23 agosto, 2023

A mi me daban dos

 

La tarde estaba siendo agradable en aquella playa. La brisa era suave y el sol resplandecía, pero el calor no era asfixiante. Un día de fin de semana, esa playa estaría a rebosar de vida, con niños jugando en la orilla y clamando la atención de sus padres. Sin embargo, era un día normal de semana, de vacaciones, así que todo era más apacible. Las pequeñas olas sonaban de fondo y se podían escuchar desde el paseo marítimo, donde se encontraba Miguel caminando tranquilo, pero constante, hacia su destino.

Miguel estaba en los treinta largos, pero aparentaba algunos años menos, incluso con la barba. Quizás era el pelado descuidado, su actitud natural ante la vida, o una genética envidiable. La genética también le había favorecido en cuanto a forma física, puesto que no necesitaba esforzarse demasiado en el gimnasio para ofrecer una bien formada musculatura que, sin ser excesiva, se podía apreciar bajo la camisa de corte casual y desenfadada.

Revisó el reloj. Llegaba bien de tiempo. Apenas le quedaban unos pasos para llegar al portal de Mara, quien vivía en una zona privilegiada con vistas al mar. Apretó el botón del ático y una voz femenina conocida contestó tras pocos segundos. Con un chasquido, el cierre se liberó y Miguel solo tuvo que empujar ligeramente la pesada puerta. Cuando llegó arriba, la chica estaba en la puerta sonriente.

-Hola guapa.

-Hola, ¿qué tal?

-Estupendamente, hoy hace un día espléndido.

-Y encima de vacaciones también, ¿no?

-Sí, nada como estar fuera de la oficina y poder olvidarme de las historias.

-Manu ha llegado ya, pasa.

- ¿Ah, sí? Genial – dijo mientras se adentraba en el recibidor, camino hacia la estancia principal.

Miguel dejó su maleta a los pies de uno de los sofás y saludó a Manu.

- ¿Qué tal, cómo estás?

-Muy bien, aquí ya tomando algo.

-Ya te veo jaja, eso es bueno. ¿Es un vino?

-Si, que ahora me ha dado por ahí.

- ¿Tú quieres algo? – Interrumpió Mara dirigiéndose al recién llegado.

-Pues mira, otro vino me tomo también.

-Genial, pues entonces vino para mí también, y traigo algo para picar – contestó Mara.

Los tres se sentaron alrededor de la mesa baja que presidía la estancia y charlaron un breve rato, hasta que Mara introdujo la idea principal. Mara se había citado con sus dos amantes favoritos y estaba entre ilusionada y asustada. Ellos entre sí se conocían, se caían bien y sabían que Mara alternaba con ellos según apetencia, pero era la primera vez que quedaba con ambos al mismo tiempo. Ellos solo sabían que Mara tenía interés en hacer un trío. Cuando escucharon la propuesta de Mara, aceptaron sin dudar.

- ¿Qué os parece si jugamos a un juego para ir calentando? – dijo la chica.

- ¿Qué juego tienes? – consultó Manu.

- Uno de cartas, mirad, este es – dijo ella mientras les mostraba la caja menuda.

- Ah sí, lo conozco, es muy rápido y entretenido. – dijo Miguel.

- Eso es. Como es muy rápido, había pensado hacer rollo strip-póker. – propuso Mara.

- Entonces, el que pierda, ¿se quita una prenda?

- Así es. – contestó ella.

A los chicos les gustó la idea. Serviría para relajar el ambiente y, como aún hacía calor, no tardaría en llegar el primer desnudo integral, ya que no traían mucha ropa. Jugaron una primera ronda y la ganó Miguel, por lo que Manu y Mara perdieron una prenda. Mara se decidió por los zapatos, pero Manu prefirió deshacerse de la camisa dándole un poco de teatro a la situación. Se levantó y se fue quitando los botones de arriba hacia abajo. Descubrió su torso fornido y se giró para ir llevando la camisa hacia abajo por la espalda poco a poco.

Venga Manu, que te estamos esperando, jaja – dijo Mara.

Vale, vale, solo pretendía ser sexy – contestó.

Pero si ya lo eres – dijo Miguel.

Bueno, pero un poco más – contestó Manu.

¿Aún más? – dijo Mara con una sonrisa, visiblemente contenta por lo que estaba viendo.

Todo lo que se pueda – sentenció Manu con una sonrisa magnética que casi la derrite.

Se sucedieron las rondas de juego. El vino fue desapareciendo de las copas y la ropa fue acumulándose en los brazos, respaldos y asientos de los sofás. El juego comenzó a ser un elemento secundario, mientras que las miradas y las insinuaciones ganaban terreno. Los chicos tenían sus miembros curvados, no tersos ni firmes, pero tampoco relajados y flácidos. Por tanto, probablemente también tendrían ya preseminal con ganas de salir. Mara tenía los pezones notablemente excitados, y ella misma se notaba húmeda por dentro. Tenía unas ganas horribles de agarrarse a esas curvas de carne masculina y ponerlas firmes.

Por un lado, le daba un poco de corte empezar la situación; pero por otro lado pensaba que ella los había traído allí para eso. En un momento dado se imaginó a ella misma de rodillas frente a sus hombres. En su mente estaban sentados en el mismo sofá, bien erectos y firmes como soldados pasando revista. Masturbaba y chupaba cada tramo de aquellas pollas henchidas llenándose la boca de volumen y sabor mientras el coño, empapado en su interior, le chorreaba inevitablemente.

-Mara, te toca. – dijo Miguel, sacando a Mara de sus ensoñaciones.

Poco a poco se reían menos, a medida que la sangre bombeaba cálida por sus cuerpos y preparaba los puntos erógenos.

¿Nos vamos a la cama? – propuso Mara al fin.

Los chicos respondieron afirmativamente y se levantaron, deseando meter mano hasta el último rincón del femenino cuerpo de Mara, lleno de excitantes curvas desde los pies hasta la cabeza, pasando por los glúteos y las caderas ligeramente anchas, que se estrechaban justo al subir por el vientre y volvían a ensanchar al subir por el pecho. Mara ya estaba completamente desnuda cuando comenzó a subir por las escaleras, seguida por aquellos perros falderos que iban detrás del aroma excitante de sus intensas feromonas y el húmedo coño. Podían ver, entre escalón y escalón, cómo la rajita brillaba con la luz tenue. Llegaron arriba más excitados que cuando empezaron a subir, buscando alcanzar el néctar de aquella dama a cada paso.

Una vez arriba encontraron la escenografía bastante preparada. Junto a la amplia cama, la mesita de noche disponía de lubricantes de diversos tipos y algunos juguetes. El ambiente olía ligeramente dulce, con un regusto a canela, pero de una manera muy tenue.

- ¿Qué os parece? – dijo Mara.

-Muy bonito, la verdad. – contestó Miguel.

-Casi tanto como tú. – respondió Manu, que rodeó a la chica con su brazo por la cadera y empezó a besarla en el cuello.

Miguel se unió al momento y comenzó a amasar el turgente y excitado pecho. La excitación de Mara pasó de ser alta a dispararse. Las manos fuertes se desplazaban por su piel aterciopelada sin pedir permiso, chocándose entre sí en ocasiones. Ambos lados de su cuello estaban siendo asediados por hambrientas dentaduras que rozaban, pero no dañaban, con labios que besaban y lamían el erizado cuello. Llegaron a la cama y Mara se sentó.

-Buf, ¿cómo lo hacemos? – Preguntó Mara, un poco traspuesta.

-No te preocupes, déjanos hacer – Contestó uno de los chicos.

-Túmbate bocabajo y nosotros nos encargamos – Dijo el otro.

Mientras la chica se tumbaba, ellos se pusieron a sendos lados de la cama y cogieron el bote de aceite para masaje. Vertieron una copiosa cantidad sobre sus manos y empezaron a extender el aceite sobre la piel de Mara. Miguel pidió a la chica que se apartara el cabello, y así hizo ésta. Las manos aficionadas, pero habilidosas, presionaban sobre su musculatura. Manu empezó por los pies, incluyendo dedos, planta y empeine; mientras que el otro se encargaba de los hombros y la base del cuello.

Las dos parejas de manos paseaban incesantes sobre el cuerpo femenino. La piel formaba olas ante la presión de los dedos, que se desplazaban y deslizaban suaves sobre el lubricante con aroma de almendras dulces. Miguel bajaba por uno de los brazos mientras Manu subía por la pierna contraria. Las manos abarcaban tanta piel como podían, activando la circulación y ofreciendo una sensación de relax y, a la vez, excitación a la chica. Ella no lo sabía, pero ya había preseminal cayendo a cámara lenta desde los miembros semiexcitados de sus compañeros, ensuciando ligeramente las sábanas.

Habiendo terminado ya con ambos lados tuvieron que preguntar a la chica si seguía despierta. Ésta confirmó su estado de consciencia a duras penas. Desde luego, no pensaba quejarse. Miguel siguió por la espalda mientras que Manu se centró en ambas nalgas, y el espacio entre ellas. Para ello, Miguel se colocó frente a la chica, con el miembro cerca de ésta. Según se moviera, Mara podía ver el péndulo del macho moverse, por lo que empezó a salivar. A su vez, las manos de Manu movían y abrían las amplias y perfectas nalgas.

De repente, Mara notó que las manos de Manu estaban mucho más mojadas que antes. Éste había cogido el lubricante específico para juegos anales y empezó a centrarse en masajear el exterior del ojete, el perineo y la vulva. La presión de los dedos era más localizada, pero aún no penetraban en la chica. Ésta comenzó a sentir un calor intenso por su cuerpo y su esfínter palpitaba involuntariamente. Gimió de manera audible, pero los chicos no pararon de sus labores, siguieron por donde estaban. Miguel bajaba por la espalda y pronto se encontraría con Manu en las nalgas.

Aunque lo disimularon bien, ese gemido disparó la excitación de los chicos, cuya erección era más notable cada vez. Manu no dejaba de excitar el ano y el coño de Mara, pero siempre de manera superficial. Superficialmente cruel. La cadera de la chica se movió melosa, lo que era indicio de que tenía interés en ser penetrada, brutalmente empotrada y follada hasta la saciedad. Sin embargo, el juego continuaba a su ritmo. Los chicos pidieron a Mara que se diera la vuelta y ésta lo hizo. Su rostro parecía estar en trance, sus pezones duros caían junto a los pechos y las manos de los hombres volvieron a buscar el aceite y, posteriormente, el cuerpo de Mara.

Manu empezó a alternar una mano exterior, mientras la otra empezó a jugar tímidamente por el interior. Mara estaba empapada. Miguel sintió cómo los dedos femeninos, con sus uñas decoradas, amasaban y sujetaban la polla que, hasta ese momento, medio colgaba. La mano de Mara empezó a masturbar a Miguel mientras éste embadurnaba los pechos sin dejar ningún rincón por masajear. Manu levantó las rodillas de la chica y separó las piernas, lo justo para que pudiese entrar su cuerpo vigoroso. El miembro viril entró dentro de ella y profirió lentas, melosas y profundas penetraciones. Mara empezó a gemir sin control sobre sus cuerdas vocales.

Miguel sujetó la mano de Mara, separándola de su rabo. Se acercó a su cara y la acarició con el miembro, y con su recién afeitada y aún perfumada piel. El glande de Miguel llenó la boca de Mara. La chica giraba la cabeza para chupar más o menos polla. Manu salió de su interior. “Indebidamente”, pensó la chica. La polla de Manu, notablemente excitada y con aroma mezclado se presentó por el otro lado y Mara no dudó en llenarse la boca también con él.

Ambos acariciaban su pelo, su pecho, su cuello, sus brazos y, por supuesto, el interior de su coño, mientras la boca de la chica saboreaba los primeros deliciosos jugos fruto de la excitación. Eso la hizo excitarse más y abrió sus piernas todo lo que pudo para facilitar la masturbación por parte de los chicos mientras ella se agarraba a sus fuertes muslos. Mientras tanto, ese par de gruesos y granates glandes se peleaban por sus labios carnosos.

Los chicos, excitadísimos, se hicieron unos gestos y volvieron a sacar a Mara de aquel estado. Mara no sabía qué estaba pasando ni por qué habían parado, pero ellos sabían que había un buen motivo y la recompensa lo merecía. Volvieron a pedir a Mara que se diera la vuelta. Manu cogió una silla próxima y se sentó, como un rey en su casa. Empalmado y excitado frente a Mara, se masturbaba mirando la situación. Miguel se subió a la cama y cogió el lubricante anal. No escatimó en cantidad y la mano bajó cargada hasta el perineo de ella, untando bien la zona. La vulva, y la vagina fueron cubiertas, pero la mayor parte se quedó arriba, sobre el arrugado esfínter, que poco a poco fue masajeado en círculos concéntricos.

El dedo corazón entraba, tímido al principio, valiente después. Los mismos pálpitos de la chica invitaban a entrar. El dedo entraba y salía y, cada vez que lo hacía, procuraba que el lubricante llegase a todas partes en su interior, abriendo cada vez más el hueco. Cuando éste salía, el esfínter volvía a cerrar, como si no hubiera pasado nada; sin embargo, en la siguiente introducción, la resistencia era menor. Cuando la sensación fue la adecuada, dos dedos empezaron a trabajar donde antes sólo entraba uno. Entraban en vertical y en horizontal, ovalando el estrecho círculo y permitiendo vislumbrar parte de la oscuridad. El ano se apreciaba ya ligeramente hinchado. Seguramente el masaje había activado la circulación en la zona.

Manu se levantó e introdujo de nuevo su rabo duro en la boca de Mara, que apenas podía besar el glande ampliamente por culpa de la postura. Notó el preseminal saliendo del chico y no dudó en recogerlo con la lengua. En ese momento notó cómo algo frío la llenó por detrás momentáneamente. Miguel había cogido el plug anal de la mesilla y, bien cubierto de lubricante, lo introdujo en el culo de Mara. Entró con poca dificultad, gracias al arduo trabajo en equipo que estaban realizando. “Como anillo al dedo”, se dijo.

Aunque parecía que iba a dar más vueltas que un trompo, volvieron a girar a Mara para colocarla boca arriba. Miguel se colocó entre sus piernas y penetró su coño. Estaba mojadísimo y abierto. Mara lo cerraba a su paso para sentir cada una de las venas y pliegues de su polla mientras, ahora sí, se llenaba la boca con la polla de Manu, quien estaba encantado de poder apagar sus quejidos, aún mayores debidos al efecto del plug. El grueso falo de Miguel notaba el plug anal con cada entrada y salida. Los huevos chocaban con el aún tibio brillante que remataba el exterior del juguete. Miguel gemía mientras veía a su compañera tragar polla, abrazada a las piernas de Manu, con el pelo enredado y los pechos botando por cada embestida. Los jugos se mezclaban en su interior y brotaban por el coño, mojando los cojones del chico, la joya, las nalgas y las sábanas.

- ¿Sabes Manu? Yo creo que ya la tenemos a punto de caramelo - dijo Miguel, excitadísimo.

-Pues vamos – contestó éste.

Sin sacar la polla, Miguel pasó uno de sus brazos por la base de la espalda de Mara y con la otra, sobre la cama, realizó una potente flexión levantando a la chica. Utilizó toda su potencia física para llevarla sobre sus piernas y, después, se tumbó él bajo ella. La manipuló como quiso. Mara acabó en una postura intermedia entre cuadrupedia y horcajadas sobre Miguel. Apenas le dio tiempo a pensar de la excitación. Sintió cómo el plug salía de su cuerpo con apenas dificultad para ser sustituido por un ariete de carne, firme, tersa y lubricada. El ano se abrió para invitar a la entrada y la polla penetró. Entró y salió con recorridos cada vez más largos entre las nalgas. Miguel sujetaba a Mara mientras follaba su coño excitadísimo, a la vez que sentía los movimientos de la polla de Manu al otro lado, por el interior de la chica. Mara gemía libre, completamente audible y despreocupada.

Ambos bombeaban carne sin cesar y Mara empezaba a temblar, sintiendo los respectivos grosores. Uno y otro remaban, acompasados disciplinadamente.

¡Me corro! – dijo ella.

¡Hazlo! - contestó Miguel, con voz esforzada.

¡Me corro, me corro, me…!

Mara empezó a temblar y derramó fluido que cayó por la polla de Miguel. Tuvo un potente orgasmo, pero ellos no cesaron. Siguieron, y siguieron sin parar.

- ¡Jodeeeeer! – dijo ella, mientras volvía a correrse. Estaba completamente sujeta por cuatro brazos fuertes que la cuidaban a la vez que sus correspondientes dueños la trataban como se merecía.

Las tetas de Mara no dejaban de rebotar y moverse sobre Miguel. A veces libres, a veces tapadas por las manos de Manu, otras veces sujetas por sus propias manos. A la vez, Manu estaba excitadísimo de escuchar sus gemidos, de ver su forma perfecta desde la vista reversa, y aprovechando para, cuando el movimiento se lo permitía, mirar un espejo del que no se había percatado antes y desde el que se podía contemplar toda la escena lateral. La mente de Mara estalló en un último y completo orgasmo que la hizo perder el control. No pudo ni gemir, solo temblaba. Los chicos pararon y la sujetaron.

¡Dios! – dijo Manu, mientras la depositaba gentilmente sobre la cama.

Las convulsiones pararon paulatinamente. La chica tardó un par de minutos en reponerse. Volvió en sí y sonrió mientras se estiraba sobre la sucia y desarmada cama.

¿Qué tal estás? – preguntó Miguel.

La sonrisa de Mara se amplió.

Muy bien – dijo.

Ya se te ve que estás muy bien, jaja. – contestó Manu.

¿Y vosotros? – preguntó la chica.

Pues nosotros aún tenemos que terminar. – dijo Miguel sonriendo.

¿Y a qué esperáis? – dijo Mara ofreciendo sus pechos para esa labor y mirándolos deseosa.

Ambas pollas se colocaron a sendos lados. Estaban cerca, duras y jugosas. Las manos recorrían desde la punta hasta los colgantes huevos haciendo un característico sonido húmedo. Los chicos gemían y gruñían. Ella deseaba tanto ver esos chorros de semen que volvió a excitarse y llevó una de sus manos al clítoris. El primer chorro le pilló de sorpresa. Manu tembló y se apoyó en la pared con la mano libre mientras seguía exprimiendo su polla. El esperma manchó cara, cuello, pecho y brazo. Mara chilló sorprendida y excitada, para después reírse. Miguel siguió la estela y derramó su leche a varias decenas de centímetros, cayendo principalmente sobre los pechos de la chica mientras bufaba como un buey.

Cubierta por el semen de ambos machos, Mara volvió a disfrutar de un fuerte orgasmo propiciado por su hábil mano. Los chicos se tumbaron a descansar bocarriba, extenuados mientras veían como Mara terminaba de convulsionar y gemir suavemente. La chica se acomodó en su posición y empezó a restregar el esperma derramado, ahora de su propiedad, sobre su propio pecho. Sabía que no podía tardar mucho en quitárselo, pues a veces la piel se le irritaba, pero por nada del mundo quería perderse esa sensación de bañarse en la leche tibia recién exprimida.

Miguel le facilitó un rollo de papel para que pudiera limpiarse. También trajo botellas de agua y todos bebieron. Se sentían deshidratados tras la intensa cabalgada.

- ¿Qué te ha parecido? – preguntó Manu.

-Uhm, mejor de lo que esperaba. – contestó ella.

-Así que tenías expectativas… - aseveró Miguel.

-Pues claro, ¿acaso no las tenías tú? – dijo Mara.

-Yo solo sabía que me pondrías tan cachondo que harías correrme de nuevo, jaja. – dijo el chico.

- ¡Y vaya corrida!, casi me llevo chorrazo yo también – añadió el otro chico.

-En ese caso, estaría lamiéndote. – indicó la chica sonriendo, ya algo más repuesta.

-Calla, que me voy a poner cachondo de nuevo. – dijo Manu.

-Ah, ¿pero es que no pensabas hacerlo? – preguntó Mara.

- ¿Qué quieres decir? – dijo Miguel.

-Obviamente, tendré que esperar un poco, pero después de la primera ronda querré una segunda, ya me conocéis... – contestó la chica.

-Sí, sí, como lo que decía el anuncio… “A mi me daban dos”, ¿no? – dijo Miguel, y todos rieron.

-Claro, dos polvazos, uno tras otro – dijo Mara, y volvieron a reír.

- FIN - 

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