06 agosto, 2011

Estos maravillosos años

Llevábamos tiempo hablando, pero nunca nada concreto. Cada uno tenía su vida, pero ninguno estaba contento. Siempre las mismas palabras, siempre el mismo hastío. Quizás ambos sabíamos cómo podría terminar esto. O quizás no. Quizás ninguno de los dos se lo imaginaba, pero era seguro que ambos lo deseaban.

-Mañana te recojo y nada de pasar por casa-le dije.

Era viernes por la tarde y había salido del trabajo hacía 20 minutos. El motor del coche aún estaba encendido, con su suave ronroneo esperando. Disfrutaba de la brisa con el techo descapotado mientras le escribía un SMS: "Estoy abajo esperandote". Recibí un mensaje de texto casi de inmediato: "Me quedan 10 minutos"

Ya no teníamos 20 años, pero seguía estando estupenda. Hacía años que no compartíamos momentos físicos, pero no pocas veces nos confesamos que esos recuerdos vuelven a veces y los utilizamos en la intimidad de nuestras habitaciones. En ocasiones, con conocimiento mutuo en el momento preciso, pues siempre da más morbo. 10 minutos eran eternos cuando tenías ese tipo de pensamientos durante la espera.

R. apareció por la puerta exterior del complejo empresarial donde trabajaba. Vestía un traje estilo ejecutiva y el cabello ondulado y suelto, de su color natural. Precioso. Se acercó al coche con garbo y se sentó en el asiento del copiloto. Se puso las gafas de sol y preguntó por nuestro destino.

-Había pensado en comprar unos helados e ir a tomarlos a algún sitio bonito.
-¡Vale!

Compramos un par de helados en una heladería cercana, famosa por sus helados artesanos. Chocolate para los dos. Volví a poner el descapotable en marcha en busca de un camino que nos llevase a un lugar conocido y olvidado, solitario e íntimo, donde pudiéramos abstraernos del mundo completamente. Ella reconoció el camino cuando íbamos por la mitad. Aquella vieja carretera rodeada de árboles era muy peculiar. La última vez que pasamos por allí llevaba un coche de 7ª u 8ª mano completamente destartalado, es decir, el coche que un estudiante se puede permitir, bastante más incómodo pero que hizo bien su labor.

Aparqué mirando al mar. El sol estaba cayendo y los helados empezaban a derretirse. Nos sentamos sobre el capó mirando hacia el sol mientras saboreábamos la crema de chocolate fría del helado. Las cucharillas que dan en las heladerías son igual de malas que hace años.

-Estás estupenda.
-Eso es que me ves con buenos ojos.
-No, eso es que estás estupenda y si...
-¿Y si...?
-Ya lo sabes-sonreí.

Fruto de la distracción del momento, unas oportunas gotas de helado frío cayeron sobre el abierto escote de R. Sin vergüenza ninguna, acerqué mis dedos para limpiar el chocolate de sus pechos y lo saboreé mirándola a través de las gafas de sol. Pude notar cómo se ruborizaba, cómo me miraba detrás de sus cristales oscuros, cómo sonreía con esa mueca que significaba "te estoy leyendo la mente".

-Toma, que parece que estás un poco torpe- le dije mientras le ofrecía helado de mi cuchara.
-Qué tonto eres.

Con todo ello, volvió a echarse helado en el escote, con la mala suerte de mancharse la ropa.

-Pfffff, mira lo que ha pasado al final.
-Te has puesto nerviosa.
-No es eso, es que estás con la tontería.
-Es verdad, mejor me dejo de tonterías.

Quedaba poco helado, lo coloqué sobre el capó y la rodeé, aprisionándola contra el coche. La besé en los labios. No se apartó. Su aliento entraba en mi con la misma intensidad que yo aplicaba en su espalda para abrazarla. Acaricié su cabello, sujetó mi cintura, apreté su lengua con la mia, buscó mi pecho, besé su cuello, cogió mi trasero.

Aparté el helado violentamente para que no molestara más. Con ella tendida sobre la chapa, manoseé su cintura a la vez que me recreaba en su cuello como si fuera un vampiro hambriento. Bajé mis besos hacia el escote cuando noté que mi paquete estaba siendo apretado y deseado. Deseé sus tetas con mis manos, apretándolas, pidiéndolas en mi boca por encima de la ropa.

Ella intentaba quitarme el cinturón mientras yo luchaba contra sus botones. Tantas prisas teníamos de deshacernos de las prendas que sólo conseguíamos retrasar ese momento. Mi polla estaba ya luchando por salir y estaba seguro de que ella tendría el coño como un horno, a juzgar de cómo sobresalían sus pezones por la camisa. Me separé de ella y abrí mi camisa todo lo rápido que pude. Ella hizo lo mismo, dejando su sostén a descubierto. Desabrochó su pantalón, del mismo modo que hice yo. Bajé mi pantalón y ropa interior hasta los tobillos e hice lo mismo con sus prendas.

Entré con mi boca entre sus piernas. Devoré, lamí con la lengua toda aquella humedad mientras preparaba mi polla. Escuché sus gemidos, vi cómo se cogía las tetas como yo lo hubiera hecho, sentí su incomodidad. Esa incomodidad que se tiene cuando necesitas algo y no lo posees. Seguí devorando aquella raja carnosa con el vello recortado disfrutando del tacto, del sabor, del placer que le hacía sentir mientras ella apoyaba sus atados tobillos sobre mi espalda.

-N. ven, ven aquí, hazlo.

No hicieron falta más palabras. Me colé entre sus piernas y froté mi miembro contra su empapada entrepierna. Tenía la polla durísima, palpitante y cargada. Los dos podíamos ver nuestros torsos semidesnudos, podíamos desearnos mientras atravesaba lentamente, recreándome, su vulva ardiente con toda mi ancha longitud.

-Cómo me pones.
-Qué bueno estás.
-Mírame, zorra.

Saqué mi polla de su cálido ambiente y golpeé el excitado clítoris algunas veces.

-Me encantas.

Me apoyé sobre ella, sujetando sus muñecas, besando sus tetas mientras golpeteaba su cuerpo a medida que clavaba mi asta en ella. Ella se masturbaba mientras tanto, boquiabierta mantenía sus piernas en alto todo lo que la posición y mi pelvis le permitía. Quería abrirse más, pero el pantalón en los tobillos no le dejaba y yo no iba a dejar de percutirla. Gesticulábamos de puro placer. Me encantaba rellenarla de nuevo y a ella le encantaba sentirme dentro dilatado, apretándola y frotándola.

-Ahora te voy a follar desde atrás. Apoyarás tus tetas en el coche y te daré polla hasta que te corras y me llenes los huevos de flujo, cariño.

Salí de entre sus piernas y la ayudé a levantase. La besé apasionadamente y no desaprovechó el momento de agarrarme el rabo, gordo y empapado. Le di la vuelta y me obedeció, ofreciendo su culo a mi abdomen. Volví a atravesarla con mi carne, a rellenarla y bombearla mientras la sujetaba por las caderas fuertemente. No paré hasta que noté un cambio en el tono de su voz, en su gemido. De repente noté mi polla bañada completamente en los flujos de R., recibiendo su orgasmo. Eso provocó que me llegase a mi de forma casi instantánea.

-Me corro.
-Dámelo en la boca.

Me aparté de ella y se puso en cuclillas delante de mi, afanada en comerme la polla empapada que inyectaba varios chorros cargados y espesos dentro de ella mientras me daba vueltas la mente. Exprimió y limpió mi polla como si llevara meses sin saborear semen.

-¿Cómo estás?
-Mucho mejor ahora, ¿y tú?
-Eres un cabrón- sonrió.
-Te llevo a casa.

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2 comentarios:

Claire dijo...

Hola, me pone mucho lo que escribes, si quieres conocer un poco más de mi, visita mi blog: http://losdeseosdeclaire.blogspot.com/.

Bell dijo...

Hola,
dejaste un coment en mi blog.
Yo tengo algun enlace de Blogger en el mismo, pero te aconsejo que portes tu sitio a Wordpress.
No hay color
XD