03 febrero, 2012

El orgasmo femenino

No hacía mucho tiempo que conocía a C; sin embargo, no me hizo falta hacerlo para advertir que "estaba preparada". Su manera de expresarse, sus comentarios y su forma de abrirse a la vida me dieron una imagen preliminar que posteriormente pude corroborar e incluso mejorar una vez estuvimos juntos y abrazados en la misma cama, tras muchas horas de experimentar, sudar, jadear y explayarnos. Supe que con ella sería "fácil" aumentar los límites.

Compré un aceite específico para masajes eróticos. Su olor era muy agradable, aunque el tamaño del bote me hizo pensar que tendría poca cantidad, al menos para cubrir mis expectativas. C no sabía nada, quería que fuera una sorpresa, no quería crear esperanzas, quería saber de verdad hasta dónde podría llegar.

Llegué a su casa y la saludé como se saludan los amigos. Entré y saludé a sus compañeras de piso, como se saluda a los desconocidos. Nos dirigimos a su habitación y cerramos la puerta todo lo que ésta quiso. Sentados en su cama estuvimos charlando un rato de nuestras cosas, aunque no tardamos mucho tiempo en sentir la necesidad de unir nuestros labios y consumar nuestros deseos carnales.

Aunque en ese momento le habría arrancado la ropa con violencia y la hubiera sometido a mi miembro viril, contuve mis ganas y la invité a desnudarse.

-¿No me vas a desnudar tú?- inquirió.
-No, quiero darte un masaje.
-¿Las bragas también?
-Sí, por favor.

Lo cierto es que mi actitud en ese momento no parecía ser demasiado erótica y ella pareció estar un poco desilusionada por no empezar con algo salvaje, pero la idea del masaje pareció gustarle. Nos desvestimos con normalidad uno junto al otro. Ella se desnudó completamente mientras le hablaba sobre el aceite que había llevado. Desde el comienzo supe que sería un punto a mejorar para las siguientes sesiones. Yo me quedé en ropa interior y me senté junto a ella, que yacía boca abajo sobre la cama.

Encendí una vela que había sobre la mesita de noche y cerré las persianas, dejando entrar la luz de la tarde por las rendijas. Vertí una pequeña cantidad de aceite sobre mi mano y comencé a extenderlo sobre su espalda. Poco a poco iba echando más aceite, para lubricar bien toda la piel y permitir el deslizamiento de mis manos sobre ella.

Comencé a activar los puntos de presión, con ligeros y suaves, pero firmes, movimientos de mis dedos y mis manos sobre su espalda. Recorrí los músculos, notando dónde acumulaba su tensión. C llevaba tiempo estudiando, sin salir de la postura sentada y lo podía notar en mis manos. Recorrí su cuello, su columna, sus brazos, su cintura y sus nalgas. Continué bajando por sus muslos, corvas y gemelos. Noté cómo se relajaba y se abstraía del mundo que la rodeaba.

Le pedí que se diera la vuelta. De nuevo estuve masajeando sus brazos, sus manos, su torso, su vientre. Bajé por sus muslos y sus piernas. Estaba muy relajada, así que no debía estar haciendolo demasiado mal, teniendo en cuenta que no soy masajista experto. El tiempo se pasó volando, llevaba ya una hora completa recorriendo su piel con mis manos. A decir verdad, mi intención era estar varias horas así; sin embargo, tenía obligaciones que cubrir más tarde y sobre todo, tenía un bote de lubricante erótico a punto de terminarse.

Decidí que era el momento de poner en práctica una técnica que prometía mucho, especialmente con mujeres como C. Levanté sus piernas y las abrí. Cuando estuve masajeando sus muslos por el interior, notaba que la temperatura subía cuando me acercaba a su vulva, sin embargo, aún no había tocado su sexo. Descargué el contenido restante del aceite sobre mi mano y bañé completamente la superficie. Pude apreciar que estaba notablemente caliente y sensible, más de lo que esperaba.

Extendí el aceite por el exterior, ampliando la zona por arriba y por abajo. Al contrario que en el resto del cuerpo, cuya piel estaba seca, al pasar mis dedos entre los labios de su vulva noté que ya estaba muy lubricada, muy mojada. Introduje mis dedos corazón y anular en el interior de su vagina y C pasó instantáneamente a estar activada. Hubo un gran contraste entre ese momento y los instantes anteriores de relajación. Coloqué mi mano izquierda sobre su abdomen y, sin avisar ni haber realizado nada que pudiera preveerlo, comencé a mover violentamente mi mano derecha, golpeteando el interior de su vagina, actuando directamente sobre su punto G.

Aunque mis expectativas iniciales eran buenas, tenía cierta desconfianza sobre el resultado, por el tiempo del masaje, por la calidad del mismo y otras cuestiones. Sin embargo, lo que vi y sentí superaba aquellas expectativas notablemente. Me quedé asombrado con lo rápido que llegó su primer orgasmo y la potencia que tuvo. Nunca había visto a una mujer tanto tiempo traspuesta, retorciéndose de puro placer. Dejé unos instantes que se relajara y volví a atacar el interior de su vagina con igual o más intensidad que antes.

El siguiente orgasmo no se hizo esperar. Era la primera vez que sentí cómo una riada de fluido vaginal empujaba mi mano hacia fuera. Aquello era lo que se conoce como squirting o eyaculación femenina. Estaba impresionado. El cuerpo de C estaba envuelto en movimientos involuntarios que la hicieron levantarse y ponerse sobre los pies y los hombros exclusivamente. La sujeté por los muslos y pude notar que bajo su piel había un gran número de espasmos nerviosos. Eran orgasmos del cuerpo entero.

-¿Cómo será cuando haga bien el masaje?- me pregunté en silencio.

En parte me lo creía y en parte, no. Estaba advertido, pero verlo es diferente. C no estaba conmigo, estaba en un mundo paralelo donde todo debía ser maravilloso a juzgar por sus gestos. Estaba haciendo esfuerzos sobrenaturales para evitar gemir, para que sus compañeras de piso no la escucharan. Hasta 5 veces se corrió en un tiempo relativamente corto y continuado.

Se quedó un rato tumbada, de lado, aún nerviosa por dentro. Me tumbé junto a ella y la abracé, preguntándole sobre la experiencia. Nunca había visto una sonrisa tan sincera en el rostro de una mujer. Si la satisfacción pudiera tener rostro, sin duda era aquel rostro. Me encantó ver aquello, era maravilloso, indescriptible realmente. Hablábamos y me daba la impresión de que aún no estaba del todo conmigo.

Empecé a sentir la excitación al estar pegado a su cuerpo. Estaba muy empalmado y ella quiso agradecer sus nuevas sensaciones - Orgasmos brutales, dijo- de una manera que me encantaba. Se subió sobre mi a horcajadas y me cabalgó un rato, pero estaba notablemente cansada. Sujeté su cuerpo por la cintura y apuñalé su excitado coño desde abajo hacia arriba. Unimos fuertemente nuestros cuerpos y nos fundimos al alcanzar ambos un intenso orgasmo.

Lamentablemente no tardé mucho en abandonar su casa, puesto que había obligaciones que me esperaban. Cuando salí a la calle vi muchas personas de toda condición, pero me fijé sobre todo en las mujeres, en las infelices mujeres que paseaban por la calle, que vivían preocupadas, aceleradas, que no conocían lo que C acababa de conocer. Las modelos publicitarias no sonreían lo suficiente para engañarme, hasta ese punto llegaba.

Al contrario que casi todas las historias que he escrito, fuente de mis pensamientos y mis deseos, ésta es una historia real que he tenido el enorme placer de experimentar y, con el benepláctido de C, de compartir; por ello, quiero dedicarselo a ella.


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5 comentarios:

Ssshhh dijo...

Yo tb los he experimentado en mis carnes y son brutales...
Que suerte tiene C!!

Un beso

C dijo...

:) mi más sincera sonrisa, el resto ya te lo cuento a ti

Bruja piruja dijo...

Como entiendo esa felicidad. Gracias por compartir esta historia
Me has puesto cachonda .Me voy a masajear

Unknown dijo...

tremendo, me ha dado hasta envidia jeje

Venus dijo...

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Pegajosos y erotizantes saludos desde El cuarto de Venus.