daño.

Estefi no podía evitarlo. Su voz emitía sonidos que claramente daban a entender que aquello le gustaba mucho. El enorme conjunto de sensaciones que llegaban por medio de sus 5 sentidos hizo que el orgasmo le llegara pronto. Un temblor y ligero mareo, seguido de una pausa en su voz, indicó a Nacho que ella ya había disfrutado del clímax del momento. Pero a él aún le quedaba algo de fuelle que aprovechar y no tenía pensado quedarse a medias.

Nacho sacó el miembro del mojado coño y dejó que Estefi se tumbara hacia arriba. Se acercó a ella y la besó en la boca mientras la animaba a masturbarlo. Después lamió sus pezones mientras magreaba intensamente las hermosas tetas de la chica. Acercó su polla erecta a las tetas y frotó los pezones con su glande húmedo para, posteriormente, acercarlo a la boca de Estefi y volver a sentir la sensación de antes, frente a la moto con la cámara.

Le pidió que fueran a la orilla a terminar. Él se sentó en la orilla, en un lugar donde había un pequeño escalón natural y tenía sumergido el cuerpo sólo hasta la cintura. Ella se sentó sobre él, con las piernas abiertas, cabalgándolo, dejándose penetrar por su rabo duro, poniendo sus pechos cerca de la cara de Nacho, que no sabía cómo dividir su mirada entre pechos, cara y cuello de su compañera. Estefi comenzó a botar sobre Nacho, elevándose ligeramente, recorriendo la polla de arriba hacia abajo en su caída. Nacho se apoyó con pies y manos y elevó su cintura hacia arriba para añadir fuerza al movimiento, volviendo a la intensidad anterior. Le encantaba ver cómo se movían los pechos frente a él y cómo disfrutaba Estefi. También a ella le encantaba ver cómo le producía placer y cómo se reflejaba éste en su rostro.

Nacho devoraba los pezones de Estefi mientras ella seguía follándolo en la orilla, dominando su cuerpo y abrazándolo. Pasó la mano bajo la hermosa melena de Estefi y acercó su cuello hacia su boca, mordiéndola como si de un vampiro se tratara. Se besaron, ambos tenían mucha humedad en la boca y fue un beso muy intenso y resbaladizo, donde las lenguas se deslizaban muy suavemente sobre los labios. Nacho se estiró en el suelo. Ambos podían ver sus cuerpos en todo su esplendor, sus rostros desencajados por el placer y cansados por el movimiento. La polla de Nacho se hizo más gruesa, dura y caliente en el interior de Estefi, que notó cómo un cálido chorro llenó su interior de un líquido pastoso; lo que acabó por provocarle un nuevo orgasmo también a ella.

Pasaron el resto de la tarde refrescando y lavando sus sudorosos cuerpos en la laguna paradisíaca, abrazados y juguetones. No durante mucho tiempo, pues ya se hacía tarde y la luz empezaba a volverse oscuridad. Poco rato después recogieron los bártulos, se vistieron y pusieron en marcha la motocicleta, buscando otra vez la velocidad sobre el asfalto; la comodidad de la casa y encontrándose involuntariamente, la realidad de la vida a la mañana siguiente.

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21 julio, 2008

Húmeda noche

Era una tranquila noche de verano, con un clima agradable en ese momento tras un día caluroso como el infierno. Paseaba tranquilamente por la calle rumbo hacia mi casa después de haber cenado con unos amigos. De camino, me quise pasar por un bar de copas que frecuento los fines de semana, pues quizás hubiera conocidos rondándolo aunque no fuese viernes o sábado. En verano hay mucha gente con vacaciones. Entré pero no hubo suerte, así que me di la vuelta y volví a cruzar la puerta para salir a la calle.

Justo mientras salía, un grupo de gente se acercaba hacia la puerta del bar. Entre esas personas había una chica muy atractiva que, sin ella pretenderlo, conseguía excitarme con sólo mirarme. Era de estatura baja, pero excelentemente proporcionada. Su cara era dulce y su cabello, infantil. En ese momento llevaba un vestido de algodón ligeramente mojado, ya que, por lo visto, alguien les había tirado agua desde un balcón.

Sin duda, venían molestos por aquella situación, aunque hacía varias horas que ocurrió y ya se les había pasado en parte el cabreo. La chica, Marta, dijo que faltaba un sitio en los coches para poder volver, así que le ofrecí quedarme con ella hasta que llegara la hora de coger el autobús nocturno si era ella quien se quedaba en tierra. Además la acompañaría a tomar algo, pues tenía hambre de dinosaurio según me comentaba.

Mientras íbamos hacia el puesto de comida rápida no podía evitar fijarme en cómo su vestido de algodón se ceñía a su cuerpo aún más de lo que ya naturalmente lo hacía debido a la humedad que aún retenía. Esta chica siempre me había atraído, como un imán atrae al hierro. El hecho de ver su esbelta figura, sus piernas sin medias, sus duros pezones a través del vestido y su dulce expresión no hacía más que incrementar mi deseo carnal hacia ella.

Estuvimos dando una vuelta mientras devoraba su showarma cerca del parque. Hablábamos de lo que habíamos estado haciendo ese día y esa noche, del incidente con el cubo de agua, de lo bien que le había sentado la comida y de lo que habíamos tenido que esperar. Me gustaba hacerle comentarios que la picaran, para luego decirle algún chiste que le hiciera expresar una sonrisa en su cara. Aún quedaba bastante tiempo para que el próximo autobús nocturno llegara a la parada, así que volvimos al interior del casco antiguo para callejear un poco.

La idea fue mía, y no por azar. La noche a su lado estaba siendo muy agradable, pero mi deseo se acrecentaba con cada mirada cruzada, con cada visión de su cuerpo y con cada imaginación. Sentía la necesidad de demostrarle que quería algo más cálido entre nosotros, más intenso que unas palabras y más apasionado que unas risas. Quería tocar ese cuerpo por debajo de la humedecida tela y sentir su respiración acelerada por el nerviosismo de un momento de intensidad.

Invité a Marta a pasar por una estrecha, larga y poco iluminada callejuela, poco frecuentada entre dos calles más importantes, "para atajar" le dije. A mitad de camino, aprovechando el hueco de una gran puerta de madera antigua con unas pequeñas escalerillas, frené la marcha de ambos. Cogí a la chica por la cintura y la acerqué a mi pelvis mientras clavaba mis ojos en los suyos. Noté cómo nuestros pechos se golpeaban mutuamente por los acelerados latidos de los corazones. Bajé la cabeza y besé sus labios mientras cerraba los ojos y acariciaba su espalda.

Ambos aumentamos la intensidad rápidamente. Mordí su cuello vampíricamente mientras mis manos apretaban fuerte sus nalgas, exprimiendo gotas de agua de su vestido. Ella deslizaba sus manos bajo mi camiseta y arañaba mi torso con sus elegantes uñas. Nos acomodamos en la puerta y apreté mi cuerpo contra el suyo, estando ella "entre la espada y la pared" en ese preciso momento. El calor de nuestros cuerpos comenzaba a ser muy notable, como para evaporar toda la humedad de su vestido. Seguí besando y mordiendo sus labios mientras magreaba sus pechos endurecidos por la excitación. Ella me cogía fuerte la cabeza, casi recolgandose, para que no separase mi cuerpo del suyo. Cogí sus manos y las apoyé sobre la puerta, lamí sus labios, su boca, mientras movía mi pelvis sobre la suya, en círculos y de arriba hacia abajo. Dejé claro hasta dónde quería llegar. ¿Me dejaría ella entrar en ese camino lascivo?

Yo deseaba que así fuera. Y estaba dispuesto a intentarlo. Mi miembro se notaba aumentado de tamaño de manera importante. Creo que así lo notaba ella también con mis movimientos sobre su pubis. Detrás tenía la gran puerta de madera haciendo de muro. Delante, mi dura polla inhibida por mi pantalón, jugando entre sus ingles, acariciando con fuerza y buscando su deseo de abrir la puerta.
Mordí de nuevo su cuello, más arriba esta vez, más cercano a la espalda, más intenso y caliente. Uní mi torso al suyo y abracé su cintura con una mano, mientras con la otra recorría un camino prohibido. Moví la mano desde su desnudo muslo hasta su nalga, primero, levantando ligeramente la pierna, introduciendo más mi abultado pantalón entre sus piernas y apretando más su carne. Acaricié su nalga bajo el vestido y apreté los dedos en ella varias veces en diferentes lugares antes de deslizar la mano por su lateral hacia la parte delantera de su cuerpo, bajo su abdomen.

Lamía su lengua y besaba sus labios mientras comencé a notar y acariciar la tela de su pequeño tanga. Noté la forma de su coño a través de la tela húmeda y cálida, lo que me indicó que estaba muy caliente. Busqué el borde del tanga con los dedos, cuando ella me paró con la mano, nerviosa por la excitación. No necesitó decirme nada para que supiera interpretarla.
Por otra parte, mi pantalón llevaba ya mucho rato molestándome, así que decidí liberar esa presión. Quité el botón y bajé la cremallera. Deslicé la tela hacia abajo un poco, dejando sobresalir parte de los calzoncillos.

Mi polla estaba muy dura y excitada. Mis calzoncillos estaban mojados en la parte donde se apoyaba la punta de mi pene, gruesa y con su forma característica bien definida en ese momento. Tomé su mano, la misma que había frenado mi movimiento, y la invité a entrar entre mi piel y la tela elástica de mi ropa interior. Ella aceptó y comenzó a palpar hasta que notó el duro cilindro de carne y piel, el cual no tuvo reparo en asir y dedicar unos movimientos que llenaban mi mente de placer.

Bajé también la tela del calzoncillo, dejando a la vista mi venoso falo, prisionero ahora de su experta mano. Volví a morder y volví a intentar el movimiento anterior. Esta vez no se me cerró la puerta y pude acariciar la húmeda, incluso jugosa, entrada a su coño excitado. Presioné su sexo con las yemas de mis dedos suave pero intensamente, mientras los movía circularmente y buscaba una entrada, un pasillo hacia el placer.

Ella empezaba a jadear, a pedirme algo más que un simple magreo. Follaba mi polla con su mano con fuerza y torpeza, debido a que empezaba a no ser capaz de compaginar varias acciones con igual destreza. Con un movimiento rápido giré su cuerpo y la invité a apoyarse sobre la pared de piedra con las manos, ligeramente inclinada hacia delante. Situé mi abdomen frente a su traserio, con mi polla entre sus piernas, y notamos mutuamente nuestras humedades al contactar nuestros sexos entre sí. Abracé su cuerpo por sus pechos excitados con una mano, mientras ayudaba a mi polla, con la otra, a entrar en el codiciado pasillo. Finalmente Marta "me echó una mano" en ese asunto y ambos sentimos una mezcla de alivio y éxtasis difícil de explicar con palabras.

Estaba muy excitado, al igual que ella, y noté cómo mi polla llegaba rápidamente a su máximo tamaño dentro de su coño excitado y sensible. Empujé mi rabo en su interior lo más fuerte que podía y escuché sus pequeños gemidos acompasados, al ritmo de las entradas y las salidas. Apoyó su cabeza en su brazo, que estaba sobre la pared, mientras con la otra mano masturbaba su húmedo clítoris mientras mis testículos chocaban en esa parte. Empecé a notar más fuerte sus respiraciones y sus piernas se flexionaron ligeramente, acercándose el momento esperado. En esa posición debía penetrarla más incómodamente, pero valió la pena cuando se aferró fuerte a la pared y comenzó a temblar ligeramente debido a que había llegado al clímax deseado.

Le dije que a mi me faltaba poco ya. Se apartó, sacando mi polla de su interior. Se dio la vuelta y se arrodilló frente a mi. Abrió su vestido por la parte de arriba y lo bajó, mostrando sus hermosos pechos, y comenzó a acariciar mi falo al mismo tiempo con la mano y con la boca. No le hicieron falta más de 5 magistrales chupadas para que me tuviese a punto de caramelo. Le advertí que estaba a punto de explotar, con lo que ella apuntó mi cañón hacia su pecho y observó cómo descargaba mi líquido blanco sobre su cuerpo y, accidentalmente, en su vestido.


Tras este apasionado episodio, recompusimos rápidamente nuestras vestimentas y nos dirigimos raudos hacia la parada del autobús, pues estaba a punto de pasar el nocturno. Si lo perdía, se vería obligada a esperar una hora más al siguiente. Llegamos a tiempo y nos despedimos apasionadamente cuando fue a entrar en el autobús. Allí se separaron nuestros caminos de nuevo y me volví a mi casa paseando, pensando si lo que acababa de pasar había sido ficción o realidad...

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17 junio, 2008

La vampiresa

No estaba cansado, aunque no quería mirar el reloj sabiendo que serían las tantas de la madrugada. La noche del sábado estaba siendo intensa. Estaba siendo, porque aún no había acabado y porque parecía que lo mejor vendría ahora.

No estaba seguro de si había ligado o me habían ligado. La cuestión es que me encontraba en la oscura habitación de aquella intrigante joven. Mis amigos me dijeron que la apodaban "vampiresa" porque te mordía el cuello como si realmente deseara la sangre de su interior, cosa que ya pude comprobar. Además la chica tenía el pelo negro azabache y la piel pálida. También vestía habitualmente muy sexy, con ropa oscura (morado, rojo, burdeos o negro), con lo que la comparación era bastante acertada. Más acertada incluso de lo que mis amigos pensaban, pues la decoración de aquella habitación revelaba un auténtico fanatismo por aquellos terrenos de fantasía y terror.

Las paredes eran oscuras. En la mesa y las estanterías yacían diferentes adornos góticos, con detalles rebuscados y afilados, junto a novelas de chupasangres clásicos y modernos. La habitación tenía una pequeña lámpara de araña, pero en ese momento era iluminada por velas que la vampiresa me pidió encender mientras ella iba al cuarto de baño. También abrí la ventana, procurando que las hermosas cortinas de encaje no llegaran a las velas por un golpe de viento que pudiera estropear la velada.

Afectado ligeramente por el alcohol, me senté sobre la cama y comencé a quitarme los zapatos y los calcetines, mientras escuchaba los pasos de la vampiresa acercarse por el pasillo. Se paró en el umbral de la puerta, observándome con su preciosa cara de gata juguetona. Respondí con mirada pícara. Eso la complació y se acercó a mi con un hipnótico contoneo de caderas. Se quitó los tacones delante de mi. En ese momento aprecié que las medias de rejilla que antes cubrían sus piernas habían desaparecido y eso me hizo contener el aire y sentir la excitación de mi miembro, que ya buscaba más espacio bajo la cremallera.

La vampiresa levantó ligeramente su vestido, no demasiado ceñido; abrió sus piernas y se sentó sobre las mías. Frente a frente comenzamos a besarnos apasionadamente, como si nos fuera la vida en ello. La abracé por la cintura para que no se cayera debido al movimiento y ella rodeó mi cuello con sus brazos. Estábamos muy excitados y calientes. Yo había creído siempre que los vampiros eran seres fríos, pero ella me estaba demostrando que no. Comencé a bajar la cremallera de tu vestido, por la línea central de la espalda, hasta llegar a su trasero. Fuertes caricias dedicaba a aquellas curvas que comenzaban a contonearse sobre mi poseídas por el diablo.

Sentí cómo sus dientes volvían a clavarse en mi cuello. Mi cuerpo comenzó a segregar endorfinas, que apaciguaban el dolor y estimulaban el placer. En cierto modo, el dolor de su mordisco me producía un placer que estaba dispuesto a devolver con creces. La aparté un momento y me quité la camiseta, lo suficientemente rápido como para no enfurecer a la bestia y dejar que siguiera devorándome. Me tumbé sobre la cama y desabroché mi pantalón y mi cremallera. Retiré mis calzoncillos boxers y mi pantalón ligeramente hacia abajo en el momento en que ella se levantó ligeramente para lanzarse sobre mi como una pantera hambrienta. Nuestros labios, junto a nuestras lenguas, volvieron a unirse como plastilina húmeda. La vampiresa se sentó sobre mi endurecido falo y en ese momento me di cuenta de que no llevaba ropa interior que cubriese su sexo. Notamos mutuamente nuestra humedad contenida y una explosión de placer invadió nuestros cuerpos. Comenzó a mover su vulva sobre mi polla, a lo largo de ésta, excitando su clítoris mientras nuestras bocas continuaban enganchadas.

Se levantó para dejar el espacio suficiente como para erigir mi rabo, cosa que hice gustoso con mi mano. Entonces la chupasangre buscó la posición correcta y otra explosión de placer, más intensa que la anterior, invadió nuestras mentes al dejarse caer sobre mi pelvis. Separó sus labios de los míos y se situó recta sobre mi. Posó sus manos sobre mi pecho y comenzó a bailar y cabalgar con sus caderas sobre mi cuerpo. Cerró los ojos y gimió, "mirando al cielo", disfrutando del movimiento de mi gruesa polla en el interior de su coño húmedo. A mi me gustaba mirar, pero el placer provocaba que mis párpados se unieran también. No podía evitar gemir y cerrar los ojos al compás de su danza sexual.

Tras su atractivo y placentero baile, no pude contener más al toro salvaje que me pedía salir. La sujeté por las muñecas e hice que se apoyara sobre la cama. La cogí por sus caderas y comencé a embestir su coño con mi abdomen mientras mi polla rellenaba y vaciaba su oscura y húmeda cueva. Aquello parecía gustarle tanto como a mi. Estuvimos alternando entre sus movimientos eróticos e intensos y mis violentas penetraciones. Me encantaba esa postura, pero le propuse cambiar ya que estaba a punto de correrme, y no quería ofrecerle mi blanca leche todavía a esta gatita.

Aprovechamos la pausa para deshacernos de los trapos que aún teníamos encima: el vestido, ella y el pantalón y los boxers, yo. Vi que estaba de espaldas, dejando su vestido, y aproveché para acercarme. Abracé su cuerpo al mismo tiempo que mi polla, sudada pero no cansada, entró en contacto con su hermoso culo. Pasé una mano por su vientre. Con la otra aparté su pelo y dejé libre su cuello para, posteriormente, acercar mis dientes y propinar unos mordisquitos sensuales en la bella curva que formaba. Noté cómo el placer la invadía. Abracé sus pechos y los amasé con lujuria. Bajé la mano de su vientre y busqué su sexo, para masajearlo con mis dedos con lascivia mientras presionaba su cuerpo contra el mio. Apreté más los dientes sobre su cuello y noté el escalofrío sobre su piel: a la vampiresa también le gustaba ser víctima.

Volvimos a la cama. Ella entró poniéndose de rodillas y bajando después sus manos sobre el colchón. A cuatro patas me recibió y no estaba dispuesto a discutir con ella sobre la postura. Me coloqué tras ella e introduje mi polla de nuevo sobre su vulva, buscando la puerta y rellenando el hueco correcto completamente. Comenzamos a empujarnos y a separarnos acompasadamente. Más lento primero y más rápido cuando cogimos el ritmo. La sujeté de nuevo por las caderas para que la potencia de la embestida fuese mayor, para que mis huevos golpearan su vulva y si clítoris con más fuerza, para escuchar mejor esos aullidos, más que gemidos, que emitía al sentir mi placer grueso. Para escuchar esos "no pares" que me animaban a seguir apuñalando su coño. Mis jadeos no eran pocos ni suaves.

Mi polla se apreciaba notablemente grande. Lo sabía porque físicamente sentía más a mi acompañante, más cercana y más sensible. Eso era porque empezaba a sentir la necesidad de descargar mi líquido y dárselo como ofrenda a mi compañera de juegos. Tiré de su cuerpo ligeramente hacia atrás. Acerqué mi pecho a su espalda, la cual acaricié con mis labios y mordí. Sujeté su cuerpo por sus excitados pechos y deslicé mis dedos de nuevo hacia su sexo, buscando el excitable clítoris. Lo noté caliente y duro, a punto de estallar. Lo presioné y acaricié mientras seguía empujando dentro de ella con mi polla hasta que conseguí que su cuerpo estallara en un mar de sensaciones indescriptibles a las cuales seguí yo, y mi polla, que parecía una manguera de leche mojando su espalda sudorosa.

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16 mayo, 2008

Donde comen dos...

Esa zorrita me tiene a 100, pensaba Nacho sentado en una amplia silla. Ese cabrón me está devorando con la mirada, pasaba por la mente de Alex, acomodada en un sofá frente a la silla de Nacho, al otro lado de la habitación.

Él llevaba una camisa clara no demasiado formal, pantalones oscuros de Zara y unos zapatos que no iban a juego con el resto de la ropa. Sus facciones eran algo duras, lo justo; su mirada era delatadora aunque intentaba disimular las aceleraciones de su pulso; sus movimientos eran inquietos, sin llegar a ser nerviosos. Estaba incómodo, porque Alex lo tenía salvaje y sabía que ella lo estaba notando.
Pocos hombres podrían admirar la belleza facial y corporal de Alex sin sentirse atraídos. Llevaba un vestido negro ceñido por la cintura y más suelto por la falda, que marcaba sus pechos perfeccionando el escote hasta niveles de portada de revista. Unas medias oscuras y tacones a juego remataban su vestimenta.

Alex observó que Nacho se cambió de postura. Estaba poniéndolo cachondo y él intentaba evitar que su empalme fuese apreciable. No lo conseguía. Su taladro era demasiado notable y esconder ese aparato no era sencillo. Él no era el único al que comenzaba a hervir la sangre, pues la carne de Alex también es débil.
Le gustaba saber que Nacho se ponía cachondo viéndola. Se preguntaba cómo sería debajo de esa camisa y qué cosas estaría pensando hacer con ella mientras ella pensaba qué hacer con él.

-¿Vamos a estar así mucho rato?- preguntó Alex a su observador.
-David debe estar a punto de llegar- respondió (y así esperaba) Nacho.
-¿Estás nervioso?
-¿Qué te hace pensar eso?- dijo alarmado.
-Te veo inquieto, parece que hay algo que te incomoda.
-...
-Creo que estás cachondo- Alex no estaba segura de lo que pretendía provocar en Nacho, pero le gustaba este juego con la gata buscando al ratón.
-... ¿Qué pasa si lo estoy?- espetó Nacho sin saber dónde meterse.
-Los tíos siempre pensáis en lo mismo...

-¿Todos los tíos estamos siempre pensando en Manuel Fraga?
Alex abrió los ojos sorprendida por la respuesta, que había sonado sincera y firme. Nacho rió al ver la reacción de su acompañante.
-No estaba pensando en ese dinosaurio. Es cierto, estaba desnudándote con la mirada. Estás muy atractiva y me han entrado ganas de reventarte a embestidas... ¿contenta ya?
-No.
-...
-No me estás reventando- Ahora fue ella quien pilló a Nacho con la guardia baja, aunque consiguió ponerle otra cosa bastante alta.

Nacho se levantó. Estaba visiblemente erecto, pero esta vez no intentó disimularlo. Se acercó al sofá donde Alex se mantenía en una postura provocativa, con sus piernas cruzadas y su mirada clavada en él. Dejó que su presencia invadiese el campo visual de Alex, poniendo cuidado en que ella viese el fruto de su provocación antes de sentarse a su lado en el sofá. Ella disfrutaba dominando la situación, sabiendo que lo tenía a su voluntad como a un perrito detrás de su falda, y del interior de la misma.

-¿Qué debería hacer yo ahora?- preguntó Nacho.
-No sé...
-Sabes que David está a punto de llegar
-Ya.

Nacho se acercó todo lo que pudo a su acompañante, cadera con cadera. Ella no dejaba de mirarlo. Ahora estaba disfrutando mientras él comenzaba a tomar las riendas. Nacho puso su mano izquierda sobre la pierna izquierda de Alex mientras ésta no sabía qué hacer con las suyas. Sus corazones bombeaban aceleradamente mientras sus rostros se acercaban.

-Estás demasiado cerca- susurró Alex.
-No lo suficiente- comentó Nacho.

Sus ojos se cerraron mientras sus labios y lenguas comenzaron un torbellino lascivo que parecía no tener fin. Nacho deslizó su mano desde el muslo hacia la cintura de Alex, rodeándola con su fornido brazo. Ella intentó incorporarse y situarse más cómoda, pues aquella postura no era la mejor para "darse el filetazo".
Unos pocos movimientos de cuello y mejoras de posiciones después, comenzaron un magreo directo y sin rodeos. Él disfrutaba excitando sus pechos, provocando la erección de sus pezones mientras ella desabrochaba su camisa, que iba descubriendo el torso bien proporcionado del chico. Llegó hasta el pantalón y cayeron en la cuenta de que comenzaba a sobrarles la ropa, el calor se hacía más intenso y las hormonas buscaban una satisfacción.

Nacho se desprendió de su camisa fácilmente, gracias a la ayuda que Alex le había ofrecido instantes antes. Ella le dio la espalda y se retiró el pelo para que Nacho pudiese bajar la cremallera del insinuante vestido. Tras bajarla, separó un poco las partes de tela introduciendo las manos mientras su boca iba directa al cuello de la chica. Sin previo aviso comenzó a saborear y morder suavemente su cuello sabiendo que ninguna chica sería capaz de negarse a ese juego. La rodeó con sus manos y volvió a manosear sus tetas mientras su boca seguía ocupada en el cuello de su víctima, como si de un vampiro se tratara.

Alex se levantó aunque no quería dejar de sentir esa lujuriosa sensación. Deslizó su vestido por su piel hacia abajo hasta que éste pudo caer solo por efecto de la gravedad. Nacho contemplaba excitado el perfecto trasero de Alex, que estaba de pie frente a él con los tacones y un precioso conjunto de fina lencería a juego con las medias. Alex se bajó de los tacones y se dio la vuelta mientras Nacho se apresuraba a quitarse zapatos, calcetines y pantalón. La erección era bien visible a través del boxer. Se subió la chica al sofá de rodillas, con Nacho entre sus piernas, deseosa de sentir la dureza de su polla en su húmeda rajita. Se bajó hasta aprisionar la polla entre el abdomen del chico y su coñito y comenzó a masturbarse moviéndose a lo largo del duro rabo de su excitado acompañante. Él mientras no se quedaba quieto. Sus manos se apresuraban a sentir el tacto de sus nalgas mientras sus mirabas de placer se cruzaban y atravesaban.

Nacho quitó el sujetador a su acompañante, dejando ver unos preciosos pechos con sus pezones insaciables de tacto. Se bajó el boxer lo suficiente como para liberar su polla y apartó el tanga que obstaculizaba la penetración. Ésta fue cálida, húmeda y satisfactoria. El excitado falo se hizo hueco sin problemas entre las piernas de una cada vez más intensa y activa Alex hasta que sus vellos recortados llegaron a tocarse.
Él lamía sus pezones mientras ambos se follaban como si en ello les fuera la vida. Estaban literalmente destrozándose y jadeaban mientras ponían a prueba la resistencia del sofá.

Las manos de Nacho fueron a buscar las nalgas de Alex, que se esmeraba por cabalgar aquel cuerpo masculino. Tras abrirlas y cerrarlas durante la cabalgada, fue a buscar su puerta trasera, esperando que su dedo índice despertara un fuego escondido en ella. La yema encontró las arrugas que conformaban el esfínter de su trasero. Estaba cálido y húmedo, debido al movimiento, al sudor y al frotamiento de los calientes miembros cercanos. Fue abriéndolo, entrando primero con el índice y, después, con el corazón, más grueso y largo. Alex sintió una placentera sensación de éxtasis que la hizo gemir al sentir su culo atravesado.

La polla de Nacho entraba y salía al mismo tiempo que Alex subía y bajaba su penetrado coño a lo largo de la longitud del duro rabo. Nacho aprovechaba el movimiento de bajada de Alex para subir su pelvis y embestirla, provocando mayor dureza en la follada. Al mismo tiempo, el dedo de Nacho entraba y salía, jugaba y abría el oscuro agujero donde cabían ya dos dedos ampliamente.
"Ponte a 4 patas sobre el sofá" dijo Nacho no sin dificultad debido al goce. En el momento, la perrita de Alex disfrutaba de las duras embestidas de Nacho, que llenaba de carne el interior húmedo de Alex mientras éste utilizaba una mano para abrir sus nalgas y la otra para abrir su ano. Ella tampoco se quedaba corta. Al mismo tiempo que Nacho empujaba su polla hacia su interior, ella empujaba y destrozaba el abdomen de Nacho con un fuerte movimiento. Cada metida extasiaba a ambos, pero volvían a salir y volvían a meter fuertemente. La polla disminuía ligeramente el grosor al salir y aumentaba notablemente al entrar de nuevo.

En ese momento se escuchó la puerta abrirse y apareció David.

David llevaba largo rato detrás de la puerta esperando. Cuando llegó, escuchó los ruidos y gemidos propios de un buen polvo y no quiso entrar para no interrumpir la escena. Sin embargo, tanto jadeo y gemido provocaron en él calores y sensaciones que lo llevaron a trabajos carnales bajo su pantalón. Comenzó a masturbarse y a sudar. Se fue desnudando con la excitación viendo que el alboroto de la habitación iba creciendo, que los muelles del sofá crujían más y que Alex y Nacho no dejaban de disfrutar. Estaba desnudo, escuchando la escena y con una polla húmeda y enorme entre sus manos. Finalmente pensó en entrar, pensando en probar suerte ya que anteriormente había follado con Alex. Se quedaron quietos y miraron a David, con una excitación más que evidente. Alex lo invitó a jugar y Nacho sonrió asintiendo.

Se bajaron del sofá. Alex se movió contoneándose hacia David y le besó los labios. Bajó su cuerpo flexiblemente, sin doblar las rodillas, hasta que su boca alcanzó el grueso y rojizo glande. Nacho la siguió, abrió ligeramente sus piernas y masturbó su polla un par de veces antes de volver a introducirla en el hueco de la joven. Alex disfrutaba siendo follada mientras besaba, lamía y felaba aquella otra polla. Sujetaba los cojones de David mientras éste se retorcía de gusto y le acariciaba la cabeza con suavidad. Nacho embestía a Alex con suavidad esta vez, para que pudiera efectuar su examen oral con comodidad.

"David, ¿por qué no te sientas en el sofá?", invitó Nacho con un guiño. Él le hizo caso y Alex se mostró curiosa. Con un gesto, Nacho invitó a Alex a cabalgar a David como previamente lo había hecho sobre él. Comenzaron los movimientos y rápidamente aceleraron de 0 a 100. Nacho se colocó a la espalda de Alex y le dijo: "Ahora te voy a follar también el culo".

David se recostó sobre el sofá como pudo. Alex se echó sobre David, que no se quejó de tener tan cerca aquel caliente y excitado cuerpo y aprovechaba para morder su cuello y frotar sus pezones. Finalmente, Nacho abrió las nalgas de Alex y observó el oscuro orificio anal mientras acercaba su excitada polla. El agujero era aún pequeño en comparación con el grueso de su rabo, pero estaba ya bien lubrificado y confió en que la excitación ayudara al resto. Introdujo poco a poco la punta mientras David seguía embistiendo el coño de una Alex que ya no podía pensar, hablar ni ver. El goce invadía sus percepciones y la sensación de estar rellena por completo anal y vaginalmente la volvían completamente loca de placer.

David y Nacho intentaban coordinar sus movimientos para follar a Alex con toda la dureza de sus pollas. David mordía el cuello de la chica mientras Nacho se sujetaba al sofá con una mano y buscaba una de las tetas con la otra. Entre ambos estaban consiguiendo que para Alex sólo existiera placer y más placer. Cada movimiento, cada penetración, cada introducción de dura y cálida carne en los agujeros de Alex significaba una explosión de placer. No paraba de decir cuánto le gustaba y eso animaba a los chicos a darle más fuerte. Le daban ta fuerte y rápido que ya tenía las nalgas y la ingle rojiza del golpeteo y del roce; sin embargo, no sentía dolor. Los gemidos fueron tornándose más intensos y cercanos; las embestidas, más precisas; las pollas más gruesas y los roces más potentes. El coñito y el culo de Alex no pudieron resistir y su mente la dejó corrers. David sintió el interior del coño derretido y lleno de fluído, tanto propio como ajeno, al mismo tiempo que Nacho aplicaba también su manguerazo en el interior de una Alex que comenzaba a volver en sí.

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10 marzo, 2008

Café con leche

El día transcurre tranquilo en la cafetería. Apenas vienen clientes a estas alturas de la tarde, pues ya es la hora de comer. Ya sólo quedo yo esperando a la hora de cierre. Estoy limpiando las copas mientras miro la poca actividad que hay por encima de la barra: está todo tan inactivo que ni la palabra aburrimiento es capaz de definir bien la situación.

No era muy difícil cambiar esta situación; sin embargo, por azares del destino, ésta cambió a increíblemente mejor en menos tiempo del que dura un parpadeo. Cerré los ojos y al abrirlos me encontré con su silueta, su sonrisa, su hermoso cabello, su traje de oficina siempre extremadamente sexy.

¿Por azares del destino?
Puede parecer presuntuoso, pero hace un tiempo que pienso que yo le gusto. Incluso que tiene alguna intención oculta y no sólo para pedirme el café con leche calentita de cada mañana, siempre con dos azucarillos, o la cervecita de media mañana, con su tapita de ensaladilla rusa. Cada día siempre pide lo mismo y, aunque somos 3 en la barra por la mañana, siempre me lo pide a mi, con una sonrisa preciosa, que en más de una ocasión he interpretado como pícara y de deseo. Estoy seguro de que más de una vez he debido servirle con una sonrisa de tonto, por las burlas posteriores de mis compañeros.

Lo cierto es que esta chica, atractiva donde las haya, ha protagonizado más de una fantasía en mis sueños más íntimos. Muchas veces hemos hablado y siempre he querido pedirle el número de teléfono, para quedar y tomar algo tranquilamente al margen de la concurrida cafetería, pero nunca me he atrevido. Parece que hoy podría ser un buen día para ir un poco más al grano y dejarlo caer...

-Hola guapo.
-Hola preciosa, ¿qué tal el día?
-Con demasiados papeles. He salido de la oficina porque ya los tenía atravesados y he venido aquí para relajarme un poco
-Vaya, pues no sé si apenarme por ti o alegrarme por mi
-Además aún no he comido nada y tengo que seguir. Me preguntaba si tenías algo para darme

Realmente ya debería cerrar e irme a mi casa a comer, pues en la cafetería no tenemos menús ni nada parecido. Sin embargo, una pizca de maldad vino a mi: esta era mi oportunidad de estar a solas con ella, tranquilamente y sin interrupciones. Algo se podría apañar. Sólo esperaba no espantarla diciendo que debía cerrar.

-Pues algo tengo, sí -dije, mientras comenzaba a cerrar las persianas metálicas. Además yo también voy a aprovechar para comer ya que me he quedado un rato más, porque tendría que haber cerrado hace un rato (una pequeña mentira )
-Bueno, pero no quiero molestar.
-Hija, tu presencia no puede molestar

Conseguí una sonrisa preciosa por ese comentario.

Me disponía a preparar unas raciones de ensaladilla rusa y jamón para ambos, cuando ella entró a la barra de improviso, dispuesta ayudarme.

-¿Quieres que te eche una mano?
-¿Dónde?
-Donde tú quieras -respondió ella.

Ese momento me excitó. Sentí ese calor inconfundible que me recorre desde el abdomen hasta la cabeza. Deseé decirle lo que realmente pensaba, pero preferí ser bueno... aunque quizás ella había venido a sacar mi lado más diablillo...

-Puedes cogerme el lomo... la caña de lomo digo (Rió) Es que pensaba cortar un poco de jamón. Si quieres, puedes cortar también algo de queso y lomo, que es más fácil. Es que no quiero que te manches de ensaladilla.
-Bueno, si me mancho no pasa nada, se lava luego.
-Pero no quiero que vayas otra vez a la oficina con la camisa manchada.
-Pues entonces me la quito y no la mancho...
-Si te la quitas, no voy a responder de mi mismo...
-Entonces, empieza a quitarmela tú...


Sin dudarlo, me acerqué a ella y puse mis manos sobre sus botones. Su mirada era, igual que la mia, de puro deseo. Comencé a quitarle el primer botón, mientras acercaba mi rostro al suyo. Salió el primero y fui a por el segundo, justo en su escote. Tiré un poco de la camisa para acercar su cuerpo al mio, mientras mis ojos iban cerrandose. Sentí sus labios húmedos cuando salió el segundo botón. El primer roce podía parecer inocente, pero nada más lejos de la realidad. Un cálido *****llino invadió nuestros cuerpos unidos por labios y lenguas. Yo seguía quitando botones mientras ella me abrazaba y sacaba mi camisa del pantalón. Terminé abriendo su camisa y abracé su cintura por dentro de ésta, para empujar su espalda y unir más nuestros cuerpos, pues quería sentirla completamente.

Me separó un poco y tiró de mi camisa hacia arriba. Me quitó la camisa como si fuera una camiseta, dejandome sólo el cinturón y el pantalón, notablemente abultado ya. Yo busqué la cremallera que abría su ceñida falda mientras ella desataba mi cinturón. Ambos estabamos muy calientes, con prisas, con ganas de todo. Dejamos de besarnos para bajarnos nuestras respectivas ropas y rápido volvimos a empezar una vez liberados de aquellos trapos, inútiles en ese momento.

Nos abrazamos fuerte, frenéticos y nerviosos. Palmabamos nuestras espaldas y nuestros traseros, con ganas de hacerlos nuestros mientras salíamos de la barra. Nuestros labios no se separaban y nuestras lenguas no dejaban de bailar mientras nuestros pies nos llevaban a una de las mesas exteriores. Ella cogió mi rabo que, no me había dado cuenta, tenía un tamaño considerable en ese momento. Llegamos a la mesa y nos liabamos mientras ella pajeaba mi polla con suavidad, me encantaba cómo lo estaba haciendo.

Nos separamos de nuevo y la miré, ya no con deseo, sino con lascivia pura. Habíamos caído en el pecado de la lujuria y pretendíamos disfrutar de él. Busqué el cierre de su sujetador, y lo conseguí abrir sin demasiada dificultad. Separé el sujetador de su piel con suavidad, dejando al descubierto sus preciosos pechos y sus excitados pezones. Esos querían nuevas cubiertas. Humedecí mis dedos y comencé a frotar sus pechos, sus pezones, suavemente. Cerró los ojos para disfrutar mi tacto más intensamente. Yo mientras la besaba, me humedecía los dedos y volvía a besarla mientras disfrutaba de su paja.

No tardé demasiado en pasar de sus pezones a su entrepierna. Estaba muy caliente y húmeda, y era muy suave. Al tocar su coñito con mis dedos húmedos, sentí unos deseos tremendos de follarla salvajemente. Quería abrir sus piernas y penetrarla con mi dura polla, embestirla y oir cómo disfrutaba.
No es que me leyera el pensamiento. Es que ella estaba pensando lo mismo que yo, cuando dijo: "Ven, follame ya, quiero tenerte enterito"

Abrió sus piernas y dejó que me situara entre ellas. Cogí mi erecta verga, venosa y bien inflada y busqué su vagina con mi glande. Sólo había que seguir el calor, con el tacto se llegaba fácilmente al punto más húmedo. Ahí estaba justo, un poquito más abajo de la parte de su rajita que mis ojos alcanzaban a ver. Entraba, entraba, entraba y entraba. Llené todo su hueco de manera continua mientras obtenía una sensación de placer indescriptible. Mi glande fue abriendose camino por su interior hasta llegar al fondo, se paró y poco a poco empezó a salir de nuevo. No llegó a salir todo mi rabo, cuando volví a entrar de nuevo y ambos lo agradecimos con jadeos de puro placer.

Su cara miraba al cielo, pero tenía los ojos cerrados. Uno de sus brazos me rodeaba y el otro se apoyaba en la mesa mientras yo mordía su cuello, como un vampiro en busca de su dosis de sangre. Mis manos rodeaban su cuerpo, cogiendo su trasero, y sus piernas rodeaban mi cintura mientras mi pelvis golpeaba fuertemente la suya. Mi rabo aumentaba el tamaño de su vagina en cada entrada. Mis entradas y salidas nos hacían resoplar y jadear, incluso gemir. Poco a poco el ritmo se iba acelerando. Yo le daba con más fuerza y ella me pedía aún más. Ya no me abrazaba y podía ver su cuerpo en todo su esplendor mientras clavaba mi polla en ella, con mis manos en su cintura. Sin duda, parecía que la mesa fuese a romperse o a clavarse en la pared...

Ella comenzó a resoplar de una forma diferente. Gemía más fuerte y disfrutaba más.Era el momento de seguir y seguir, empujar y martillear su coñito húmedo y rellenarla con todo mi rabo. Me abrazó fuerte y me insistió en que siguiera dandole. Yo no tenía pensado dejar de sentir el caliente tacto del interior de su coñito. La mesa vibraba y golpeteaba la pared, sus uñas se clavaban en mi espalda y sus piernas me presionaban con fuerza. Había llegado el momento, así que cogí todas mis fuerzas y la follé como nunca la habían follado y empujé como nunca la habían embestido.

Seguí entrando y saliendo mientras ella se reponía del clímax, pero empezaba a alcanzar yo el mio. Tenía unas ganas tremendas de descargar mi manguera, bien llena y prieta desde hacía un buen rato.

-Me voy a correr.
-Espera, espera...

Me separó, sacando mi polla de su caliente guarida. Se bajó de la mesa y se arrodilló frente a mi. Metió mi polla en su boca y la pajeó con fuerza, jugó con su lengua sobre mi arma mientras la frotaba. La tenía a punto de disparar. "Dame tu leche calentita" me dijo, mientras me miraba satisfecha. Descargué mi contenido sobre sus pechos con un potente disparo inicial que salpicó en mis piernas, seguido de unos blanquecinos y cálidos chorros, densos y viscosos, que caían sobre su piel mientras ella restregaba mi punta sensible y aún dura sobre sus pechos.

Los cafés con leche calentita ya no serían lo mismo después de aquel día.

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