05 octubre, 2008

Las botas de fútbol

Alex llevaba un día duro de trabajo en la tienda de deportes en la que trabajaba. Los viernes suele haber bastante afluencia de público, muchas madres acompañando a sus hijos y muchos jóvenes y no tan jóvenes se acercaban en busca de ropa deportiva, ya fuese por deporte o por moda. Por suerte, se contaban por minutos el tiempo que la tienda seguiría abierta y ya apenas quedaban clientes en el local. Cuando estos se fueran, sólo la recogida de la tienda quedaría entre la chica y su descanso. Tendría que cerrar la tienda ella sola, pues su compañera se fue un rato antes porque tenía que preparar una fiesta que tenía en casa y le pidió el favor.

Estaba nuestra chica dando el cambio y el ticket de compra a los últimos clientes de la tienda cuando justo entraba otro chico por la puerta. Alex tenía verdaderas ganas de recoger ya y a punto estuvo de invitar amablemente al nuevo cliente a volver mañana. Sin embargo, cuando éste la miró y le preguntó por las botas de fútbol, no pudo más que ejercer de amable dependienta. Era un chaval guapo, alto y corpulento, con los ojos claros y el cabello largo. Clavó su mirada en los ojos de la tendera y a ésta le temblaron ligeramente las piernas.

Le indicó el lugar donde estaban expuestas las botas de fútbol en la tienda, al fondo del pasillo a la derecha, intentando que no se notara en su voz la impresión. Allí se dirigió el desconocido, tras lo cual, Alex aprovechó para poner el cartel de "Cerrado" hacia el exterior y echar la cerradura para evitar que entrara más gente. Así se aseguraba de que este era el último cliente de hoy y podría recoger tranquilamente después de despacharlo.
Al cliente le sorprendió el sonido de la cerradura y se dió la vuelta.

-¿Has cerrado ya?
-Voy a cerrar dentro de poco, pero mira tranquilo, no te preocupes.

Aquel desconocido comenzó a ojear el estante de las botas, indeciso entre varios modelos. Alex se acomodó tras uno de los mostradores internos esperando a que la necesitara, observándolo de arriba hacia abajo, fijándose en su espalda, su pelo y su trasero, algo que le atraía especialmente en los hombres: un buen culo. Le gustaba lo que veía.

Eligió un par de modelos y se dio la vuelta para pedir a Alex que se los enseñara para probárselos. En ese momento fue el chico quien se puso un poco nervioso y titubeó. Alex no se había dado cuenta de que, apoyada en el mostrador frente al chico y con la ropa que llevaba, dejaba ver bastante bien el generoso escote que la naturaleza le había dado. Se percató de ello cuando vio que el chico hablaba a sus tetas y no pudo evitar reirse por dentro de la situación. Alex fue al almacén a buscar los modelos que le había pedido el chico mientras se sentaba. Le vendría bien para probarse las botas y, sobre todo, para evitar que se notara la erección que había experimentado al ver a aquella mujer tan atractiva observándolo y mostrándole ese profundo escote.


Alex comenzó a buscar las cajas con cierta torpeza, pues empezó a pensar cuánto morbo le estaba provocando ese chico. Imaginó que entraba al almacén buscándola, sin permiso la abrazaba mientras se daba la vuelta y notaba su duro y firme cuerpo rodeándola mientras sus labios se lamían mutuamente. Despertó para centrarse en buscar las botas que el chico esperaba, pero notó que, sin darse cuenta, había humedecido las bragas.

Salió del almacén y cuando se acercó para darle las botas, se percató de lo que sucedía bajo la cremallera de su pantalón. Él no lo había escondido mal, pero ella era más lista. En ese momento le entraron unos calores por el cuerpo muy intensos, porque la situación era tremendamente excitante. Ambos se atraían, estaban solos, con la tienda cerrada y excitados. El chico cogió las botas y se dispuso a probárselas. Intentaba evitar mirar a Alex pues una vez se había fijado en ella, no podía evitar repasar el resto de su cuerpo con la mirada. Vergüenza poca tenía, pero no pretendía incomodar a la chica, que quería cerrar la tienda.

Estuvo dudando ligeramente antes de decidir el modelo de botas que iba a llevarse. Cuando tuvo la elección hecha, recordó que también quería comprar una camiseta que había visto. Podría irse con las botas y volver otro día, pero ya que estaba allí, habría que aprovechar el momento.

-¿Te importa si miro también las camisetas? No tardaré mucho.
-No te preocupes, no hay problema.

Sin duda no lo había. Alex ya no pensaba en el cansancio que arrastraba. Eso se había disipado y en su mente ocupaba cada vez más espacio el cuerpo de aquel desconocido atractivo y quizás aún, empalmado. Desde luego, no había problema.

Encontró la camiseta y entró al probador. Por desgracia, éste sólo tenía un espejo en una de las paredes, así que no podía verse bien la espalda. Abrió la puerta del probador y preguntó a Alex si "podía echarle una mano". Ella, al ver al muchacho con la camiseta ceñida al musculoso cuerpo, pensó que eso era lo mínimo que le echaría.

-¿Me queda bien por detrás?
-Espera un momento- se acercó y le estiró la camiseta por las mangas y por la zona baja- Te queda genial- terminó.

El chico se dio la vuelta y se encontró frente a ese monumental cuerpo a menos de un palmo de distancia. Los corazones latían con fuerza, casí podían oírselos; las miradas penetraban más allá de los ojos y los nervios se acrecentaban. No se podía decir que uno u otro hubiese tomado la iniciativa, pues ambos se avalanzaron y se pegaron como lapas. Sus labios se pegaron viscosos, abriéndose para dejar pasar unas lenguas sedientas, cerrándose para recuperar algo de aliento, volviéndose a abrir para morder y ser mordidos. Sus manos no dejaban tranquilas las ropas que los cubrían: las movían, las estiraban y deseaban romperlas, que desaparecieran de la vista y del tacto.

El desconocido llevó a Alex a entrar en el probador y la apoyó contra la pared. Sujetó sus manos contra la misma impidiendo su movimiento, poniéndola a su merced. Como en las películas de drácula, fue a morder el cuello a la indefensa doncella que, lejos de evitarlo, dispuso el espacio suficiente para notar los dientes bien clavados. Al sentir cómo los dientes cerraban, un escalofrío recorrió el cuerpo de la chica y no pudo evitar estremecerse de placer. El deseo se convirtió en el único pensamiento válido en ese momento.

Ella mojada y él notablemente empalmado comenzaron a quitarse los molestos trapos que los cubrían frente al espejo del probador. Camisetas, zapatos, pantalones y ropa interior iban desapareciendo mientras salían del probador; saliva y manos sustituían a los anteriores, realizando una labor más placentera y cálida. Volvieron a besarse apasionadamente. Sus labios parecían no querer despegarse nunca. Las hábiles manos de aquel hombre cogieron y apretaron con suavidad y firmeza los senos de aquella mujer de oscuro cabello que se afanaba en satisfacer a su amante improvisado, presionando su miembro por el bajo vientre, frotando y deseando exprimirle hasta la última gota de su contenido.

La morena ninfa se dejó llevar hasta el banco de la zona interior de la tienda, donde se sentó, acabando su mirada a la altura del duro miembro viril. Estaba excitado y venoso y no dudó en saborearlo como si fuera un polo. Masturbaba el rabo con una mano mientras acariciaba los huevos con la otra y, con su lengua y sus labios, hacía gozar a un hombre que estaba redescubriendo el cielo. Poco a poco, más carne se iba introduciendo en su boca hasta llegar a un punto en que no había más polla que tragar para su profunda garganta. Al sacarla, estaba llena de saliva mezclada con líquido preseminal, viscoso, que se quedaba colgando entre los labios y el glande húmedo.

El amante la miró entonces y encontró la expresión de una buena trabajadora que quería su merecido premio. La tumbó a lo largo del banco y abrió sus piernas, cogió su pesada arma y golpeó con suavidad su turgente glande contra el excitado clítoris de la chica. Después lo frotó un par de veces con todo el largo del miembro y bajó por la rajita extremadamente húmeda hasta llegar a una abertura cálida que le dió la bienvenida con soberano gozo, como si llevaba esperándolo toda su vida. La polla se introdujo completamente y la pelvis masculina se puso en acción, bombeando y golpeando el abierto coño, que no dejaba de llenarse de carne.

La chica abría sus piernas todo lo que podía. Casi de inmediato, la voz de Alex empezó a gemir de placer. Quería sentir todo completamente. Él bajó su torso y mordió el labio inferior de su víctima mientras daba entre sus piernas todo lo que podía. Quería cubrirla completamente, rodearla mientras destrozaba su rajita húmeda, poseerla entre sus manos y no dejar que pudiera escapar. Se levantó un poco y pudieron ver sus caras de satisfacción. Ella aprovechó para atacar y mordió el labio de él mientras arañaba su atlética espalda. No quería que se separara, lo deseaba completamente, todo para ella, todo dentro de ella.

Levantó su cuerpo para poder empujar más fuerte, poniendo su torso perfectamente visible, abriendo las femeninas piernas con los brazos y dándolo todo con la pelvis. Su polla en esta situación era más sensible y también la vagina tragaba más y mejor. El gozo era absoluto, pero tendrían que cambiar de postura si no querían que fuese también demasiado corto. Él le pidió que se pusiera a cuatro patas. Ella obedeció como una buena perrita y curvó su espalda para favorecer que el miembro duro y fornido entrase de nuevo. En cada penetración, ella notaba como el glande inflamado se abría hueco a lo largo de su interior y él sentía cómo la vagina comprimía su polla hinchada. Era más notable al comienzo, cuando aún las embestidas eran lentas; sin embargo, después pasaban a ser auténticos empujones pélvicos, choques del masculino abdomen sobre las nalgas de una diabla (y viceversa).

Él volvió a bajar su torso, pegándolo a su espalda, mordiéndola en la parte trasera de su hombro, acariciando su cabello, abrazándola por los pechos que caían por efecto de la gravedad y se balanceaban por acción percutora de su trasero. Sus manos apretaban y frotaban los pezones al mismo tiempo que la voz jadeante del chico invitaban a Alex a llegar al final. El coño de Alex chorreaba tanto que el fluído empezaba a bajar por la pierna y formar un charco junto a la rodilla. Sus gemidos pasaron a gritos inevitables de placer. El bombeo empezó a ser más potente y las palabras del chico "córrete, mmmm córreteee" terminaron por hacerse realidad. Los temblores y el grito inusual se hicieron notar y Alex entró en ese trance enormemente placentero. El chico lo advirtió y deseó correrse también en ese momento.

Sin embargo, aguantó un poco más. Siguió bombeando, follándola completamente, golpeando su coño con los huevos y arañando su espalda. Sin esperarlo, consiguió extremadamente rápido que Alex volviera a correrse. Ver tanto placer delante de él fue algo que no era capaz de soportar y necesitó correrse ya. Avisó a Alex que iba a hacerlo y le pidió que se diera la vuelta. Ella se sentó en el suelo y sintió cómo la caliente y viscosa descarga caía en sus pechos, aunque algo salpicó en su cara. Quiso abrazar aquel líquido resbalabadizo que caía por sus tetas y tanto placer le había ofrecido.

-Vamos a tener que repetirlo- dijo él, cansado y aún traspuesto por la satisfacción.




Ya sabes que esto va dedicado a ti ;-*

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

me ha encantado, no esperaba menos ;)

aunque... ardo en deseos de de que te pases a "comprarme esas botas" del relato

Maya dijo...

eyy gracias por pasarte por mi blog jejeje :P:P y si me estoy leyendo el Elfo Oscuro lo empeze hace un par de días de hecho..y pinta bien jij.

Un besin "!