21 diciembre, 2010

Anita parece inocente

Pero sólo lo parece. Su rostro era hermoso y dulce, aparentando 4 años menos cada vez que sonreía. Sin embargo, tenía el cuerpo despampanante de una mujer y el deseo sexual de varias. Era ese tipo de mujer que no puedes dejar escapar, pero tampoco puedes atar demasiado fuerte. Ese tipo de mujer que no puedes saciar sólo con tus centímetros o tus medidas, ese tipo de mujer que siempre necesita más. Ese tipo de mujer que me encanta.

La última vez que hablé con ella le hice una proposición indecente. Sabía que no se negaría, que no podría. Su lujuriosa mente lo deseaba y su actitud sumisa haría el resto. Le dije que se vistiese como cuando sale a zorrear para ir poniendo cachondo al personal. Tenía un cuerpo de revista y seguro que las miradas se pararían en sus curvas por la calle. Le dije que se diese una vuelta por las calles del centro, que se dejara ver y que mirase a los hombres con esa mirada suya que te provocaba por dentro un calor imposible de olvidar. Le dije que cuando notara las miradas de los hombres sobre ella, cuando sintiese aquellas miradas pecadoras sobre sus ojos; cuando sintiese los bultos crecer a su alrededor; apuntándo a su cuerpo; viniese a la calle donde yo estaba, le estaría esperando.

Realmente no concretamos una hora, sólo le dije que lo hiciese después de comer. Llevaba 2 horas esperando. Llevábamos, mis dos amigos y yo, 2 horas esperando, charlando entre nosotros, contándonos historias en aquella solitaria callejuela llena de obras inacabadas de restauración de edificios. Siempre cabía la posibilidad de que no viniese y mis amigos, impacientes, intentaban convencerme de que no vendría, de que no se atrevería. Pero yo estaba seguro de que se aparecería, porque la dulce Anita era todo un putón desaprovechado.

Se hizo el silencio un momento. Algunos pájaros canturreaban y el tráfico sonaba lejano. El ruido seco de unos tacones inseguros llegó a nuestros oídos. Nuestras miradas se focalizaron en aquella misma esquina, esperando, escuchando cada vez más cerca, acelerando nuestros corazones. Anita apareció espectacular y se paralizó al vernos. Estaba guapísima. Estaba buenísima. Su vestido estaba hecho de una tela ligera, no muy ceñido pero que transparentaba un poco y dejaba imaginar muy bien lo que escondía. La estábamos devorando con la mirada cuando finalmente se atrevió a acercarse a nosotros.




-Menudo zorrón que va enseñándolo todo por ahí.
-Joder, qué tia.
-¿Qué hace un bombón como tú por un sitio como este?


Estábamos notablemente empalmados y nos subimos al verla tan sola siendo nosotros 3 tios alli delante. Me la imaginé así vestida paseando por la calle y estoy seguro de que no dejó a nadie indiferente. Se apreciaba con cierta facilidad que no llevaba sujetador y eso nos tenía como toros en celo. Me eché las manos al paquete y me puse frente a ella...

-¿Tienes frío, cariño?
-Me apetece jugar contigo.
-¿Sabes que estás muy buena?


Ella no dijo nada. ¿Nerviosa? ¿Asustada? ¿Excitada? Mis amigos, sus manos, estaban ya sobre las tetas de aquella putita atrevida. Sin darle tiempo a reaccionar, su cuerpo había sido cubierto por 3 hombres, manoseada por todas partes, por encima y por debajo de su vestido, besada y lamida en cuello, hombros, espalda, pecho...
Tampoco ella se pudo estar quieta. Sentí cómo palpaba la cremallera abultada de mi pantalón con intenciones de descubrir el interior. Cerraba los ojos y parecía disfrutar entre desconocidos en aquella calle poco habitada.

-¿Así que eso es lo que buscas, eh? Me pone caliente que seas así de zorra.
-Te voy a follar entera.
-Me vas a comer la polla, puta.


La llevamos hacia un portal deshecho, con la puerta de madera y un pequeño escalón roto. La pusimos mirando contra la pared y le ordenamos que abriese las piernas. Levantamos aquella falda minúscula y observamos con sorpresa aquel culo espectacular. Aunque lo que nos gustó más a los tres fue darnos cuenta de que ni siquiera llevaba ropa interior. Ni siquiera un tanga. Iba por la calle con el coño al aire a riesgo de ponerse cachonda y comenzar a chorrear.

-Perra.- Le dije tras pegarle en el culo.

Uno de mis amigos (estaban los dos muy excitados) palpó su vulva con fuerza.

-¡Estás empapada, zorra!

El chorro caliente se le enfriaba a la dulce Anita al bajar por el interior del muslo. La mano que mi amigo tenía en el coño frotaba con ganas y hacía brotar más líquido. La chica no pudo reprimir un gemido de placer.

-Fóllatela, joder.- Le espeté.

Sin dudarlo, mientras el otro chico ya se había sacado el rabo del pantalón y estaba masturbándose frente a los 3, mi amigo bajó la sonora cremallera y destensó la tela del pantalón al sacar toda aquella carne con la que pensaba empalar a la chica. Estaba tan cachondo que ya tenía líquido preseminal en la punta cuando comenzó a resbalar sobre el coño de Anita, buscando la raja, buscando el calor. Lo encontró y se metió dentro sin dificultad, para inmediatamente después de la primera penetración, ponerse a embestir su perfecto culo con el abdomen fornido, bombeando polla cada vez que el vientre chocaba contra el trasero.





Yo estaba también muy cachondo. Era inevitable viendo aquel espectáculo. Era inevitable pensando que íbamos a compartirla y turnarnosla a nuestro antojo. Continué manoseando sus tetas con una mano mientras me pajeaba con la otra y le decía cosas al oido.

-Te gustan las pollas, ¿verdad? Tres mejor que una, todas para ti. Eres una guarra. Hoy te vamos a usar y vamos a clavarte nuestros pollones según nos venga en gana. Prueba esto.- Introduje mi dedo mojado en el líquido que salía de mi polla - Es el sabor de mi polla, el sabor que te mereces, que deberías tener todos los días.

Fui yo el siguiente. Me puse detrás y azoté su clítoris por debajo. 7 pollazos más tarde, busqué su rajita y la penetré disfrutando de su culo y su espalda. Tiré de su pelo hacia atrás y pareció gustarle. Mis dos amigos no dejaban de magrear su cuerpo. Tenía la tela del vestido hecha un remolino en mitad de la cintura, así que estaba prácticamente desnuda en aquel callejón aún de día, violada por 3 cerdos.

Los huevos me chorreaban fluidos de Anita cuando le saqué la polla. El chico que aún no se la había follado le ordenó que se la chupara y ella hizo cazo obediente.

-¿Te gusta comer rabos? Seguro que te encanta mi carne.

Cogió a Anita por la cabeza y le calentó un poco la cara antes de dejarla chupar. Comía como si su vida dependiese de ello, en cuclillas con las piernas bien abiertas mostrando su coño al callejón, no dejaba de comer y acariciar huevos y polla. Mi otro amigo y yo nos acercamos y Anita tuvo un pequeño problema porque, aunque quería, no era capaz de pajearnos y chuparnos las 3 pollas a la vez. Eso sí, le encantaba meter dos glandes entre sus labios y salivarlos al mismo tiempo, mezclando su saliva con lo que salía de nosotros.

-Esta guarra me tiene muy cachondo. Le voy a estallar en la cara, no me aguanto.- Dijo uno de los chicos.

Anita lo escuchó y prestó más atención a aquella polla, mirando a mi amigo a los ojos, haciendole saber que quería toda esa lefa para ella, deseándola. Éste no pudo soportarlo y descargó un gran chorro de leche sobre Anita. Ella lo recibió con una sonrisa y mi otro amigo sintió la necesidad de ser el siguiente. Volvió a cogerla por la cabeza y la invitó a abrir la boca, descargando su contenido dentro.



La dejé tragar antes de comprobar la profundidad de su garganta, antes de follar su boca como hice antes con su coño. Cuando la liberé, volvió a mirarme de esa manera suya, irresistible, que había usado antes con mis amigos, deseando lo que mis huevos tenían para ella.

-Dame tu leche.

Fue lo primero que dijo en toda la tarde y no pudo haber dicho nada mejor. Sentí los impulsos, los borbotones recorrer mi polla hasta salir directos a su cara ya manchada, a su boca abierta, a sus tetas desnudas. Le metí la polla de nuevo en la boca antes de descargarlo todo y exprimí hasta la última gota dentro de aquella complaciente comepollas.

-Te lo merecías.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Roxana Quinteros

Anónimo dijo...

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