13 noviembre, 2011

En las islas

-¡Buuuuuffff! ¡Joder L, impresionante, eres mejor de lo que pensaba!

Al fin pude abrir la boca para decir algo. Todo ese tiempo callado, inhibido para expresarme, me estaba pareciendo una eternidad. No quería levantar sospechas, quería mantener el morbo de la situación intacto y, para ello, la situación debía continuar y llegar a un buen final.

El pestillo de la puerta resultó indispensable. Las chicas de la limpieza habían pasado hacía poco tiempo y se habían afanado, por lo que tanto el pequeño habitáculo como su retrete correspondiente estaban impecables. También la chica con la que estaba se afanaba en su "labor de limpieza", me estaba dejando como nuevo de una manera impresionante. En cuanto eché el pestillo se lanzó a mirar si era verdad eso de que me tenía cachondísimo. Y es que hace unos minutos la conversación fue algo así:

[...]
- ¿Has visto? Al final vine a verte. Un océano no iba a evitar que viniera a las islas a conocerte.
- Ya veo- sonrió.
- No sé si estás liada o puedes tomarte un descanso. Podríamos ir a la cafetería a tomar algo.
- Voy a hacer un descanso dentro de poco, llamaré a una compañera para que esté atenta.
- Tienes un cuerpo difícil de esconder, me encanta como se marcan tus curvas en el uniforme.
- Calla...
- Me estoy acordando de tus fotos y me tienes cachondísimo.
- Buff, calla. Esperate ahí fuera, no tardaré en salir.
[...]

Así lo hice. Había ido a visitar a L al hospital donde trabajaba, porque por temas de horarios no podíamos vernos en una situación más cómoda. La conocí por internet y tenía ganas de verla, conocerla en persona y tomar algo. Bueno, tenía ganas de muchas cosas con ella. Cuando todo parecía que no íbamos a hacer nada más que tomarnos un café, se nos cruzaron los cables, los recuerdos y los pensamientos. Evidentemente no llegamos a la cafetería.

No sé en qué planta nos paramos. Entramos al ascensor vacío y comenzamos a resolver esa tensión sexual no resuelta acumulada durante meses. Ella pulsó el botón mientras yo buscaba cosas bajo su ropa y saboreaba su cuello. Al llegar, salimos del ascensor casi como dos desconocidos, disimulando mientras nuestros corazones pegaban fuerte en nuestros pechos. L me llevó a una de las zonas de cuarto de baño de aquella planta. Entramos en el de chicas.

Nuestra tensión arterial estaba alta, por las nubes; por meternos mano, porque durante mucho tiempo nos habíamos visto pero nunca hasta entonces nos habíamos tocado, porque estábamos en su lugar de trabajo, porque era un hospital, porque quería clavarsela toda y ver cómo evitaba los gemidos. Justo cuando entramos en uno de los cuartitos y cerramos el pestillo, Escuchamos cómo se abría de nuevo la puerta principal del servicio: alguien había entrado.

Intentó abrir nuestra puerta, pero al no poder, entró en el habitáculo adyacente. Por lo que pudimos escuchar, andaba apurada la chica. L y yo respiramos más tranquilos al ver que no nos habían llegado a pillar. Volvíamos a meternos mano y la preciosa joven no dudó en lo comentado antes: ¿sería verdad? Vaya si lo era. No me había dejado ni sentarme en el retrete, estaba con la cisterna clavada en el trasero mientras L abordaba mi polla, chupándola como si le fuera la vida en ello. Yo estaba excitadísimo con el fuego que desprendía. Me sonreía, me besaba el glande, lo devoraba mirándome y volvía a hundirse mi carne hasta alcanzar mi abdomen.

Era indescriptible. Lo único que yo quería era poder expresarme de alguna manera. Cuando escuché que nuestra "vecina" terminaba y se iba por donde había venido, vi las puertas abiertas. Necesitaba emitir algún sonido o alguna palabra, y no solo estar con la boca abierta y cara de guarro satisfecho. Me gusta dejar claro cuándo lo estoy pasando bien y ese momento lo estaba disfrutando.

-Para un momento, buff, para, por favor.


Nunca pensé que le diría eso a alguien que parecía querer dejarme seco. Pero sabía que la situación era especial, no había mucho tiempo para los dos. Volví a meterle mano, a meterle boca, a saborear esos labios dulces mientras abría la chaqueta blanca para comerme esas tetas con las que antes sólo podía soñar. Llenaba sus tetas de saliva, sus pezones de besos, mientras bajaba sus pantalones y palpaba sus braguitas. Estaban empapadas.

Me terminé de bajar el pantalón y me senté sobre la tapa del retrete. Estaba notablemente empalmado y, gracias a L y su maravillosa boca, bien lubricado. Se subió a horcajadas sobre mi y sentimos el intenso placer del sexo, de la penetración caliente y tierna de nuestros sexos. Nos devoramos mientras nuestras caderas bailaban sobre el inodoro.

Mientras ella se agarraba a mi cuello, subía y bajaba como podía. Yo me agarré a sus nalgas con fuerza. Mis dedos las cogían y las apretaban con ganas de poseerlas. Busqué su culo, su estrechez, para ensancharla y juguetear mientras taladraba su vagina. L no era una chica alta, por lo que tenía todo al alcance de las manos y me encantaba alternar su culo con sus tetas mientras jadeábamos y nos respirábamos de una forma tan íntima.

-Te quiero embestir fuerte, como te mereces- le dije- deja que me levante un momento.

Le ofrecí ponerse de rodillas sobre la tapa del retrete, apoyada en la cisterna. Eso le obligaba a tener las piernas cerradas. Me coloqué detrás de ella con las piernas abiertas y urgué con mi polla entre sus piernas buscando la jugosa vulva. Su coño ahora estaba más presionado y ambos sentimos el placer aumentado. Azoté su trasero. Me encantaba verlo tan perfecto y redondo, en pompa, esperando mi violencia y mi deseo.

Hundí mi carne dentro del coño ardiente y lo embestí fuerte, con cuidado para que no se diera un golpe contra la pared. Me sujetaba a sus caderas y la follaba con ganas, recreandome unas veces, acelerando otras. Buscaba con mis dedos en su culo, agrandaba su ano, escupía sobre él para poder meter dos dedos esta vez. Le dije lo guapa que era, lo buena que estaba, lo guarra que estaba en ese momento y lo cerdo que me tenía por todo eso.

Saqué mi polla llena de sus fluidos y le dije que bajase un poco, que iba a metersela por detrás. Tenía el glande muy gordo en ese momento, porque L me tenía muy excitado. Le costó un poco terminar de abrir su ojete y entrar, pero lo hizo, ensanchándolo notablemente y presionando mi polla. L emitió un quejido largo.

- ¿Paro?
 - No no, sigue, mmmm.

Continué hasta que mis huevos llegaron a su vulva y se mojaron sobre ella. Al cabo de varias folladas se notaba el esfínter más cedido y era más fácil entrar y salir. Agarraba sus tetas mientras la embestía, jugando con sus pezones y disfrutando de aquella sensación, intentando evitar la eyaculación todo lo que podía, todo lo que la situación me dejaba. Sin embargo no iba a poder hacerlo mucho más rato. Noté cómo el orgasmo llegó imparable, comencé a correrme dentro de su culo y saqué la polla, con el glande turgente y el semen borboteando desde su interior. Me apresuré a meterla en su vulva de nuevo para que sintiera toda la dilatación y la inundación en lo más profundo y caliente de su cuerpo.

No pude evitar gemir con fuerza mientras descargaba dentro de ella. Me quedé algunos segundos clavado, sujeto fuerte, con la cabeza ida. Sin embargo, no tardé en reponerme y volver a la realidad, a la situación que nos rodeaba, al baño de chicas en el hospital. Me separé y me apoye en la pared cansado. L se puso de pie con las rodillas doloridas. Parecía que aún quería más. Se agachó y lamió mientras escurría las últimas gotas para saborearlas. Nos dimos un morreo de película abrazados y me recordó que tenía que volver ya a su puesto.

-¿Te ha gustado el café?- pregunté.
-Mira que eres tonto- dijo sonriendo.



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2 comentarios:

Princesa dijo...

Qué cosas te pasan en los hospitales.
Bien, muy bien.

Anónimo dijo...

Hola!!!! Me encanta tu blog
Yo tambien tengo uno con historias reales es elsexodemivida.blogspot.com
espero que te pases y te guste.
besos!!