31 diciembre, 2010

No sé cuándo...


No sé cuándo podré volver a escribir, aunque seguiré pasándome a veros un ratito :)

21 diciembre, 2010

Anita parece inocente

Pero sólo lo parece. Su rostro era hermoso y dulce, aparentando 4 años menos cada vez que sonreía. Sin embargo, tenía el cuerpo despampanante de una mujer y el deseo sexual de varias. Era ese tipo de mujer que no puedes dejar escapar, pero tampoco puedes atar demasiado fuerte. Ese tipo de mujer que no puedes saciar sólo con tus centímetros o tus medidas, ese tipo de mujer que siempre necesita más. Ese tipo de mujer que me encanta.

La última vez que hablé con ella le hice una proposición indecente. Sabía que no se negaría, que no podría. Su lujuriosa mente lo deseaba y su actitud sumisa haría el resto. Le dije que se vistiese como cuando sale a zorrear para ir poniendo cachondo al personal. Tenía un cuerpo de revista y seguro que las miradas se pararían en sus curvas por la calle. Le dije que se diese una vuelta por las calles del centro, que se dejara ver y que mirase a los hombres con esa mirada suya que te provocaba por dentro un calor imposible de olvidar. Le dije que cuando notara las miradas de los hombres sobre ella, cuando sintiese aquellas miradas pecadoras sobre sus ojos; cuando sintiese los bultos crecer a su alrededor; apuntándo a su cuerpo; viniese a la calle donde yo estaba, le estaría esperando.

Realmente no concretamos una hora, sólo le dije que lo hiciese después de comer. Llevaba 2 horas esperando. Llevábamos, mis dos amigos y yo, 2 horas esperando, charlando entre nosotros, contándonos historias en aquella solitaria callejuela llena de obras inacabadas de restauración de edificios. Siempre cabía la posibilidad de que no viniese y mis amigos, impacientes, intentaban convencerme de que no vendría, de que no se atrevería. Pero yo estaba seguro de que se aparecería, porque la dulce Anita era todo un putón desaprovechado.

Se hizo el silencio un momento. Algunos pájaros canturreaban y el tráfico sonaba lejano. El ruido seco de unos tacones inseguros llegó a nuestros oídos. Nuestras miradas se focalizaron en aquella misma esquina, esperando, escuchando cada vez más cerca, acelerando nuestros corazones. Anita apareció espectacular y se paralizó al vernos. Estaba guapísima. Estaba buenísima. Su vestido estaba hecho de una tela ligera, no muy ceñido pero que transparentaba un poco y dejaba imaginar muy bien lo que escondía. La estábamos devorando con la mirada cuando finalmente se atrevió a acercarse a nosotros.




-Menudo zorrón que va enseñándolo todo por ahí.
-Joder, qué tia.
-¿Qué hace un bombón como tú por un sitio como este?


Estábamos notablemente empalmados y nos subimos al verla tan sola siendo nosotros 3 tios alli delante. Me la imaginé así vestida paseando por la calle y estoy seguro de que no dejó a nadie indiferente. Se apreciaba con cierta facilidad que no llevaba sujetador y eso nos tenía como toros en celo. Me eché las manos al paquete y me puse frente a ella...

-¿Tienes frío, cariño?
-Me apetece jugar contigo.
-¿Sabes que estás muy buena?


Ella no dijo nada. ¿Nerviosa? ¿Asustada? ¿Excitada? Mis amigos, sus manos, estaban ya sobre las tetas de aquella putita atrevida. Sin darle tiempo a reaccionar, su cuerpo había sido cubierto por 3 hombres, manoseada por todas partes, por encima y por debajo de su vestido, besada y lamida en cuello, hombros, espalda, pecho...
Tampoco ella se pudo estar quieta. Sentí cómo palpaba la cremallera abultada de mi pantalón con intenciones de descubrir el interior. Cerraba los ojos y parecía disfrutar entre desconocidos en aquella calle poco habitada.

-¿Así que eso es lo que buscas, eh? Me pone caliente que seas así de zorra.
-Te voy a follar entera.
-Me vas a comer la polla, puta.


La llevamos hacia un portal deshecho, con la puerta de madera y un pequeño escalón roto. La pusimos mirando contra la pared y le ordenamos que abriese las piernas. Levantamos aquella falda minúscula y observamos con sorpresa aquel culo espectacular. Aunque lo que nos gustó más a los tres fue darnos cuenta de que ni siquiera llevaba ropa interior. Ni siquiera un tanga. Iba por la calle con el coño al aire a riesgo de ponerse cachonda y comenzar a chorrear.

-Perra.- Le dije tras pegarle en el culo.

Uno de mis amigos (estaban los dos muy excitados) palpó su vulva con fuerza.

-¡Estás empapada, zorra!

El chorro caliente se le enfriaba a la dulce Anita al bajar por el interior del muslo. La mano que mi amigo tenía en el coño frotaba con ganas y hacía brotar más líquido. La chica no pudo reprimir un gemido de placer.

-Fóllatela, joder.- Le espeté.

Sin dudarlo, mientras el otro chico ya se había sacado el rabo del pantalón y estaba masturbándose frente a los 3, mi amigo bajó la sonora cremallera y destensó la tela del pantalón al sacar toda aquella carne con la que pensaba empalar a la chica. Estaba tan cachondo que ya tenía líquido preseminal en la punta cuando comenzó a resbalar sobre el coño de Anita, buscando la raja, buscando el calor. Lo encontró y se metió dentro sin dificultad, para inmediatamente después de la primera penetración, ponerse a embestir su perfecto culo con el abdomen fornido, bombeando polla cada vez que el vientre chocaba contra el trasero.





Yo estaba también muy cachondo. Era inevitable viendo aquel espectáculo. Era inevitable pensando que íbamos a compartirla y turnarnosla a nuestro antojo. Continué manoseando sus tetas con una mano mientras me pajeaba con la otra y le decía cosas al oido.

-Te gustan las pollas, ¿verdad? Tres mejor que una, todas para ti. Eres una guarra. Hoy te vamos a usar y vamos a clavarte nuestros pollones según nos venga en gana. Prueba esto.- Introduje mi dedo mojado en el líquido que salía de mi polla - Es el sabor de mi polla, el sabor que te mereces, que deberías tener todos los días.

Fui yo el siguiente. Me puse detrás y azoté su clítoris por debajo. 7 pollazos más tarde, busqué su rajita y la penetré disfrutando de su culo y su espalda. Tiré de su pelo hacia atrás y pareció gustarle. Mis dos amigos no dejaban de magrear su cuerpo. Tenía la tela del vestido hecha un remolino en mitad de la cintura, así que estaba prácticamente desnuda en aquel callejón aún de día, violada por 3 cerdos.

Los huevos me chorreaban fluidos de Anita cuando le saqué la polla. El chico que aún no se la había follado le ordenó que se la chupara y ella hizo cazo obediente.

-¿Te gusta comer rabos? Seguro que te encanta mi carne.

Cogió a Anita por la cabeza y le calentó un poco la cara antes de dejarla chupar. Comía como si su vida dependiese de ello, en cuclillas con las piernas bien abiertas mostrando su coño al callejón, no dejaba de comer y acariciar huevos y polla. Mi otro amigo y yo nos acercamos y Anita tuvo un pequeño problema porque, aunque quería, no era capaz de pajearnos y chuparnos las 3 pollas a la vez. Eso sí, le encantaba meter dos glandes entre sus labios y salivarlos al mismo tiempo, mezclando su saliva con lo que salía de nosotros.

-Esta guarra me tiene muy cachondo. Le voy a estallar en la cara, no me aguanto.- Dijo uno de los chicos.

Anita lo escuchó y prestó más atención a aquella polla, mirando a mi amigo a los ojos, haciendole saber que quería toda esa lefa para ella, deseándola. Éste no pudo soportarlo y descargó un gran chorro de leche sobre Anita. Ella lo recibió con una sonrisa y mi otro amigo sintió la necesidad de ser el siguiente. Volvió a cogerla por la cabeza y la invitó a abrir la boca, descargando su contenido dentro.



La dejé tragar antes de comprobar la profundidad de su garganta, antes de follar su boca como hice antes con su coño. Cuando la liberé, volvió a mirarme de esa manera suya, irresistible, que había usado antes con mis amigos, deseando lo que mis huevos tenían para ella.

-Dame tu leche.

Fue lo primero que dijo en toda la tarde y no pudo haber dicho nada mejor. Sentí los impulsos, los borbotones recorrer mi polla hasta salir directos a su cara ya manchada, a su boca abierta, a sus tetas desnudas. Le metí la polla de nuevo en la boca antes de descargarlo todo y exprimí hasta la última gota dentro de aquella complaciente comepollas.

-Te lo merecías.

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07 diciembre, 2010

A Cris le gustan las pollas (2)

Hice lo que Cris me dijo. Salí fuera de la tienda y vi un banco cercano de metal. Me senté sobre él y sentí el frío recorriéndome la espalda. Sin duda, yo estaba a una mayor temperatura que el banco. Esperé observando a la gente pasar. Las personas iban y venían, cada una con sus asuntos en la cabeza. Muchos pasaban con bolsas, pues se había iniciado la temporada de compras navideñas. Los ancianos pasaban más lentamente, las mujeres se paraban más en los escaparates, los hombres eran más veloces y raudos en el paso.

¿Cuánto tiempo estaría allí? ¿Podríamos finalmente cumplir nuestra aventura? Pasaba el tiempo y noté cómo me iba relajando, el pantalón me apretaba menos y podía dejar de disimular la postura y sentarme más cómodo. Intentaba observar dentro de la tienda pero apenas veia a través del escaparate. ¿Qué estaría pensando Cris en este momento?

Pasó media hora y no sabía dónde meterme ya. Me levanté del asiento y di algunas vueltas por delante. Pensé en entrar de nuevo, citarla a un encuentro más convencional y despedirme. Cena, bar, unas copas, hotel... Siempre suele funcionar y es menos problemático para ambos. Entonces vi salir a una chica de la tienda con el uniforme de vendedora... No era ella. Era una mujer de más edad, ni siquiera se fijó en mi.

Ni cinco minutos después se asomó Cris por la puerta y me llamó. Me dirigí hacia ella con determinación, volvieron los calores a mi, el corazón se me aceleró y la presión sanguínea aumentó.

-Perdona, es que estaba esperando a que se fuera la jefa, - me comentó- ven.

Me cogió de la mano y tiró de mi hacia el mostrador. Dentro estaban sus compañeras de trabajo, que nos miraron y nos sonrieron pícaras. Traspasamos el espacio que separaba la zona pública de la tienda y nos adentramos en la zona privada. Pasamos una cortina y nuestras siluetas dejaron de ser visibles a los demás. Detuve entonces a Cris y la abracé intensamente, a miré y la besé con todas las ganas que la tensión del momento generaba. No dudé ni un momento en quemar su culo con mis manos ni en apretarla contra mi pantalón para que notase el bulto. Aún se escuchaba la gente hablando en la tienda mientras me llenaba de su aliento.

Paramos un momento para seguir adelante, hacia un sitio donde no se nos oyera a nosotros. No dejaba de mirarla, iba delante de mi y lo único que conseguía con eso era ponerme más cachondo y chocarme con las cajas de aquel lugar estrecho. Se dio la vuelta y volvimos a besarnos. Saqué su camisa del pantalón y busqué sus pechos. Ella no dudó un instante en desabrochar mi pantalón, sabía lo que quería. Levanté el sujetador por encima de sus tetas sin quitar el cierre y amasé sus tetas con mis manos, apretándolas y juntándolas mientras ella acariciaba mi carne por encima del boxer. Tenía la polla y los huevos bien apretados bajo la lycra y querían salir para ella.

Bajé mi cabeza y lamí sus tetas, sus pezones se endurecieron al instante. Me encantaba el sabor de su piel, de sus labios, su olor a zorra caliente. Bajé mi pantalón e invité a Cris que continuase ella. Se puso en cuclillas y tiró de los calzoncillos hacia abajo. Estaban apretados y me arañó un poco al bajarlos. Mi polla estaba muy dura para no haberla pajeado aún y mis huevos estaban ya pensando en vaciarse. La cogió con una mano para dirigirla hacia su boca y comenzó a chuparla como ninguna antes lo había hecho. Notaba su lengua recorrerme entero, su boca parecía no tener fondo y su lengua quería alcanzar los huevos en cada pasada. Sabía que a ella le encantaba y sabía que se esforzaría todo lo posible para sacarme el zumo que guardaba. Pero leche no era lo único que quería darle.

-Para un momento, no me quiero correr tan rápido.

-Mi jefa llegará en cualquier momento.

-Levántate un momento.

La besé, sus labios sabían a mi. La miré a los ojos.

-Voy a follarte como a una puta.

Le di la vuelta y le besé el cuello mientras desabrochaba su pantalón.

-Me encantas, estás buenísima.

Bajé al mismo tiempo su pantalón y sus braguitas.

-Te voy a empalar con mi rabo.

Palpé su coño con mi mano y me sorprendió de lo mojado que estaba. Acaricié ligeramente su coño y su culo empapandolo todo con sus flujos y le hice agacharse. Golpeé dos veces su clítoris con mi polla embrutecida y se la clavé, hundiéndola en su cuerpo recreándome en ello. Su coño parecía un horno y mi polla se movía bien lubricada allí dentro.

-Mmmmmmmmmmmmmm, ¡joder!

Me pregunté si alguien estaría viéndonos. Quizás alguna de sus compañeras habría entrado a cotillear y me estaría viendo el culo mientras embisto a su amiga Cris. Quizás nuestros jadeos eran lo suficientemente sonoros como para que el público de la tienda se extrañase.

-Quiero tu leche- me dijo sin rodeos.

-¡Cómo me pones! ¿Dónde la quieres?.

-Tú ya lo sabes.

Saqué mi polla y la restregué por su culo estrechito. Se dio la vuelta y volvió a agacharse. Aún tenía ganas de embestir y no dudé en follar su boca con mi polla empapada en los fluidos de su coñito.



Efectivamente sabía dónde le gustaba a Cris una buena corrida. Quería sentirse bañada por un buen chorro de esperma. Quería que mi semen resbalara por su cara, por su boca; quería que manchase sus tetas y se escurriera hasta gotear. Quería chuparme la polla después de correrme sobre ella y sentir cómo volvía a quedar flácida sabiendo que ella, y sólo ella, era la dueña de aquella polla y aquella leche.

Saqué el falo de su boca y no me hicieron falta ni dos pasadas con la mano para que mis huevos descargaran unos chorros gruesos, espesos y blancos sobre su cara boquiabierta. Por suerte no manché su pelo, pero me encantó ver su cara repintada, sonriente, relamiéndose, apretando mi pene para terminar de extraer las últimas gotas que recogía con los labios. Utilicé mis dedos para recoger parte de mi semen que caia por su mejilla y lo dirigí a su boca, que lo recibió con placer.

El relax después de un buen polvo es indescriptible, pero después de algo así directamente me quedé lacio y casi sin fuerzas. Me acordé entonces de dónde estábamos, de lo que habíamos hecho y de que el morbo debía dar paso a la realidad otra vez. Por suerte, había traido pañuelos de papel, pues necesitamos 4 para limpiar todo lo que la morbosa boca de Cris no alcanzaba a saborear.

Me despedí de ella en el mostrador disimulando como si hubiera sido una muy provechosa cita de negocios. Aunque creo que no podría engañar a sus compañeras dependientas. Sólo al salir por la puerta, en una última mirada, me percaté de que no habíamos sido capaces de limpiar todo y algo se había quedado en la camisa del uniforme...


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