07 noviembre, 2022

Teletrabajo

Tras la pandemia, sorpresivamente muchos jefes y responsables de empresas y departamentos se dieron cuenta de que el teletrabajo era una opción viable y apropiada, que podría mejorar el rendimiento y la calidad de vida de los trabajadores e, incluso, de ellos mismos. Lo que antes parecía impensable, o excepcional, se convirtió en la norma de la noche a la mañana en algunos sectores tecnológicos, donde no era necesario asistir a la oficina diariamente para cumplir con las responsabilidades.

El teletrabajo permite compaginar mejor algunos aspectos de la vida privada con la vida laboral. Obligaciones como trámites con las instituciones, o llevar y traer a los niños del colegio son más sencillas de cumplir cuando no tienes la obligación de asistir a la oficina y estar cerrado en un horario determinado. Sin embargo, existen otras ventajas del teletrabajo que deben tenerse en cuenta y no siempre se cae en la cuenta de ello.

Jesús era técnico cualificado. Después de pasar algunos años, con mejor o peor suerte, por diferentes empresas tecnológicas, al fin pudo encajar en una que valoraba realmente sus capacidades. Eso le permitía vivir con un buen sueldo y le ofrecía buen ambiente y condiciones laborales. Por otro lado, el trabajo era exigente, pero los días que debía teletrabajar eran siempre mejores, e incluso más productivos.

Cristina tenía un perfil laboral diferente y sus obligaciones le impedían disfrutar del teletrabajo. Sin embargo, su horario no era el típico de oficina, sino que según demanda debía ir a los diferentes lugares donde era reclamada. Normalmente se desplazaba dentro de la misma ciudad, aunque algunos eventos la obligaban a ir a pueblos o ciudades vecinos, ya sea para asesorar, ya sea para realizar una sustitución.

La pareja llevaba años siendo buenos amigos, amantes y compañeros de vida y, aunque la pandemia modificó algunas rutinas, lo principal se mantuvo firme. Tras los confinamientos, se acostumbraron rápido a la nueva costumbre de él de trabajar en casa. Las videoconferencias eran frecuentes y era costumbre que la puerta de la habitación estuviera cerrada o entornada. Aunque la casa era espaciosa y amplia, el escritorio de trabajo estaba en el dormitorio principal. que era como un pequeño estudio y tenía cuarto de baño propio. Era una habitación muy luminosa, pintada de blanco, con amplias ventanas y grandes armarios, cuyo color claro estaba acompañado de grandes espejos de cuerpo entero que ofrecían un reflejo óptimo en la zona ocupada por la cama.

Aquella mañana Jesús debía cerrar un contrato importante con los técnicos de un cliente internacional. Como habitualmente hacía para ese tipo de conferencias, se vestía con camisa y corbata. Se preocupaba de ofrecer una buena imagen de él a través de la cámara y de que toda la documentación estuviera preparada, así como de tener fresca la información relevante en su memoria. Cristina estaba también en casa. Por sus turnos, tenía varios días consecutivos de descanso y ya había hecho algunas tareas en días anteriores. Como se había tenido que levantar temprano para que Jesús pudiera tener su conferencia tranquila, estaba pensando a qué podría dedicar aquel tiempo precioso. Solo estaba segura de una cosa: debía ser tiempo bien empleado, en algo que valiese la pena, pues la vida no estaba para perder el tiempo.

El desayuno había sido relajado y completo. Una pieza de fruta metódicamente troceada había acompañado a los cereales y el roibos mañanero. Aún con la camiseta de dormir, Cristina ojeaba ligeramente sus redes sociales y su feed de noticias de interés. ¡Qué torpe! - pensó cuando se dio cuenta de que la batería estaba al 5% y no había puesto el móvil a cargar por la noche. Pero el cable y el cargador estaban en el dormitorio, donde Jesús estaba teniendo "la videoconferencia más importante hasta la fecha", según recordaba sus palabras en la tarde anterior, que aún resonaban en su cabeza debido a la gran excitación que consiguió transmitirle.

Bueno, ya en otras ocasiones había entrado en la habitación estando él de videollamada, así que no tenía por qué ser diferente. Entraría silenciosamente, en calcetines, recogería el cable y estaría fuera de nuevo, rauda como una liebre.

Desde fuera del cuarto ya se escuchaba a Jesús y sus interlocutores intercambiando términos técnicos y cifras económicas. Al pasar la puerta lo vio, formal y bien guapo; serio y profesional, con sus gafas frente a la pantalla y la cámara, con una camisa que le sentaba muy bien... ¡y sin pantalones, otra vez! Como no tenía las piernas en el encuadre, era habitual que estuviera sin pantalones en estos días que aún hacía calor. A Cristina le hacía gracia el contraste: gran profesional por arriba y playero de vacaciones por abajo. Pero también debía reconocer que le excitaba el aire formal y serio que tenía, y la concentración que demostraba al atender sus asuntos mientras ella estaba allí.

Fue a la mesita de noche mientras la mirada de Jesús la seguía a través de las lentes, demostrando que podía pasar a concentrarse de uno a otro asunto de manera muy rápida. Tenía a 5 conferenciantes en su pantalla, incluyendo a su responsable de departamento, pero Cristina siempre representaba una distracción que valía la pena disfrutar, tan guapa y atractiva. Además, el hecho de disfrutar de sus curvas en horario laboral le hacía sentirse travieso y eso le gustaba. La vio agacharse para buscar algo en la mesita de noche y cómo las nalgas les asomaban a ambos lados de la braguita sexy, que había salido a relucir por encima de la camiseta tras la inclinación de su cuerpo.

¡No está! No puede ser. - pensó Cris mientras rebuscaba en el cajón, intentando no hacer ruido.

- ¿Qué buscas? - Preguntó Jesús, que había silenciado su micrófono en un momento que no tenía que hablar, mientras se escuchaba de fondo a uno de los clientes.

-El cargador, que estoy sin batería.

-Ah, lo cogí yo.

-Vale, ¿lo necesitas? ¿O cojo el tuyo?

-Es que el mío me lo dejé en la oficina el otro día que fui.

-Tío...

-Lo tengo debajo de la mesa, desenchúfalo y te lo llevas, venga, que tengo que seguir.

Enseguida Jesús siguió atendiendo a sus interlocutores y a hablar de cosas muy poco excitantes. Cristina se agachó y accedió debajo de la mesa de vidrio y metal, donde los cables estaban estratégicamente recogidos y organizados. Había una toma con varios enchufes y en uno de ellos estaba el cargador blanco. Lo sacó del enchufe y cuando fue a darse la vuelta se dio cuenta de que Jesús llevaba puesto un calzoncillo blanco que mostraba el volumen del bulto más alargado de lo que es la posición relajada de su pene. Cristina sabía perfectamente cuándo Jesús estaba relajado y cuándo estaba animado, y aquello no estaba relajado, aunque tampoco estaba animado del todo. Pero ella sí acababa de animarse al ver las sombras de aquella prenda perfectamente definidas con la claridad de la habitación. La carne se elevaba curva hacia uno de los lados mientras los dos huevos colgaban un poco menos.

Un calor subió por el cuerpo de Cristina ahí debajo, pensando en el riesgo que suponía el estar frente a su jefe y sus clientes. Pensó en alargar la mano y masajear el bulto. Se haría más grande y suculento. Sería como si estuviera en su oficina masturbándolo y que sólo él lo supiera. Sin duda, sería mucho mejor que lo de enviarle fotos subidas de tono, o directamente videos, de cuando ella no estaba trabajando, pero él sí, y se sentía tan excitada que esperaba alguna respuesta subida de tono de él, para iniciar una masturbación deliciosa imaginando situaciones límite, como la que tenía ahora mismo en sus manos. O podría tener...

Se palpó y tenía la braga húmeda. Había estado debajo de esa mesa pensando demasiado tiempo, y pensando demasiado sucio. Y ahora tenía los genitales pidiendo caña y no le importaba ni el móvil ni el cargador. Podría ir a la mesita de noche y coger uno de los juguetes con vibración, ir al salón y apuñalar su coño mientras mordía un cojín o un trozo de tela (a veces podía ser un poco ruidosa) mientras leía o veía alguno de los mensajes cerdos que compartían y se guardaba para ocasiones de soledad.

- ¡Buf!, pero teniéndolo aquí... - pensó mientras volvía a mirar el bulto blanco, que se transparentaba ligeramente.

Jesús empezó a extrañarse de que Cris tardara tanto en subir. Ya había escuchado el sonido del cargador al ser desenchufado. Estaba ensimismado resolviendo alguna de las dudas que le estaban planteando cuando al fin la vio levantarse por detrás de su pantalla. Solo que, en lugar de dirigirse hacia la puerta, se dirigió hacia el armario. Abrió una de las puertas de espejo y la vio rebuscar en la zona donde suelen guardar ciertas prendas poco habituales, como disfraces, etc. Sacó una prenda blanca y vio cómo se quitaba la camiseta de espaldas. Hizo algunos otros movimientos que no entendió, pero procuró seguir pendiente de su cámara y pantalla.

Al momento, Cris apareció frente a él con una bata blanca y unas gafas. Solamente con la bata blanca como prenda de vestir. Se puso frente a él, junto a la mesa, fuera de la vista de nadie que no fuera Jesús, mirándolo excitada. La bata estaba abierta por el centro, mostrando un escote infinito, una línea de cuerpo que iba desde el cuello hasta la vulva, que mostraba algo de vello. En la mano tenía el cargador, que colocó sobre la mesa delicadamente. Con la otra mano, lentamente, descubrió uno de sus pechos, y volvió a cubrirlo cuando se aseguró de que él lo había visto. Jesús estaba fuera de su zona de confort, cruzando miradas entre la pantalla y el cuerpazo de Cris. Tragó saliva de una manera visible.

Cris pudo comprobar que su vagina estaba bien lubricada en ese momento. Se separó y volvió a ponerse entre la mesa y la cama. Ahora Jesús mostraba más distracciones y sus ojos se centraban más en ella, especialmente cuando se abría la bata y mostraba sus dos pechos, con los pezones notablemente excitados, o el culo, cosa que conseguía al ponerse de lado y echar la tela hacia atrás. Vio cómo una de las manos de Jesús fue directa a la entrepierna, a acomodar algo que le incomodaba. Cris podía imaginar qué era, así que decidió agacharse e ir a ayudar a su chico.

Ahora sí le gustaba más lo que veía. El bulto ya no hacía curva, sino que estaba recto y firme. Había una pequeña región gris oscuro donde correspondía al glande, demostrando que ya no era ella la única húmeda en ese cuarto. Los volúmenes estaban apretados y marcaban la blanca tela. Las manos de Cris se posaron sobre los muslos de Jesús, los abrieron y recorrieron los centímetros que había hasta entrar en contacto con el envoltorio de su regalo. Tocó por encima de la tela y frotó su coño por fuera y por dentro mientras sentía aquella virilidad. Escuchó la respiración de Jesús un poco acelerada.

La conversación llegaba a sus puntos finales. La negociación parecía estar yendo bien y los clientes parecían satisfechos con las respuestas ofrecidas por Jesús, quien estaba acordándose en aquel momento del famoso juego de El Impávido; de las veces que había fantaseado con él y de los esfuerzos que estaba haciendo por no hacer gestos extraños. Despidió a los contactos de los clientes y se quedaron Jesús y su responsable de área para comentar algunos detalles finales y puntos que los clientes habían apuntado. Podía apreciarse que Jesús no estaba relajado como habitualmente. Su motivo tenía, puesto que estaba sintiendo cómo la polla ya no estaba cubierta por el calzoncillo, sino que unos habilidosos dedos femeninos la manipulaban a su antojo. Volvió a tragar saliva mientras se concentraba en las palabras de su superior.

Al preguntarle éste algunas dudas, Jesús revisó sus notas apuntadas en un papel, a bolígrafo, sobre su escritorio. Bajó la mirada y pudo ver cómo la polla se hundía en la cálida y jugosa boca de Cris. Y menos mal que bajó la pirada, porque habría perdido el juego en ese mismo momento con su inevitable gesticulación. Lo estaba sintiendo todo: el jugueteo de su lengua, las copiosas babas lubricando su carne y los huevos entre sus manos siendo amasados. En ocasiones Cris pasaba de ser melosa a ser un animal, según lo excitada que estuviera, y esperaba que no hiciera movimientos bruscos. Por suerte, los únicos movimientos bruscos que estaba haciendo eran de dentro hacia afuera con su mano entre sus propias piernas, que notaba chapotear mojada en flujo.

- ¡Joder! - pensó, mientras deseaba que Cris no dejase de hacer aquello. Se acomodó un poco mejor en la silla para que Cris pudiera disfrutar de mejor posición y, claro, para que él pudiera disfrutar de mejores sensaciones.

Además de la polla, la conversación se estaba alargando también. A Jesús le estaba sobrando todo aquello y estaba haciendo lo posible por dar largas a su jefe, que siempre tenía algún punto adicional del que hablar.

-Yo creo que ya está. - dijo el altavoz.

-Yo también. - Dijo Jesús, al que no le importaba una mierda si estaba o no estaba lo que fuera de lo que hablaba, ya se preocuparía luego. 

Sonó el tono de llamada colgada y al fin pudo recostarse en la silla. Cris le clavó la mirada al sacar la babeada carne de su boca abierta y sonriente.

- ¡Joder Cris! ¡Jajaja!

- ¡Buf!, hacía tiempo que no hacía algo tan atrevido y excitante.

-Ni yo. Vamos a tener que repetirlo. Me va a gustar el teletrabajo ahora aún más.

-Claro, claro, ya veo que te gusta... ¿y yo qué? ¿eh?

-Tú te vas a llevar lo que te corresponde justo ahora.

Jesús se levantó y ayudó a Cris a levantarse. Besó apasionadamente aquellos labios con sabor a preseminal mientras metía el falo firme entre las piernas de ella, presionando la vulva hacia arriba. Frotó la carne y se dio cuenta del altísimo nivel de humedad que tenía. Amasó su culo mientras mordía su cuello y abrazaba su cuerpo. Poco a poco se dirigieron a los pies de la cama. Cristina se tumbó y abrió sus piernas para dar espacio a Jesús, quien se introdujo sin mediar palabra entre las piernas de ella.

Comenzó a empujar dentro de su cuerpo, a empotrarla como un animal salvaje, excitadísimo por lo que acababa de disfrutar, hundiendo la cara contra el colchón mientras seguía atacando el cuello de su excitada víctima, encantada de ver a través del espejo a Jesús con camisa, follándola sin contemplaciones. Cerró los ojos y se dejó llevar por el orgasmo, el tercero desde que había empezado a masturbarlo, pero el primero del día que le hacía temblar por dentro. Jesús se separó y derramó varios chorros de esperma sobre su vientre, entre respiraciones profundas y jadeos.

-Jesús, no te has quitado las gafas... Jaja.

Aún traspuesto por la corrida, tumbado a su lado, examinó la montura. Estaba irreparable.

-Joder... Jaja. ¡Oh, mierda, y tengo que seguir trabajando...!

  Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.