27 noviembre, 2010

A Cris le gustan las pollas (1)

Cris es una chica normal. Todos los días se levanta, toma un desayuno ligero y se viste con el uniforme de trabajo. Sale a la calle con prisas y alguna que otra vez se lleva el rapapolvos de la jefa por llegar un poco tarde. Aguanta clientes todo el día y termina cansada y un poco más harta de su trabajo. Por suerte le queda tiempo para compartir con sus amigas y divertirse.

Sin embargo, hay algo que hace de Cris una chica un poco especial: A Cris le gustan las pollas.
Dicho así podría parecer relativamente normal. Las chicas heterosexuales se sienten atraídas por los hombres y tienen curiosidad por jugar con ese juguete que los chicos tienen. Sin embargo, Cris se levanta húmeda porque estuvo soñando con varias pollas. Cris se toma el desayuno deseando algún día poder ordeñar su leche todas las mañanas. La joven Cris se viste con el uniforme de trabajo pensando en que, si vuelve a casa con el traje lleno de corridas, ese día será un buen día. Cris desea a todas horas que ese compañero tan guapo, ese guardia de seguridad tan fuerte o ese cliente tan atractivo se la lleve al almacén para darle a comer su rabo e invitarle a probar crema hidratante en su dulce cara aniñada.

Cris y yo no nos conocíamos en persona todavía. Entré en la tienda y curioseé aquellos artículos. No sabía si me reconocería por las fotos porque iba perfectamente pelado y afeitado, y no suelo. Me acerqué a ella y le pregunté por uno de los artículos, que parecía bastante caro. Al principio no me reconoció, pero de reojo pude observar cómo se me quedaba mirando extrañada. Le hice preguntas adecuadas sobre aquel objeto, en el cual no tenía absolutamente ningún interés; ella respondía mis dudas de forma impecable y con diligencia mientras yo me la imaginaba desnuda, lamiéndose el dedo para mi, dejándolo caer sobre sus tetas.

¿Me habría reconocido realmente? No lo sabía. Si así era, ella no había mostrado signos que lo confirmasen. Quizás no estaba segura y prefería ser prudente. Le dije, mirando a sus ojos:

-Este otro también me gusta. ¿Cuál le parece mejor?-sonreí.

Me dijo todo lo que sabía sobre el segundo artículo y me explicó las diferencias entre ambos.

-Estupendo. Sin embargo, lo cierto es que en esta tienda lo único en lo que tengo interés es en ti, Cris.

Procuré decírselo a un volumen de voz sólo a su alcance. Observé cómo se quedó un poco cortada. Desde luego no se esperaba aquella frase. Se enrojeció un poco y miró al resto de la tienda desde nuestra esquina apartada. Todos eran ajenos a aquella conversación, que había pasado de la cordialidad comercial al pecado de pensamiento con una sola frase. Volvió a mirarme.

-¿Eres N.?

-Sí-sonreí.

-¡Y no me habías dicho nada!-dijo sorprendida.

-Te lo he dicho ahora.

(Sonrió)

-Pensé que me reconocerías.

-No estaba segura.

-Y ahora que lo estás...(hice una pausa)...¿Qué te parece si me enseñas el almacén?

Hice una pausa, porque no sabía si decirlo. A mi me da mucho morbo y sé que a ella le encantaría. Sin embargo, la realidad es que éramos desconocidos, ni siquiera habíamos tenido una primera cita y ella estaba allí trabajando. Podría desconfiar de mi, pensar que quiero robar algo. A ella podrían despedirla si se enterase alguien y yo no quería eso. Hay situaciones en la realidad que no contemplamos en las fantasías, por eso son fantasías y por eso son tan maravillosas.
Por otra parte, podría decir que sólo había ido a la tienda para conocerla. Podría decirlo y mentiría, porque lo cierto es que había ido sabiendo lo que le gusta, sabiendo que a ella le gustaría que la sentara sobre el mostrador para meterle mi polla hasta el fondo, no habría ni que esconderse en el almacén. Había ido allí con la intención de conocerla, de follarla, de cumplir una fantasía de ambos, de hacer algo muy morboso.

-¿Ahora?-me respondió.
Miró alrededor y me dijo nerviosa: Ahora no puedo. Observé cómo me repasaba de arriba hacia abajo. Yo también la devoraba con la mirada, por supuesto. Ya había visto imágenes suyas desnuda. Sólo tenía que abstraerme de sus ropas, aunque ese uniforme le quedaba muy bien.

-¿Cuando?

Pensó un momento antes de decirme: Sal fuera, siéntate en el banco que hay frente a la tienda, yo te aviso...

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