17 diciembre, 2009

Todas para mi

Había ido a la playa un temprano día de primavera. El sol no apretaba demasiado, incluso me percaté de que había demasiadas nubes en el cielo. Pero ya era tarde, pues había gastado más de una hora de viaje para llegar exclusivamente a aquella playa nudista, dejada de la mano de Dios. Decidí que nada ni nadie me quitaría el placer de tumbarme tal y como vine al mundo, con algunos años más encima, bajo el astro reluciente a comenzar a tostar mi piel antes que nadie.

Extendí la gran toalla sobre la arena y desnudé mi cuerpo. Había muy poca gente en la playa. El verano aún estaba a algunas semanas de viaje y no era fin de semana, así que pocos éramos los valientes. Crema, gafas de lectura y un libro interesante cuando estoy culo al sol. Gafas de sol y música cuando le muestro la parte frontal de mi anatomía. Me estaba costando, pero poco a poco conseguí sentir intensidad en el calor que llegaba a mi piel. Por desgracia, las nubes se interponían una y otra vez y el viento hacía que las sombras fuesen más frías de lo deseado.

Sentí algo. No sé qué fue. Me hizo levantar la vista y lo que parecía ser una humareda se movía al fondo de la larga playa, alcanzando desde la orilla hasta el fondo de la misma, cerrado por una verja que limitaba con una propiedad privada. No le di importancia y seguí tumbado, desnudo y a la sombra de las nubes. Lo cierto es que no me quedaba mucho rato más allí, pues la hora del almuerzo se acercaba y cada vez que abría mis ojos, una nube más grande que la anterior se acercaba al brillo del sol próximo a taparlo. Empezaba a sentir frío y a pensar que no había sido tan buena idea ser de los primeros. La música paró durante el cambio de canción mientras una pareja de amigos pasaba cerca. Escuché un sincero "No veas el frío que tiene que estar pasando ese ahí, no sé cómo puede estar" sin que su autor se percatase de mi escucha involuntaria.

-Pues tiene razón el tio, me cago en la puta- pensé.

Algunos minutos después volví a levantar la vista. Fue entonces cuando me quedé paralizado...
El espectáculo era impresionante. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Era totalmente incapaz de asimilar la información que recibía por la vista. Pero aquello era real y tanta realidad estaba a punto de golpearme en la cara.
No había posibilidad de escapar porque cubrían desde la orilla hasta la verja del fondo. Venían hacia donde yo estaba, imparables, sin miedo, todas para mi. Todas y cada una de las 1400 OVEJAS que plagaban la playa nudista con su correspondiente pastor con perro y cayado.

Al principio pensé, feliz de mi, que pasarían de largo. Que me esquivarían o me rodearían y no me pasaría nada. Pero aquella marea de ganado ovino no parecía que fuese a tener tanta deferencia en su arbitrario movimiento de individuos. Sólo me estaba engañando a mi mismo con aquellas ideas. Engañándome y perdiendo el tiempo, porque apenas transcurrieron unos pocos minutos desde que vi el ejército lanar hasta que terminé mis cábalas; sin embargo, la distancia que habían recorrido en ese tiempo había sido enorme. Por tanto, la distancia que las separaba de mi era cada vez menor.

Guardé caóticamente mis objetos en la mochila. La toalla no entraba con los nervios. Me vi agobiado. Es impresionante ver cómo vas a ser embestido por una línea interminable de ovejas impasibles que apenas están a 10 metros. 9 metros. 8 metros. Me subí el pantalón y abroché el botón, pero no la cremallera. Me calcé las deportivas, sólo medio pie en cada zapatilla. Mochila a la espalda, toalla al hombro y gafas de sol a los ojos (actitud ante todo) y comencé a andar lo más ligero que podía dada mi situación. Acojonado. Aún me pillaban los animales. Cuatro patas corren más que dos y todas aquellas patas tenían mucha prisa.

Por el camino fui alcanzando y acompañando más personas que se habían encontrado en la misma situación. Cuatro gatos playeros habíamos sido desbordados y mientras unos comentaban la jugada yo estaba maldiciendo por tener que correr y evitar al mismo tiempo que las deportivas no se me salgan del pie. No me quiero imaginar qué hubiese ocurrido en esa situación. Quizás las ovejas se hubieran echado sobre mi y no estaría ahora escribiendo estas líneas.

Alivio al fin. Alcancé el final de la playa donde el campo privado terminaba. La verja limitante daba paso a campo abierto y las ovejas desviaron su rumbo justo cuanto las tenía a 1 metro de distancia. Me senté a respirar tranquilamente y me di cuenta de que había tenido una experiencia muy interesante que contar, aunque había llegado hasta temer por mi vida. Terminé de vestirme y ponerme bien las zapatillas deportivas y directo me volví a casa.

Hoy he decidido contar una anécdota porque... no todo va a ser follar, ¿no?




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30 noviembre, 2009

Dobles Parejas

M y N aparentaban ser una pareja corriente de mediana edad. Vivían en una urbanización acomodada, tenían dos buenos coches, potentes y cómodos, y una casa no demasiado grande, pero sobrada de espacio. De cara a la galería, N parecía ser un ejecutivo hábil y guapo, mientras que M aparentaba ser una guapa modelo que a veces había trabajado para la televisión, aunque no se le conocían más labores. Sin embargo, la realidad era un poco diferente. La morena y despampanante M no sólo era famosa por salir en la pequeña pantalla; sino que también tenía fama, entre ciertos círculos de gente importante, por ser de las mejores folladoras del territorio.

Alcaldes, altos funcionarios y algunos hombres de negocios habían probado sus habilidades amatorias y la mayoría terminaban repitiendo. Por supuesto, su tarifa no era barata. De esos asuntos se encargaba N, que además de ser su esposo, era su chulo. Como la prostitución no era una actividad legal, aun disfrutada por algunos de los que hacían esas leyes, camuflaba los alegales trabajos en legales "servicios de limpieza" con facturas incluidas.

A la pareja les gustaba su vida. N disfrutaba sabiendo lo puta que era M. Después de los servicios, le invitaba a contarle todo con pelos y señales, se ponía cachondo y se masturbaba escuchando las historias que su mujer le contaba, terminando muchas veces en una copiosa corrida en la boca de ésta. Por otra parte, M llevaba pasados por su coño una gran cantidad de pollas, algunas con más poder que otras, maduras y jóvenes, grandes y pequeñas, hábiles y torpes, adineradas y caprichosas todas. Sin embargo, aunque follaban, pocas veces podían tener otro tipo de relaciones con otras personas o entre ellos mismos.

Un día, ojeando páginas webs, encontraron una página que les llamó la atención. Era una página erótica de una pareja amateur. A y L, ambos jóvenes y atractivos, de fácil palabra e ideas claras. Buscaban gente para conocer, con la que compartir vivencias y experiencias, con la que pudiesen congeniar... Justo lo que M y N necesitaban, gente que no les atara a unas órdenes y unas obligaciones de clientes, que fuesen capaces de comprender su situación y con la que poder compartir palabras que no se atreverían a compartir con otras personas.

Se enviaron e-mails y ambas consiguieron rápidamente buena confianza, así que varios e-mails más tarde, las dos parejas concertaron una cita un sábado por la noche. Se encontraron en un lugar público y la respuesta de todos fue extremadamente satisfactoria. Los chicos iban con ropa elegante pero sencilla, las chicas estaban un poco más arregladas, preciosas las dos y explosivas aunque discretamente "tapadas". Se podía decir que sabían insinuar muy bien. La joven pareja se percató de quién era la chica que tenían delante, pero tuvieron que preguntarle si era realmente ella, pues no lo creían. Con agrado y una gran sonrisa recibieron la respuesta positiva: era esa chica de la tele.

Fueron a una discoteca que M y N conocían, amigos de los dueños. Era un sitio bastante frecuentado. Tenía una sala de fiesta bastante grande, con música variada a alto volumen, fundamentalmente comercial, y un público mayoritariamente en la treintena. Poco a poco y con ayuda del ron fueron arrancándose las primeras palabras y las primeras impresiones, todas buenas. Sin haberlo planeado , parecía que chicas y chicos de las distintas parejas se ligaban entre sí. Más bien, eran las chicas quienes ligaban a los chicos, mientras los chicos disfrutaban de ser ligados y de que su chica estuviera haciendo de loba con el otro. Al mismo tiempo, M y L, las dos chicas, se lanzaban miradas y risas cómplices. No parecía que se acabaran de conocer.

Pollas duras y coños húmedos. Noches de pasión y sexo en casas propias y ajenas, en portales de edificios, baños públicos, probadores de ropa, entreplantas, coches parados y en marcha, noches de fiesta, piscinas, playas, hoteles y sus terrazas; fantasías probadas y por probar, parejas ajenas, ropas, cueros y cadenas, agujeros estrenados, bocas llenas, manos ocupadas, piernas abiertas; qué te haría, qué me harías, qué le haría... Hablaban de muchas cosas, pero todas ellas con algo en común.

En un momento dado, M preguntó a L si le dejaba probar a su chico. L aceptó y M saboreó los labios de A como si fuese un dulce. Por supuesto, A respondió ofreciendo su lengua al paladar de M. L y N disfrutaron de la escena mirándolos y mirándose. M separó sus labios de A y se acercó a su oído para preguntar qué le parecería si le dejase probar a L. Él, encantado, se la ofreció. M acercó sus atractivas curvas a L y juntó los labios con la chica, que se mostró extraordinariamente receptiva. Unieron sus cuerpos, sus pechos se comprimían mientras sus lenguas jugaban y sus labios se succionaban. N y A estaban muy excitados, sus pollas así lo mostraban. Tras el largo beso de las chicas, cachondas perdidas tras ello, M volvió a saborear los labios de A, que no pudo reprimir esta vez las ganas de pasar su mano por todo el vestido de la prostituta, palpando todo el cuerpo, centrándose en la baja espalda y el trasero. La chica no llevaba ropa interior. Al mismo tiempo, N se acercó al oído de L y, magreando su cuerpo discretamente, de forma cómplice, le propuso llevarles a su casa antes de que se hiciese más tarde, para continuar allí la fiesta. La chica interrumpió a la pareja de amantes y les comentó el plan, que aceptaron rápidamente.

A y L habían acudido a pie a la cita, así que N fue a por el coche. Esta vez fue L quien se lanzó a por M a besarla, tocarla y magrearla. Las chicas se revolvían entre los brazos y A aprovechaba para meter mano allá donde quería, pues ambas se dejaban, por encima de la ropa y por debajo, el trasero, los pechos, el vientre... Si N tarda un poco más, quizás se los encuentra montando la orgía en mitad de la calle... pero era mejor llegar a casa para tal menester.

M se sentó en el asiento del copiloto. A y L entraron detrás, sorprendidos por el cochazo en el que estaban. No deberíamos enfriarnos por el camino-comentó N, que notó cómo la buena de M llevaba su mano a la palanca de carne de su esposo mientras con la otra se autocomplacía. A y L comenzaron a enrollarse en el asiento de atrás, a la vista de N, quien pensó que iban a llegar desnudos antes de entrar por la puerta de casa por cómo estaban. Casi fue así.

Una vez en la casa, N los invitó a pasar a una estancia cómoda, extraña y exótica. No encendió las luces, sino que con una rueda en la pared reguló la luz, de color rojo anaranjado. La habitación tenía el suelo suave y cálido, ligeramente acolchado. Las paredes tenían asientos de piel a todo lo largo con un respaldo corto y, sobre ellos, espejos. Más espejos cubrían el techo. M se adelantó, entrando en la sala mientras desnudaba su cuerpo rápidamente, debido a lo fácil de quitar de su vestuario. L y A la siguieron, quitándose la ropa un poco más lentos, distraídos por la situación que estaban viviendo. N entró el último, cerró la puerta y se dirigió a uno de los asientos.

A se lanzó a por los labios de M, la famosa de la tele, puta de profesión y zorra de afición. No sabía dónde besarla. Quería lamerle todo el cuerpo. Labios, cuello, tetas... ella respondió cogiendo su polla, apretándola con sus dedos y frotando la carne mientras se manchaba de la humedad primeriza de ésta. L quería también su parte del pastel, así que se situó tras M y abrazó su cuerpo. Su piel era tersa, suave, su cuerpo firme. Sintió sus pechos bajo sus manos primero, para después bajar hasta el vientre. Con una mano por delante, acariciando los vellos recortados, y otra por detrás, cogiendo su trasero, L se excitaba. Buscó la vulva de M y la descubrió empapada. M respondió haciendo lo mismo con ella. A todos les faltaban manos para todo lo que querían hacer en ese momento. A todos salvo a N, que estaba tranquilamente sentado, desnudo sobre el asiento, disfrutando del trío que estaba presenciando, masturbando tus centímetros de carne dura con tranquilidad.

Estás mucho más buena en persona- dijo N, refiriéndose a L. Ninguno de los tres se había percatado del hombre. En ese momento, la chica mentada se mordió el labio y, como una gata, se arrodilló frente a N. Él dejó de masturbar el falo, que se mantenía firme por sí mismo. Ella dio una larga lamida desde los huevos hasta la punta, tragando des pués la carne venosa y caliente, saboreándola excitada, sacándola de su boca con un beso y volviéndola a tragar. Veo que tú también eres una buena chupapollas- dijo N con cara de satisfacción.

Mientras tanto, M, complaciente preguntó a A lo que quería hacerle. A señaló a su chica y M supo interpretarlo, así que comenzó a bajar lentamente, besando el torso del chico poco a poco, el vientre, el abdomen... Masturbando su miembro hasta que la boca de aquella zorrita sustituyó a la mano. Mucho mejor ahora. A se estremeció de placer y sintió cómo su polla se ponía turgente. Quería follarle la boca y demostrarle lo que esa polla era capaz de hacer en una mujer.

Quiero follarte como a una perra-dijo A a su putita. No se podía negar a una invitación como esa. La chica se puso a cuatro patas mirando hacia L. Notó cómo el pollón de A entraba sin piedad y sacudía su interior. M gemía, intentando contenerse mientras sus pechos rebotaban de las embestidas. N pidió a L que se pusiera a cuatro patas para comérsela. L lo hizo y, mientras chupaba como una buena zorrita disfrutando del placer del macho, comenzó a sentir una lengua en su mojada rajita rasurada, un poco a trompicones, pues M le intentaba comer el coño mientras A no dejaba de darle caña.

M pidió a A que parase un momento. Se acercó a N, que abrió más las piernas, y comenzó a besar a L con la polla de N entre ambas. Fóllanos cabrón- dijo M refiriéndose a A. Éste obedeció y empezó a follar a M mientras masturbaba el coñito mojado de L, separando sus nalgas y metiendo algún dedo también en el agujero de atrás. Después cambió, empezó a taladrar a L y a masturbar a M de la misma manera, hundiendo su carne en las dos chicas una y otra vez, mientras ellas hacían las delicias de N con sus besos, sus caras de zorras y sus bocas de chupadoras. Me voy a terminar corriendo si seguís así- comentó el chulo adinerado, que notaba su polla palpitante entre aquellas bocas insaciables.

-M, ¿y si te traes el juguetito?- dijo N.
-Claro, cariño- respondió entrecortada por el placer manual que le ofrecía A en ese momento.

La chica se separó del grupo y cogió algo que había en una nevera. Volvió y enseñó el objeto a A, que sonrió complacido. A sacó el rabo de su chica y M puso aquel frío objeto sobre la vulva abierta de L. Ésta se sobresaltó un poco por la diferencia de temperatura, pero N sujetó la cabeza de la chupapollas y le dijo con voz tranquilizadora que estaba frío, pero le iba a gustar. M penetró poco a poco el caliente coño de la chica con aquel objeto largo y frío. Era tan largo que consiguió llegar hasta el fondo de L.

-Es una polla de silicona doble. ¿Sabes para qué es?- dijo N.
-Creo que me lo puedo imaginar- respondió L.

L se giró y sentó como pudo con aquello tan grande metido en su rajita. M se empezó a introducir el otro extremo, frío también, y se fue acercando a L, con las piernas entrecruzadas. M repartió un poco mejor la polla de silicona y se acercó más a L , justo hasta que sus rajitas empapadas y excitadas llegaron a rozarse. M empezó a bailar, moviendo su cadera, rozando su coño con el de L y sintiendo la polla en su interior, caliente ya. L empezó a disfrutar enormemente de aquello y la imitó para no quedarse atrás. El espectáculo era espectacular, excitante y morboso. Los chicos no dejaban de masturbarse delante de ellas, mirándolas, escuchando sus gemidos de placer puro, desinhibidos y desvergonzados.

-¿Te gusta?- preguntó N a A.
-Buff, mucho- respondió éste.
-¿Sabes? Yo creo que les falta algo- dijo N- les falta polla de carne y semen. Mucha leche caliente por haberse portado tan bien.

Los chicos se dirigieron a las chicas, pollas en mano, cargadas, llenas. Se arrodillaron y metieron la polla en las boca de la chica del otro. Aquellas bocas no podían cerrarse por el intenso placer que disfrutaban en ese momento. Tan intenso era todo que al mismo tiempo que las chicas quedaron sin respiración, una buena cantidad de líquido caliente y espeso les cayó, llenándoles la cara, las tetas, la boca... N empapó su mano con fluídos de ambas entre los coños aún cercanos y calientes. Con esa mano, untó el semen sobre el cuerpo exhausto de L, haciéndole lamer los dedos y tragarlo; mientras M succionaba la recién corrida polla de A, intentando sacarle todo lo que pudiese quedar aún dentro.

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28 noviembre, 2009

Juegos en la distancia

Monotonía. La televisión no decía más que tonterías. La música hoy no me despertaba e internet parecía calmado como el mar plácido. Esta noche no saldría porque debía "ser responsable". Un trabajo debía ocupar mi tiempo; sin embargo, mi mente distraída vagaba sin rumbo, a la deriva por la red de redes en busca de algo que me animase. La compañía en soledad ayuda a pasar las tardes y noches de rutina inevitable.


Nos conocimos en aquel chat. Después de escribir algunas líneas en el general, nos dimos cuenta de que necesitábamos estar en privado. Quién sabe si fue casualidad o destino, que parecía que ambos buscáramos lo mismo. Gustos y aficiones dispares, pero una forma en común de afrontar la vida, que es quizás lo más importante. Juegos de palabras y dobles sentidos, muchos jijis y jajas y empezaba a desear estar frente a ti y no frente a una pantalla. Estaba disfrutando y quería más.

-¿Tienes foto?
-Por supuesto.
-¿Me la pasas?
-No sé...
-¿Por qué no sabes?
-Es que hace mucho tiempo que no me hago fotos con la ropa puesta.
-Bueno, entonces es que sí tienes foto :)

Guapo me dice. Preciosa era ella, atractiva parecía. Kilómetros nos separaban, una lástima, pues no podíamos ser irresponsables aunque quisiéramos. Palabras después le dejé claras mis intenciones: Hoy estaba lujurioso y sería capaz de quemarla con la mirada, con los susurros tras su oreja y mi respiración sobre su cuello. Me dijo que se ruborizaba.

-¿Te gusta lo que te digo?
-Sí.
-¿Quieres que siga?
-Sigue.

Piercings en el ombligo y labio. Más de un pendiente por oreja y una sonrisa capaz de parar corazones. Su mirada era natural y su morbo, innato. Ella no disimulaba y eso me encantaba. Le dije que estaba excitado, que ella me excitaba y que, en situaciones normales, en un cara a cara, de mis tentáculos no escapaba.


Le gustaron mis fotos, me decía que también quería más. Pero no debíamos pensar en lo que no podíamos hacer. Debíamos pensar en lo que sí podíamos. Dame tu número, yo te llamo.

La voz era dulce y agradable, pero se la notaba nerviosa. Me dijo que hablara más alto. Que le gustaba mi voz.

-¿Qué estás haciendo?
-Miro tus fotos
-¿Te gustan?
-Me gustas tú.
-...
-Me gustaría llevarte a la cama y hacer que te gustase ser mujer.
-Y yo que lo hicieras.

Le dije que me había quitado la camiseta porque tenía calor. Estaba un poco nervioso, excitado de escucharla y de ser escuchado.

-Me gustaría besarte.
-Hazlo.
-Besarte los labios, acariciar tu cara con la mia, besar tu cuello. Tócame mientras lo hago, quiero sentirte.

Su cuerpo respondía a mis palabras y mi cuerpo se dejaba llevar por la imaginación. Le dije que escuchara atentamente. Acerqué el micrófono del teléfono a la cremallera de mi pantalón y la bajé. Supo identificar el característico sonido.

-¿Cómo la tienes?
-Hoy está muy elegante y recién afeitada. Por encima tiene el vello recortado, pero alrededor está muy muy suave, igual que por debajo. La tengo mucho más grande que hace un rato y juego con ella entre mis manos. Bajé el pantalón y el boxer para no impedirle el movimiento y ahora la tengo erecta y gruesa.
-Mmmmm. Me gustaría probar su sabor.
-A mi me gustaría también probar el tuyo, el sabor de tu entrepierna, tu tacto en mi lengua.

Froté mi polla lentamente hasta llegar a la base. Mi glande estaba fuerte imaginando la preciosa chica saboreándolo, lamiéndolo y besándolo. Mi cuerpo estaba caliente y en tensión, sintiendo el cuerpo ajeno muy cerca, queriendo su calor conmigo. La mano subía y bajaba a lo largo de todo el miembro, tapando el glande y volviendo a desnudarlo en cada pasada. Notaba cómo la polla estaba muy suave gracias al reciente afeitado. Escuchaba a la chica jadear al otro lado de la línea y mi carne mostraba un aspecto firme, turgente y enrojecido.

-Me gustaría penetrarte. Mi polla está enorme. Me gustaría cogerte los talones y separar bien tus piernas para después abrir tu carne con la mía. Me gustaría sacudirte el coño con mi duro rabo, azotarte porque no has sido buena. Me gustaría ponerte a cuatro patas, que follases mi polla mientras me miras con esa cara de zorra satisfecha que se te pone cuando te relleno con mi falo, te pego en el trasero y muerdo tu espalda. Me gustaría ponerte de lado, entrar en tu vagina y abrazar tu cuerpo mientras te digo al oído que eres la mejor, que me encantas y que te lo quiero dar todo. Quiero masturbar tu vulva mientras te follo y quiero que no te cortes, que gimas y grites, quiero oirte.

Escuché su voz entrecortándose a la vez que mis jadeos aumentaban su frecuencia. Le pregunté si había terminado y la respuesta fue afirmativa. Yo quería correrme en sus pechos, bañar sus pezones excitados con mi polla mojada de sus fluídos, metérsela en la boca de chupapollas y terminar con una inyección de semen sobre sus tetas para después besarla mientras extendía mi semen sobre su piel.
Pero eso no podía ser, ella no estaba allí. Le dije que me correría sobre mi barriga y extendería el blanco semen por ella, por mi polla y mis huevos. Y faltaría sólo que ella lamiese la leche como una gata buena.

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Besando tus labios

Esto es algo corto que escribí hace mucho tiempo y no había publicado aquí. Sé que no es lo mismo que escribo ahora, pero he preferido mantenerlo intacto.

Me gusta comenzar arriba, besando tus labios (de la cara) e ir bajando poco a poco, pasando por tu cuello, tus pechos, barriguita y abdomen, hasta llegar al pequeño bosquecillo (y si no hay pelos... ¡pues muy mal! ) Una vez mis labios húmedos han llegado a este punto, me acomodo y beso poco a poco tu vulva, lamiendo los labios superiores con la lengua de arriba hacia abajo y en círculos. Después voy buscando la pequeña rajita con la puntita de mi lengua.
Si con la lengua me resulta incómodo, humedezco uno de mis deditos y busco el agujero sagrado, hasta tener los labios superiores abiertos, que es cuando siento toda tu humedad y calor en mi boca...

Posteriormente juego con mis labios y los tuyos. Muevo mi lengua en círulos alrededor del clítoris, alrededor de un labio inferior, del otro labio inferior... Si los labios superiores se cierran fácilmente, me ayudo con las manos húmedas para mantenerlos abiertos, a la vez que los froto y presiono suavemente. Me gusta, especialmente en esta parte, demostrar toda la movilidad de mi lengua sobre los labios inferiores y el clítoris: en círculos hacia un sentido y hacia el otro, de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha, saltando de uno a otro. También me gusta coger el clítoris con mis labios húmedos y apretar suavemente a la vez que lo lamo con la puntita de mi lengua.

Cuando ya voy notando cómo comienzas a volar ( ) humedezco mis dedos y los introduzco en tu vaginita, buscando y presionando en las paredes de la vagina y metiendo y sacando los dedos, intentando alcanzar el punto G, mientras por fuera mi lengua sigue trabajando sobre el clítoris. Aquí lo hago mucho más fuerte y veloz que antes, pues estás tan cerca, tan cerca...

Espero que os haya gustado.

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02 noviembre, 2009

La entrepierna pública (II)

No estaba para trabajar después de haberse evadido de esa manera. No se podía concentrar en la pantalla teniendo tanto calor ahí abajo. Quería concentrarse, atender de nuevo a su tarea y terminar lo antes posible para irse a casa. Sin embargo, sus braguitas estaban empapadas y su mente pedía sexo de tal manera que de las teclas sólo salían palabras lascivas y libertinas. Si no se tomaba un descanso, iba a estar delante del ordenador perdiendo el tiempo para nada.

-Me voy a ir a la terraza de abajo a tomarme algo que me refresque y me vuelvo con la cabeza despejada. A ver si me quito esto de encima ya- se dijo.

Se levantó y recogió lo indispensable para salir de la oficina. Llaves, cartera, teléfono móvil. Dio algunos pasos hacia la puerta y se dio cuenta de que tenía las braguitas tan mojadas que le era incómodo andar. El vello que cubría sus labios genitales estaba empapado de flujo vaginal, como una esponja, así que pasó por el cuarto de baño antes de salir. Una vez dentro se bajó la falda y desabrochó las medias. Sus braguitas parecían tener pegamento húmedo cuando se separaron de la vulva y bajaron hasta el suelo. Olían a excitación y aún estaban calientes. A decidió que las dejaría en el baño y luego vería la forma de llevárselas a casa sin llamar mucho la atención.

-En alguna salida nocturna ni siquiera pude encontrarlas- se dijo- con la borrachera.

Abrió el grifo y mojó bajo el agua cierta cantidad de papel higiénico que, posteriormente, pasó por su excitado miembro limpiando los restos de su golfería. Con otro papel seco, retiró todo resto de humedad exterior. Volvió a poner en su sitio las medias y la falda y se dirigió hacia la puerta de salida de la oficina. Así no se puede trabajar.

Bajó las escaleras con normalidad y salió del portal. La brisa agradable acarició su cara y sus pies la llevaron hacia un bar cercano. Aunque estaba muy cerca de la oficina, pocas veces se pasaba por allí, pues pocas veces se permitía descansos del trabajo. Eligió una mesa bajo la sombra y un joven camarero vino raudo a atenderla sin que le hubiese dado tiempo a calentar el asiento. A pidió un tinto de verano y el chico se tomó su tiempo en apuntarlo en la nota, mientras aprovechaba su posición privilegiada para recrear su vista en el busto de la mujer.

Mientras se alejaba el camarero, A se liberó de los elementos que llevaba consigo, colocándolos sobre la mesa. Cruzó las piernas recordando que no llevaba ropa interior, pero sí llevaba una falda que daba cierta libertad de visión a cualquier persona que pasase por delante. Se preguntaba si no debería haberse "tocado" en la oficina sencillamente para aliviar su necesidad y seguir con el trabajo.

-Esto es mejor, tardo menos y no me dan tentaciones de repetir- pensó.

Llegó el tinto de verano e intentó que durara un poco de tiempo el líquido dentro del vaso. Se relajó observando los pájaros, las señoras paseando carritos de la compra, los mayores con sus pasos lentos y torpes, los hombres trajeados que iban de un lado a otro, siempre con prisas y con el teléfono móvil al borde del colapso. "Otros que necesitan un descansito"- se dijo tomando otro sorbo del tinto barato aguado.

Ring, ring.

Se sobresaltó. El móvil vibraba nervioso sobre la mesa. "Tendré boca de cabra". Era un número conocido que debía contestar, así que no dudó en echar el auricular sobre la oreja.

-...sí sí, ya estoy con su informe, mañana lo tendrá listo.
[...]
-...no se preocupe.
-...sí, jaja, es que he abierto las ventanas y entra el ruido de la calle.
[...]
-...mañana a primera hora, no se preocupe.
-Hasta luego.
(cuelga)
-Malditos... No la dejan a una en paz.

Aún quedaba un tercio del vaso cuando se percató de un hombre que la miraba con cierto... interés. Era corpulento y llevaba una camisa elegante. Tomaba una cerveza con otra persona que daba la espalda y al cual escuchaba más que hablaba. De cara era guapo, con los rasgos marcados y la piel con los primeros días de playa encima. La chica apartó la mirada cuando se sintió clavada por sus ojos. Le había gustado y quería evitar ruborizarse.

Volvió a mirarlo y se fijó en que el hombre se ajustaba el pantalón volviendo a la conversación con su amigo. "¿Estaría bien armado además de ser guapo? Ahora mismo no me vendría nada mal tener un buen arma para mi" A comenzó a desvariar un poco cuando se percató...
El hombre volvió a mirarla. Ojos, labios, escote...mesa. Estaba mirando bajo la mesa, porque las piernas de A no estaba cruzadas.

-Debí separarlas con la llamada de los cojones. Mierda. ¿Dónde me meto yo ahora?- se dijo.

Se ruborizó irremediablemente y se le aceleró el pulso. Volvió a cruzar las piernas e intentó disimular mientras pedía la cuenta al joven camarero y terminaba su vaso. Volvió a mirar a aquel hombre. Con ritmo lento, estaba acariciando su pantalón bajo la mesa mientras continuaba su conversación. Un grueso bulto sobresalía bajo la tela, claramente visible y señalado por la mano. Volvió a mirarla, mordiéndose un labio disimuladamente esta vez.

A pagó la cuenta y se levantó de la silla. Recogió sus cosas de la mesa con torpeza y nerviosismo. Tanto es así que las llaves cayeron al suelo. Se agachó a recogerlas con la poca elegancia de hacerlo poniéndose en cuclillas, con una ropa que no le dejaba mucho margen de movimiento ni mucha intimidad en esa posición, justo frente a su voyeur particular. Éste disfrutó de una imagen más que explícita del tesoro que guardan las mujeres para su intimidad; mientras A, aún más nerviosa, se levantaba velozmente llaves en mano y partía de nuevo hacia la oficina, despreocupándose de la vuelta de la consumición.

Se había sentido observada, usada y violada por aquellos ojos. Sin embargo, se preguntaba por qué se sentía incómoda y, al mismo tiempo, estaba deseando repetir. Desde la terraza hasta la oficina se había vuelto a mojar sexualmente. La visión del guapo y corpulento hombre acariciando su miembro por ella no salía de su mente. Ella le había puesto cachonda y él no había tenido reparo en demostrarlo.

Imaginó aquel hombre atractivo sacando un carnoso miembro de la cremallera, en mitad del bar y a la luz del día, y masturbándolo delante de ella para su disfrute. Al menos en su imaginación, la polla era grande y hermosa y comenzaba a manchar la camisa con las primeras gotas de líquido. Entonces ella abrió las piernas sin miedo y se tapó el sexo. La figura de las piernas suaves, entaconados los pies y las medias sin ropa interior era irresistible y lo pondría como un toro salvaje.
Llegó a la oficina y fue al cuarto de baño. Estaba cachondísima y se subió la falda hasta la cintura. Comenzó a frotar sus labios, que volvían a estar empapados y continuó imaginando la situación. Él se masturbaba delante de ella en medio del bar, a plena luz y ella correspondía igual con las piernas bien abiertas. De repente, el atractivo hombre se levantó de su silla y recorrió la distancia que los separaba bien empalmado.

-Esto es para ti, preciosa- dijo su voz.

A miró la esbelta forma de la polla que comenzaba a mojarse y la aceptó en su boca. Con una de sus manos masturbaba la polla mientras chupaba como si fuese un helado caliente. Él se desabrochaba la camisa mientras su cara expresaba placer. Sacó la polla de la boca y golpeó dos veces los labios con ella antes de volver a meterla entre los dientes. Volvió a sacarla y cogió a la chica por los hombros para levantarla. Levantó su falda y la tumbó sobre la mesa de propaganda del bar frente a la estupefacta mirada de todos. Cogió sus piernas y las abrió para, posteriormente, clavar su carne dentro de la mujer sin piedad ninguna.

La mesa no paraba de moverse mientras la chica estaba sin palabras. Sólo podía gemir y sentir la carne que la llenaba y se adaptaba a su interior en cada movimiento de vaivén. Los pechos no paraban de botar y se sujetó a la mesa para no caerse. Sintió cómo la polla salía de su interior, daba muchos golpes seguidos en su clítoris y volvía a entrar con el mismo ímpetu y volumen que antes. El hombre no paraba de jadear. Sujetó a la chica por detrás de la cintura y la levantó para sentarla sobre la mesa. Siguió follándola mientras en su oído susurraba "Córrete, córrete ya, vamos, mira cómo te lleno yo, mmm, me corro..."

A sintió cómo su coño se inundaba literalmente. Estaba en el cuarto de baño de la oficina, sentada en el retrete y con las piernas extrañamente abiertas. Una estaba apoyada en el lavabo, mientras la otra se sujetaba sobre la papelera. Su mano estaba empapada, al igual que la taza y la falda. Los pelos alborotados y los papeles esperando. Aún necesitaba un buen polvo, pero ahora, al menos, podría pensar en otra cosa.

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13 octubre, 2009

La entrepierna pública (I)

El día se había levantado espléndido. Una luminosa mañana saludaba la ciudad desde temprano y la temperatura era templada, adecuada para ir de corto sin pasar frío por la calle. La calle olía a suave brisa marina y el aire balanceaba lentamente los árboles de parques y calles principales. Sin duda era un maravilloso día para salir a la calle a tomar el sol y un aperitivo con los amigos... en lugar de estar frente al ordenador en la mesa de la oficina con una montaña de papeles esperando.

A se lamentaba de su fortuna. Jugueteando con sus tacones sobre el reposapiés, tecleaba sin ganas y miraba la pantalla de su PC evitando posar su vista sobre los documentos que aún esperaban, clientes pendientes de tramitar que no eran capaces de valorar el cansino trabajo que estaba haciendo.
Las teclas dejaron de sonar, la mirada perdió el horizonte y la mente de A empezó un viaje hacia un mundo mejor. Estaba en la playa, pero no en una playa cualquiera. Estaba en una playa de arena blanca. El rumor suave del mar, turquesa cristalino, la relajaba. Las palmeras a pie de playa mecían sus hojas bajo el viento suave y el sol bronceaba todos y cada uno de los rincones de su piel. Al fin y al cabo, ¿quién necesita taparse en una isla desierta?
"De sueños no se vive", se recordó a sí misma cuando volvió a prestar atención al ordenador. "...pero los sueños son lo único que nadie puede robarnos".

Apenas el tocho de folios había bajado un par de documentos, cuando A volvió a evadirse. Recordó aquel chico con el que estuvo, un amante 10, que siempre se la ganaba entre las sábanas. Él sabía lo que le gustaba y a ella le encantaba recibirlo, ya fuese en la cama o en otras habitaciones, incluso en casas de amigos. Rememoró la vez en que estaban en casa de una amiga suya haciendo una fiesta. Todos habían bebido un poco y las risas de la sala de estar se escuchaban desde el bloque de enfrente. Había ido a retocarse el maquillaje al cuarto de baño cuando el chico irrumpió.
-¿Qué haces?- dijo A sonriendo.
-Shhhhh- respondió.

Cerró el pestillo tras de sí y comenzó a besarla apasionadamente poniéndola contra el lavabo. A se recolgó de su cuello mientras él la rodeaba con sus brazos. La apretaba con su cuerpo y le metía mano por todas partes. Llevó una de las manos de A hasta su cremallera para que sintiera la erección que tenía.
-Ufff, cómo estás, nene.

Siguieron besándose mientras él desabrochaba su pantalón. El miembro dio un respingo una vez libre de la ropa interior que lo aprisionaba. A lo asió con su mano y masturbó la carne caliente y dura. Sin apenas darse cuenta, los 3 primeros botones de su blusa fueron abiertos. Sintió la mano caliente levantando el sujetador aún cerrado por atrás y los pechos siendo liberados de la tela y presos por las manos.
Con un poco de fuerza, el chico bajó la cabeza de A que, encantada, se dispuso a saborear su improvisado pintalabios masculino. La morbosa situación y el buen hacer de A hicieron disfrutar al amante de una manera indescriptible. El cuarto de baño era estrecho y tuvo que contenerla un poco para que no se diese un golpe.

Volvió a levantarla y a besarla. Su sabor era ligeramente diferente, pero ahora estaba aún más excitada y entregada. Volvió a apoyarla contra el lavabo y levantó una de sus piernas apoyando el pie sobre la tapa del retrete. Su mano cálida hurgó bajo la falda y se llenó nada más encontrar la pequeña tela del tanga. El tanga estaba empapado y la falda tendría por debajo una mancha seguramente que después no podrían disimular, pero no era eso lo que les preocupaba ahora. Apartó el tanga y penetró con fuerza el coño abierto de A que recibió la polla con alivio y placer increíbles. Empujada hacia el lavabo y hacia arriba, tuvo que morderse la lengua para evitar que la escucharan desde fuera del baño. Además el chico no dejaba de atender a todos sus sentidos: la besaba, le mordía el cuello, tocaba sus pechos, al oído le decía cosas que le encantaba escuchar; todo sin dejar de mover el miembro dentro de ella.

No tardaron mucho en terminar aquella escena, ni los amigos tardaron mucho en comprender qué hacían aquellos dos en el baño.
A volvió a la realidad de nuevo. Era una lástima que ahora ese chico estuviera tan lejos. Miles de kilómetros eran muchos, tantos como obligaciones diarias. Pero A necesitaba un alivio como ese de vez en cuando.
No se había dado cuenta, pero había recordado la anécdota con tanto detalle que ahora estaba excitada. Sus pechos estaban duros; su ropa íntima estaba muy mojada y sentía la necesidad de un amigo cerca, muy cerca de ella.

Continuará...

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25 agosto, 2009

Espera lo inesperado

Llamé al timbre de la casa donde había sido citada. Era un lugar desconocido para mi pero estaba tranquila; estaba protegida. Vestía sólo unas botas y un abrigo largo, tal y como me habían ordenado, y pensaba en qué sería lo que me encontraría detrás de la puerta mientras esperaba que abriesen.
Escuché el pestillo abrirse y la puerta giró hacia dentro descubriéndome una persona conocida.

-Hola nena. Veo que llegas puntual, como siempre. Eso me gusta. Pasa y te explicaré cómo vamos a hacerlo.

Asentí con la cabeza y atravesé el umbral de la puerta. "A", que así se llamaba, besó mis labios y cerró la puerta detrás de mi. A simple vista no estaba más que en un hall de una casa corriente, con un perchero para colgar los abrigos, un pequeño mueble con cartas, papeles y un par de adornos y un espejo. A me ayudó a quitarme el abrigo y lo colgó en el perchero. La visión de mi cuerpo desnudo frente al espejo de la entrada me provocó una leve excitación, acentuada al descubrir que A me miraba a través del reflejo.

Me cogió suavemente por la cintura y me invitó a pasar hacia el interior de la casa. El pasillo era largo y mis pesadas botas resonaban a cada paso. Al pasar junto a una habitación vi que era una sala de estar, con un sofá, un estante con libros y una televisión encendida. Viendo la televisión estaba una chica con el cabello largo y oscuro, con las puntas blancas. Parecía una chica atractiva; con los rasgos faciales un poco marcados, pero hermosa. Seguimos hacia delante y entramos en una habitación con una gran cama de matrimonio con cabecero y pie metálicos de aspecto robusto. Las numerosas velas que había inundaban la habitación con su aroma y ofrecían un ambiente cálido con una luz tenue muy apropiados.

-Vamos a empezar dentro de poco. Ya sabes lo que toca.
-Sí, amo.

Frente a la cama se abría un armario de doble puerta. No había ropa dentro. En su lugar, con baldas y a modo de expositor tenía numerosos artilugios de metal y plástico. La mayoría habrían salido con toda probabilidad de una tienda erótica especializada, aunque algunas podrían verse fácilmente en armerías. También había artículos que, si bien servían para ponerse sobre el cuerpo, no sería capaz de llamarlo "ropa", por el tamaño y las formas de algunos. Sin duda, no podrían abrigar mucho. Vi una argolla enorme en el techo y me fijé en que había un saco de boxeo junto al armario abierto, medio tapado por una de las puertas.

Mi amo iba muy guapo. Llevaba una camisa negra satinada que marcaba su fornido torso y unos pantalones con una línea muy elegante. Su cabello estaba recién cortado y su barba, sin ser demasiado larga pero muy poblada, lo hacía mayor de lo que realmente era. Me senté en el borde más próximo de la cama y A sacó el pañuelo granate que adornaba el bolsillo de su camisa.

-Ahora te vas a quitar las botas y vas a esperar a que N y yo nos preparemos. No vamos a tardar- dijo mientras ataba el pañuelo alrededor de mi cabeza, tapando mis ojos.

Escuché los pasos alejarse mientras tocaba la venda de mis ojos. Estaba muy apretada para que no se cayese. Muchas veces ocurre que se desliza hacia arriba debido al pelo largo. Comencé a desabrochar mis botas a ciegas, quitando primero los broches laterales y, después, los cordones frontales que tenía más abajo. Me costó un poco sacar los pies porque son botas muy pesadas y gruesas, difíciles de doblar. Mientras esperaba sentada, pensé en aquella persona a quien había mencionado, N. Seguramente sería la chica que estaba viendo la televisión en la otra habitación. Televisión que, por cierto, hacía un par de minutos que no se escuchaba. ¿Cómo sería ella? Me intrigaba, pero al mismo tiempo me excitaba que A hubiese buscado una compañera de juegos.

Se acercaron unos pasos que dejaron de sonar muy cerca.

-Esta es mi perra. Es muy obediente. ¿Qué te parece?- dijo A.
-Me gusta. Me gusta mucho, sí señor. Se nota que tienes buen gusto. Tiene muy buen cuerpo y es guapa. Me gusta su pelo también- contestó la voz femenina de N mientras acariciaba mi cabello.
-Es una insaciable y siempre tiene ganas de más.

Escuché cómo se movían por la habitación y hacían cosas que sólo podía imaginar por los sonidos que percibía: el correr de una cadena, algo contundente que golpeó la madera, objetos metálicos que sonaban desde el armario. Sentí cómo unas manos pasaron por mi cuello y me sobresalté un poco, pero A me tranquilizó con su voz. Una pieza de cuero ancho corrió por mi cuello y se cerró con un broche mientras una cadena metálica y fría caía sobre mis pechos hasta llegar a las piernas desnudas.

-Perrita, échate hacia atrás y ponte con la cabeza en el otro borde de la cama- dijo la voz de A.

Obedecí y estiré mi cuerpo por todo el ancho de la cama, en el centro del colchón. Noté más correas de piel alrededor de las muñecas y sentí cómo mis brazos quedaban suspendidos en el aire, atados seguramente a los hierros de la cama. Mis piernas fueron también atadas a los hierros, por las rodillas y por los tobillos, quedándome con las piernas flexionadas y con mi sexo indefenso. Inmovilizada y ciega, estaba a merced de la voluntad de las perversas mentes de mis amos.

Seguía escuchando sonidos que no sabía cómo interpretar exactamente. No sabía qué tenían preparado para mi y muchos pensamientos placenteros invadieron mi mente por la situación en la que estaba de total sumisión. Entonces, sin aviso previo, noté cómo un cuerpo flexible y pequeño comenzaba a rozar los labios de mi sexo afeitado para la ocasión. Me estremecí de placer y sentí un escalofrío. Quise retorcerme, pero las ataduras me lo impedían. Tampoco podía ver quién recorría mis labios internos y externos con su lengua. El tacto era suave y pude sentir sus labios en mi coño cuando quiso chupar mi clítoris más intensamente; entonces me di cuenta de que no podía ser A, porque no sentí los pelos de su barba rozándome. Debía ser aquella chica de cabello bicolor y, sin duda, era una maestra.

Imaginé su rostro llenándose de mis fluídos, pues estaba ya muy cachonda con la manera que tenía de practicarme el sexo oral. También noté sus dedos finos y uñas largas frotando la membrana mojada de mi vagina y, buscando un poco más abajo, el estrecho agujero que mis nalgas abiertas dejaban visible. Sus dedos penetraban mi ano y se movían en su interior, con intención de abrirlo seguramente. Al poco de eso, dejé de sentir los dedos y noté bolas de goma entrando en mi por ese estrecho hueco, siendo cada vez un poco más grandes y llenando mi recto.

Estaba muy excitada y me retorcía como podía en mi prisión al mismo tiempo que jadeaba. Mi corazón estaba acelerado y comenzaba a necesitar algo más. Sin advertencia ninguna, un líquido ardiente cayó sobre mis pechos. Mis pezones estaban muy sensibles por mi excitación y sentí el ardor una barbaridad. Me encantó. Mi amo estaba echando cera derretida sobre mis pechos y la restregaba sobre ellos después de verterla mientras su amiga hacía delicias entre mis piernas.

-Mira perra, tengo aquí lo que más te gusta- dijo A.

Escuché la voz por la derecha y hacia allí me giré. Sentí como mi cara era golpeada por un objeto. Era su polla, sin duda, que estaba bien dura y preparada para que la chupase como más le gustaba. Abrí mi boca y dejé que metiese su polla en ella. Al principio fue brusco, como queriendo follarme la boca, sujetando mi cabeza con una mano al mismo tiempo que seguía restregándome los pechos con la otra, pero paró al notar mi lengua complaciente alrededor de su carne y mis labios presionando su miembro. Fue más suave conmigo y penetró mi boca con cuidado.

No recuerdo cuántos orgasmos tuve en esa posición. N había utilizado un dildo muy grande para introducirlo en mi vagina y follarme con él sin piedad. Debía ser un enorme pollón de goma con numerosas protuberancias flexibles, me estaba derritiendo sabiendo que al mismo tiempo tenía el culo y la boca también llenos. Me estremecía cada vez más, involuntariamente. Teniendo varios orgasmos seguidos tuve que gritar y dejé de chupársela a mi amo, que me corrigió con un guantazo. "Puta, chupa", dijo molesto y volvió a follarme la boca.

Después de estar un rato así, mis adiestradores se alejaron de mi y volví a estar vacía. Mi coño, mi culo y la cama estaban empapados. Mis tetas estaban sucias y enrojecidas de la cera seca y mis ataduras debían estar marcándome muñecas, rodillas y tobillos, por el dolor que sentía. Realmente me había movido poco; sin embargo, estaba bastante cansada de luchar con las cuerdas.

Mis brazos fueron descolgados, pero no liberados de los grilletes. Mis piernas también las sentí libres y las estiré para salir del agarrotamiento de la postura. A me ordenó que me pusiera a cuatro patas y le obedecí porque soy una perra obediente. Acarició mi cabello y se aseguró de que el pañuelo no se caía.

-Como eres una perra, te voy a poner un bozal especial para ti. Abre la boca- dijo.

Sentí un aro metálico introduciéndose entre mi dentadura. La mordaza no me permitía cerrar la boca ni pronunciar palabras, sólo podría emitir sonidos directamente desde mi garganta. Sin embargo, podía respirar tranquilamente puesto que era un aro abierto.

-Has sido mala, así que voy a darte un pequeño escarmiento- dijo A con voz dulce.

Acto seguido un sonido agudo y un fuerte picor me sacudió. La fusta había acertado de pleno en la nalga derecha y emití un ligero y agudo quejido que satisfizo a mi amo. Me acarició la cabeza de nuevo y me tranquilizó acercándose.

-No te preocupes, ya está. Ahora lame como una perra buena y disfruta.

Moví la lengua dentro de mi boca, alrededor de la anilla metálica que me impedía cerrarla, buscando el rabo de mi amo para satisfacerlo. Lamí su glande húmedo y recorrí su polla venosa buscando también sus huevos. Mientras tanto, su amiga N estaba haciendo de las suyas entre mis nalgas. Sentí algo que abría mi culo progresivamente al mismo tiempo que me echaba hacia delante con el riesgo que había de caerme, así que hice fuerza hacia atrás provocando que entrase aquel cuerpo extraño en mi trasero: El tacón de aguja de su bota de cuero. Me lo metió varias veces para después follarme con un arnés. La polla del arnés era muy grande y la chica se movía con mucha fuerza también. No era la primera vez que hacía esto, desde luego, y me estaba encantando cómo abría mi vagina con ese plástico. Seguro que sus pechos botaban igual que los míos hacían ahora mismo por culpa de sus embestidas.

-Deja de lamer. Voy a prepararte la recompensa por portarte bien- habló de nuevo A.

Se separó y dejé de tener su olor cerca. Su polla y su sabor a semen dulce se acabaron y me quedé siendo follada como una perra por aquella zorra del infierno desconocida que me estaba encantando. Paró un momento para abrir mi culo de nuevo con algún juguete anal. Había ido aumentando el tamaño cada vez más. Después cogió la cadena de mi collar y tiró de él. El placer y las embestidas hacían que mi cuerpo se bajase para sentir más, pero tuve que levantar la cabeza porque tiraba de mi cuello y sentía que me ahogaba. Nuevamente perdí la cuenta de los orgasmos que tuve, pero estaba segura de que nunca había tenido tantos.

N dejó de follarme y sacó su juguete anal de mi culo. Estaba mojada y saciada como nunca y me dejé caer en la cama por el cansancio de llevar otro buen rato la misma postura. A se acercó y me ayudó a levantarme. Me guió hacia otro lugar de la habitación fuera de la cama. Unió los grilletes que aún tenía en mis manos y escuché el correr de la cadena alrededor de algo metálico. Mis brazos se levantaron y me dejaron semi suspendida. Seguía sin ver nada y lo único que sentía ahora era el sudor y el calor de mi piel, los fluídos que bajaban por el interior de mi pierna y el cansancio.

Alguien me abrazó por detrás y me acarició los pechos. Mordió mi espalda y mi cuello y nuevamente no sentí el vello facial, así que supe quién era por ello. Una protuberancia de goma me golpeaba al mismo tiempo en el trasero, con movimientos torpes e irregulares. Otro arnés probablemente. Disfruté del tacto de la experta chica que magreaba mi piel a su antojo y procuraba que mi ano no se cerrase. Sentí el olor de mi amo delante, así que estaba muy cerca. Sin previo aviso, me cogió por las rodillas y me levantó, abriéndome las piernas y dejándome colgada sobre mis muñecas. N estaba por detrás buscándome para penetrarme de nuevo. Entró en mi vagina, salió después y entró en mi culo, con más dificultad. Después sentí la polla de A entrando en mi mojado coño y me sentí mucho mejor.

Entre los dos me follaron mientras colgaba del techo. A me sujetaba por las piernas y procuraba que no se me cerrasen mientras N se movía al ritmo de A, sujetándome por el torso, arañándome con sus largas uñas y mordiéndome. La polla de A no era tan grande como los consoladores que tuve dentro antes, pero era la polla de carne de mi amo y él sabía cómo follarme. Sus labios lamían mis pezones y sus dientes mordían mis pechos mientras ambos entraban y salían de mi. Así estuvieron hasta que sentí el cálido esperma de mi amo llenar mi vagina en 4 ó 5 últimas embestidas que me hicieron estremecer.

Salieron los dos de mi interior, pero A no cerraba aún mis piernas.

-Saca un poco de semen para N- ordenó mi amo y yo le obedecí.

Contraje las paredes de mi vagina y noté cómo parte del semen bajaba y caía. N estaba debajo, lamiendo y recibiendo también su parte del premio.

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15 julio, 2009

La terminal

El día se había levantado espléndido. El sol lucía con intensidad y su brillo se reflejaba en las enormes paredes de cristal de la terminal del aeropuerto. Cargué mi mochila al hombro y me dirigí hacia el control de seguridad directamente. Me iba de vacaciones pocos días a casa de un amigo y en la mochilla llevaba todo lo que necesitaba: ropa, dinero, el cargador del teléfono móvil y los objetos para mi aseo personal.

El guardia de seguridad me pidió el billete de avión para comprobarlo y me invitó a dejar mis artículos personales en un cajón de plástico. Me devolvió el billete y deposité el cajón y la mochila sobre la cinta transportadora del escáner. Al mismo tiempo que la máquina exploraba mis pertenencias, yo pasaba bajo el arco detector de metales, el cual no emitió sonido alguno. Estaba limpio.

Recogí mis pertenencias con la celeridad que las monedas me permitieron. Nunca lleves demasiada calderilla cuando vayas de viaje- me recordé. Abandoné la zona de control y me dirigí a la zona comercial del interior de la terminal. Aún no estaba asignada la puerta de embarque, así que decidí tomarme la espera con calma. Fui a un bar y pregunté el precio de una cerveza a la guapa chica joven que atendía el local. La respuesta dada me sorprendió y me hizo replantear la decisión. Opté finalmente por una chocolatina que, al menos, endulzaría mi paladar. Paseé por las tiendas de la terminal degustando el chocolate relleno de caramelo observando curioso las tiendas y los artículos que se vendían. Hasta videojuegos.

Compré una revista en una tienda que parecía mitad quiosco y mitad tienda de artículos típicos. No había mucho donde elegir y me decanté por una revista de coches. Con eso podría entretenerme durante todo el viaje y el vuelo se me pasaría "volado". Pagué al cajero y salí de la tienda leyendo la revista distraído. Absorto por unas fotos interiores, anduve hacia unas mesas para sentarme frente a los paneles informativos, pero, de repente, choqué de frente con alguien que venía en otra dirección.

La revista se escapó de mis manos y cayó al suelo ruidosamente. El golpe no fue fuerte pero la sorpresa fue absoluta. Había chocado con una chica castaña que se echó hacia atrás y casi cae por un traspiés. Perdón, perdón- dije ruborizándome mientras la sujetaba para que no cayese. En ese momento nos miraba media terminal y yo me sentía completamente torpe. La chica levantó la cabeza e inmediatamente nos dimos cuenta de que no éramos unos desconocidos.

Entre estupefactos y alegres nos encontramos tras el breve impacto. La existencia de una confianza previa suavizó todo, aunque no evitó que C me recriminara mi distracción.

-Tan empanado como tú- le respondí.
-Eres un melón- recibí como réplica.

Nos saludamos amistosamente y recogí la revista del suelo. La enrollé y la guardé bajo mi brazo.

-¿Dónde vas?
-A mi casa- respondió- ¿Y tú?
-Yo me voy a aprovechar las vacaciones lejos, a casa de un amigo. Ahora mismo iba a sentarme allí mientras me asignan la puerta de embarque, porque se ven los paneles bien-contesté.

En ese momento miré hacia el panel y vi un evento añadido a mi vuelo. RETRASADO/DELAYED , aparecía claramente visible junto a mi número de vuelo. La hora de salida se había visto modificada y aparecía con una hora añadida.

-Mierda- pensé en voz alta.
-¿Ese es el tuyo?
-Sí.
-Bueno, así me haces compañía, que el mio sale un rato después.
-¿Cómo que has venido tan temprano?- pregunté extrañado.
-Porque tenía que facturar el equipaje, melón. Pero estaba la primera de la cola y he tardado poco- contestó.

Nos acercamos a una de las mesas vacías y nos sentamos enfrentados. La miraba mientras guardaba la revista en mi bolsa. Era una chica un poco más baja que yo, de cuerpo bonito y guapa de cara. Su melena era castaña y caía ligeramente ondulada sobre sus pequeños pechos. Recordé nuestro anterior encuentro, en un lugar tan acogedor como una cama y con una actitud mucho más cariñosa por parte de ambos. Aquella era una de esas chicas en las que puedes confiar tus secretos, una amiga con la que alguna vez que otra hay más que palabras y más que roces.

-¿Vas a rabear mucho?
-Se hará lo que se pueda. Si hay ocasión, habrá que aprovecharla-respondí sonriente.
-Eres un puerco.
-Ya sabes que sí- dije forzando una mirada insinuante.
Ella respondió con una sonrisa contenida mientras agitaba la cabeza de un lado a otro.

Estuvimos un rato hablando sobre aeropuertos. Hacía unos días me enteré de que saltó la alarma en un aeropuerto extranjero por un posible explosivo en unos baños y el objeto sospechoso resultó ser un vibrador sexual, lo que nos entretuvo un rato a base de comentarios no aptos para menores y de unas buenas risas. Teniendo esa conversación, precisamente con esta chica y en un aeropuerto, comenzaron a florecer algunos de esos pensamientos sucios que inevitablemente se transforman en movimientos involuntarios.

Era una situación propicia. C y yo ya nos conocíamos y conocíamos nuestros gustos y nuestros límites. Íbamos a volar en breve hacia destinos opuestos y no sabíamos cuándo nos volveríamos a ver. Estábamos en un lugar público, donde podrían pillarnos, llamarnos la atención. Nuestras pulsaciones serían mayores de lo habitual, no aptas para enfermos del corazón. El morbo y el rememorar otras ocasiones en que nos ofrecimos amor carnal no ayudaban a que mi excitación bajara.

-Voy un momento al baño- dijo de pronto.
Sus palabras me despertaron. ¿Estaría leyéndome la mente? Me puse un poco nervioso en ese momento.
-No te olvides el consolador, a ver si vamos a explotar todos- comenté.
Me encantaba ver cómo se dirigía hacia el baño. Contoneaba sus caderas y sus nalgas me llamaban en silencio mientras se alejaban. Es un lenguaje universal que a menudo las chicas usan sin saber; o sin querer. Hipnotizado por el movimiento comencé a ponerme más nervioso y más excitado debido al pensamiento anterior.

¿Tendríamos tiempo? ¿Querría ella? ¿Necesitaba ir al baño realmente o era una especie de prueba? Esas y otras preguntas chocaban en mi mente mientras la idea de asaltarla en el baño me atraía cada vez más. No tardaría en salir del baño y los vuelos empezarían a embarcar dentro de algunos minutos. Si quería hacer algo, o intentarlo, debería hacerlo en ese momento y sin dudar más.

Me levanté y me colgué la mochila de un asa mientras me dirigía hacia los aseos ligeramente tembloroso. Pasé por el arco que señalaba los servicios y me introduje cautelosamente en la parte reservada para las damas. C acababa de terminar de lavarse las manos y se quedó sorprendida de verme allí por razones evidentes.

-¿Qué haces aquí?-me preguntó mientras su ritmo cardíaco se aceleraba.
-Es que me he equivocado de baño.

Acto seguido, me acerqué a ella mirándola a los ojos; no demasiado rápido, para que no me temiera; ni demasiado lento, para que no pudiese escapar de mi abrazo. Sujetaba el asa colgada de mi mochila con una mano mientras que con mi otra mano rodeaba la cintura de C, muy pegada a mi. Respiré hondo y la miré a los ojos antes de lanzar un mordisco a su boca lleno de pasión. Ella abrazó mi espalda y correspondió mis caricias dentro de su boca con una lengua complaciente y cariñosa. Nos movimos rápidamente hacia uno de los baños para evitar que alguien pudiese vernos y cerramos la puerta con el pestillo.

Solté la mochila en el suelo y abracé su cuerpo completamente. Ya no existía el nerviosismo anterior, todo era excitación y pasión en nuestros movimientos. Abracé su trasero y lo apreté firme mientras devoraba su cuello con cuidado para no dejar marcas. Abrí mi pantalón y mi cremallera e invité con un gesto de mi mano a que entrase la suya bajo mi ropa interior. Dentro esperaba mi polla notablemente erecta a que su mano entrase y acariciase la caliente carne.

Bajé un poco mi pantalón para que pudiese masturbarme más cómodamente. A veces separaba sus labios de los mios y me miraba, buscando algo en mi mirada, evitando mis labios una primera vez, pero no una segunda. Acaricié sus pechos por debajo del sujetador. Eran pequeños, pero sus pezones estaban muy excitados y duros. Estaban muy sensibles en ese momento y sintió un gran placer cuando notó mis labios sobre uno de ellos, mojándolo y acariciándolo con la lengua salivada. No pares- le dije al oído mientras acariciaba su cabello. Una de sus manos apretaba mi trasero mientras la otra se afanaba en realizarme una paja, por lo cual ya estaba ligeramente manchada de mi.

Abrí el botón que separaba las solapas de su pantalón y seguí por la cremallera. La oscura tela de su ropa interior asomaba por la abertura del vaquero. Mi mano se deslizó por su piel metiéndose bajo la mencionada tela, segura de si misma y sin detenerse al pasar por el corto y cuidado vello púbico. Conseguí alcanzar la línea de la que brotaba una humedad considerable y puse mis esfuerzos en abrirla, buscando el pequeño bulto que formaba el clítoris excitado y duro con mi dedo corazón. Cerró los ojos cuando lo encontré y comencé a amasarlo de arriba hacia abajo; presionando con mi mano sobre los carnosos labios cubiertos de fluído; apretando un poco mas cuando dirigía mi mano hacia arriba y buscando el agujero cálido cuando la llevaba hacia abajo. Después centré mi movimiento de nuevo en el clítoris, usando un dedo o dos al mismo tiempo, moviendo las yemas de los dedos sobre el pequeño bulto de manera circular.

Sus ojos seguían cerrados. Mis labios mordían los suyos cuando noté su respiración entrecortada. Ataqué a su cuello, apreté mi mano en su nalga y aceleré la otra en su mojado coño. El orgasmo sobrevino silenciosa pero enérgicamente y separó mi mano antes de que le hiciese daño. Volvió a mirarme y volví a besarla abrazándola fuerte.

Comencé a moverla para girarla. ¿Qué haces?- me preguntó en voz baja. Pero noté cómo su cuerpo se dejaba y no creí necesaria la respuesta hablada. Volví a abrazarla, de espaldas esta vez, con mis manos rodeando su vientre y subiendo hacia sus pechos. Bajé su pantalón y recliné su cuerpo hasta dejar que se apoyase sobre la cisterna del retrete. Llevaba un tanga negro cuyas líneas dibujaba tu precioso culo, que apreté en mis manos y acaricié con la punta de mi rabo húmedo. Bajé el tanga hasta que alcanzó al pantalón y acaricié de nuevo la vulva. Estaba muy mojada, mucho más que antes. Sin dudar, metí mi carne venosa dentro de ella y se deslizó suavemente notando cómo aumentaba el ardor del cuerpo a medida que llegaba más hondo.
Clavé y apuñalé su carne con mi venoso miembro mientras abría y cerraba sus nalgas. Noté cómo su calor, el de C, me llegaba y me llenaba, me incitaba a darle más fuerte y a llenarla con toda mi carne. Estaba muy excitado y muy duro. Me agaché para besarla mientras penetraba su sexo. Después le dije al oído que era muy zorrita y que eso me encantaba. Mordí su espalda y embestí su culo con mi pelvis con más fuerza y mayor frecuencia cada vez.

Estábamos muy excitados follando en esa situación cuando, de repente, unos pasos hicieron eco en la sala de los servicios. Alguien había entrado y no pude evitar llenar de esperma todo su ya de por sí mojado interior. Vacié mis testículos dentro de ella ahogando un gemido de placer y paralizándome para no hacer ruido intentando que no nos descubrieran. Finalmente los pasos se alejaron entrando seguramente en el servicio de caballeros. Respiré tranquilo y saqué mi sexo del suyo, inundado seguramente.

Alcancé un par de clinex y le di uno a C para que se limpiase. Yo hice lo propio con el segundo. Acto seguido miré la hora y me asusté. ¡Casi era la hora de salida del avión! Avisé a C y rápidamente nos pusimos a arreglarnos. Casi chocan nuestras cabezas mientras nos subíamos los pantalones manchados. Abrí la puerta del baño y pateé la mochila hacia fuera. Salimos y nos arreglamos como bien pudimos, echándonos agua en la cara. Cogí la mochila y salimos rápido a ver los paneles informativos del aeropuerto. Nuestras puertas de embarque estaban en diferentes lugares, así que nos despedimos con un abrazo y un beso, aún apasionados por lo que acabábamos de hacer, y salimos corriendo hacia nuestros aviones. Por lo que a mi respecta, fui de los últimos en embarcar, pero llegué a tiempo. Según me enteré más tarde, ella también llegó a tiempo. Aunque me volví a ganar una reprimenda...

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08 febrero, 2009

La rubia y la morena

La mesa estaba repleta de vasos de plástico con restos de bebidas y botellas medio vacías. Los aperitivos salados estaban esparcidos por toda la tabla, fuera de sus correspondientes platos, y los ceniceros rebosaban de cenizas y colillas. Bajamos la música, pues habíamos dejado la medianoche bastante atrás. Mi cuerpo descansaba sobre el sillón, aún con un vaso en la mano y sin intenciones de soltarlo. Levanté un poco la mirada para comprobar que R y M aún seguían tras la mesa, echadas en el sofá y, probablemente, afectadas por el alcohol, al igual que yo.

R tenía un rubio noruego intenso acompañado de ojos claros como las aguas del mar del norte. De facciones suaves y labios carnosos, descansaba recostada sobre el sofá mientras daba buena cuenta de un plato lleno de maiz frito. A su lado estaba M, felina de ojos oscuros y mirada seductora. Limpiaba con una servilleta un par de gotas que se le habían caído en el escote al beber un sorbo del ron que su vaso contenía.

-¿Por qué no dejas que te limpie yo?- le dije.
-Hazlo, si te atreves- me contestó sonriendo.
-Me voy a tener que levantar... uff, creo que me lo he pensado mejor- le dije con una sonrisa.
-Yo lo haré- dijo R soltando el plato.

Cogió la servilleta que M tenía en la mano y la dejó sobre la mesa sin interesarse en dónde caería. Se incorporó sobre el sofá y acercó su cara al gran triángulo vacío de la camiseta de M y lamió el licor que se había escurrido entre sus pechos recreándose, absorbiendo cada gota que pudiera encontrar. M se rió, mostrando placer en su voz mientras la cabellera rubia de R tapaba el bello escote a mi vista. Se me abrieron los ojos llevado por la sorpresa y me levanté ligeramente del asiento, interesado en la escena que estaba presenciando. Ninguno se esperaba una reacción así. Quizás ni siquiera la propia R esperaba verse lamiendo pechos como una gata lame unas gotas de leche. Pero, a veces, el alcohol nos desinhibe y acabamos haciendo cosas que no sabíamos que deseábamos.

No quedaba más alcohol entre las tetas de M, así que R levantó la mirada y rió.
-Qué bueno estaba- comentó.
-Yo pienso lo mismo- dijo M, que la miraba sonriente a los ojos.

R cogió su vaso, que descansaba sobre la mesa, y bebió un trago derramando deliberadamente parte del líquido por las comisuras de sus labios. Los pequeños chorros cayeron por su cuello hasta llegar a la tela del vestido floreado que la cubría.

-Vaya, ahora me he manchado yo. Qué torpe soy- dijo juguetona.
-No te preocupes, yo te ayudo- se ofreció M complaciente.

M dirigió sus labios hacia el cuello mojado de R buscando la bebida. La boca de M pronto dejó de interesarse por el alcohol que mojaba la piel de R y comenzó a interesarse más por la piel en sí. M abría y cerraba sus labios sobre el cuello de la chica rubia mientras, al mismo tiempo, humedecía la zona con su lengua. R abrazó el cabello moreno y se dejó caer sobre el respaldo, sintiendo y disfrutando ese momento. Sin darse cuenta, sus pezones se habían endurecido y mostraban su relieve a través del vestido.

Sabían que yo estaba delante, mirando, disfrutando; pero no parecía importarles. Más bien parecían disfrutar poniéndome en tal tesitura. Mi corazón empezó a acelerarse y la testosterona comenzó a correr por mi cuerpo, encendiendo mi interior y despertando mi deseo sexual. Las chicas estaban ampliando sus actividades. Ya no sólo había labor bucal, sino que también las manos habían comenzado a trabajar. R sujetaba la cabellera de M mientras se besaban apasionadamente. Al mismo tiempo, cada una amasaba los pechos de la otra mujer, sintiendo el tacto de las hábiles manos en los senos suaves, cuyos pezones estaban ya sensibles y excitados.

Escuchaba cómo las chicas se saboreaban y gemían de placer al sentir el contacto íntimo. Imaginaba cómo de cachondas debían estar y me excitaba. Sin decirles nada, dejé que continuaran su recital hedonista mientras comenzaba yo el mio. Me quité la camiseta y desabroché el botón de mi pantalón. La cremallera hizo un característico ruido al bajar y el contenido de mi ropa íntima subió sin que nadie se lo pidiera, cubierto aún por la tela elástica de los boxers. Para entonces M ya se había quitado su camiseta y R la ayudaba con el sujetador abrazándola a la vez que no dejaba de lamer su piel, como una lapa que se aferra a una piedra y no quiere soltarla.

Las féminas, visiblemente excitadas y hambrientas, se percataron de mi actitud; aunque ni yo hice nada por evitarlo ni ellas pretendían que escondiese mis instintos.

-¿Qué haces, N?- dijo M con una mirada lujuriosa mientras R seguía pegada a su piel, deshaciéndose del sostén de la morena sin poner interés en dónde caería.
-¿Qué crees que hago?- contesté mientras frotaba mi falo de capilares llenos.
-Creo que te estás pajeando a nuestra costa- dijo ella.
-Así es. Y estoy disfrutándolo mucho, cariño- le dije.

Mi polla estaba muy excitada, alzada como el mástil de una bandera mientras yacía en el sillón con los pantalones a medio bajar. Quería subir más, ensanchar más e inflarse más. La chica rubia se puso en pie sobre el sofá y se quitó el ligero vestido con una facilidad pasmosa, descubriéndonos que no llevaba ninguna otra prenda debajo para tapar sus partes pudendas. Se sentó sobre el respaldo del sofá mientras se apoyaba en la pared trasera y abrió sus piernas depiladas mostrándome un rubio triángulo de vello corto que señalaba hacia abajo, hacia una rosada hendidura vertical en su carne. Me miró con cara lasciva, como si no estuviera completamente con nosotros.

-Qué duro estás- comentó la rubia sonriendo, que podía observarme bien desde su punto de vista privilegiado.

Seguidamente miró a los ojos de la chica morena y le pidió, con la mirada y una suave caricia, que le diera lo que deseaba. Ésta pareció entender a la perfección y se acercó sin levantarse hacia la flecha de vello rizado que custodiaban las esbeltas piernas. Podía ver cómo R miraba al cielo con los párpados cerrados sin poder cerrar la boca. Tapaba sus pechos con las manos, no por vergüenza, sino por sentir roce cálido sobre sus pezones. Su torso se retorcía y sus piernas daban algún temblor mientras el cabello de la chica morena tapaba la visión de aquella raja humedecida y sensible.

Masturbé mi virilidad tranquilamente, paladeando la escena sin prisa. Me encantaba ver el pelo oscuro caer sobre la espalda desnuda y sexy de aquella chica ofreciendo su lengua a un trabajo duro pero envidiable. Decidí que ya era hora de desprenderse del resto de trapos que estorbaban en mi cuerpo y planté mi cuerpo delgado completamente desnudo y erecto frente a ellas. Tenía los músculos en tensión y la mente llena de hormonas que me incitaban a ofrecerles lo mejor de mi. El miembro se sostenía por cuenta propia, con la punta enrojecida y una gran vena atravesándolo que no dejaba de bombear sangre.

Me acerqué a las ninfas hasta poder tocar el trasero, prieto bajo los vaqueros, de la chica de cabellos oscuros. Aún seguía frente a la rubia en su papel de felina obediente que lava a su cachorra. Por la expresión de la nórdica y la vibración de sus piernas pude imaginar que acababa de disfrutar de un orgasmo, probablemente muy placentero. Llevó una de sus manos hacia su parte baja con el fin de parar a la sedienta gata y calmar con paciencia su cuerpo y su mente.
La morena se volvió hacia mi, insatisfecha y con la boca llena de un líquido viscoso. Frente a ella estaba la rectitud de mi bastón y no dudó en chuparlo como si fuera un caramelo en cuanto lo tuvo al alcance. Sentí el cálido hueco y el sabroso masaje de su lengua en mi falo; me entraron ganas de follarme su boca de zorrita lujuriosa y viciosa.

R se había recompuesto y abrazaba a M por la espalda, mordiéndola y besándola por el cuello mientras ésta se entretenía en mi bajo vientre. Acaricié con cariño a ambas en los cabellos, sudorosos ya, mientras R buscaba la manera de eliminar el vaquero que le impedía morder otras carnes.

El botón se liberó; la cremallera bajó veloz; la tela se deslizó no sin dificultad por las piernas de la chica laboriosa y una de las manos de la chica rubia, llena de calidez húmeda propia, apartó el elástico tanga y comenzó a urgar en la oscuridad ardiente de la chica morena. Ella, satisfactoriamente perturbada por la mano amiga, detuvo la estupenda chupada y continuó con una masturbación distraída que supe comprender. Introduje el dedo índice entre sus labios y, lleno de saliva lo llevé a su pecho, donde sentí su erecto pezón vibrante por su movimiento irregular.

Pedí cariñosamente a M que se diera la vuelta para poder reventar su todavía cerrada rajita. Ella complació mi deseo y no la defraudé al introducir mi polla en su interior, acogedor como un baño caliente una tarde de invierno. Gimió de placer cuando sintió cómo se abría su vagina al avanzar, pero R acalló su voz con su mano mojada y aún cálida de las dos chicas. Subí una de mis piernas sobre el sofá y comencé a embestirla lentamente y en profundidad, recreándonos en las sensaciones. Pronto necesité darle más fuerte, más rápido. Comencé a jadear. Me encantaba estar dentro de ella abriéndola a mi paso, llenándola de carne. Ella comenzó a gemir más fuerte, a pedirme más, a mirar a R, que se masturbaba frente a nosotros, con vicio irrefrenable y a sentirse muy sucia.

-No pares, mmm- me pedía.

Gemía, pero no era seguido. Se entrecortaba porque estaba a punto de llegar el clímax. Lo noté y me excité aún más. R también se percató y morreó sus labios con M, mareando sus lenguas que se movían como olas en un mar tumultuoso. M no pudo esperar más y acabó corriéndose, temblorosa y extremadamente sensible emitiendo un contenido gemido final a través de los labios de R. Verla así hizo que yo tuviera que imitarla y, veloz, saqué mi miembro turgente de ella y descargué un largo chorro de semen abundante seguido de otros más cortos que cayeron sobre su espalda y su trasero, manchándola. El esperma caliente resbalaba por su espalda antes de que R se acercara para lamerlo...

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24 enero, 2009

Cuestionario

Como veréis, he terminado de decorar mi blog. Su aspecto anterior me parecía demasiado sencillo, simple incluso, y no terminaba de gustarme. Espero que el resultado de varias noches de acostarme a altas horas intentando empaparme de edición html/css guste también a mis lectores.

Para inaugurar el nuevo aspecto del blog, he pensado en hacer el siguiente cuestionario. Pretendo usar las respuestas para futuros relatos y así hacer gozar más a los lectores, protagonistas también de mis historias. Y a las lectoras, a quienes dedico mi pasión.

Extiéndete en las respuestas todo lo que quieras.

Sobre ti....
¿Cuál es la parte de tu cuerpo que más te gusta?
¿Cuál es la zona erógena de tu cuerpo que más te excita?
¿Cuál es la parte de tu cuerpo que más te adulan?
¿Cuánto cuidas tu aspecto físico?
¿De qué te sirves para provocar a tus víctimas?

Sobre la otra persona (en genérico)...
¿Cuál es la parte del cuerpo que más te gusta?
¿Cuál es la zona erógena que más te gusta excitar?
¿Cuál es la parte del cuerpo que más te provoca?
¿Cómo es el cuerpo físicamente ideal para ti?

Sobre el morbo...
¿Qué lugares te dan morbo para practicar el sexo?
¿Dónde has practicado y dónde te gustaría practicar?
¿Qué situaciones te dan morbo?
¿Cuáles has probado y cuáles te gustaría probar?
¿Qué ropa de calle te produce morbo?
¿Qué ropa íntima te gustaría descubrir bajo la ropa de calle?
El morbo y tú... ¿qué me contarías?

Sobre la masturbación...
¿Cuánto y con qué frecuencia te gusta practicarla?
¿Cómo sueles practicarla?
¿Cómo te gusta más hacerlo? ¿Dónde te gusta más hacerlo?
¿Te gusta que te la practiquen?

Sobre el sexo...
¿Qué posturas te gustan?
¿Qué posturas tienes curiosidad de probar?
Palabras durante el sexo. ¿Te gusta hablar o que te hablen? ¿Te gusta algún tipo de apelativo?
¿Qué puedes contarme sobre el sexo en grupo?
¿Qué puedes decirme sobre practicar el sexo con alguien de tu mismo sexo?
¿Qué me contarías sobre el sexo oral, dado y recibido?
¿Qué me contarías sobre el sexo anal, dado y recibido?

Sobre filias...
¿Dominación o sumisión? ¿Hasta dónde?
¿Te inhibes o te exhibes? ¿Algún punto intermedio?
¿Alguna parte del cuerpo te obsesiona?
¿Crees que hay algo que te atraiga y pueda parecer excesivamente extraño respecto a los demás?
¿Qué ocultas por miedo al "qué dirán..."?


¿Hay algo que te gustaría contarme y no he preguntado?

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17 enero, 2009

Paciencia

Estoy tardando mucho tiempo en ofreceros un nuevo relato. Estoy últimamente con cierta falta de tiempo y varias cosas en la cabeza. Además estoy aprendiendo a decorar el blog para dejarlo más bonito. Espero poder ofreceros pronto algo con lo que calentar vuestro invierno.