19 octubre, 2011

Cabrón (2)

- Me encantas, M. Tu cuerpo me tiene hechizado. Cada vez que te veo, te deseo de una manera imparable y me tengo que contener para mantener la compostura.

Me coloqué a un lado, de rodillas sobre la cama. Comencé a hablarle mientras pasaba mis manos sobre su piel. Presionaba firme, pero no fuerte, acariciando la base de su espalda, subiendo por su costado, llegando a sus hombros y sus brazos. El ambiente era cálido gracias al calor de las velas encendidas. Acaricié su cabello.

- Cuando te follo, eres la mejor, la única. Cuando me follas haces que me sienta el mejor, que nadie más importa.

Abracé su torso con cuidado, acariciando su espalda con mi pecho y mi cara. La besaba y pasaba mi cara sobre ella con calidez. Pasé mi mano bajo su cuerpo, abrazando sus tetas y acariciando su cuello mientras que la otra mano se recreaba en su muslo. Mis palabras en su espalda sonaban cercanas.

- Quiero tu olor cerca. Quiero empaparme de él, que me invada y perder el sentido. Quiero entrar en trance unido a ti, M.

Pasé la mano completarmente abierta entre sus piernas y cubrí su recortado vello. La mano se iba cerrando a medida que, lentamente, subía. Los dedos se recrearon en la vulva húmeda ligeramente, pasaron firmes sobre el ano y las nalgas y terminaron en la espalda para volver hacia las nalgas. Apreté una de ellas y maltraté a la otra. Volví a maltratarla. Apreté uno de sus pechos.

- Mmmmmmmm- emití.
- Joder- dijo ella.

Cogí el látigo corto que había comprado en la tienda. Tenía muchas tiras de cuero y un mango duro, también de piel. Pasé las tiras sobre sus brazos estirados, recorriendo su espalda hacia el trasero. Azoté suavemente con él la nalga que antes se había librado de mis palmas. Volví a hacerlo. Ella emitió un quejido. Fustigué sus pechos con suavidad con el objeto. Después simplemente pasé las tiras de cuerpo sobre uno de sus pezones con precisión. Por el otro. De nuevo pasé al anterior y comencé a frotar un poco más fuerte los cueros enredados en mis manos contra las tetas de mi víctima.

- Me estoy excitando por tenerte así, por hacer lo que estoy haciendo. Me pongo duro al verte vulnerable y sentirte tan ardiente. Crees que lo que había sobre la cama es lo único nuevo de esta noche, pero no es así.

M pudo escuchar el abrir de dos cajones. Mi voz la invitó a saborear algo. "Te gustará", le dije. Ella confió en mi y el sabor de una fresa cubierta de chocolate inundó su paladar. Aún estaba disfrutando del obsequio cuando metí mi cara en su culo y empecé a lamer el líquido que manaba directamente de su vagina. Me agachaba para acceder bien a todo el sensible exterior. Quería recorrer todo su sexo, todo su yoni con mi lengua. Quería acariciar con habilidad y humedad los filetes, la suave y mojada carne exterior abriendo un poco la puerta con ella, disfrutando de ese sabor. Presionaba con las manos firmes sus preciosas y curvas piernas al tiempo que mis labios y mi lengua jugaban con la vulva de mi amante. Por el cuello y la barbilla me chorreaba M.

- A mi también me gusta saborear delicias. La tuya es la mejor que he probado. El olor y el sabor de tu coño me inspiran a ser un cerdo contigo.

Otra vez me puse a un lado. Mi mano, ardientemente lubricada, comenzó a masajear el exterior de su coño. Utilicé un gel de efecto calor y se hizo notar de inmediato. M se sentía nerviosa y agitada. Mi boca sucia besaba y mordía suavemente su espalda, sus hombros y la base de su cuello. Con la mano que tenía libre, también manchada por el gel, ayudaba a sus brazos un rato; amasaba sus tetas otro rato.

Me encantaba jugar en la puerta de ese coño hambriento. Di algunas palmadas sobre la vulva y el clítoris. Acaricié fuerte el ano con el pulgar, separaba y unía las cachas a mi antojo. Las yemas de mis dedos hacían las delicias de los labios inferiores de aquella mujer. Lubriqué más la zona. Efecto calor. Una mezcla de lubricante natural y artificial recorría, brillosa, el interior de los muslos directo hacia las sábanas. M se retorcía completamente. No podría mantenerse en aquella postura de no ser por los cojines. Torcía los pies tanto como le permitían los tacones y descansaba sobre un brazo más que sobre el otro. Volví a palmearle el coño.

- Tengo la polla durísima de verte así de guarra- informé.
- Jodeeeeeerr- dijo contenida.

Le di otra fresa cubierta de chocolate cremoso y emitió gemidos al morder. Azoté sus tetas con mis manos abiertas. Sus pezones duros fueron presionados por mis yemas, apretados con cuidado, como si quisieran extraer leche. Al mismo tiempo volví a pasar mi mano, aún aceitosa, sobre su espalda buscando su culo, buscando el agujero. Lo acaricié con fuerza y lo penetré con suavidad. Entró más de la mitad del dedo corazón. Lo saqué y volví a hundirlo en ella. Podía imaginar cómo de caliente tendría el coño. Seguro que tenía un horno en su vientre, un hambriento y jugoso horno esperando un buen trozo de carne que lo dilatara.

-¡Joooodeeeeeeeeerrrr follameeeee yaaa!- dijo, tirando del cabecero al retorcerse y presionar los cojines bajo su abdomen.

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