02 noviembre, 2009

La entrepierna pública (II)

No estaba para trabajar después de haberse evadido de esa manera. No se podía concentrar en la pantalla teniendo tanto calor ahí abajo. Quería concentrarse, atender de nuevo a su tarea y terminar lo antes posible para irse a casa. Sin embargo, sus braguitas estaban empapadas y su mente pedía sexo de tal manera que de las teclas sólo salían palabras lascivas y libertinas. Si no se tomaba un descanso, iba a estar delante del ordenador perdiendo el tiempo para nada.

-Me voy a ir a la terraza de abajo a tomarme algo que me refresque y me vuelvo con la cabeza despejada. A ver si me quito esto de encima ya- se dijo.

Se levantó y recogió lo indispensable para salir de la oficina. Llaves, cartera, teléfono móvil. Dio algunos pasos hacia la puerta y se dio cuenta de que tenía las braguitas tan mojadas que le era incómodo andar. El vello que cubría sus labios genitales estaba empapado de flujo vaginal, como una esponja, así que pasó por el cuarto de baño antes de salir. Una vez dentro se bajó la falda y desabrochó las medias. Sus braguitas parecían tener pegamento húmedo cuando se separaron de la vulva y bajaron hasta el suelo. Olían a excitación y aún estaban calientes. A decidió que las dejaría en el baño y luego vería la forma de llevárselas a casa sin llamar mucho la atención.

-En alguna salida nocturna ni siquiera pude encontrarlas- se dijo- con la borrachera.

Abrió el grifo y mojó bajo el agua cierta cantidad de papel higiénico que, posteriormente, pasó por su excitado miembro limpiando los restos de su golfería. Con otro papel seco, retiró todo resto de humedad exterior. Volvió a poner en su sitio las medias y la falda y se dirigió hacia la puerta de salida de la oficina. Así no se puede trabajar.

Bajó las escaleras con normalidad y salió del portal. La brisa agradable acarició su cara y sus pies la llevaron hacia un bar cercano. Aunque estaba muy cerca de la oficina, pocas veces se pasaba por allí, pues pocas veces se permitía descansos del trabajo. Eligió una mesa bajo la sombra y un joven camarero vino raudo a atenderla sin que le hubiese dado tiempo a calentar el asiento. A pidió un tinto de verano y el chico se tomó su tiempo en apuntarlo en la nota, mientras aprovechaba su posición privilegiada para recrear su vista en el busto de la mujer.

Mientras se alejaba el camarero, A se liberó de los elementos que llevaba consigo, colocándolos sobre la mesa. Cruzó las piernas recordando que no llevaba ropa interior, pero sí llevaba una falda que daba cierta libertad de visión a cualquier persona que pasase por delante. Se preguntaba si no debería haberse "tocado" en la oficina sencillamente para aliviar su necesidad y seguir con el trabajo.

-Esto es mejor, tardo menos y no me dan tentaciones de repetir- pensó.

Llegó el tinto de verano e intentó que durara un poco de tiempo el líquido dentro del vaso. Se relajó observando los pájaros, las señoras paseando carritos de la compra, los mayores con sus pasos lentos y torpes, los hombres trajeados que iban de un lado a otro, siempre con prisas y con el teléfono móvil al borde del colapso. "Otros que necesitan un descansito"- se dijo tomando otro sorbo del tinto barato aguado.

Ring, ring.

Se sobresaltó. El móvil vibraba nervioso sobre la mesa. "Tendré boca de cabra". Era un número conocido que debía contestar, así que no dudó en echar el auricular sobre la oreja.

-...sí sí, ya estoy con su informe, mañana lo tendrá listo.
[...]
-...no se preocupe.
-...sí, jaja, es que he abierto las ventanas y entra el ruido de la calle.
[...]
-...mañana a primera hora, no se preocupe.
-Hasta luego.
(cuelga)
-Malditos... No la dejan a una en paz.

Aún quedaba un tercio del vaso cuando se percató de un hombre que la miraba con cierto... interés. Era corpulento y llevaba una camisa elegante. Tomaba una cerveza con otra persona que daba la espalda y al cual escuchaba más que hablaba. De cara era guapo, con los rasgos marcados y la piel con los primeros días de playa encima. La chica apartó la mirada cuando se sintió clavada por sus ojos. Le había gustado y quería evitar ruborizarse.

Volvió a mirarlo y se fijó en que el hombre se ajustaba el pantalón volviendo a la conversación con su amigo. "¿Estaría bien armado además de ser guapo? Ahora mismo no me vendría nada mal tener un buen arma para mi" A comenzó a desvariar un poco cuando se percató...
El hombre volvió a mirarla. Ojos, labios, escote...mesa. Estaba mirando bajo la mesa, porque las piernas de A no estaba cruzadas.

-Debí separarlas con la llamada de los cojones. Mierda. ¿Dónde me meto yo ahora?- se dijo.

Se ruborizó irremediablemente y se le aceleró el pulso. Volvió a cruzar las piernas e intentó disimular mientras pedía la cuenta al joven camarero y terminaba su vaso. Volvió a mirar a aquel hombre. Con ritmo lento, estaba acariciando su pantalón bajo la mesa mientras continuaba su conversación. Un grueso bulto sobresalía bajo la tela, claramente visible y señalado por la mano. Volvió a mirarla, mordiéndose un labio disimuladamente esta vez.

A pagó la cuenta y se levantó de la silla. Recogió sus cosas de la mesa con torpeza y nerviosismo. Tanto es así que las llaves cayeron al suelo. Se agachó a recogerlas con la poca elegancia de hacerlo poniéndose en cuclillas, con una ropa que no le dejaba mucho margen de movimiento ni mucha intimidad en esa posición, justo frente a su voyeur particular. Éste disfrutó de una imagen más que explícita del tesoro que guardan las mujeres para su intimidad; mientras A, aún más nerviosa, se levantaba velozmente llaves en mano y partía de nuevo hacia la oficina, despreocupándose de la vuelta de la consumición.

Se había sentido observada, usada y violada por aquellos ojos. Sin embargo, se preguntaba por qué se sentía incómoda y, al mismo tiempo, estaba deseando repetir. Desde la terraza hasta la oficina se había vuelto a mojar sexualmente. La visión del guapo y corpulento hombre acariciando su miembro por ella no salía de su mente. Ella le había puesto cachonda y él no había tenido reparo en demostrarlo.

Imaginó aquel hombre atractivo sacando un carnoso miembro de la cremallera, en mitad del bar y a la luz del día, y masturbándolo delante de ella para su disfrute. Al menos en su imaginación, la polla era grande y hermosa y comenzaba a manchar la camisa con las primeras gotas de líquido. Entonces ella abrió las piernas sin miedo y se tapó el sexo. La figura de las piernas suaves, entaconados los pies y las medias sin ropa interior era irresistible y lo pondría como un toro salvaje.
Llegó a la oficina y fue al cuarto de baño. Estaba cachondísima y se subió la falda hasta la cintura. Comenzó a frotar sus labios, que volvían a estar empapados y continuó imaginando la situación. Él se masturbaba delante de ella en medio del bar, a plena luz y ella correspondía igual con las piernas bien abiertas. De repente, el atractivo hombre se levantó de su silla y recorrió la distancia que los separaba bien empalmado.

-Esto es para ti, preciosa- dijo su voz.

A miró la esbelta forma de la polla que comenzaba a mojarse y la aceptó en su boca. Con una de sus manos masturbaba la polla mientras chupaba como si fuese un helado caliente. Él se desabrochaba la camisa mientras su cara expresaba placer. Sacó la polla de la boca y golpeó dos veces los labios con ella antes de volver a meterla entre los dientes. Volvió a sacarla y cogió a la chica por los hombros para levantarla. Levantó su falda y la tumbó sobre la mesa de propaganda del bar frente a la estupefacta mirada de todos. Cogió sus piernas y las abrió para, posteriormente, clavar su carne dentro de la mujer sin piedad ninguna.

La mesa no paraba de moverse mientras la chica estaba sin palabras. Sólo podía gemir y sentir la carne que la llenaba y se adaptaba a su interior en cada movimiento de vaivén. Los pechos no paraban de botar y se sujetó a la mesa para no caerse. Sintió cómo la polla salía de su interior, daba muchos golpes seguidos en su clítoris y volvía a entrar con el mismo ímpetu y volumen que antes. El hombre no paraba de jadear. Sujetó a la chica por detrás de la cintura y la levantó para sentarla sobre la mesa. Siguió follándola mientras en su oído susurraba "Córrete, córrete ya, vamos, mira cómo te lleno yo, mmm, me corro..."

A sintió cómo su coño se inundaba literalmente. Estaba en el cuarto de baño de la oficina, sentada en el retrete y con las piernas extrañamente abiertas. Una estaba apoyada en el lavabo, mientras la otra se sujetaba sobre la papelera. Su mano estaba empapada, al igual que la taza y la falda. Los pelos alborotados y los papeles esperando. Aún necesitaba un buen polvo, pero ahora, al menos, podría pensar en otra cosa.

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5 comentarios:

CalidaSirena dijo...

Mmmmm...Muy excitante el relato..
volveré a disfrutar con tus post..
Un beso muy cálido

Anónimo dijo...

Vaya como me has puesto leyendo tu relato, muy bueno, paseare por tu blog muy a menudo

Besos

Adis

Anónimo dijo...

Vaya vaya... nunca tengo tiempo de leerte pero, merece la pena!! éstas letras me han puesto... uff!! Y no es nada espeso el texo ;p

Por cierto, estamos esperando saber de ti, Un besito

Nena Stefany dijo...

gracias por la visita
espero que te haya gustado y espero tambien verte a menudo por mi blog
un besito

Maya dijo...

Según algunas fuentes Mumtaz-i Mahal significa Perla del Palacio, según otras Elegida del Palacio. El nombre del mausoleo, Taj Mahal, a veces es considerado como una abreviatura del propio nombre de la emperatriz, pero también significa Corona del Palacio ya que, aunque se trata de una tumba, el emperador quiso ofrecerle a su esposa un palacio y una corona.



.....tumba,palacio..que más da?...

google te da mucha información y variada y caballero permitame quele diga...que elegirla la he elegido bien ya que está considerado como un palacio...y si no es así lo considero yo y punto.

saludos