21 julio, 2008

Húmeda noche

Era una tranquila noche de verano, con un clima agradable en ese momento tras un día caluroso como el infierno. Paseaba tranquilamente por la calle rumbo hacia mi casa después de haber cenado con unos amigos. De camino, me quise pasar por un bar de copas que frecuento los fines de semana, pues quizás hubiera conocidos rondándolo aunque no fuese viernes o sábado. En verano hay mucha gente con vacaciones. Entré pero no hubo suerte, así que me di la vuelta y volví a cruzar la puerta para salir a la calle.

Justo mientras salía, un grupo de gente se acercaba hacia la puerta del bar. Entre esas personas había una chica muy atractiva que, sin ella pretenderlo, conseguía excitarme con sólo mirarme. Era de estatura baja, pero excelentemente proporcionada. Su cara era dulce y su cabello, infantil. En ese momento llevaba un vestido de algodón ligeramente mojado, ya que, por lo visto, alguien les había tirado agua desde un balcón.

Sin duda, venían molestos por aquella situación, aunque hacía varias horas que ocurrió y ya se les había pasado en parte el cabreo. La chica, Marta, dijo que faltaba un sitio en los coches para poder volver, así que le ofrecí quedarme con ella hasta que llegara la hora de coger el autobús nocturno si era ella quien se quedaba en tierra. Además la acompañaría a tomar algo, pues tenía hambre de dinosaurio según me comentaba.

Mientras íbamos hacia el puesto de comida rápida no podía evitar fijarme en cómo su vestido de algodón se ceñía a su cuerpo aún más de lo que ya naturalmente lo hacía debido a la humedad que aún retenía. Esta chica siempre me había atraído, como un imán atrae al hierro. El hecho de ver su esbelta figura, sus piernas sin medias, sus duros pezones a través del vestido y su dulce expresión no hacía más que incrementar mi deseo carnal hacia ella.

Estuvimos dando una vuelta mientras devoraba su showarma cerca del parque. Hablábamos de lo que habíamos estado haciendo ese día y esa noche, del incidente con el cubo de agua, de lo bien que le había sentado la comida y de lo que habíamos tenido que esperar. Me gustaba hacerle comentarios que la picaran, para luego decirle algún chiste que le hiciera expresar una sonrisa en su cara. Aún quedaba bastante tiempo para que el próximo autobús nocturno llegara a la parada, así que volvimos al interior del casco antiguo para callejear un poco.

La idea fue mía, y no por azar. La noche a su lado estaba siendo muy agradable, pero mi deseo se acrecentaba con cada mirada cruzada, con cada visión de su cuerpo y con cada imaginación. Sentía la necesidad de demostrarle que quería algo más cálido entre nosotros, más intenso que unas palabras y más apasionado que unas risas. Quería tocar ese cuerpo por debajo de la humedecida tela y sentir su respiración acelerada por el nerviosismo de un momento de intensidad.

Invité a Marta a pasar por una estrecha, larga y poco iluminada callejuela, poco frecuentada entre dos calles más importantes, "para atajar" le dije. A mitad de camino, aprovechando el hueco de una gran puerta de madera antigua con unas pequeñas escalerillas, frené la marcha de ambos. Cogí a la chica por la cintura y la acerqué a mi pelvis mientras clavaba mis ojos en los suyos. Noté cómo nuestros pechos se golpeaban mutuamente por los acelerados latidos de los corazones. Bajé la cabeza y besé sus labios mientras cerraba los ojos y acariciaba su espalda.

Ambos aumentamos la intensidad rápidamente. Mordí su cuello vampíricamente mientras mis manos apretaban fuerte sus nalgas, exprimiendo gotas de agua de su vestido. Ella deslizaba sus manos bajo mi camiseta y arañaba mi torso con sus elegantes uñas. Nos acomodamos en la puerta y apreté mi cuerpo contra el suyo, estando ella "entre la espada y la pared" en ese preciso momento. El calor de nuestros cuerpos comenzaba a ser muy notable, como para evaporar toda la humedad de su vestido. Seguí besando y mordiendo sus labios mientras magreaba sus pechos endurecidos por la excitación. Ella me cogía fuerte la cabeza, casi recolgandose, para que no separase mi cuerpo del suyo. Cogí sus manos y las apoyé sobre la puerta, lamí sus labios, su boca, mientras movía mi pelvis sobre la suya, en círculos y de arriba hacia abajo. Dejé claro hasta dónde quería llegar. ¿Me dejaría ella entrar en ese camino lascivo?

Yo deseaba que así fuera. Y estaba dispuesto a intentarlo. Mi miembro se notaba aumentado de tamaño de manera importante. Creo que así lo notaba ella también con mis movimientos sobre su pubis. Detrás tenía la gran puerta de madera haciendo de muro. Delante, mi dura polla inhibida por mi pantalón, jugando entre sus ingles, acariciando con fuerza y buscando su deseo de abrir la puerta.
Mordí de nuevo su cuello, más arriba esta vez, más cercano a la espalda, más intenso y caliente. Uní mi torso al suyo y abracé su cintura con una mano, mientras con la otra recorría un camino prohibido. Moví la mano desde su desnudo muslo hasta su nalga, primero, levantando ligeramente la pierna, introduciendo más mi abultado pantalón entre sus piernas y apretando más su carne. Acaricié su nalga bajo el vestido y apreté los dedos en ella varias veces en diferentes lugares antes de deslizar la mano por su lateral hacia la parte delantera de su cuerpo, bajo su abdomen.

Lamía su lengua y besaba sus labios mientras comencé a notar y acariciar la tela de su pequeño tanga. Noté la forma de su coño a través de la tela húmeda y cálida, lo que me indicó que estaba muy caliente. Busqué el borde del tanga con los dedos, cuando ella me paró con la mano, nerviosa por la excitación. No necesitó decirme nada para que supiera interpretarla.
Por otra parte, mi pantalón llevaba ya mucho rato molestándome, así que decidí liberar esa presión. Quité el botón y bajé la cremallera. Deslicé la tela hacia abajo un poco, dejando sobresalir parte de los calzoncillos.

Mi polla estaba muy dura y excitada. Mis calzoncillos estaban mojados en la parte donde se apoyaba la punta de mi pene, gruesa y con su forma característica bien definida en ese momento. Tomé su mano, la misma que había frenado mi movimiento, y la invité a entrar entre mi piel y la tela elástica de mi ropa interior. Ella aceptó y comenzó a palpar hasta que notó el duro cilindro de carne y piel, el cual no tuvo reparo en asir y dedicar unos movimientos que llenaban mi mente de placer.

Bajé también la tela del calzoncillo, dejando a la vista mi venoso falo, prisionero ahora de su experta mano. Volví a morder y volví a intentar el movimiento anterior. Esta vez no se me cerró la puerta y pude acariciar la húmeda, incluso jugosa, entrada a su coño excitado. Presioné su sexo con las yemas de mis dedos suave pero intensamente, mientras los movía circularmente y buscaba una entrada, un pasillo hacia el placer.

Ella empezaba a jadear, a pedirme algo más que un simple magreo. Follaba mi polla con su mano con fuerza y torpeza, debido a que empezaba a no ser capaz de compaginar varias acciones con igual destreza. Con un movimiento rápido giré su cuerpo y la invité a apoyarse sobre la pared de piedra con las manos, ligeramente inclinada hacia delante. Situé mi abdomen frente a su traserio, con mi polla entre sus piernas, y notamos mutuamente nuestras humedades al contactar nuestros sexos entre sí. Abracé su cuerpo por sus pechos excitados con una mano, mientras ayudaba a mi polla, con la otra, a entrar en el codiciado pasillo. Finalmente Marta "me echó una mano" en ese asunto y ambos sentimos una mezcla de alivio y éxtasis difícil de explicar con palabras.

Estaba muy excitado, al igual que ella, y noté cómo mi polla llegaba rápidamente a su máximo tamaño dentro de su coño excitado y sensible. Empujé mi rabo en su interior lo más fuerte que podía y escuché sus pequeños gemidos acompasados, al ritmo de las entradas y las salidas. Apoyó su cabeza en su brazo, que estaba sobre la pared, mientras con la otra mano masturbaba su húmedo clítoris mientras mis testículos chocaban en esa parte. Empecé a notar más fuerte sus respiraciones y sus piernas se flexionaron ligeramente, acercándose el momento esperado. En esa posición debía penetrarla más incómodamente, pero valió la pena cuando se aferró fuerte a la pared y comenzó a temblar ligeramente debido a que había llegado al clímax deseado.

Le dije que a mi me faltaba poco ya. Se apartó, sacando mi polla de su interior. Se dio la vuelta y se arrodilló frente a mi. Abrió su vestido por la parte de arriba y lo bajó, mostrando sus hermosos pechos, y comenzó a acariciar mi falo al mismo tiempo con la mano y con la boca. No le hicieron falta más de 5 magistrales chupadas para que me tuviese a punto de caramelo. Le advertí que estaba a punto de explotar, con lo que ella apuntó mi cañón hacia su pecho y observó cómo descargaba mi líquido blanco sobre su cuerpo y, accidentalmente, en su vestido.


Tras este apasionado episodio, recompusimos rápidamente nuestras vestimentas y nos dirigimos raudos hacia la parada del autobús, pues estaba a punto de pasar el nocturno. Si lo perdía, se vería obligada a esperar una hora más al siguiente. Llegamos a tiempo y nos despedimos apasionadamente cuando fue a entrar en el autobús. Allí se separaron nuestros caminos de nuevo y me volví a mi casa paseando, pensando si lo que acababa de pasar había sido ficción o realidad...

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1 comentario:

Anónimo dijo...

SALUDOS de MANU_VITORIA
desde 123 para este blog...
MUY CURRADO, por cierto.

Un abrazo!
Manu ;-)
(emitiendo desde Vitoria)